La historia era más o menos así: el minero se dormía y soñaba que estaba atrapado bajo tierra. Cuando despertaba, angustiado, seguía soñando. Y así más de dos meses, hasta que la «Fénix», esa extraña cápsula tricolor, desapareció en el extremo de un tubo, en la superficie, hasta reaparecer, minutos después, en el otro extremo, […]
La historia era más o menos así: el minero se dormía y soñaba que estaba atrapado bajo tierra. Cuando despertaba, angustiado, seguía soñando. Y así más de dos meses, hasta que la «Fénix», esa extraña cápsula tricolor, desapareció en el extremo de un tubo, en la superficie, hasta reaparecer, minutos después, en el otro extremo, en una operación que, como por arte de magia, iba reduciendo, uno a uno, el número de mineros atrapados en el fondo del socavón. Y todo delante de las cámaras.
El diseño de la cápsula fue un hito en la operación de la mina, dijo a la británica BBC, David Seath, secretario del Instituto de Minería de Escocia y ex jefe del servicio británico de rescate de minas.
«En otras partes del mundo, los equipos para rescate en minas consisten en jaulas simples de metal en las que viaja una sola persona. Pero no cuentan con sistemas de comunicación, ni equipo de oxígeno como la cápsula, mucho más sofisticada, diseñada en Chile», agregó.
Colgada del armazón amarillo del que se desprendía, una y otra vez, trayendo a un minero en cada viaje, la Fénix reposaba, inmóvil, al final de la noche, como el instrumento mudo de la hazaña: 33 mineros y seis rescatistas la acompañaban ya en la superficie, después del extraordinario ejercicio de rescate, que mantuvo en vilo, durante 24 horas, a la humanidad. Una roldana, ahora muda también, quebraba la simetría del armazón. Inútil ya, nos recordaba el fin de la tarea. Durante horas, millones de personas respiraron al ritmo de esa roldana que, mientras giraba, sacaba mineros del socavón.
Arriba, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, encarnaba la precisión y el éxito del esfuerzo, era la expresión misma del orgullo y la alegría que explotaba cada media hora, en la medida en que la Fénix se volvía a asomar, con su carga preciosa.
Otro Chile
Ahora que el operativo ha terminado, abundan las especulaciones. «Chile no es el mismo país que teníamos hace 69 días , cuando ocurrió el accidente», dijo Piñera.
En solo seis meses el nuevo gobierno chileno debió enfrentar, primero, las consecuencias del devastador terremoto que sacudió el sur del país a fines de febrero, días antes de que asumiera el poder. Seis meses después, otra tragedia se abatía sobre el país, cuando la mina San José, en el norteño desierto de Atacama, se derrumbó, atrapando a 33 mineros a 700 metros bajo tierra.
Cuando todo era incertidumbre, Piñera aseguró que haría todo por rescatarlos. Con vida, si posible. Durante 17 días no se supo nada, hasta que, amarrado en la primera sonda que llegó al refugio, una nota escrita en rojo y grabada en nuestra retinas aseguraba, cuando volvió a la superficie, que los 33 estaban bien, en el refugio.
Se inició entonces una odisea plagada de problemas técnicos. «La habilidad de los perforadores es otro ejemplo de éxito en esta operación por su capacidad de mantener la perforadora en la dirección correcta hacia el objetivo, que es un área relativamente pequeña a 700 metros bajo la superficie», explicó Seath.
Cuando la Fénix se asomó, pasada la medianoche del miércoles, con el último rescatista, Chile era otro Chile. Mucho más alegre, confiante en sus posibilidades.
En vísperas de un viaje a Europa, previsto para la semana siguiente, el presidente no era el mismo que empezó a programar el viaje, hace ya varios meses. Tenía otro capital político.
Pero, ¿para qué le servirá?
Por ahora, logró algo que parecía atascado: un proyecto de royalty minero con el que pretende financiar las obras de reconstrucción del terremoto. La ley enfrentó grandes oposiciones, sobre todo porque, a cambio de un aumento moderado y voluntario del impuesto, a las empresas se les extiende por seis años más, adicionales a los que existen hoy, el período de invariabilidad del impuesto.
El nuevo royalty dividió la opositora Concertación, donde pocos parlamentarios se negaron a votar el proyecto, que algunos lo calificaron como el «royalty de la vergüenza».
Para los diputados opuestos al proyecto, el nuevo royalty solo aportará de 1.000 a 1.200 millones de dólares de parte por empresas extranjeras que obtienen ganancias anuales superiores a los 100 mil millones. «C ifra de importancia secundaria frente a los más de 30 mil millones de dólares que se calculan como costo de la reconstrucción», recuerdan otros, motivo por el cual el gobierno solicitó el royalty.
«Desde el golpe de Estado de 1973, la dictadura y después la democracia neoliberal revertieron la lógica ofreciendo la concesión de numerosos yacimientos a empresas privadas nacionales e internacionales. Sin olvidarse de reducir las tasas impositivas a uno de los niveles más bajos del mundo y las condiciones de seguridad a la mínima expresión -a menudo inexistentes-. Y poco importa, en cualquier caso: en la región de Antofagasta 277 yacimientos de 300 se explotan sin atenerse a las normas. En semejante contexto, la explotación minera se convierte en una actividad muy lucrativa», recordó, en Le Monde Diplomatique, Franck Gaudichaud.
El tema es particularmente polémico en Chile, donde la nacionalización del cobre fue la bandera del gobierno de Salvador Allende (1970-73), revertida una vez derrocado el mandatario, por el régimen militar de Augusto Pinochet, cuya expresión política, los partidos de la Alianza por el Cambio, integran la coalición que sustenta el gobierno de Piñera .
Ricardo Calderón, presidente de la Federación de Sindicatos de Supervisores de CODELCO ( Fesuc ), la empresa estatal del cobre, aseguró que este tipo de invariabilidad tributaria «sólo da beneficios a las empresas privadas y hace un enorme daño al país».
«Hoy no se paga por el recurso que las mineras privadas extraen de los diferentes yacimientos de propiedad del Estado de Chile. Si nosotros vamos a una verdadera invariabilidad tributaria más allá del 2018, lo que estamos hipotecando son cientos de miles de millones de dólares», aseguró.
El éxito del rescate mostró, precisamente, a capacidad técnica de CODELCO, donde trabaja el jefe del equipo, ingeniero Andrés Sougarret.
«La pericia de los expertos y la demostración de los recursos utilizados por la compañía pueden haber servido para que, entre la opinión pública chilena, se afiance el sentimiento de la necesidad de que esta empresa continúe en manos de la administración pública», estimaron los analistas.
Además del presidente, la figura del ministro de Minería, Laurence Golborne, llena el escenario. Hace tan solo dos meses y medio era desconocida de la opinión pública. Está hoy en la primera fila de la sucesión presidencial. Es, en todo caso, muy temprano para el inicio de esa carrera, cuando la actual administración está apenas iniciando su período de cuatro años. Pero a Golborne habrá que incluirlo en esa lista, aunque el presidente Piñera tiene, más que antes, la capacidad de ungir al que será su delfín.
El gobierno aprovecha la circunstancia para insistir en una unidad nacional detrás del gobierno de la Alianza, una tecla que el presidente ha tocado con insistencia.
Parece, sin embargo, difícil pretender transformar el escenario de unidad, creado por el operativo de rescate de los mineros, en espejo de otros escenarios en los que se discuten los problemas nacionales. Como, por ejemplo, los problemas de educación, salud, pensiones, o la misma minería de cobre, en los que las tendencias privatizadoras de la coalición de gobierno enfrentarán resistencias en la Concertación, a pesar de que la ahora coalición opositora, en sus 20 años de gobierno, no ofreció una alternativa muy distinta a las de la Alianza para encarar esos desafíos.
Mineros
En cambio, los mineros esperan frutos en otros ámbitos. Las ofertas se multiplican para entrevistas, libros, películas, viajes. Son las estrellas.
El Campamento Esperanza, esa ciudad irreal que se fue construyendo en dos meses de encierro hasta hacer del desierto un verdadero estudio de Hollywood, parece esperar el estreno de la obra.
Entre los muchos actores, los más de 300 mineros que, para su desgracia, escaparon de la tragedia, se preguntan por su destino.
Marchando por las calles de Copiapó para exigir pagos atrasados, apoyados por la población local, vieron sumarse a la manifestación los trabajadores de un supermercado «Líder», en huelga por mejoras salariales. «La empresa nos ofrece 77 mil pesos de aumento (equivalente en colones), pese a que la mayoría de los 150 trabajadores ganan poco más que el mínimo en extenuantes jornadas laborales», afirman los dirigentes sindicales.
Los sindicatos mineros entregaron a la Presidencia y al congreso una demanda de cinco puntos: la cancelación de las remuneraciones y aguinaldos a todo el personal, incluidos los subcontratados; la capacitación en otros oficios a los más jóvenes; la certificación de la experiencia de los desvinculados por la empresa; la jubilación de los mayores; los finiquitos legales correspondientes y la reinserción en nuevos puestos de trabajo, tal como lo ofreció el Presidente de la República.
El domingo 17, solo cuatro días después de la liberación, mientras celebraban una misa en el campamento, al que regresó una decena de los mineros atrapados, los que quedaron afuera, de nuevo, protestaron. No los dejaron, siquiera, asistir a la misa católica, celebrada por el obispo de Valparaíso, a la que se sumó un acto evangélico.
«Se nos excluye hasta para entrar a una misa. No es digno», dijo la dirigente sindical, Evelyn Olmos, muy molesta. Afuera, en los carteles se podía leer: «San Esteban, no somos 33, somos 300», haciendo alusión a la empresa San Esteban, dueña de la mina. No es difícil prever que los días que siguen tampoco serán fáciles.
«Los mineros no son héroes», sino «víctimas», dijo a IPS el sindicalista Néstor Jorquera, presidente de la Confederación Minera de Chile ( Confemin ), a la cual están afiliados los trabajadores de la mina San José en Copiapó.
El problema de fondo es la extendida subcontratación, afirma Jorquera.
La subcontratación es un problema generalizado en la economía chilena. Una forma de reducir costos, de hacerse más «eficientes».
Esta modalidad y la multiplicidad de razones sociales en una misma empresa «externalizan los costos y los riesgos laborales y atomizan y dificultan la sindicalización y la participación organizada de los trabajadores en la determinación y control de las condiciones laborales», aseguran.
Piñera aprovechó la ocasión para anunciar medidas para aumentar la seguridad de los trabajadores, no solo en el sector minero, sino en otras actividades, lo que puede generar tensiones con los partidos conservadores de la coalición gubernamental.
Los mineros se lo pidieron al salir del socavón y se repitió un «nunca más» imposible de garantizar.
Mientras casi todos se recuperan rápidamente en un hospital, los mineros tampoco serán los mismos después del rescate y tendrán que definir su futuro de cara a las muchas ofertas que recibirán.
El pozo, ese lúgubre escenario en el que sobrevivieron a 40 grados de calor y barro a 700 metros de profundidad, será solo un recuerdo que seguirá despertando a algunos cada mañana.
Arriba, empieza a desarmarse el Campamento Esperanza, tan irreal como el sueño, como esta historia conmovedora, que mantuvo en vilo a la humanidad.