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Entrevista con Leonardo Boff

«Burócratas de lo sagrado»

Fuentes: Revista Koeyu Latinoamericano

Todos los caminos no conducen a Roma sino a Aparecida. En todo caso durante las tres últimas semanas de mayo cuando los obispos y cardenales católicos latinoamericanos se dirigirán a ese Santuario para participar en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM). El más importante cónclave de la jerarquía católica romana […]

Todos los caminos no conducen a Roma sino a Aparecida. En todo caso durante las tres últimas semanas de mayo cuando los obispos y cardenales católicos latinoamericanos se dirigirán a ese Santuario para participar en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM). El más importante cónclave de la jerarquía católica romana del continente se realizará entre el 13 y el 31 de mayo en ese rincón del Estado de San Pablo. A donde llegará también el Papa Benedicto XVI -entre el 9 y el 13 de mayo- para participar en la ceremonia de apertura de la conferencia. «De la Iglesia Católica nadie espera novedades», enfatiza con cierto escepticismo Leonardo Boff, teólogo y militante brasilero, uno de los padres fundadores de la Teología de la Liberación. Veintidós años después de la primera sanción que recibiera del Vaticano y quince desde que abandonara el ejercicio sacerdotal para «auto proclamarse al estado laical», Boff analiza el presente de una Iglesia que él considera vacía de voces proféticas.

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P: ¿Qué etapa de su existencia transita hoy la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Latinoamericana?

R: Ambas se encuentran un tanto perdidas como casi todas las instituciones «históricas» en un momento en que prácticamente nadie entiende bien hacia dónde va la humanidad. Y en el cual se tiene la impresión que ninguna autoridad espiritual tiene una palabra verdaderamente orientadora. Tal vez su Santidad el Dalai Lama ostente cierta credibilidad porque reafirma el mensaje universal de la necesidad de escucharse los unos a los otros, de amarse y de buscar la paz sin violencia.

De la Iglesia Católica romana nadie espera novedades. No hay hoy voces «oficiales» que digan la verdad como en su época lo hacían los profetas…

BUROCRATAS DE LOS SAGRADO

P: Un juicio bastante tajante…

R: Siento que predominan hoy burócratas de lo sagrado que repiten las viejas fórmulas que nadie adopta porque poco tienen que ver con la vida y no generan esperanza. Pienso que gran parte de la humanidad siente que no se puede seguir en la misma senda tal como está hoy el mundo. Hay demasiada sangre en los caminos y no existe consenso con respecto a ningún punto esencial. Ni siquiera sobre si queremos realmente salvar la Casa Común con la que contamos, es decir la Tierra. Es una situación propia de épocas de crisis paradigmáticas, crisis de un mundo que ya ha perdido gran parte de su sentido y, al mismo tiempo, crisis de otro mundo que no termina realmente de nacer. En ese sentido y para bajar a lo terrenal, tal vez uno de los mensajes actuales más significativos sea el del creador de la ciudad de Brasilia, Oscar Niemeyer. Un marxista convencido, que en diciembre próximo cumplirá sus cien años y que mantiene un alto sentido de la ética. El dice: «lo fundamental es reconocer que la sociedad es injusta y que sólo entre hermanos y hermanas que se den la mano podremos vivir mejor». Si el Papa anunciara tan sólo esto habría entonces valido la pena su próxima visita a Brasil.

P: Para volver a la Conferencia del CELAM de Aparecida, en la lista oficial de 266 personalidades que participarán, en tanto miembros, invitados, observadores, peritos etc. la presencia femenina no superará la treintena.

¿Qué significado tiene en una institución que se define como universal?

R: La iglesia católica romana es uno de los últimos bastiones del patriarcado y del machismo oficial que existe en el planeta. Para el Vaticano, la mujer, eclesialmente hablando, cuenta apenas como una fuerza auxiliar. Las mujeres no tienen, canónicamente, plena ciudadanía eclesial. Ni siquiera pueden recibir los siete sacramentos, porque el del orden les es vetado. Si retomamos a Santo Tomás que afirma que el bautismo es un sacramento de iniciación -porque contiene dentro de sí todos los demás- debemos sacar como conclusión que las mujeres reciben un bautismo menor o incompleto. En verdad reciben sólo seis sacramentos. El Vaticano, al limitar la presencia de las mujeres en sus encuentros oficiales, es absolutamente consecuente con su teología. Resta saber si este tipo de interpretación y de actitud tienen algo que ver con la intención de Jesús de promover una fraternidad abierta, de hermanos y hermanas sin ninguna exclusión, y si siguen válidas las palabras de San Pablo al decir que «en Cristo no hay griego ni bárbaro, ni hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo».

JON SOBRINO: «NUESTRO MEJOR TEÓLOGO»

P: La conferencia de Aparecida fue precedida por una sanción directa de Roma al padre jesuita Jon Sobrino, uno de las voces restantes de la Teología de la Liberación. ¿Cómo interpretar esa sanción en ese momento?

R: A mi juicio no tiene mucho que ver con Benedicto XVI. Quien en 1986 participó de la reunión con representantes de la Conferencia de Obispos de Brasil, con cardenales de la Curia y con el entonces Papa en persona, tras el conflicto existente en ese momento con la Teología de la Liberación. El resultado de ese encuentro fue francamente positivo. Y se expresó con el envío de una carta del Papa a dicha Conferencia Episcopal en la cual decía «que la Teología de la Liberación no es sólo oportuna sino útil y necesaria y que representa una nueva fase en la tradición del pensamiento teológico». Después de ese acierto oficial, el Cardenal Ratzinger dejó de atacar a la Teología de la Liberación.

P: ¿Cómo se entiende entonces hoy la sanción contra Jon Sobrino?

R: Su condena es obra -tal como él mismo lo insinúa en su carta al Superior General de la Compañía de Jesús- del grupo de cardenales latinoamericanos presentes en la Curia Romana, quienes nunca han aceptado realmente los términos de la Carta Papal de 1986 a los obispos de Brasil. Los nombres son conocidos. El principal es Alfonso López Trujillo, de Colombia, obsesivo perseguidor de los teólogos de la liberación, quien había prometido que iba a destruir a Gustavo Gutiérrez, a Leonardo Boff y a Jon Sobrino. Hasta ahora logró perjudicar a Gutiérrez y a mí. Solamente le faltaba Jon Sobrino. Y pareciera que ahora completó su obra perversa. No hay que olvidar algunos de sus aliados como el otro colombiano, Darío Castrillón Hoyos, el mejicano Lozano de Barragán y uno de Brasil, el suizo Kart Josef Romer, ex – Obispo Auxiliar de Río de Janeiro que ahora está en Roma, quien lanzó las primeras acusaciones contra mí y que culminaron con mi proceso en el Vaticano. No me sorprende para nada, conociéndoles como aduladores que son de cualquier autoridad suprema, que hayan querido prestar este «buen servicio» al actual Papa. Limpiando el camino para su visita a Brasil, condenando a nuestro mejor teólogo, sobreviviente del martirio que vivió toda su comunidad jesuita en 1989 en El Salvador.

«OJALA QUE EL PAPA NOS SORPRENDA»

P: ¿Aunque es un tanto prematuro, se puede esperar alguna conclusión importante de la Conferencia del CELAM? Me refiero a decisiones que pudieran dinamizar el compromiso social de los católicos latinoamericanos

R: Entre los teólogos que siguen la preparación de Aparecida predomina la idea que en el fondo no hay mucho que agregar al magisterio episcopal latinoamericano ya aceptado en los últimos cuarenta años. Es decir, la temática de la liberación contra la opresión expuesta en Medellín (1968); la opción por los pobres y contra la pobreza de Puebla (1979); la *inculturación* de la fe en las culturas oprimidas, especialmente en la popular, indígena y negra. Como lo estableció con claridad Puebla, no basta con constatar las heridas que matan a tanta gente, sino que urge denunciar las causas. La principal, aunque no excluyente, es el modo de producción y de consumo explotador de personas y naciones que devasta los bienes escasos de la naturaleza. Y este modo tiene un nombre: económicamente se llama capitalismo en su etapa mundial globalizada y políticamente se llama neoliberalismo. Estos son los dos grandes causantes que producen exclusión y muerte. Lo que Aparecida probablemente va a expresar, y esperamos que así sea, es un llamado urgente al cuidado y protección de la naturaleza y a la responsabilidad colectiva de cara al calentamiento global inevitable del planeta. Todo esto está provocando una devastación sin precedentes de la biodiversidad y la creación de millones de exiliados climáticos que ya no pueden vivir en sus regiones de origen a raíz de la pérdida de cosechas, falta de agua o sequías prolongadas.

P: ¿En caso que no haya estas declaraciones o decisiones «reconfortantes», se puede imaginar una nueva desilusión de amplios sectores de la iglesia latinoamericana en general y brasilera en particular?

R: No siento que haya mucha esperanza en torno a la visita del Papa a Brasil. Por lo tanto, consecuentemente, la desilusión no será muy grande. Esperamos ser sorprendidos por el Papa. Deseamos que tenga ojos descargados de prejuicios y de lentes europeos y que nos vea como verdaderamente somos. Un país, Brasil, vergonzosamente dividido y polarizado entre ricos y pobres y por lo tanto la necesidad de justicia social y de derechos sociales. Y por otra parte, un país bello, alegre, religioso y diría también, místico. El pueblo sabe que Dios existe por lo que siente en la piel, en lo cotidiano de su vida difícil y en los verdaderos milagros que opera permitiendo que sobreviva. Un pueblo que se alegra cuando gana su equipo de fútbol, que sabe divertirse con el carnaval, que no es fundamentalista ni dogmático y que tiene la convicción que en el camino hacia Dios se pueden sumar muchas cosas, en una síntesis sincrética fantástica basada en la certeza que al final todo termina bien, en los brazos de Dios que es Padre y Madre de todos sin distinción de origen ni de credo.

Puede ser también que en Aparecida el Papa haga un llamado a los católicos, especialmente los jóvenes, para que permanezcan en la Iglesia, dada la hemorrágica emigración hacia otras denominaciones eclesiales de cuño carismático.

Pero todas esas llamadas y declaraciones poco valen si la Iglesia no se renueva en su discurso, en su forma de celebrar y gana en sensibilidad para superar la fosilización que ha vivido bajo el pontificado de Juan Pablo II.

ECUMENICOS EN LA LUCHA POR EL CAMBIO

P: En un mundo tan polarizado y lleno de prejuicios entre culturas y religiones, el ecumenismo sigue siendo un desafío clave de los cristianos y los creyentes en general. ¿Puede Aparecida aportar algo nuevo a este nivel?

R: En Brasil y en América Latina en general hemos generado un ecumenismo sui generis que es absolutamente distinto a lo que conocemos oficialmente. No nos reunimos para discutir doctrinas y diferencias de interpretaciones de datos de la fe. Cada Iglesia respeta y acoge las otras con sus diferencias. Pero hemos inaugurado un ecumenismo en misión. Estamos todos juntos en la lucha por los derechos de los pobres, por la reforma agraria, en las pastorales sociales de la tierra, techo, salud, de la mujer marginada, de los niños y niñas de la calle; a favor de escuelas y seguridad social. Y cuando hacemos las celebraciones para simbolizar nuestras conquistas olvidamos las diferencias y ponemos la palabra de Dios en el centro.

UNA NUEVA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA

P: Imposible de hablar de Iglesia sin hablar de sociedad. América Latina vive hoy un momento particularmente dinámico de su historia política. ¿En que medida la conferencia del CELAM podrá asociarse a esta «resurrección política» que vive el continente? ¿O pasará al costado, ignorará esta realidad o incluso intentará diferenciarse?

R: El hecho nuevo es que vivimos un proceso democrático, de centro-izquierda en casi todos los países del continente. Hay una emergencia de las masas, fruto de una nueva conciencia histórica, dentro de una etapa de madurez creciente. Por citar sólo algunos ejemplos, el 86 % de indígenas bolivianos, y los casi 80 % de ecuatorianos, las grandes masas de obreros en Brasil, se han cansado de confiar y de ser engañados por las elites. Y han decidido creer en sí mismas. Votando por Lula o Evo Morales han votado por ellas mismas. Y esto determina que haya gobiernos con políticas públicas como nunca antes se habían visto, en beneficio de las mayorías. En el caso de Brasil, son 40 millones que pueden comer tres veces por día y que tienen hoy luz eléctrica en sus casas. Y no rige el clásico populismo de antaño cuando el líder, generalmente de otra clase, hacía cosas buenas para el pueblo, directamente, sin mediaciones de los movimientos populares. Ahora, lo grandioso, es que existen centenares de movimientos populares que dialogan con el poder público y presionan a los gobiernos obligándoles a impulsar políticas sociales en su beneficio. Vivimos otro tipo de democracia enriquecida con sujetos históricos, antes ausentes y ahora muy activos. Este fenómeno social, en el caso concreto pero no exclusivo de Bolivia, Ecuador y Brasil cuenta con gran participación de la iglesia de la liberación que ya hace 50 años viene reivindicando tales banderas, ahora victoriosas. La Teología de la Liberación ayudó a consolidar esos avances. Tal como lo reconoce públicamente el presidente Correa de Ecuador. Son varios los ministros de Lula que vienen de esta raíz. El triunfo de esa teología es más claro hoy al interior de la política que en los espacios eclesiales. Esperamos que Aparecida reconozca tal hecho y lo refuerce.

SAN ROMERO DE AMERICA

P: Difícil terminar este diálogo sin tocar un tema de cierta notoriedad mediática, el apuro por santificar al Papa Juan Pablo II. No se habla ahora de sus posiciones contra el proceso sandinista en Nicaragua y sus silencios ante la guerra que sufrió ese país en los años ochenta. Tampoco se menciona el apoyo vaticano a la jerarquía católica que bendijo en Argentina el golpe militar de marzo de 1976, la brutal represión posterior, las desapariciones…

R: La gran parte de los santos que Roma proclama son santos por intereses políticos, es decir santos que refuerzan posiciones de poder en la institución. Con o sin milagros puede el Vaticano, fácilmente, proclamar la santidad de Juan Pablo II. Por más actitudes contradictorias que encierre su biografía, especialmente su relación estrechamente comprometedora con el Presidente Ronald Reagan y con la Central de Inteligencia Americana, tanto en Nicaragua como en Polonia. Generalmente Roma busca satisfacer las diferentes tendencias. Proclaman a Juan XXIII como santo y simultáneamente a Gregorio XVII, reaccionario y portador de vicios personales. Ahora sería bueno para nosotros que junto con Juan Pablo II santificara simultáneamente a Oscar Arnulfo Romero, verdadero santo que murió mártir, mezclando su sangre con la sangre eucarística. Sería así el primer santo reconocido de la Teología de la Liberación que en su seno cuenta con tantos torturados, desaparecidos o asesinados por el poder represivo.

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