“Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”. Antonio Gramsci.
Este documento no es más que una lectura personal sobre la coyuntura que actualmente estamos viviendo en la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, esta lectura aunque un poco superficial y bastante acelerada por la necesidad que marcan los álgidos tiempos que se están viviendo, no deja de ser una lectura crítica desde la experiencia de varios semestres dentro del movimiento estudiantil.
Breve balance histórico del movimiento estudiantil
Antes que nada, es necesario realizar una lectura sobre los acontecimientos que nos anteceden, para poder comprender bien el momento, y poder proyectarnos de una mejor forma para el futuro, puesto que el movimiento estudiantil está viviendo tiempos ajetreados y dinámicos.
Para tal labor, sería fundamental entender la concepción gramsciana de cómo se pueden leer los períodos de lucha, esta concepción tiene como base dos términos, lo coyuntural y lo orgánico, y estos pueden entenderse así:
los fenómenos de coyuntura, son ciertamente dependientes, también ellos, de movimientos orgánicos, pero su significado no es de gran alcance histórico: éstos dan lugar a una crítica política menuda, cotidiana, que afecta a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidades inmediatamente responsables del poder. Los fenómenos orgánicos dan lugar a la crítica histórico-social, que afecta a las grandes agrupaciones, más allá de las personas inmediatamente responsables y más allá del personal dirigente (Gramsci, 1999, p. 33).
Siguiendo con estas definiciones aportadas por Gramsci, es necesario preguntarse si los acontecimientos vividos en la universidad aparecen como la continuación de una serie de coyunturas que ha venido presentando en el interior del movimiento estudiantil, o si en realidad estamos entrando en nuevos designios con vientos desconocidos y quiméricos horizontes en la lucha por la educación superior.
Mi lectura sobre ello es que el actual momento no está tan relacionado con los últimos ejercicios de movilización que el estudiantado llevó a cabo en el 2020 en lo relativo a la Matrícula Cero, sino que se está constituyendo como el inicio de un nuevo ciclo de debates, resistencias y movilizaciones, un ciclo donde la bandera, el mínimo y el consenso del movimiento por la educación superior debe ser la reforma integral de la Ley 30; cuya base sea la transformación real del modelo de educación superior a partir de una nueva, radical, crítica y creadora perspectiva sobre la pertinencia de esta en la sociedad colombiana.
No obstante, este anhelo se da en medio de una enorme dicotomía para la lucha estudiantil, que se ubica en una profundización de la crisis de la educación superior en Colombia, crisis que es el resultado de la profundización de la agenda global política, económica, social y cultural hegemónica que ha recrudecido la crisis estructural del conocimiento, en especial la crisis de la universidad pública como elemento vital en la producción y reproducción de este; situación agravada durante el último año como resultado de la pandemia del COVID-19.
Ella se ha agudizado las contradicciones dentro de la educación superior, generando una pronta, aunque poco propositiva y consolidada respuesta por parte del movimiento nacional por la defensa de la educación superior que durante pandemia estuvieron en reflujo, pero vuelven a tomar fuerza desde el año pasado en el momento en que las universidades retoman su carácter netamente presencial.
Así las cosas, esta década/ciclo que comienza, puede entenderse la confrontación de una apuesta internacional hegemónica que profundiza las lógicas que tienen actualmente al conocimiento y precariza la situación de la universidad pública, contra un resurgimiento del movimiento en el país; estos antagonismos han hecho evidente la necesidad que tienen el movimiento estudiantil y la sociedad en general de generar un modelo de educación alternativo en el país, el cual debe pasar por la creación de un nuevo modelo de financiación, la consolidación efectiva de la autonomía y el co-gobierno en nuestras instituciones, garantías para el acceso y la culminación de los procesos de formación, la despatriarcalización de nuestros campus y el apuntalamiento de un proceso de producción de conocimiento crítico, creador y transformador al servicio de la sociedad colombiana.
El movimiento estudiantil en medio de un nuevo panorama nacional
Este nuevo ciclo de las luchas en torno a la educación superior se dan en un contexto totalmente nuevo para este movimiento, pues nunca antes en la historia de Colombia se había logrado poner en el ejecutivo nacional una persona de izquierda, a la vez que se lograra consolidar en el legislativo nacional mayorías que confluyeran con dicha posición del ejecutivo; sin embargo, siempre es necesario tener en cuenta que este Gobierno no está ni cerca de ser un Gobierno de transición, y mucho menos un Gobierno revolucionario, pero sí un Gobierno donde la posibilidad de adelantar reformas estructurales son más que nunca posibles, pues el Gobierno Petro-Francia (con todo el Pacto Histórico detrás) se puede leer como una revolución pasiva.
Esta revolución pasiva puede entenderse como:
una serie de procesos y proyectos de desmovilización que con frecuencia se implementan y despliegan desde arriba, lo cual es la antítesis de las dinámicas antagonistas y autonómicas que activan y retroalimentan los procesos de subjetivación política. Aunque dichos procesos y proyectos de desmovilización no llegan a ser propiamente de des-subjetivación, ya que el sujeto permanece anclado a la resistencia, sí impulsan y operan una re-subalternización, pues tienden a desactivar y pasivizar mediante la reducción de los márgenes de antagonismo y autonomía (Modonesi, 2017, p. 17).
Es decir, si bien el Gobierno actual puede ser un viento nuevo, el contenido de aires de transformación sólo pueden gestarse desde la movilización social, la cuál debe presionar los cambios estructurales, y no es un caso diferente para la educación superior; aquella movilización debe pasar por una lectura acertada en donde la táctica y la estrategia son centrales para nuestra avanzada en la lucha de posiciones sobre la transformación del modelo educativo, en donde es central recuperar a Rosa Luxemburgo (1999), “¿Es posible que la socialdemocracia se oponga a las reformas? ¿Podemos contraponer la revolución social, la transformación del orden imperante, nuestro objetivo final, a la reforma social? De ninguna manera” ( p. 74).
¿Cuál estrategia, para cuáles tácticas?
Escribía Lenin en los días de la Revolución Rusa que se debía ser radical en la estrategia, y flexible en la táctica, siendo fundamental reflexionar en ello en este momento, pues si entendemos la estrategia como “el camino general por donde debe encauzarse la lucha de clases del proletariado para conseguir su objetivo final (…), es decir, es la forma cómo se planifican, organizan y orientan los diversos combates sociales para conseguir este objetivo” (Harnecker, 1986, p. 33), se podría afirmar que actualmente el movimiento estudiantil no cuenta con una estrategia real, pues si bien en el horizonte está la transformación de la educación superior, no se sabe realmente qué es ello, por el contrario, se ha dejado de lado el principal debate que permitiría la reforma integral a la Ley 30: ¿cuál es la pertinencia de la educación superior?
Ahora bien, la falta de claridad sobre nuestra estrategia, trae consigo otro gran problema, la falta de tácticas acertadas, pues si la táctica es “el qué hacer específico de acuerdo a las circunstancias históricas concretas y no sólo de acuerdo a los deseos subjetivos de la vanguardia, porque eso significa condenarla al fracaso” (Harnecker, 1986, p. 56), varias de las acciones y decisiones que ha venido tomando el estudiantado no son las más pertinentes y adecuadas, además de que los mecanismos están siendo fetichizados, llevándolos a posicionar como objetivos, cuando son medios.
Estos errores habría que aclarar que no están mal, ya que siguiendo a Lenin (en Dalton, 2010), que:
la experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo.¡Lo que hace falta es querer formar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de su corrección! ( p. 87).
Pero por ahora, este deseo en el movimiento estudiantil de la sede no está, de allí la ausencia de “un gran paso hacía el claro reconocimiento del problema de la organización” (Luxemburgo en Löwy, 2014, p. 82), pero esto puede deberse a que sólo hasta este momento el movimiento estudiantil de la sede está volviendo a prender sus motores, por ello esta lectura no busca ser un pesimista o escepticista, sino un llamado a ser críticos, y no desmotivarnos.
Puesto que siendo pesimista de la inteligencia, y optimista de la voluntad, estas semanas han sido esenciales para que el grueso del estudiantado empiece a formarse, pues como dice Gramsci (en Modonesi, 2017):
el miedo de hacerle juego a los adversarios es de los más cómicos y está ligado al concepto insulso de considerar estúpidos a los adversarios; y también ligado a la no comprensión de las necesidades histórico-políticas por las que ciertos errores deben hacer, y criticarlos es útil para educar al bando propio (p. 9).
De modo tal que “obligatoriamente hay que comenzar enseguida a aprender en la práctica: no temáis estos ataques” (Lenin en Dalton, 2010, p. 56), permitiendo que la formación se base en una “interacción entre espontaneidad y reglamentación consciente”, como diría Lukács (en Löwy, 2014, p. 85).
Por lo tanto, la apuesta del movimiento estudiantil no debe ser figurar falsos vanguardismos, sino que su prioridad debe ser la crítica para formación política y organizativa.
precisamente porque toda escisión del partido tiene que realizarse en las acciones de todos sus miembros, porque a toda instrucción tiene que seguir acciones de los miembros en las cuales éstos ponen en juego toda su existencia física y moral, los miembros están en situación de y están incluso obligados a empezar inmediatamente su crítica, e formular inmediatamente sus experiencias, sus reservas, ect (Luckács en Löwy, 2010, p. 87).
Bibliografía
- Dalton, R. (2010). Un libro rojo para Lenin. Ocean Sur.
- Gramsci, A. (1999). Cuadernos de la cárcel. Ediciones Era.
- Harnecker, M. (1986). Estrategia y táctica. Editorial Antarca.
- Löwy, M. (2010). El marxismo olvidado. Fotamara.
- Luxemburgo, R. (1999). El orden reina en Berlín. S. L.: Red Vasca Roja.
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