Una de las líneas que identifican a los fascistas es su odio a todas las expresiones de la cultura, la diversidad y la vida popular.
Esa ha sido su traza a lo largo de la historia: ejercen el discurso único de su clase de privilegiados, la segregación racial, la uniformidad gris disfrazada de orden y la muerte como mecanismo predilecto frente al contrario.
El fascismo es la manera de actuar de las fracciones más extremistas de la derecha, defensoras acérrimas del sistema capitalista de desigualdad y exclusión social imperante, y de las peores formas de violencia contra la otredad.
Su violencia económica va aparejada con la física, militarista y, además, con la simbólica, y por eso atenta contra la cultura progresista y libertaria.
Es lo que hace ahora la avanzada fascistoide del uribismo en Cali pagando para hacer desaparecer los murales llenos de color y luz que denuncian los feminicidios, los falsos positivos y la violación de los derechos humanos en paredes y avenidas de la urbe.
El fascismo es, como lo recordara hace años el líder obrero búlgaro Jorge Dimitrov, “la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”.
En palabras del mimo Dimitrov, quien soportara con valentía la cárcel del nefasto régimen nazi-fascista, éste “es el sistema de gobierno del bandidaje político, un sistema de provocaciones y torturas… es la crueldad y la barbarie medievales, la agresividad desenfrenada” contra los pueblos.
Esa definición aplica hoy plenamente a lo que ha venido ocurriendo en Colombia, y de manera brutal en Cali, en donde los métodos fascistoides, del autoritarismo exacerbado, han derivado en la barbarie contra la juventud en resistencia.
Fundado por Mussolini y continuado por Hitler (nazismo) Primo de Rivera (falangismo) y Franco en Europa, y practicado por Trujillo, Stroessner, Pinochet, Videla, Banzer, Bordaberry, Somoza y demás dictadores en América, desde el Siglo XX hasta hoy el fascismo emplea sus garras totalitarias y sanguinarias contra las luchas liberadoras de los pueblos.
En Colombia, procedimientos fascistas han sido usados por el Estado y sus agentes civiles (‘pájaros’, paramilitares y demás denominaciones de matones), en los regímenes conservadores de los años cuarenta del siglo pasado, la dictadura de Rojas Pinilla (1953-1957), el Frente Nacional (1958-1974), el mandato de Turbay Ayala (1978-1982), el gobierno Álvaro Uribe (2002-2010).
Muchas de las prácticas fascistas las sigue utilizando el Estado en el régimen de Iván Duque contra los participantes en el Paro Nacional de 2021: asesinatos, torturas, desapariciones, detenciones arbitrarias, violaciones y demás formas de represión sistemática y oprobiosa.
Los neofascistas del uribismo, cómplices de los “camisas blancas” que a lo largo del Paro han estado disparando contra el pueblo en la más completa impunidad y con el amparo de la policía, creen que pintando las paredes de gris, como hicieron el domingo 4 de julio, pueden hacer desaparecer la historia.
Al estilo de los camisas pardas de la cruzada anticomunista hitlerianos del siglo XX, en el siglo XXI los nostálgicos del nazi-fascismo usan también la consigna anticomunista en camisas blancas.
La historia de los violentados y perseguidos sigue viva y el pueblo de Cali volverá a cubrir el gris de las tinieblas del régimen uribista con más color y más luz y más arte.
Y con más poesía, música, baile, teatro, danza y tantas otras expresiones de la esencia humanista de los caleños.
Ya lo viene haciendo con la programación denominada El Jardín de la Vida, un bello espacio de arte y cultura que rinde homenaje a la memoria de las 46 vidas de jóvenes sacrificadas en Cali por la represión del régimen de Duque y que reclama respeto al derecho a la protesta.
(Luego de las dos primeras jornadas, cumplidas el 18 de junio y el 2 de julio en el Parque de los Poetas, El Jardín de la Vida tendrá la tercera el viernes 16 de julio, en el Centro Cultural del barrio El Pondaje, Carrera 28D # 70–91 de Cali, de 5:00 p.m. a 7:00 pm.).
El pueblo de Cali seguirá ejerciendo su derecho a existir y a expresarse, aunque el neofascismo criollo levante la bandera gris de las tinieblas y de la muerte.