A sí le debe haber preguntado doña Michelle al señor Burgos. Porque no se vale que la presidenta se aleje por un par de días para que un señor que no es nadie se crea que es el presidente de la República, y se ponga a dar audiencias comprometedoras. A mí no me gusta nada […]
A sí le debe haber preguntado doña Michelle al señor Burgos. Porque no se vale que la presidenta se aleje por un par de días para que un señor que no es nadie se crea que es el presidente de la República, y se ponga a dar audiencias comprometedoras.
A mí no me gusta nada la doctora Bachelet, la he atacado políticamente. Pero a mí no se me puede exigir nada porque no soy amiga de ella, no la conozco ni en pelea de perros. Vino ahora a México y me mandaron una invitación pero naturalmente que no fui, porque no me gustan los besamanos ni la hipocresía.
Pero a esta pobre señora la rodean las deslealtades por lo visto. Comenzando por su ministro del Interior, que ella lo debería despedir con cajas destempladas de inmediato. Pero lo que interesa es que Ricardo Lagos, ni corto ni perezoso -y bien maricón-, cuando vio que la presidenta andaba afuera se fue corriendo a La Moneda para seguir aserruchándole el piso. Ante los periodistas dijo que lo importante era la gradualidad, cuando los proyectos de este gobierno están todos previstos para comenzar a regir el día de San Blando. ¿Será que Ricardo Lagos piensa en proyectos para sus nietos o bisnietos, de modo que ahora todo quede igual? Muy propio de este político gatopardista, tan querido por los empresarios.
Pero incluso desde el punto de vista de las lealtades mínimas que se deben los políticos de una misma coalición, esta actitud de Lagos está completamente fuera de lugar y fuera de lo que suele hacer la gente de bien. Ir a entrevistarse con el empleado cuando la dueña de casa no está, no habla muy bien de la valentía y rectitud del señor Lagos Escobar. ¿Por qué no lo hizo cuando ella estaba allí, por qué no le explicó a ella sus estupendas ideas para mejorar al país y «poner orden», como ha declarado? Porque él piensa que el país está en tremendo desorden, por lo visto.
Y en eso tiene mucha razón porque la gente ha comenzado a protestar, el pueblo ha comenzado a despertar. Se escandaliza todo el mundo por la corrupción, que ha existido hace tiempo pero no se sabía; se ponen a romper los pactos de silencio los ex milicos o ex carabineros rasos y cuentan cómo quemaron vivos a dos jóvenes; se indigna la gente porque los parlamentarios ganan más de diez millones de pesos y un trabajador cualquiera gana apenas 240.000 pesos, si bien le va. Se paran los obreros subcontratados del cobre porque son los que más producen y ganan una miseria y no tienen ninguna seguridad laboral. Y la cereza del pastel ha sido la corrupción en las Fuerzas Armadas, con motivo de las platas del cobre que se les dan sin control ninguno. En fin, la indignación va creciendo y se va expandiendo y Lagos piensa que ha llegado el momento de que él ponga orden. Y manifiesta «amo a Chile y por lo tanto, haré todo lo que esté a mi alcance para que Chile no se vuelva a frustrar».
Lo que «esté a su alcance» es como decir «en la medida de lo posible», que es cero a la izquierda, ya lo hemos visto. Es que los presidentes no pueden ni deben hacer sólo lo que está a su alcance, sino lo que está al alcance del gobierno apoyado por el pueblo. El presidente Salvador Allende tenía un gran apoyo popular y de eso se valió para hacer grandes cosas, como nacionalizar el cobre.
No dudo que Ricardo Lagos ame mucho a Chile, pero se ama más a sí mismo. Pero eso sería lo de menos, el narcisismo es consustancial a algunos políticos triviales. Lo que hay que ver son sus antecedentes, los pergaminos que cree tener para aspirar a ser nuevamente presidente de Chile.
¿Qué méritos tiene el señor Lagos? Que levantó el dedo, el famoso dedo. Y eso se consideró un acto de gran mérito. ¡Vaya, qué tipo más valiente!, dijeron muchos. Pero, ¿se estaba exponiendo Ricardo Lagos, se estaba arriesgando? ¿Corría peligro de que lo hicieran desaparecer, que le pegaran un tiro en la nuca, que lo torturaran quebrándole a palos todos los huesos o cosas peores? No; no arriesgaba nada o casi nada, no estaba el horno para esos bollos. ¿Alguien supo lo que hizo Ricardo Lagos durante el gobierno de Salvador Allende? ¿Alguien lo vio en la clandestinidad, luchando contra la dictadura? No, ¿y qué hacía? Durante la Unidad Popular era académico, profesor universitario que nunca dijo ni pío, por lo menos que yo sepa. Algo bastante más tranquilo y seguro que ser parte del gobierno. También ocupó cargos internacionales que le dieron mucho prestigio y amistades.
Regresó a Chile en plena dictadura, como funcionario de las Naciones Unidas, en el Programa Regional de Empleo de la ONU. Además como representante en Chile del Servicio Universitario Mundial, WUS, organización internacional estrechamente relacionada con la Unesco y con la FAO. Sí, regresó a Chile bajo el régimen militar… pero protegido por cargos de importantes organizaciones internacionales. Así cualquiera puede ser valiente, porque no está arriesgando nada.
Estuvo en la campaña del No. ¡Y quién no estuvo en la campaña del No! Hasta Sebastián Piñera dice que votó por el No. Todos los que lucharon de verdad contra la dictadura estuvieron por el No y después se los pasaron por el aro, porque los que estaban detrás de todo eran los yanquis, que ya querían sacar a Pinochet y arreglarse con la oposición.
En el gobierno de Lagos se privatizaron muchas cosas. Pero ahora quiere seguir privatizando. ¡Por dios, si ya no han dejado nada por privatizar, todo se lo han dado a los empresarios privados, hasta el agua! El Estado subsidiario que estableció la Constitución de la dictadura, lo aplican todos los días. Y en eso la presidenta Bachelet ha sido consecuente: toda la educación se la va a entregar a los empresarios privados.
¿Y por qué Ricardo Lagos quiere privatizarlo todo?, se pregunta uno. Porque el cuento de que las empresas públicas son malas y las privadas son buenas ya pasó a la historia hace tiempo, sobre todo cuando hemos visto al borde de la quiebra a las mayores empresas y a los principales bancos del mundo, que han tenido que ser salvados por el Estado.
Pues por eso, precisamente, porque esos bancos y esa gente son ultrapoderosos, tienen muchas maneras de convencer y de atraerse a los políticos. Y una persona como Ricardo Lagos, que tiene un ego gigantesco, es susceptible de ser convencido, ganado, engullido por esos entes. El afán de poder es como un vicio que lo domina todo, es más adictivo que cualquier droga, es la pasión más grande que puede tener un hombre y que lo enceguece y lo trastorna.
Cuando dicen «Ricardo Lagos» yo me acuerdo de Ricardo Lagos Salinas, ese muchacho de 24 años que fue asesinado por la dictadura en 1975. Su padre, Ricardo Lagos Reyes, alcalde de Chillán, fue ejecutado con toda su familia en el jardín de su casa. Ricardito, tan joven, ya era miembro del comité central del Partido Socialista. Eligió quedarse en Chile a luchar. Sólo ese es Ricardo Lagos para mí, y para muchos otros.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 835, 21 de agosto, 2015