Cuando un adicto en recuperación o en tratamiento recae o vuelve a su adicción; en psiquiatría se usa el símil del montañista o alpinista, que por un error suyo o accidente cae de la montaña que intenta escalar y queda nuevamente en el nivel cero, aporreado, lacerado y con la necesidad apremiante de volver a […]
Cuando un adicto en recuperación o en tratamiento recae o vuelve a su adicción; en psiquiatría se usa el símil del montañista o alpinista, que por un error suyo o accidente cae de la montaña que intenta escalar y queda nuevamente en el nivel cero, aporreado, lacerado y con la necesidad apremiante de volver a intentar escalar la montaña que tiene ante sus ojos. No es una sensación grata. En la mitología griega y fue el escritor existencialista francés Albert Camus quien lo popularizó. Sísifo, por haber desobedecido a los dioses y haber revelado a los hombres varios de sus secretos, fue condenado por ellos a subir en hombros una pesada roca por una montaña empinada hasta la cumbre, pero cuando estaba a punto de lograrlo, la roca caía de sus hombros rodando hasta la planicie donde debía volver a empezar, y así ad infinitum. Toda una maldición superior a los 100 años de soledad.
Estos días de fines de enero del año 2019 que comienza, las noticias sobre la paz en Colombia no son nada alentadoras. Todo lo contrario: La continua y sistemática ejecución de más de 500 líderes sociales y de 85 ex guerrilleros de las ex Farc desmovilizados hasta ahora inexplicada por las «autoridades»; el «desastre» de la implementación del Acuerdo de la Habana, en especial el nefasto papel jugado por el corrupto fiscal Néstor Humberto Martínez, presentado por el comandante Iván Márquez en la conferencia Rosa Luxemburgo en Berlín (12.01.2019) y los múltiples grupos en los que se ha dividido esa otrora amenaza al «Statu» o Estado colombiano; los enfrentamientos armados y la reactivación de la confrontación en diversas regiones denunciado por varios investigadores, en especial por la Cruz Roja internacional (https://www.icrc.org/es/
La terminación violenta del proceso de paz entre el Estado colombiano y ELN que volvió a poner la lógica militar por encima de la lógica política. Y, la salida guerrerista contra Venezuela que busca desesperadamente el Bloque de Poder Contrainsurgente dominante en Colombia para tratar de salir de la profunda crisis en la que se encuentra el «Status» colombiano, que al no tener ya un «enemigo interno» de consideración lo busca afuera de sus fronteras: El enemigo interno insurgente se ha vuelto externo. Ya no es el Marxismo rojo que se desflorado en múltiples pétalos y convertido en rosado sino el Bolivarismo remplazado por el Capitán América. Todo esto; apesadumbra.
Al revisar y comparar los hechos actuales con la evidencia histórica de los múltiples procesos de paz fallidos o frustrados entre el Estado colombiano y los diversos grupos insurgentes habidos en los últimos 50 años, no es difícil imaginarse que la roca de la paz en Colombia se ha vuelto a caer de los hombros de los muchos Sísifos colombianos empeñados en un verdadero Acuerdo de Paz que conduzca a una verdadera a paz con justicia social, una verdadera democracia y una verdadera soberanía para su país, una vez más, verdaderamente frustrado, engañado y birlado
¿Qué ha fallado?
Es la pregunta que todos nos hacemos o debemos hacernos.
Cuando en un hospital universitario muere un paciente, se hace con fines académicos y científicos una correlación clínico-patológica consistente en analizar y discutir objetivamente el diagnóstico post mortem, y que tan cerca o tan lejos estaban el diagnóstico clínico y el tratamiento aplicados en este caso. Así, al analizar los múltiples procesos de paz que en la historia colombiana se han dado ( incluso en las guerras civiles del siglo 19 y las del siglo 20) se tiene un diagnóstico de la sociedad (los factores objetivos y subjetivos de que hablaba retóricamente Belisario Betancur) y un tratamiento aplicado consistente en la verdad universal de siempre establecida ya en la modernidad desde Maquiavelo y formulada taxativamente por el general von Clawsewitz de que la guerra siempre termina en Política, sencillamente porque es su extensión, su prolongación. Incluso si la suerte da una derrota, un bando aplica su política de pacificación sobre el otro. Por ejemplo, al fin de la segunda guerra mundial sobre el nazi fascismo, los aliados vencedores (entre los que se encontraba al Unión Soviética de Stalin) impusieron el nuevo orden político dominante actualmente en el mundo.
Aceptando pues que la Solución Política de una guerra es una terapéutica ajustada a los hechos históricos universales, aplicarla al llamado conflicto histórico armado de Colombia ha sido también ajustada a la razón. Queda entonces pendiente el diagnostico, donde realmente no se ha acertado, en especial, por parte de quienes dicen representar a las insurgencias; pues la contra parte, es decir el Statu (Estado) siempre ha presentado su solución política con extrema claridad y demarcada con una gruesa frontera de líneas rojas.
¿Cuál es esa línea roja impasable, el impase presentado por los dominantes? Sencillo: La constitución del país en ese momento vigente. Fue el objetivo de las guerras bipartidistas del siglo 19, y en el siglo 20, la base de la constitución frente nacionalista Lleras- Laureano para acabar la guerra bipartidista liberal conservadora de los 50s, e iniciar la estructuración del actual Bloque de Poder Contrainsurgente. Fue también la culminación de la guerra de los carteles del narcotráfico de los 90 y de las guerrillas rojaspinillistas del M19 durante el Gobierno de Cesar (OEA) Gaviria, y la razón de la exclusión de las Farc-EP en la constitución de 1991. Fue la razón de fondo de los fracasos de los procesos de paz de Tlaxcala en el 91, los fracasos con Samper, con Pastrana en el Caguán en el 2001, y la línea roja inmodificable de Santos- De la Calle. Sólo cuando la delegación de paz de las Farc- EP eliminó la Constituyente de entre sus pretensiones, se pudo firmar en el 2016 el acuerdo de paz de la Habana con esta organización insurgente.
¿Por qué la Constitución vigente? Porque de acuerdo con los actuales estudios sobre el Estado moderno neoliberal actual, las Constituciones son la condensación de la «correlación social de fuerzas» que se da en ese momento histórico en la sociedad y por lo tanto escenario privilegiado de la lucha de clases sociales. Si nos atenemos a la clásica y contundente formulación de Gramsci de que la relación social (semejante a la relación social que conocemos como Capital) que hoy se define como el Estado es igual a Hegemonía o Consenso + Coerción; tenemos se ha fallado en los innumerables diagnósticos que se han presentado a nombre de la Izquierda sobre lo que conocemos como Estado colombiano, muy a pesar de la tan precisa y bien sustentada argumentación que sobre esto presentó hace ya 10 años ( 2009) la investigadora y profesora Vilma Liliana Franco en su excelente libro «Orden Contrainsurgente y Dominación»*, donde queda claro que en la Colombia actual existe una Coerción contrainsurgente (confundida con la guerra contrainsurgente) pero también existe una Hegemonía o Consenso contrainsurgente que cohesiona o cementa todo el Bloque de Poder dominante (que no es cualquier bloque de poder como los conocidos) sino que tiene una característica indeleble y esencial: La de ser Contrainsurgente.
Así tenemos que el Estado colombiano no es un Narco Estado (como dicen algunos spinn doctors de izquierda interesados en sustentar la War on Drugs de EEUU) Ni es un Estado Paramilitar (que es una de las ruedas dentadas de todo ese Bloque de Poder) Ni mucho menos un Estado imperfecto de democracia. ¡No! Es un Estado Contrainsurgente, con una Coerción Contrainsurgente, y una Hegemonía o Consenso Contrainsurgente basado en la manipulación del odio y el miedo a la insurgencia es decir al comunismo (y al Bolivarismo) bajo el principio general de acumular capital y conservar lo acumulado.
No haber comprendido estas características, sus dimensiones, contradicciones y complejidades, explica por qué en la Habana se firmó un Acuerdo para acabar la guerra o Coerción Contrainsurgente, pero dejando intacta la Hegemonía, el Consenso Contrainsurgente, que sigue operando y ejecutando impunemente líderes sociales. Llevando la nueva guerra contrainsurgente (de 4 generación) a las diferentes «regiones grises» donde antes se movían las Farc-EP. Dominando al país férreamente a pesar de sus terribles crisis y de la incompetencia de su presidente para solventarlas, y, su posición desastrosa y extremista (anti marxista y anti bolivariana) con Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc, que corresponde a la geoestrategia del cerebro de todo ese bloque de poder: la Embajada de los EEUU en Bogotá. Fue como haber firmado un acuerdo anticapitalista con un Estado capitalista, para conservar la relación social dominante del Capital.
Ahí fue también cuando se le cayó del hombro la roca al Sísifo colombiano.
Con esto, quedan claro dos cosas. La primera, pensar estratégicamente en los conceptos dados por la Investigadora Vilma Liliana Franco en su libro en comento, para luchar en des estructurar esa Contrainsurgencia que como relación social domina en Colombia. Segundo, pensar seriamente (también con criterio estratégico) en conducir todas las formas de Movilización Social y de Resistencia hacia un proceso constituyente que lleve a una Asamblea Constituyente amplia, democrática y popular que cambie la correlación de fuerzas sociales representada en la Constitución vigente en Colombia, así la izquierda liberal y socialdemócrata la defienda o diga que no es el momento para pensar en ello. Todo un verdadero proceso de paz para Colombia que supere definitivamente el castigo impuesto al rebelde Sísifo, que pesa como maldición sobre los atormentados colombianos.
NOTA:
* Boque de Poder Contrainsurgente, es un novedoso concepto académico de ruptura en las ciencias sociales en Colombia (que incluso va más allá de los tradicionales conceptos de Imperialismo y Oligarquía) sustentado ampliamente por la investigadora y docente universitaria Vilma Liliana Franco en su libro Orden Contrainsurgente y Dominación, IPC. Bogotá. 2009, 500 páginas, que se estructura como un Todo de 11 piezas engranadas y perfectamente coordinadas, que me he permitido esquematizar así:
1– Gobierno de los EEUU con sus 7 bases militares en Colombia, asesores oficiales más los privados (mercenarios) de Dynacorp, Aerospace, North Grumman, etc, respaldada por las misiones de los gobiernos de Israel y Gran Bretaña.
2-FFMM de Colombia, con cerca de 400 mil hombres armados y 5,5% del PIB Nacional.
3– Narco paramilitares oficiales ( actualmente operando en red con innumerables nombres)
4– Grupos económicos ( llamados «cacaos» entre los cuales encabeza Sarmiento Angulo jefe del Fiscal Martínez)
5– Gremios económicos ( aglutinados en el consejo gremial nacional con 22 mega gremios económicos)
6– Compañías multinacionales con inversiones estratégicas en Colombia y que apoyaron financieramente las acciones contrainsurgente durante la confrontación con las farc-ep entre las que se destacan Coca-Cola, Monsanto, Chiquita, Repsol, BP, Oxy, Mund Mining, Drummond, Unión Fenosa Cemex, etc.
7– Agentes principales de la economía subterránea, narcotráfico, lavado de divisas y contrabando.
8-Oligopolio mediático.
9- Otras tres ramas del Estado nacional diferentes a las FFMM como la rama ejecutiva; la rama Judicial especialmente la máquina de la Fiscalía, y, la rama legislativa con sus para políticos.
10- Los sectores de las clases subalternas a nivel regional cooptados, como pej empresarios de trasporte, comerciantes e intermediarios, dueños de gasolineras, lumpen proletariado regional, campesinos ricos extorsionados, empresarios mineros, narcotraficantes medianos, rebuscadores de todo tipo, y pequeños burócratas y políticos municipales y regionales, etc- Ver especialmente páginas 221 y ss del libro en mención. (aps)
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