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Bucear debajo de la «historia oficial»

Fuentes: Rebelión

La tentación de empezar por los números es enorme. Sin embargo esperaremos la disección y un análisis con mayor profundidad de esos números por parte de los luchadores sociales colombianos que dan la pelea dentro de su país. Lo importante hoy, para nosotros y visto desde afuera, es encontrar aproximaciones a las respuestas para las […]

La tentación de empezar por los números es enorme. Sin embargo esperaremos la disección y un análisis con mayor profundidad de esos números por parte de los luchadores sociales colombianos que dan la pelea dentro de su país. Lo importante hoy, para nosotros y visto desde afuera, es encontrar aproximaciones a las respuestas para las preguntas que esos números, grosso modo, plantean. Y no conformarnos con la «historia oficial» que tiene múltiples canales, a la altura de los oficiantes detrás del Acuerdo de Paz que acaba de ser congelado: ¿Qué explicación tiene la apatía mayoritaria frente a un hecho que muchos calificaron de histórico? ¿Es un triunfo de Uribe o una derrota de Santos? O dicho de otro modo, ¿es un triunfo de la «guerra» sobre la «paz»? ¿Cuál es el lugar desde donde pararse para entender el resultado que invalidó cuatro años de trabajosas negociaciones?

Los números gruesos más destacados para nuestro análisis son…

El 63% de los colombianos y colombianas habilitados para votar se abstuvieron de hacerlo, es la más alta tasa de abstención de la historia del país, solo superada por la elección presidencial de 1999. Es decir de 34 millones 900 mil ciudadanos habilitados para votar solo lo hicieron 12 millones 800 mil, mientras que 22 millones 100 mil colombianos, decidieron que lo que se definía en el plebiscito no era una decisión de la que tuvieran que participar.

Por otra parte, los 10 departamentos en los que triunfó el SI, que son los que más directamente sufrieron las consecuencias del conflicto, fueron también los departamentos con mayor índice de abstención . El triunfo del Sí en esos departamentos, aunque la distancia con el NO es contundente, se da sobre la base de un universo de votantes proporcionalmente mucho menor de los habilitados que en el resto del país.

Mientras que los votos NO apenas rondan los 6 millones y medio y la diferencia de esta opción sobre el Sí, es de poco más de 65 mil votos; es importante señalar que la diferencia entre No y Sí es menor a la de los votos nulos que alcanzaron los 171 mil votos y de los no marcados (blancos) que fueron algo más de 86 mil votos.

Nos atrevemos con algunas claves para interpretar el triunfo del NO…

Primera clave: La gente no vio la importancia de participar del plebiscito

Más allá de las razones, políticas, culturales, económicas, que puedan explicar este comportamiento del electorado, es evidente, que lo que se resolvía no fue visto como un hecho que partía la historia de Colombia en dos y superaba las condiciones que llevaron a la guerra. No se entendió que ésta «paz» con lo importante que ella es, trajera los cambios que la gente necesita o reclama. No se vio en el acuerdo, al menos en lo que fue presentado públicamente por los protagonistas excluyentes del pacto, algo que indicara que había que romper la larga tradición abstencionista del pueblo colombiano. Donde, por ejemplo, los presidentes son elegidos con apenas algo más del 20% de participación de la población habilitada para hacerlo. No hubo un quiebre en esta tendencia, por el contrario la abstención fue, medida históricamente, la segunda más alta. Porque más allá de la importancia del tema a decidir, que indudablemente tenía alcances históricos, el sistema político colombiano con algunos maquillajes, es el mismo sistema elitista que le dio origen a la guerra y que sirvió para que las oligarquías gobernaran más de medio siglo en medio de la misma y usándola como justificación para las más grandes aberraciones. Así, al menos, se desprende de una reciente carta de la hija de Jorge Eliser Gaitán1. En este sentido, el reclamo de Asamblea Constituyente que lamentablemente abandonó las FARC al inicio de la negociación, facilitó, desde entonces la permanencia de ese sistema repudiado históricamente por la población.

Se comprobó cómo verdadera la afirmación que hacia públicamente el premiado escritor William Ospina, y que reprodujimos en nuestro artículo Colombia: ¿Cuál Paz?2 : » Algo en el corazón de la sociedad presiente que una paz sin grandes cambios históricos, una paz que no siembre esperanzas, es un espejismo, hecho para satisfacer la vanidad de unos políticos y la hegemonía de unos poderes, pero no para abrirle el horizonte a una humanidad acorralada por la necesidad y por el sufrimiento…» El secreto para nosotros está encerrado en esa frase. Para entender a fondo el momento que se abre, tenemos la obligación de descubrir qué es ese «Algo en el corazón de la sociedad» (y no solo en Colombia) que llevó a que mucho más de veinte millones de electores no vieran necesidad de expresarse en un momento histórico, entendieron que de esa característica histórica sólo predominó lo que la domesticada «historia oficial» podría ofrecer.

Segunda clave: Un acuerdo construido a espaldas de la participación popular

Hay una fuerte insistencia en explicar que el triunfo del No se debió a que logró instalar el miedo entre la población por las supuestas consecuencias de lo negociado, agitando fantasmas que no estaban en el acuerdo.

Esta posición abre otra puerta a la comprensión del resultado, pero de sentido opuesto. Es evidente que al pedírsele a la población la ratificación de un acuerdo que no se conocía, del que no participó abiertamente, al que no pudo aportar, criticar o simplemente saber de qué se trataba y cuánto podría mejorar la vida de esos sectores populares, no tenía forma de saber qué era verdad y qué mentira, en los argumentos de los líderes del NO. Qué había en el acuerdo que mostrará que había que confiar en Santos, ministro de la guerra de Uribe en el momento de la liquidación física de gran parte de la comandancia histórica de las FARC. Por qué confiar en él cuando fue el inventor de los falsos positivos. Y sobre todo por qué esta negociación sería diferente de las tantas anteriores que terminaron en fracasos estruendosos y sangrientos.

Así la campaña por el NO pudo instalar miedo y mentir descaradamente, o al menos logró colocar con mucho éxito, la duda sobre la utilidad para la población y el país del acuerdo para cerrar el capítulo militar del conflicto. Con el carácter oculto, secreto y secretista de las negociaciones y el acuerdo, Uribe pudo colocarse nuevamente en el centro de la escena, consolidando y haciendo fuerte un número que, si la población hubiera podido ser parte de los debates y hubieran sido escuchadas sus opiniones, no hubiera tenido sustento. En síntesis, al no ser tomados en cuenta para decir su opinión mientras se construía al acuerdo, no creyeron que un gobierno que tiene un enorme y justificado rechazo por las políticas económicas y sociales que aplica, y que representa cabalmente a un ala de la oligarquía colombiana con su tradición guerrerista y genocida incluida, iba a construir un acuerdo favorable al pueblo en un tema tan trascendente como el de la paz.

Tercera clave: La soberbia de las cúpulas oligárquicas…

Pero ¿por qué, el sector de la cúpula tradicional de la oligarquía colombiana no vio venir la derrota en el plebiscito? ¿O al menos no previó lo ajustado del resultado? Por qué Santos arriesgo a poner en peligro el trabajoso acuerdo que le llevó concretar cuatro largos años. Y aquí hay que buscar en la psicología de esas cúpulas, en su nivel de conciencia oligárquico, y en sus disputas internas, allí es donde está una de las claves principales de este evento.

El plebiscito no era necesario para la puesta en práctica de los acuerdos alcanzados. El Tribunal Constitucional ya lo había indicado: de aprobarse el acuerdo en el Plebiscito, la aplicación del mismo la manejaría el Parlamento y sólo en caso de derrota el Plebiscito era vinculante.

Pero Santos, como vocero de un ala mayoritaria de la oligarquía, quiso aprovechar para aplastar a un sector atado por la inercia y la rutina a los viejos negocios que facilitó la guerra como, por ejemplo, el Narcotráfico. Y obligar a ese sector a adaptarse apresuradamente, a los nuevos y agresivos negocios del Capital Financiero en la región, que tienen que ver con la ofensiva extractivista minera, la agricultura masiva en grandes territorios con agro tóxicos y profundizar el extractivismo petrolero, hoy la principal fuente de exportaciones de ese país. Para ello necesitan liberar lo más pronto posible los territorios que controlan principalmente las FARC. Y en el camino completar la limpieza de la cúpula política de los elementos asociados al Narco de los cuales Álvaro Uribe Vélez es el representante más connotado. En realidad para Santos el plebiscito era la forma de convalidar su triunfo en esa pelea interna de las cúpulas oligárquicas. Y Uribe, por su parte, necesitaba oponerse por exigencia de una parte pequeña pero importante, por el poder que maneja, de su base social y sobre todo, en defensa propia.

Por eso para Santos no importaba la participación popular ni en el debate ni en la decisión final en el plebiscito. Creyó era suficiente agitar sin explicar la alternativa de la «Paz» contra la calamidad de la Guerra. Y por eso Uribe Vélez, inmediatamente después del triunfo del NO pidió reunirse con Santos y fue recibido, para que su sector fuera integrado a las negociaciones, porque está en su naturaleza de clase no ir contra el Capital Financiero Internacional. La opción SI o la opción No, más allá del debate sobre Paz o Guerra, que no lo hubo, expresaba sobre todo una pelea interna a nivel de dos sectores de la oligarquía colombiana y sus vocerías más destacadas.

Ellos, los dos, Santos y Uribe utilizaron a la gente como carne de cañón de las maniobras de su pequeña guerrita de entrecasa. No les importa el pueblo ni su opinión, lo miran desde su pedestal.

Dos ejemplos son ilustrativos del desprecio que tienen estas cúpulas por lo que la gente piensa o decide. Son símbolos contundentes: el primero es el fastuoso acto protocolar de firma de los acuerdos. El segundo una declaración de Santos a la prensa de su país sobre la pregunta que hubo que contestar en el plebiscito, al momento de anunciarla. Los dos pintan de cuerpo entero ese desprecio de las cúpulas.

El 26 se septiembre, una semana antes de que la población tuviera que votar, 2500 invitados de la más alta sociedad colombiana e internacional, fueron convocados a la ciudad de Cartagena para asistir al momento de consagración de la historia oficial. Entre ellos 15 jefes de Estado, además del jefe de la diplomacia Gringa John Kerry y el de la diplomacia Vaticana Cardenal Parolín, el secretario general de ONU y los presidentes de los países sede y garantes de las negociaciones. Como señaló el jefe de las FARC durante el acto, el pueblo estuvo ausente de ese evento. Allí Santos luego del vuelo rasante de un avión de guerra de fabricación ¿y tripulación? Israelí que alarmó al jefe de las FARC, se probó el traje con el que pasaría a la historia. Ya estaba ensayando el discurso que dirá en Oslo cuando le entreguen su premio Nobel.

El otro hecho, es un detalle que define su soberbia. Al momento de anunciar el plebiscito, Santos es interrogado por el periodismo sobre la pertinencia de la pregunta a la que en ese acto habría que responder por Si o por No. Y él contestó, mostrando todo su linaje: «El Presidente tiene facultad de hacer la pregunta que le dé la gana»3.

Nunca tuvo en cuenta que si el pueblo hacía lo que «le daba la gana» y no participaba de la convocatoria para apoyar un pacto del que era un invitado de piedra, se vería en una situación tan absurda para él como la actual: Con un acuerdo «ya festejado» y firmado que se congela, con un premio Nobel por una Paz que todavía no puede ser puesta en práctica. Habiéndole entregado, en bandeja de plata, la llave para la Paz a Uribe. Y con unas calles llenas de multitudes de jóvenes estudiantes que afirman que quieren la paz más allá de lo que hayan votado en el plebiscito, y que lo que rechazan es a las cúpulas. Para ellos debería haber sido el Nobel, porque ellos sí que están empezando a escribir la nueva historia de Colombia, una que está muy lejos de ser la «historia oficial».

Notas:

1 Carta de la hija de Jorge Eliecer Gaitán al presidente Santos, a Timochento FARC y Gabino ELN http://www.aporrea.org/internacionales/n298367.html

2 Colombia: ¿Cuál Paz? http://www.aporrea.org/internacionales/a234583.html

3 ‘El Presidente tiene facultad de hacer la pregunta que le dé la gana’ http://www.eltiempo.com/politica/gobierno/declaracion-del-presidente-santos-sobre-la-pregunta-del-plebiscito/16688649

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