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Camus: El mundo es construcción y Dios exige el sacrificio del intelecto

Fuentes: Rebelión

Albert Camus (1913-1960) desgarra el velo de la ilusión en su obra “El mito de Sísifo”[1] y remarca que hay sólo dos métodos de pensamiento: el de Perogrullo y el de Don quijote.  El primero trata de lo que es evidente, de lo que se puede medir y palpar y nos pone en contacto con la realidad tal cual. El segundo abarca el ideal, los deseos, la grandeza del espíritu y, por ende, los sueños de la humanidad.

“Si quiero limitarme a las evidencias, sé lo que el hombre quiere, sé lo que el mundo le ofrece y ahora puedo decir que sé también lo que les une. No necesito ahondar más. Una sola certidumbre basta para quien busca. Se trata solamente de sacar de ella las consecuencias» [2], subraya Camus en su magistral ensayo que aborda temas como la juventud, la vejez, la muerte, el suicidio, la religión, la gloria efímera, y el papel de Dios, ese ente creador que “exige, por encima de todas las cosas, el sacrificio de la razón”.

Tras señalar que “la muerte es repugnante”, como colofón de la decrepitud, agrega que “los dioses griegos amaban a quienes morían jóvenes”[3].

En este sentido compartía el conocimiento sagrado del viejo Sileno, el preceptor de Dionisio que, cuando el Rey Midas le preguntó, “¿Qué es lo mejor que puede hacer el hombre en esta vida? ¿Entregarse al placer? ¿Buscar la sabiduría? ¿Rodearse de riquezas? ¿Perseguir la fama y el poder?, el sátiro le respondió con sarcasmo: Lo mejor para el hombre es no haber nacido y, si lo hace, morir pronto”[4].

Camus, al hablar del “rostro más duro de las religiones”, dice -rememorando a Kierkegaard- “que el cristianismo (al igual que todas las religiones monoteístas) reclama sin rodeos el tercer sacrificio exigido por Ignacio de Loyola, el que más alegra a Dios: ´El sacrificio del intelecto´, pues, al decir del pensador danés, “En su fracaso, el creyente encuentra su triunfo”.[5]

Frente a Schopenhauaer y “su mundo como voluntad y representación”[6] y a Nietzsche y “su mundo como voluntad de destrucción y creación”[7], Camus, quien murió a los 46 años en un accidente automovilístico, afirma que el mundo es algo que construimos, tejemos, desde la realidad personal de nuestro yo.

“Puedo sentir mi corazón y juzgar que existe. Puedo tocar el mundo y juzgar también que existe. En eso se detiene toda mi ciencia, el resto es construcción”,[8] subraya el autor de La Caída, La peste, El extranjero (…) quien fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1957.

En línea con lo anterior conviene remarcar que la construcción de una corriente de pensamiento, ideología, patria, personaje histórico etc., se hace “poniendo conceptos o grupos de conceptos con puentes móviles, en un plano infinito, por lo que la mutación es permanente y se mueve por la ley de la oferta y la demanda de las necesidades sociales del momento, muchas de ellas creadas artificialmente”.

También reflexiona Camus sobre la idea de Schopenhauer “acerca de los pensamientos propios y los pensamientos de segunda mano”[9] y subraya que “pensar es aprender de nuevo a ver, dirigir la propia conciencia, hacer de cada imagen un lugar privilegiado (eso último a modo de Proust)”[10].

Retomando el tema religioso enfatiza que “todas las iglesias, divinas o políticas, aspiran a lo eterno. La felicidad y el valor, el salario o la justicia -agrega- son para ellas fines secundarios. Lo que aportan es una doctrina y hay que suscribirla. Pero yo nada tengo que ver con lo eterno. La mano puede tocar las verdades que son a mi medida. No puedo separarme de ellas”[11].

Camus, quien se prende en el cenit y el nadir del suicidio, entiende las razones por las que una persona desea quitarse la vida, pero rechaza acabar la existencia de esa forma tan brutal “por el daño que se puede hacer a los amigos o a los seres queridos”. En este sentido se inclina por tener que soportar, a pesar de que estemos hundidos, “la carga de la existencia”.

Nuestro autor concluye su ensayo con Sísifo[12], paradigma de la tortura sin sentido, a quien define “como proletario de los dioses, impotente y rebelde” y como “héroe absurdo”.

“Su desprecio a los dioses, su odio a la muerte y su pasión por la vida le valieron ese suplicio indecible en el cual todo ser se dedica a no rematar nada (…) El obrero actual trabaja, todos los días de su vida, en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo”, recalca Camus, quien continuamente defiende la revolución contra todo lo que ata y mata.


[1] El mito de Sísifo. Alianza Editorial (2014)

[2] P. 18

[3] P. 84.

[4] El Robot que amaba a Platón (libro I, Grecia). P.74 (Ediciones Aebius, 2013).

[5] El mito de Sísifo. P. 55.

[6] «El mundo es, por una parte, representación y nada más que eso, y, por otra parte, solamente voluntad. Pero una realidad que no fuera ninguno de estos dos lados, sino que fuera un objeto en sí (y a esa condición la redujo lamentablemente Kant) es una quimera soñada, y, el supuesto de la misma, un fuego fatuo de la filosofía» remarca Schopenhauer en El Mundo como voluntad y representación. (Ed. Akal, 2011). Págs. 32-33.

[7] A esa conclusión se llega leyendo la obra de Nietzsche, el hombre que filosofaba a martillazos y que acabó en un manicomio, según me dijo en su día Luis Eduardo Aute, tras realizar la acción más inteligente de su vida: «abrazarse al cuello de un caballo».

[8] El mito de Sísifo.P.34.

[9] Arthur Schopenhauer desarrolla esas ideas (los pensamientos propios y los pensamientos de segunda mano en sus estudios «Sobre el lenguaje y las palabras» texto que corresponde al tomo II, págs. 598-611, de su obra «Parerga y Paralipomena» (Ed. Frauenstädt) y «Sobre la personalidad literaria», misma obra págs. 526-535.

[10] Mito de Sísifo. P. 60.

[11] Ibíd. P.114.

[12] El filósofo Lucrecio (siglo I a.C) compara a Sísifo con los políticos que intentan llenar su vacío aferrándose a un poder que jamás sacia sus ambiciones. En nuestra época Sísifo sería un palestino (o cualquier miserable del tercer mundo) pidiendo a gritos justicia en el corazón de una Europa que sigue fingiendo, cual momia inyectada, que sigue viva y es dueña de su destino. La antítesis de Sísifo sería Bill Gates «El anticristo del siglo XXI». Hay quien dice que en un mundo paralelo dio a luz, cual Hermafrodito embarazado,  a Donald Trump.

Blog del autor Nilo Homérico