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Camilo vive ¡carajo!

Fuentes: Gara

Hay hitos en la historia de la humanidad que el hombre de hoy debería de recordar, mimar y, sobre todo, tenerlos presentes a la hora de reflexionar sobre nuestro presente y futuro. En esta época de máxima revalorización del concepto tiem- po/valor económico, resulta harto difícil escuchar reflexiones pausadas en esta vorágine de tertulias y […]

Hay hitos en la historia de la humanidad que el hombre de hoy debería de recordar, mimar y, sobre todo, tenerlos presentes a la hora de reflexionar sobre nuestro presente y futuro. En esta época de máxima revalorización del concepto tiem- po/valor económico, resulta harto difícil escuchar reflexiones pausadas en esta vorágine de tertulias y debates entre amiguetes que inundan ondas y canales mediáticos. Los gritos, los insultos y las descalificaciones se extienden a diestro y siniestro en nuestro panorama informativo, sin dejar paso siquiera a un resquicio al análisis sereno de la situación en claves de acercamiento histórico de los acontecimientos. El porvenir de pueblos enteros se dirime entre ruidos y mascaradas hábilmente manejados por poderes varios.

La concepción del tiempo como factor exclusivamente unido a términos de rentabilidad económica ha subido enteros en detrimento de una visión más histórica del momento presente, de un análisis más amplio de los acontecimientos y conflictos de nuestra época que aclara muchos aspectos que el poder dominante intenta acallar por lo subversivos que resultan para aquellos que desde hace algunos años están intentando colarnos aquello del «Nuevo Orden Mundial», tan similar en el fondo y en la forma a los fascismos de todas las épocas y lugares. De todo esto y de mucho más tenemos cumplida constancia en esta época histórica por la que transcurre nuestro pueblo, Euskal Herria, y todos aquellos pueblos que siguen adelante en su lucha por la recuperación de su libertad y dignidad.

Valores como la lucha, el compromiso, la opción por los pobres, los humillados y los marginados, la liberación de los pueblos, la lucha por la dignidad de las personas y los pueblos… son contemplados hoy en día como sospechosos de contaminación terrorista y, por lo tanto, reos de encausamiento en alguno de los muchos procedimientos que en los últimos tiempos han abierto los poderes de todo tipo. Pero los hechos están ahí, por mucho que los quieran sepultar bajo toneladas de demagogia. Y con consecuencias más pujantes que nunca, como anuncian los tiempos que se están abriendo en América Latina. Ello no es fruto del azar o de la casualidad histórica, sino de un proceso imparable a través de los tiempos que, con dolores de parto incluidos, ha sembrado la semilla de situaciones impensables hace pocos años.

Así, en noviembre de este año se cumplen 50 años del desembarco en Cuba de 79 «locos» embarcados en el «Gramma», una chalupa que hacía aguas de proa a popa, pero también en una empresa que perdura hasta hoy en día: una Cuba independiente y socialista. Personajes como Fidel Castro o Che Guevara, por citar los más nombrados, perviven en el recuerdo y en la historia mucho más de lo que algunos quisieran. Y en este mismo marco se encuadra también Camilo Torres. Hoy, día 15 de febrero, se cumplen 40 años de la muerte en la lucha de este guerrillero colombiano enrolado en el ELN: Camilo Torres ­colombiano, sociólogo, sacerdote y guerrillero: uno más entre los hijos del pueblo; luchador como cristiano por los pobres y desfavorecidos del mundo, contra toda injusticia; como intelectual, voz de los pobres y oprimidos; como revolucionario, luchador íntegro hasta el punto de dar su vida en la lucha contra la injusticia y el imperialismo.

No es fácil hacer entender hoy en día las coordenadas que recorrían América Latina y el mundo hace 40 o 50 años, pero baste recordar que, entonces como hoy, las injusticias sociales y las reivindicaciones de los pueblos eran una realidad. Entonces, como ahora, el pueblo era considerado mero objeto de explotación y las riquezas, como hoy en día, expoliadas por potencias extranjeras. Esta situación de represión e injusticia sumas generó múltiples organizaciones de lucha frontal contra la injusticia: el proceso descolonizador de Argelia, el comienzo de la lucha en Euskal Herria, el germen de luchas anticapitalistas en EuropaŠ y el relanzamiento de la guerra en América Latina.

En Colombia operaban ya las FARC, guerrilla surgida tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, y en aquellos mismos años nació el ELN, al calor de la experiencia cubana. Y en ese escenario trabajó y luchó Camilo Torres, el revolucionario de 35 años que, como Che Guevara en Bolivia un año más tarde, dio su vida por un futuro más digno para su pueblo y sus gentes. Ejerciendo como sacerdote y sociólogo, conoció de primera mano la realidad del pueblo colombiano. Sus puertas estaban abiertas al pobre, al necesitado, al perseguido; sus acertados análisis sociológicos eran una radiografía auténtica de la realidad más estremecedora de su pueblo. Y por ello lo quisieron silenciar hombres de poder político, económico y religioso. Y por ello optó él por la entrega total de su vida.

El análisis de la realidad le era válido en tanto en cuanto le servía para subvertir el discurso del estatus quo dominante. No le valía con analizar, había que promover cambios profundos en la sociedad. No le seducía poner en venta su brillante capacidad intelectual, recibir premios y halagos de los poderosos: era la causa de los pobres, de los explotados, del pueblo sencillo; de la verdad, en suma, lo que había que hacer conocer al mundo. Había que denunciar los intereses del imperialismo con datos reales e inapelables, y no falló en su cometido. No le perdonaron. Se dirigió a los campesinos, a los sindicalistas, a las mujeres, con un mensaje de dignidad y liberación, y no les defraudó. Se dirigió a los cristianos, recordándoles la opción evangélica por los pobres y desheredados. No le perdonó la jerarquía eclesiástica. Se dirigió a la oligarquía explotadora de Colombia, recordándoles su papel en la situación del pueblo. Y se dirigió, por fin, al pueblo colombiano, en la hora de su entrega suprema al pueblo: su opción por la lucha del ELN, por la lucha armada. Y lo comunicó, y lo explicó, y cayó en el primer combate.

Siguen transcurriendo las décadas y los siglos. La humanidad avanza paso a paso; a pesar de la dureza de los momentos puntuales, a pesar de que muchas veces nos cueste encontrar la luz que iluminaría nuestra fuente de optimismo; a pesar de que nos quieren hacer pensar lo contrario de lo que en realidad está acaeciendo, a pesar de que nos quieran infundir el pesimismo, el abandono. Y es que la lucha milenaria de los pueblos y de los oprimidos pervive con más pujanza que nunca: América Latina es testigo de ello. El mensaje pervive y persiste en el mundo, en América, en Colombia, en Euskal Herria…

Y es que Camilo ­como Bolivar, Gaitán, Che Guevara y todos los luchadores del mundo­ vive… ¡carajo! –