En abril de 1988, el Departamento del Tesoro de EEUU adoptó una medida singular. Prohibió la importación de café de Nicaragua desde terceros países, con una excepción. La excepción era que el café nicaragüense hubiera sido sometido a una «transformación suficiente para hacerle perder su identidad nicaragüense». O sea, café vaciado de origen. La medida […]
En abril de 1988, el Departamento del Tesoro de EEUU adoptó una medida singular. Prohibió la importación de café de Nicaragua desde terceros países, con una excepción.
La excepción era que el café nicaragüense hubiera sido sometido a una «transformación suficiente para hacerle perder su identidad nicaragüense». O sea, café vaciado de origen.
La medida formaba parte del bloqueo económico contra la revolución sandinista. Sirve, hoy como ayer, de alegoría sobre la política de EEUU hacia los países latinoamericanos.
Gusta EEUU de políticos vaciados de terruño. Políticos transformados como ese café. Crecidos y cortados en el país, pero ayunos de identidad. Carentes de sentido de patria.
Pueden así servir generosamente a EEUU. Acatar sus órdenes, seguir sus instrucciones, cumplir sus directrices. Sin cargo de conciencia, dudas, titubeos. Con lealtad perruna.
Larga es la lista de políticos descafeinados. Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro llegaron a cotas insuperables. Enrique Bolaños los tiene de modelo. Su canciller también.
Así se les ve. Ansiosos por justificar el obsceno injerencismo del embajador filibustero. Eufóricos animándole para que continúe. No hay novedad en sus actitudes vendepatrias.
En 1928, el canciller Carlos Cuadra Pasos hizo una apología de la intervención yanqui contra Nicaragua. Atacó la resistencia de Sandino. Lo escribió en sus Obras. Orgulloso.