El arquitecto chileno Sergio Carreño de 85 años rompe el promedio de edad de una marcha de más de 200 mil estudiantes, trabajadores y pobladores al mediodía del 30 de junio en las alamedas de Santiago, en medio del frío invernal después de la lluvia del día anterior. Y cuando las columnas infinitas, indignadas y […]
El arquitecto chileno Sergio Carreño de 85 años rompe el promedio de edad de una marcha de más de 200 mil estudiantes, trabajadores y pobladores al mediodía del 30 de junio en las alamedas de Santiago, en medio del frío invernal después de la lluvia del día anterior. Y cuando las columnas infinitas, indignadas y festivas -que en todo Chile alcanzaron los 400 mil bajo la consigna de la recuperación de la Educación Pública y la exigencia de la renuncia del ministro de Educación, Joaquín Lavín-, con la lucidez de un muchacho, Sergio Carreño recuerda que «me eduqué gratuitamente en la Universidad de Chile y egresé en 1955. Y estoy aquí en la calle con los jóvenes porque los deberes básicos del Estado moderno son Salud, Educación, Seguridad Social y Trabajo. Ellas son las garantías elementales que tienen las democracias genuinas. Lo que aquí ocurre ya es un sentimiento nacional. Ya estamos cansados. Yo vivo también en Venezuela y padecí la misma corruptocracia de estos mismos partidos políticos de aquí (Alianza por Chile y Concertación); los llamados «gemelos» en Venezuela. Con el tiempo el pueblo dijo ¡basta!, no queremos a ninguno, porque nadie cumplió. Luego de 40 años el pueblo se rebeló junto al Ejército joven, y por medio de elecciones fue elegido Hugo Chávez. Por cansancio, igual que en Argentina. Aquí la culpa la tienen los grandes empresarios, la alta oficialidad del clero y de las Fuerzas Armadas, y los políticos», y afirma atronadoramente que «a mis 85 años no le tengo miedo a las autoridades autocráticas y hasta fascistas en muchos aspectos. Por eso reprimen. Y fuera de lo que se diga de Chávez, en Venezuela hay muchísimos avances sociales. Las gotas del petróleo le llegan al pueblo. En Chile, los gramos del cobre no le llegan al pueblo.»
Martín Pinto, Presidente de los Estudiantes de Educación Básica de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE, ex Pedagógico) fundamenta que «nosotros no sólo exigimos, también proponemos. Estamos generando propuestas para mejorar la educación. De hecho, realizamos un proyecto para eliminar la Prueba de Selección Universitaria (PSU), y lo bautizamos como Proceso Elección Universidad (PEU), y se basa sobre el criterio de que la enseñanza debe ser un proceso y no solamente reducirse a medir conocimientos y resultados. El estudiante debe tener un aprendizaje significativo. Y, por otro lado, creo que el actual ministro de Educación, Joaquín Lavín, es la persona menos indicada para estar en ese cargo. Tiene intereses creados y es un mal político. No ha dado respuestas concretas ni coherentes. Sólo está dilatando el conflicto con el fin de que nos desgastemos. Pero no se da cuenta de que los estudiantes estamos más fuertes que nunca.»
Pese a los deseos peregrinos del gobierno de Sebastián Piñera de que la marcha para recobrar la enseñanza pública fracasara por estar muy «politizada» e «ideologizada», al menos en la Región Metropolitana su convocatoria se duplicó y más respecto de la del 16 de junio.
Iván Carrasco, dirigente social y político e hijo del mítico periodista asesinado durante la tiranía de Pinochet, José Carrasco Tapia, explica su participación en la gran marcha porque «con los pobladores, con Igualdad y Andha Chile Democrático (deudores habitacionales organizados) donde yo participo estamos vinculados a las luchas sociales. Y ahora creemos que la demanda de los estudiantes es una reivindicación general, de la ciudadanía toda que lucha por una educación digna, gratuita, justa y que deje de ser privatizada como la vivienda, la salud, etc. Hoy los grandes enemigos del pueblo de Chile son los empresarios, los bancos, el capital financiero que nos tienen profundamente empobrecidos en todos los aspectos de la vida. Hoy es preciso unificar las luchas, superar las diferencias y avanzar hacia un gobierno de los trabajadores y el pueblo de Chile.»
Pero en la manifestación más multitudinaria que recuerden los gobiernos civiles post dictadura, no sólo están los estudiantes de secundaria y universitaria. Alejandro Padilla, Presidente del Sindicato del Instituto Chileno-Norteamericano indica que «estamos sufriendo un proceso de privatización. El Instituto se está sumando al conjunto de la educación superior privada, al sistema mercantilista de la enseñanza. Hoy el Instituto va a abandonar su condición de Corporación sin fines de lucro para transformarse nuevamente en un negocio. Perderemos beneficios laborales como profesores, y estamos contra los altos precios que cobra el mercado por la educación.»
Por su parte, Cristian Martínez, Presidente del Sindicato del Banco Industrial de Comercio Exterior (BICE, una de las principales plazas financieras del país) argumenta que «somos padres y nos la jugamos por la recuperación de la educación pública. Y no queremos las aspirinas amargas que ofreció Michelle Bachelet el 2006.»
Asimismo, Felipe Salazar, Presidente de la Carrera de Obstetricia de la Universidad de Chile se lanza contra los dichos desafortunados de los administradores del Estado cuando señala que «el gobierno dice que nuestro movimiento es ideológico, pero la verdad es que fomentar una enseñanza con fines de lucro es una verdadera ideología. Y nosotros no lo vamos a permitir. La educación y la salud son derechos universales.»
Los educadores no se quedan atrás. Cristian Gorocello, dirigente de los docentes del Liceo Amunátegui dice que «estamos apoyando como profesores y como seres humanos normales el movimiento. Es un deber del Estado regular y velar por el bienestar de todos los chilenos. No nos importan las típicas amenazas de las autoridades de turno. Y contra el olvido, el Liceo Amunátegui reasume su papel y su historia.»
Hernán Martínez Gómez, Presidente del Sindicato de Carteros apela a la ética emanada de la realidad concreta y expresa que «los dirigentes sindicales tenemos la obligación de estar presentes. Este no es un problema de un grupo de personas. Tenemos familias y estamos pagando con deuda la educación de nuestros hijos. Y todos los trabajadores tienen que participar porque el futuro de este país son nuestros hijos.»
Desde el corazón de la crisis educacional, Bryan Sieveking, vocero de la Universidad de Valparaíso, Campus Santiago, manifiesta que «nuestra universidad es una de las más pobres del sistema tradicional. Recibimos poquísimos aportes estatales. La Universidad de Valparaíso tiene una sede en Santiago donde luego de tres años de permanecer en la Estación Mapocho, nos embargaron y carecíamos hasta de salas. Terminamos en un liceo que luego quebró. Todos los días vivimos el drama de la educación. Tenemos problemas de infraestructura, con los pagos; la universidad está endeudada a largo plazo en más de $ 20 mil millones de pesos (US$ 42 millones de dólares). Y Lavín no es un interlocutor válido.»
LA OPORTUNIDAD POLÍTICA ANTE EL DUOPOLIO DERECHA-CONCERTACIÓN
Tal como fundamentara quien suscribe esta crónica el 16 de junio en http://www.kaosenlared.net/noticia/chile-muerte-politica-ministro-joaquin-lavin, efectivamente, la desaparición formal de Joaquín Lavín de la cartera de Educación, lejos de distraer las demandas esenciales del movimiento histórico que transcurre en Chile, fortalece la confianza de las fuerzas sociales y el movimiento real en lucha por la recuperación de la educación pública y el cuestionamiento anticapitalista de una enseñanza convertida en mercancía por la dictadura de Pinochet y luego por las administraciones concertacionistas. El movimiento precisa de victorias para consolidar y ampliar sus dimensiones, por un lado, y la caída legal de Joaquín Lavín golpearía desde abajo y casi fatalmente al mal gobierno, por otro.
¿Pero qué ocurre? El tiempo apremia. Desde una perspectiva neutral, la dirección del Partido Comunista ha intentado capitalizar un movimiento que supera sus capacidades y lo sorprende en plena incorporación a la Concertación. Sin embargo, la lucha de clases funciona de manera determinante en las instituciones y sus tácticas. Unos podrán afirmar que el PC está obrando como cabeza de playa de una Concertación demasiado desprestigiada entre los trabajadores y el pueblo, más todavía ante una crisis disociadora entre el Estado y la sociedad civil. Es decir, que el PC estaría haciendo «el trabajo sucio», intentando ofrecer conducción funcional sistémicamente a un movimiento que está lejos de reconocerlo como tal, pero que pese a ello, tiene un puñado de dirigentes que aparecen en los medios, al comienzo de modo más vacilante que hoy, pero, al menos aparentemente, cada vez más rupturista.
¿Qué podría pasar en el PC? Que ante el resurgimiento del movimiento social y un alza visible en la lucha de clases, al interior de la tienda de Gladys Marín comiencen a pujar sectores intermedios y de base para obligar a sus territorios más pro concertacionistas a modificar la política que ha llevado en los últimos tiempos, y a observar con mejores ojos la oportunidad de terciar en el duopolio partidocrático matizado de los intereses del capital en las futuras elecciones presidenciales de 2013. Pero como el PC solo no alcanza y su política tradicional siempre es con aliados, debería dar una nueva vuelta de tuerca y hacerse cargo de las fuerzas concretas, sociales y políticas, descreídas de la casta política dominante.
Esto es, mirar hacia abajo y a la izquierda. De más está decir que dada las relaciones de fuerzas a escala mundial, sub continental y nacional, el Partido Comunista es una institución preciosa para todos aquellos que quieren cambiar la vida y comprenden que las reformas atadas genéticamente al objetivo estratégico y a largo plazo del socialismo, no se contradicen en modo alguno con la emancipación histórica de los intereses de los trabajadores y el pueblo. Las reformas no posibilistas, sino como parte dinámica de un proceso de acumulación de fuerzas, liberación y promoción de la organización popular, corresponden a una realidad objetiva en todos los desarrollos revolucionarios del mundo. Cuando los intereses de las grandes mayorías están en juego, el sectarismo se destruye obligado por la realidad, la práctica, la vocación de poder y la necesidad.
Sin embargo, resulta urgente que, por otro costado, el movimiento social y las agrupaciones no pertenecientes a la órbita del PC, que comprenden la diferencia entre el enemigo principal (el capital financiero, la acumulación por despojo, la sobreexplotación humana, el patriarcado), los adversarios, los compañeros de ruta, las combinaciones tácticas y las alianzas instrumentales, sean rápidamente capaces de amalgamarse en un solo bloque que cobre estatura y visibilidad, capacidad de dirección y construcción de proyecto político que ofrezca gobernabilidad, credibilidad y seguridad mediante un programa de acuerdo a las relaciones concretas de fuerzas, sin perder jamás de vista el objetivo del socialismo anticapitalista. Pero ello no es suficiente. También ese bloque o nueva fuerza, permeada por el actual estado de conciencia de las mayorías, debe tener la inteligencia y competencias tácticas para establecer alianzas amplias. Salvo aquellos que opten por la lucha guerrillera hoy en Chile, la participación en las elecciones generales, incluso en el marco de una democracia burguesa extraordinariamente restrictiva y puramente formal -y, por tanto, desde la rebeldía y los revolucionarios, siempre entendida de manera subordinada y bajo control popular-, es una oportunidad táctica que han seguido todos los que hoy son gobiernos de inspiración popular de América Latina. Y para ello se necesitan más fuerzas que antes del golpe de Estado de 1973.
Ese bloque o nueva fuerza no sólo debe sintetizarse en un programa de recuperación de derechos básicos conculcados; aumento sustantivo a los impuestos del gran capital; regulación con mano de hierro del capital financiero (como, por ejemplo, terminar con la autonomía del Banco Central, contar con un verdadero banco del Estado que esté al servicio del desarrollo y bienestar de las grandes mayorías, coto a la industria de la deuda); incremento general de salarios; recuperación de la soberanía de los recursos naturales camino a la industrialización; reemplazo del Código del Trabajo; un notable sector de la economía y de los precios de las mercancías esenciales bajo regulación central y democrática de la población, etc., etc.
Desde el seno del nuevo bloque y conforme a los modos del movimiento concreto, se determinarán criterios mínimos y básicos de convivencia y organización. Tal vez el «caracazo» o la «guerra del agua» que llevarían años después a Hugo Chávez y a Evo Morales al gobierno, en Chile sea la lucha por la recuperación pública y los derechos sociales arrebatados por la violencia estatal y la agenda del ultraliberalismo. Y tal vez el Partido Comunista vuelva su mirada abajo y a la izquierda y se tope con una fuerza potencialmente aliada para el actual período, pero no ya como vagón de cola de su legítima vocación de hegemonía, sino con un sujeto y armadura política y social de igual o superior tonelaje.
Aunque no se vuelva realidad la tesis respecto del PC arriba trazada, invariablemente el bloque unitario distinto y regido por los intereses de los trabajadores y el pueblo es la orden del día.