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"Broken Land", territorios en disputa

Fronteras y racismo

Fuentes: Rebelión

Hoy la fuerza de un país se mide por su presencia en sus fronteras. Una vez que aquellos/as a los que llaman «ilegales» las vulneran, aparece un nuevo ordenamiento sobre el estado legal del individuo que deriva en su explotación laboral, sexual y cultural, en ocasiones asociado al tráfico de drogas.

¿Es racista decir que deseamos controlar las fronteras?

En Broken Land (Stéphanie BarbeyLuc Peter), las fronteras norteamericanas distinguen el orden del caos, la arbitrariedad del imperio de la ley y la violencia de la estabilidad social. La diferencia del PIB per cápita nominal entre México y EE.UU. es de 5 veces, que son como cinco abrasadores soles sobre los muros fronterizos. Sin embargo, hay confines más desiguales. La mayoría están en Asia y África. Entre Angola y el Congo la diferencia se sitúa en torno a 26 veces, las dos Coreas es de 20. Entre Israel y sus vecinos árabes media un abismo. España multiplica casi por 10 al de Marruecos.

Las fronteras necesitan regulación, aunque fueron espacios móviles provistos de magia e indefinición. Hoy la fuerza de un país se mide por su presencia en sus fronteras. Una vez que aquellos/as a los que llaman ilegales las vulneran, aparece un nuevo ordenamiento sobre el estado legal del individuo que deriva en su explotación laboral, sexual y cultural, en ocasiones asociado al tráfico de drogas.

La disputa por las fronteras tiene precedentes en personajes indefinidos comoel de Miguel Caldera, de ascendencia chichimeca por vía materna. Rodeado por un séquito al modo peninsular, penetraba junto a sus guerreros y arrieros en tierras desconocidas, al norte de México. Fue un mestizo que hizo una gran fortuna y tuvo prestigio. Los conquistadores mexicanos de origen ibérico recrearon su mundo de frontera; en tiempos de Juan de Oñate se representó en Ohke una justa de moros contra cristianos. Eran tan vastas las cabalgadas que hubo quien soñó con alcanzar la bahía de San Lorenzo y “los estrechos del bacalao irlandés”. Sin embargo, encontraron indios pueblo, comanches y apaches hostiles a la codicia de los encomenderos.

Las fronteras norteamericanas eran propiedad de los mexicanos de Juan Preciado y Pedro Páramo, aunque hace décadas que cambiaron de caciques por el imperio de la ley, instrumentoquesomete la magia fronteriza a las razones del Estado-Imperio.

En realidad, estas fronteras son el instrumento de depredación latitudinal del Gran Norte sobre el invasivo Sur. Las democracias septentrionales eligen a sus inmigrantes más cualificados, y los que no lo están, se ofrecen para ingresar en las galeras del crédito y la explotación laboral. En ocasiones esta criba se rige por criterios superficiales, como el color de piel o el pasaporte, mientras que los dueños del limes sureño derrochan los recursos, y los utilizan en su beneficio. Así, multitud de migrantes prefieren la humillación de la exclusión a la miseria excluyente en sus respectivos países de origen.

Los/as que buscan medios serán ferozmente asimilados como mano de obra barata, e incluso son utilizados para reforzar identidades diferenciadoras.

En Broken Land parece que hay una consigna: los republicanos quieren trabajadores económicos, los demócratas votantes baratos, y los americanos, tomates rebajados.

En la frontera, un caza-personas rodeado de perros dice que puede oler a los inmigrantes.” Cada uno tiene su olor, los de medio oriente, los mexicanos…”. Pasan por decenas a escasos metros de su casa. Se cambian de ropa, y continúan su camino durante la noche. Tantos años rodeado de canes que parece haber desarrollado un olfato prodigioso. Para este norteamericano de bien, el olor es importante: “Los americanos olemos a hamburguesas”, dice recostado en una butaca que apunta a México. Uno de los instintos más primarios de los animales es el olfato, hasta el punto de reconocerse como miembros de una familia. Al ser un sentido tan primario, es la única certeza válida para describir a los/as transfronterizos.

No hay límites sin ignorancia. Son un lugar en disputa. Mujeres estadounidenses recorren las zonas críticas donde se esconden los migrantes para dejar botellas de agua rotuladas con un ¡agua pura, buena suerte!, mientras los paramilitares recorren con sus todoterrenos la inmensidad de un muro y practican ejercicios de tiro. Familias completas se esconden detrás de matorrales y el monte bajo. Los forenses hacen su trabajo y estudian los huesos de las desafortunadas. Las avionetas sobrevuelan territorios indefinidos, y los barcos de salvamento en el Mediterráneo tienen que elegir entre los vivos y los muertos.