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Buscar el reflejo de uno mismo

Fuentes: Rebelión

Sin duda que todo el mundo busca no negarse sino reflejarse en el otro. Resulta duro vivir en un ambiente de trabajo y de familia donde uno no se vea reflejado. Te cansa y te desgata verte negado de continuo en los otros. Terminas por rehuirlos si vives bajo su continuo dominio. De ahí que […]

Sin duda que todo el mundo busca no negarse sino reflejarse en el otro. Resulta duro vivir en un ambiente de trabajo y de familia donde uno no se vea reflejado. Te cansa y te desgata verte negado de continuo en los otros. Terminas por rehuirlos si vives bajo su continuo dominio. De ahí que si perteneces a la izquierda radical, busques reflejarte en el espejo de la izquierda radical. Pero esto tiene un lado erróneo si sólo te ves en ese espejo: piensas que el mundo es como tu reflejo. Y hablas como si todo el mundo fuera como tu reflejo. Dejas de ver al mundo que no te refleja. Terminas aislándote. Te haces con una representación equivocada del mundo, sobre todo en lo que se refiere a lo que sienten y piensan las mayorías sociales. Te vuelves unilateral. Corres el peligro ideológico que tu representación se imponga sobre tu percepción.

El otro que piensa como tú es como si fueras tú. En verdad, en términos ideológicos, no es el otro sino tú mismo. Es como si te dedicaras a ver ejemplares de automóviles de la misma marca y de la misma serie. Cuando saltas de un automóvil a otro ves lo mismo. Logras la identidad casi absoluta. Tu pensamiento carece de grietas. Te vuelves uniforme. Pierdes color sin que lo sepas. Tu percepción del mundo no es más que la percepción del mundo que te representas.

Así no partes nunca de lo que piensan las mayorías. No partes nunca de lo que siente y piensa el trabajador, sino de lo que siente y piensa un trabajador ideal, el que tú has imaginado y construido en tu mente. Y cuanto más crees que el mundo va a cambiar, menos cambia. Porque tu mente no refleja el mundo que existe, sino tu mundo representado. Estás de espaldas al mundo, pero no te percatas de ello. Crees que tienes entre tus manos la esencia del mundo, crees que tu percepción del mundo es la certera, crees que los demás están en el error, y crees que más tarde o más temprano llegará la revolución que sueñas. Porque es así, al reflejarte sólo en los que piensan como tú, la revolución es solo un sueño. Crees que se producirá un estallido, aunque no sabes cómo, ni cuándo ni dónde. Y ocurrirá donde siempre: en tu mente.

Nunca partes de lo existente. Nunca mides el poder que tienes. Y las multinacionales, el Estado, la clase trabajadora y un sinfín de entes y relaciones sociales las piensas sólo como categorías. Quieres cambiar el mundo y propones cambiar el mundo y careces de poder. Sigues alimentando día a día tu idealismo. Sigues pensando en un poder que nace de las bases. Sigues hablando de una democracia basada en el poder popular directo aunque no haya existido en parte alguna del planeta. Y allí donde supuestamente ha existido, no ha sido más que la dictadura de un único y exclusivo partido, que ha alimentado las formas fascistas de gobernar. Sigues atado a las viejas consignas y a las viejas ideas. Y el mundo sigue inexorable su marcha. Y el capitalismo nos aplasta. Pero como tú no escuchas a los otros, sino a ti mismo y a los que tienen tu mismo color, sigues tan ciego como siempre.

Y así el socialismo nunca llegará.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.