«Por la alegría he vivido, por la alegría he ido al combate, por la alegría muero. Que nunca el ángel de la tristeza sea unido a mi nombre. Hombres velen porque yo os amé.» (Julius Fucik. Combatiente comunista Checoslovaco*) CON LA MENTE FRIA Y EL CORAZÓN ARDIENTE El dolor, la esperanza y la lucha, siempre […]
por la alegría he ido al combate,
por la alegría muero.
Que nunca el ángel de la tristeza
sea unido a mi nombre.
Hombres velen porque yo os amé.»
(
Julius Fucik. Combatiente comunista Checoslovaco*)
CON LA MENTE FRIA Y EL CORAZÓN ARDIENTE
El dolor, la esperanza y la lucha, siempre se funden dialécticamente en la vida de los pueblos. Hace ya 23 años de aquel momento estremecedor. A través de los medios de comunicación o de boca en boca, ese día y el siguiente nos enterábamos de la terrible noticia y sólo nuestras miradas hablaban del real significado que tenía para nosotros aquel tiempo aciago, pero paradójicamente fecundo a la vez, y también casi interminable. Con Rafael y Eduardo aumentaban a dos las bajas en el campo obrero y popular. Esa vez se trataba de dos muchachos que llamados por la historia, decidieron andar los caminos del compromiso y la lucha revolucionaria y como toda vocación, este llamado les arranca del sosiego, del afecto y la calidez de su familia. La adolescencia de Rafael y la juventud de Eduardo, se transforman precozmente en vida de adultos, y la inocencia y candidez se baten en retirada para dar lugar a la agudeza de los sentidos pues el peligro estaba agazapado en todas las esquinas y rincones de nuestra patria. Ellos como muchos revolucionarios y pese a sus cortas edades debieron construirse una voluntad de hierro, pero, sin dejar de cargar la generosidad proletaria que aprendieron de su pueblo. De este modo asumieron las tempestades de la lucha de clases y los ejemplos del Che, de Miguel y del Cristo de la historia, brillaron animando y acompañando esas jornadas de jóvenes quijotes.
No fue esa rebeldía primitivamente biológica, no fue ese descontento ciego, infame, iracundo, lo que los condujo a la lucha revolucionaria. Sin duda, como a muchos de los hijos de nuestro pueblo, las condiciones materiales objetivas, como el hambre y la miseria, las carencias y los atropellos a la vida y la dignidad humana, vividas como un destino trágico cada día, sin duda, esa realidad de opresión e injusticia, se encontraban en la base de aquella opción política. Sin embargo, estos factores de por sí importantes, no constituyeron las únicas razones que a estos hermanos les condujo al compromiso de clase. A la luz de los recuentos, muchos que con el correr de los años se extraviaron hacia el pantano, hubiesen querido un recuerdo vacío de conflicto, vacío de cuestionamiento, inmaculado de los odios y de la violencia que contienen los antagonismos históricos, en fin; un recuerdo ahistórico. Sólo podemos decir que es imposible tapar el sol con un dedo. Rafael y Eduardo se plantearon recorrer un camino difícil, complejo; que les exigió audacia, compromiso, madurez y por sobre todo humildad. Ellos no antepusieron la soberbia para negociar su incorporación a la lucha revolucionaria. a pesar de su juventud, generosamente se subordinaron a una organización vertical en sus orientaciones y mando y con orgullo y disciplina asumieron la militancia marxista-leninista. Los hermanos Vergara Toledo se sumaron racionales y con plena conciencia de su compromiso de clase, a un proyecto de carácter revolucionario en su proceso y de carácter socialista en su objetivo estratégico. Jamás rondó por sus cabezas la idea de que estuviesen siendo utilizados por elementos inescrupulosos porque ellos tuvieron siempre claro donde estaba y quien era el enemigo.
La vida de entonces nos apuraba el tranco, la dictadura de los monopolios pesaba de forma terrible en las espaldas de nuestro pueblo y también cansaba, pero Rafael, Eduardo, la Paulina Aguirre, el Oscar Fuentes, el Patricio Manzano, el Carlos Godoy, el Mauricio Maigret; todos ellos, no se rendían, no capitulaban y seguramente por esos empeños la historia los hace jóvenes combatientes.
LA SANGRE Y LA ESPERANZA
La lucha callejera, la marcha, las piedras, todas estas expresiones elementales de la rebeldía popular, siendo importantes, no definen del todo el perfil de un revolucionario; ni siquiera las armas o esa infaltable capucha que resguarda la identidad enfrente del enemigo. Todos esos muchachos y muchachas alcanzaron la estatura del revolucionario porque asumieron un proyecto de transformaciones radicales, como lo es el proyecto de construir para Chile una sociedad socialista. La faena de todos ellos no fue solamente la resistencia y lucha antidictatorial, ellos al hacer suyo el norte socialista, estaban asumiendo un desafió más profundo y más integral que simplemente derrocar un tirano de turno. Esa apuesta venía de lejos y ellos toman generosa y conscientemente ese legado, ellos eran los nuevos comunistas. Y todos estos jóvenes se aliaron a ese pasado de lucha y combate del movimiento obrero y popular, porque fueron cruzados por las mismas condiciones históricas y materiales, fueron provocados por las circunstancias a dar una lucha sin cuartel contra el hambre y la miseria de su clase, las mismas condiciones con las que el capitalismo generó líderes y dirigentes proletarios. Todo ese importante legado que proviene de la práctica organizadora y educadora de Luis Emilio Recabarren, del esfuerzo militante de Elías Lafferte, de la perseverancia unitaria y conductora de Salvador Allende, de la decisión armada de Miguel Enríquez, ejemplos que constituyeron una forma de mirar el mundo; opuesta, antagónica, enemiga del capital. Así y todo, siendo esta visión socialista, una perspectiva histórica luminosa para nuestro pueblo, no dejó de moverse como en las imágenes literarias de Nicómedes Guzmán: entre la sangre y la esperanza.
Nos encontrábamos parapetados en las trincheras de la esperanza, desde allí con los sentidos alertas, respondíamos a nuestros enemigos con las armas que ellos más temían: la conciencia, la organización y la disposición a darlo todo incluso la vida; por nuestros hermanos de clase. No fue el dedo de Lagos lo que aterrorizó a Pinochet, no, ya mucho antes los jóvenes revolucionarios desafiando peligros reales construían conciencia, unidad, organización y estimulaban a los sectores oprimidos a movilizarse contra la dictadura. Ellos dieron los primeros pasos de la reactivación popular, desde la clandestinidad organizaron las primeras formas de resistencia a la ofensiva sanguinaria de los patrones, estuvieron en la primera línea de combate rearmando la conciencia, reconstruyendo la voluntad de lucha del pueblo y rehaciendo la confianza en su propia fuerza. Esto fue así, desde el mismo momento del golpe y Chile hoy posee un listado numeroso pero incompleto de muertos y sobrevivientes que lucharon con todas sus fuerzas por una sociedad justa e igualitaria para nuestro país. Nuestros muertos, no estuvieron jamás en un espacio televisivo, a no ser sus cuerpos acribillados a balas y además escarnecidos por el sadismo dictatorial. Nuestros hermanos, con su heroísmo y consecuencia revolucionaria, si prepararon condiciones que posibilitaron en los años 80 generalizar y extender la lucha democrática y popular, condiciones que obviamente el pragmatismo y oportunismo pequeño burgués de la renovación socialista y la oposición burguesa, aprovecharon para ponerse a la cabeza de la conciliación («Acuerdo Nacional») con la dictadura.
Sobrevino la derrota, nos atomizamos, nos fragmentamos, nos dispersamos. La memoria histórica se exilia de la cabeza de millones de personas de nuestra propia condición, la identidad de clase se convierte en un producto híbrido de naturaleza imperialista. Nos introducimos en un gran paréntesis, no sabemos qué hacer ni qué decir.
Sin embargo, nunca dejó de ocurrir que muchos, aunque no todos, de los que ayer nos encontrábamos parapetados en las trincheras de la esperanza, muchos; sentimos y decidimos no abandonar y menos olvidar a nuestros muertos. Y por eso, cada 29 de marzo; cada 1 de mayo; cada 11 de septiembre; cada 5 y 8 de octubre; marchamos, cantamos, discurseamos, declamamos y peleamos por que algún día la justicia que por tantos años nos han negado, podamos nosotros definitivamente instalarla en el corazón de nuestra patria.
Mientras tanto, como un homenaje diario a cada uno de nuestros hermanos caídos por la justicia y el socialismo; cumplamos la tarea de unir, organizar, movilizar. Levantemos como banderas de lucha todas las demandas populares, impulsemos con los trabajadores y los sectores populares organizaciones democráticas independientes, y que estas organizaciones democrática-populares expresen en cada frente social el esfuerzo de reconstrucción real del movimiento obrero y popular.
Porque la lucha continúa…
¡ HONOR Y GLORIA A LOS JOVENES REVOLUCIONARIOS CAIDOS EN LA LUCHA ¡
MOVIMIENTO POR LA CONVERGENCIA REVOLUCIONARIA
(*) Julius Fucik: Miembro del Comité Central del Partido Comunista Checoslovaco, detenido durante la invasión nazi, sometido por varios meses a prisión y torturas para finalmente morir decapitado por sus verdugos. Dejó escrito un testamento político que años después sería publicado por su compañera Gusta Fucikova con el titulo de «Reportaje al pié del Patíbulo»
Reinaldo Troncoso – Movimiento por la Convergencia Revolucionaria (MCR)