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A nuestros compañeros de estudio y lucha

Cambiar el paso para disminuir distancias

Fuentes: La Chispa

Estamos atentos a una movilización que aún no termina de dar sus coletazos, que posiciona actores de uno u otro lado, y que de ante mano genera un escenario difuso, pero potencial para la lucha estudiantil. Las opciones son variadas. Los viejos y los nuevos de La Chile, los con experiencia y los mechones inician […]

Estamos atentos a una movilización que aún no termina de dar sus coletazos, que posiciona actores de uno u otro lado, y que de ante mano genera un escenario difuso, pero potencial para la lucha estudiantil. Las opciones son variadas. Los viejos y los nuevos de La Chile, los con experiencia y los mechones inician ya su año académico, se vuelve necesario por tanto destacar algunos aspectos relacionados con el estudio y la lucha social, pues la dinámica actual parece decir que la elección de la profesión es más cercana al desplazamiento de todo sentido político que a una opción de lucha y entrega a nuestro pueblo.

Estas certeras palabras de Marx, adquieren constante actualidad en el paso que estan dando muchos jóvenes hoy en día: «La principal guía que debe dirigirnos en la elección de profesión es el bienestar de la sociedad y nuestra propia perfección, (…) la naturaleza humana está constituida de tal modo, que sólo podemos atender a nuestra propia perfección trabajando por la perfección y el bien de los demás»,

La llamada mercantilización de la educación no es más que la aprehensión de elementos de socialización del conocimiento, provocando la disociación entre la teoría y la práctica, cercenando en el solo hecho de estudiar valores como la solidaridad y el compañerismo y exaltando la meritocracia y el excelentismo en el desarrollo de nuestras carreras, orientándolas a ramas productiva-financieras como sostén del Mercado. Como estudiantes somos atravesados por las mismas problemáticas que afectan al conjunto del pueblo, aunque con distinta forma: el endeudamiento, las disciplinas cercenadas de toda calidad integral y sentido crítico, nuestro fuerzo arrebatado por los mercaderes y banqueros educativos que lucran y profundizan con su accionar una sociedad basada en la ignorancia.

Nuestro rol como estudiantes no es sólo buscar el camino de la excelencia académica abstracta, la que en los hechos se ve negada por la misma lógica del sistema, la de privilegiar la rentabiliad, la venta de títulos, aranceles y negocios varios, antes que el desarrollo del conocimiento y el aporte real al progreso económico y social

Las pasadas movilizaciones canonizaron santos y profanaron altares, pero aterrizando el análisis y apuntando de mejor forma: la lucha social aún no dimensiona el real peso de una batalla que no de tregua al modelo (leer editorial títulada Audacia, Audacia y más Audacia). Aquello lo vivimos a diario, cuando nuestros compañeros prefieren una lucha intermitente entre las aulas y la calle, desalojando la necesaria organización de nuestras fuerzas, aquello que debiese ser nuestro motor de partida termina sumergido entre necesidades aparentes como la gratificación, el reconocimiento profesional o sencillamente el ocio en su expresión más deformante. Lo anterior hace que nuestra acción sea débil, se vuelva contenida y la movilización se torne maleable a cuanto contenido progre quieran insertarle, instrumento de esa «clase política» que rasga vestiduras según la oportunidad, y donde aquellos atisbos de primavera no superar los límites de nuestra propia individualidad.

No negamos la necesaria dedicación al estudio, esto es necesario, y por lo mismo debemos arrogarnos la responsabilidad de ser los primeros en el estudio en su sentido más amplio (ahí esta nuestro primer aporte al proyecto popular y no en las prácticas clientelares que de vez en cuando propugna el populismo estudiantil), forjando en el camino su más profundo sentido colectivo, dejar de lado la auto-complacencia y la desidia, haciendo germinar valores de una nueva sociedad como la modestia, la audacia y sobretodo la fraternidad. El sentido honesto de los compañeros que hoy entran a esta casa de estudios, para desarrollarse, aprender y ser mejores profesionales, es negado a diario, incluso en los salones de una universidad elitizada. El discurseo de las autoridades, que repiten cada inicio de año académico o que plasman en las deshonrosas publicidades mercantiles, no es más que un sutil velo que esconde la exibición de nuestra supuesta «ventaja comparativa» en el mercado; la tradicionalidad y la excenlencia, como slogan, como imagen corporativa; palabras vacías y agitación ideológica.

Para construir una universidad que se direccione en torno a las necesidades de su pueblo y que nos permita desarrollarnos como estudiantes y como sujetos comprometidos hay que barrer con todos los vestigios de una universidad enraizada en la superficie de un modelo de explotación, y por tanto acabar también con este último, que reproduce hasta el infinito las problemáticas que hoy nos afectan como estudiantes; la tarea es doble y combinada: una nueva sociedad, para una nueva universidad.

Este 2012 que despegó de manera distinta nuestro parámetro de movilización no puede ser la estética por la estética (por muy importante que parezca en algunos momentos de nuestra práctica) con concentraciones bonitas, discursos grandilocuentes o desenlaces que respondan a un director de orquesta que pretenda un réquiem de agrado al modelo, que permitan al bloque dominante retomar la iniciativa, oxigenar sus alternativas y viabilizar sus intenciones. La lucha social debe ser ante todo consciente, consciente de nuestro rol como estudiantes, como hijos, padres y hermanos, pero también debe ser expresión de la rabia y la impotencia que no se postergan en los marcos de la contención política, del arbitraje y la propuesta; esa es la potencia plebeya que todo movimiento realmente antagónico debe desplegar.

Ante todo, nos motiva la construcción de una organización permanente, que de cara a los pequeños y grandes conflictos que vivimos como pueblo, a todas aquellas injusticias que tienen expresión en lo cotidiano, en las cátedras, en nuestros institutos y facultades, en la necesaria relación con nuestros compañeros.

Un estudiante, como nosotros, hace casi un siglo pronunció las siguientes palabras pensando en sus compañeros de estudio y lucha:

«¡Somos optimistas, confiamos en la victoria, nuestra juventud y nuestros ideales nos incitan a luchar y a triunfar!» (Julio Antonio Mella)

– Fuente: http://www.lachispa.cl/2012/03/19/editorial-a-nuestros-companeros-de-estudio-y-lucha-cambiar-el-paso-para-disminuir-distancias/