El Sistema de Transporte Masivo de la ciudad de Cali, el MIO, donde viven cerca de 3 millones de personas e integrada en un espacio metropolitano en auge (Jamundí, Yumbo, Palmira, Florida, Candelaria) sin que se disponga de una institucionalidad adecuada, se mueve en un ambiente de crisis cercano al colapso y la parálisis. Se […]
El Sistema de Transporte Masivo de la ciudad de Cali, el MIO, donde viven cerca de 3 millones de personas e integrada en un espacio metropolitano en auge (Jamundí, Yumbo, Palmira, Florida, Candelaria) sin que se disponga de una institucionalidad adecuada, se mueve en un ambiente de crisis cercano al colapso y la parálisis.
Se realizan foros y se toman algunas medidas de orden presupuestal como la inversión de 78 mil millones de pesos el próximo año por parte del municipio y su alcalde Armitage, sin que se tenga a certeza de que esas acciones se reflejen en una mejoría sustancial de la movilidad de los caleños. Dineros que se invertirán en proyectos como la terminal de Aguablanca, que será licitada en febrero del próximo año y en obras como los carriles preferenciales que se han anunciado en los corredores pretroncales
Como bien es sabido el MIO fue inaugurado el 15 de noviembre de 2008 en fase de prueba. A partir del 1 de marzo de 2009 empezó su funcionamiento en firme, completando casi 8 años de operaciones.
Se trata de un sistema integrado de transporte masivo (SITM) que es operado por buses articulados, padrones y complementarios, los cuales se desplazan por medio de corredores troncales, pretroncales y complementarios cubriendo rutas troncales, pretroncales y alimentadoras.
Su operación está a cargo de cuatro empresas: Blanco y Negro Masivo, Grupo Integrado de Transporte – GIT, Unimetro y Empresa de Transporte Masivo – ETM. Estas empresas están en su mayoría conformadas por los tradicionales pulpos empresariales del transporte de la ciudad (muy contaminados con los dineros del narcotráfico) a los cuales Metrocali les asigna las rutas y las frecuencias de operación.
La organización y puesta en marcha del sistema conllevó una transformación radical de Cali. Desde cambios en la manera como se usaba el servicio de transporte, pasando por el tipo de vehículo utilizados hasta vuelcos de 180 grados en el paisaje urbanístico de la ciudad.
Pero hoy (2017), se han acumulado tal cantidad de problemas en el Mio, afectando a millones de personas que desesperadas se preguntan si lo mejor es salvarlo o buscar alternativas adecuadas como la del Metro que en el caso de Cali no tendría las complicaciones del previsto para Bogotá.
880 buses componen su actual flota. Según cifras recientes, al menos un 15% de dichos buses no se encuentran en funcionamiento por estar en mantenimiento.
El MIO está en la mayor crisis de la historia; hoy no atiende ni el 40 % de la necesidad de movilización de pasajeros; el transporte tradicional colectivo de buses, fue sacado por orden de la Alcaldía, de manera improvisada, sin planificación operacional de respuesta para ser remplazado; el MIO, no tuvo capacidad para generar la oferta requerida, situación que colapso el transporte público de pasajeros, lo que originó una alta informalidad en el transporte, con la aparición de cientos de vehículos «piratas» y disparo el uso de las motocicletas, pasando en 10 años de 250 mil a cerca de 750 mil al día de hoy, pasajeros hoy perdidos para el Transporte público, lo que ha generado un desequilibrio financiero en el MIO, que lo tiene al borde de la quiebra y que ha impactado la movilidad y elevado la accidentalidad.
Como se sabe el sistema fue mal diseñado y mal planeado desde sus inicios.
Se olvidaron de la gente del oriente, que es la que más se mueve en transporte público. Eso generó un efecto cascada que nos tiene en una crisis: los operadores no tienen los pasajeros que deberían y el sistema no tiene plata para funcionar bien.
Otro gran problema es que el sistema no les cumple a los usuarios. Es decir, las frecuencias son muy malas y cuando se da una información en los tableros sobre el tiempo estimado de llegada de las rutas no es cierto.
Ante el mal funcionamiento, la gente decide comprar carro o moto, lo que impacta para seguir empeorando la movilidad en Cali.
Agréguele a lo anterior la inseguridad y violencia.
Adicionalmente, la ciudad presenta un atraso en el desarrollo de su infraestructura vial, no se han terminado las megaobras y el plan de expansión macrovial y de intercomunicación con los municipios vecinos no ha sido iniciado, lo cual sumado al atraso tecnológico en el control de tráfico y la incapacidad planificadora y operacional de la Secretaria de Transito, definen un panorama de ciudad caótica en la movilidad.
El MIO es un modelo desafortunado, sin diseños y sin controles.
El exceso de semaforización y la falta de sincronización de los mismos, ha provocado el aumento del tiempo de recorrido, ya que además de haber semáforos en casi cada esquina, se suelen encontrar en luces contrarias, provocando paradas en exceso.
Varias fundaciones locales denunciaron hace poco y de manera reiterada que las obras por la Calle Quinta planeaban acabar con más de 600 árboles tradicionales y ancestrales de la ciudad, entre samanes y ceibas deteriorando las alamedas de la Calle Quinta y afectando gravemente el medio ambiente de la ciudad, reemplazando árboles por concreto.
A comienzos del 2014 los caleños protagonizaron una de las protestas más crudas contra el sistema, que dejó decenas de buses del MIO averiados o quemados, vías taponadas y desmanes callejeros.
El desbarajuste es de tales proporciones que en los actuales momentos puede ocurrir otro estallido popular de similares proporciones. La paciencia de la gente se agota y los movimientos sociales se organizan para presionar con la movilización las soluciones adecuadas que garanticen el derecho a la movilidad de todos los caleños, particularmente de los sectores sociales más vulnerables.
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