Recomiendo:
0

Canción de invierno

Fuentes: Rebelión

1. Primero fue el patriarca de la Concertación y primer Presidente civil post dictadura, Patricio Aylwin (golpista arrepentido, fundador de la Falange Nacional y luego de la Democracia Cristiana, y que pasará a la historia por su frase sobre las víctimas del régimen de Pinochet en el sentido de que se haría justicia, «en la […]

1. Primero fue el patriarca de la Concertación y primer Presidente civil post dictadura, Patricio Aylwin (golpista arrepentido, fundador de la Falange Nacional y luego de la Democracia Cristiana, y que pasará a la historia por su frase sobre las víctimas del régimen de Pinochet en el sentido de que se haría justicia, «en la medida de lo posible»), fue el primero en declarar la posibilidad no ingrata de que la derecha obtenga la mayoría en las próximas elecciones de finales de 2009. Luego fue el actual Ministro de Interior, Edmundo Pérez Yoma, quien confesó sin temor, la misma cosa. También es DC, el hombre. Por su parte, la Presidenta de la Democracia Cristiana y precandidata presidencial, Soledad Alvear, afirmó que llevaría su maquinada candidatura hasta el final, provocando el estupor de los laguistas.

De la DC también han salido los mayores desprendimientos hacia la derecha dura, a través del Senador Adolfo Zaldívar. Y fue la DC la que destruyó parte sustantiva del acuerdo electoral entre la Concertación y el Partido Comunista, ilustrado en la postulación de un militante de su tienda para la comuna de Estación Central (y no abstenerse), donde va la carta más fuerte del PC, el abogado de Derechos Humanos, Hugo Gutiérrez. Sin duda, esta situación (fácilmente advertible bajo la mirada de la historia), echa por tierra los intentos por comenzar a resquebrajar el sistema binominal imperante en el país. La DC siempre ha sido portadora de las políticas imperialistas en Chile, y contiene en su ADN el gen anticomunista. Así fue en la Unidad Popular, en el golpe de Estado de 1973 (salvo excepciones folclóricas), y en la lucha contra la dictadura militar.

La crisis de la Concertación, más allá de los cálculos electorales, se expresará masivamente para el chileno de a pie, cuando en las elecciones municipales, deba enfrentar una papeleta de votación donde aparecerán los candidatos de la Concertación Democrática (PS-DC) y la Concertación Progresista (PPD-PRSD), junto al resto de siglas, desmembramientos, independientes, etc.

La derecha, mientras tanto, apresura su reordenamiento tras la figura del empresario multimillonario y dueño de Renovación Nacional, Sebastián Piñera, que, de acuerdo a las encuestas del poder, lo ubican en las mejores preferencias. Claro está, que, de los consultados, más de la mitad no se inclina por ningún candidato, y mucho más de 2 millones de jóvenes en edad de votar, no se han inscrito en los registros electorales, ni pretenden hacerlo. Es posible que la derecha histórica, de llevar un candidato único en la primera vuelta, recibiendo el apoyo militante de la UDI y de sectores «centristas» que observan a Piñera como un político más distante del pinochetismo, ortodoxamente liberal y pragmático, en conjunto, puedan crear un punto de confluencia que desplace a la Concertación del Ejecutivo. Considerando que Ricardo Lagos -privatizador de la telefónica, áreas de la banca, las carreteras y las aguas-, todavía tiene que rendir cuentas sobre escabrosos casos de corrupción ocurridos durante su mandato. Las notas mayores de una derecha aparentemente «civilizada», pueden reportarle sorprendentes beneficios ante una Concertación en notas menores (puro tango), descompuesta, decepcionante para los trabajadores y el pueblo y agotada de sentidos luego de casi 20 años de gobierno y continuismo económico.

Ambos conglomerados corresponden a perspectivas vagamente matizadas de los intereses del capital y la burguesía reinantes. La tesis del recambio formal de los alojados en La Moneda, garantiza el espejismo alienante del viento fresco en las alturas, consolida la democracia oligárquica y antipopular, cautela los intereses de la minoría privilegiada y posibilita la reconstrucción de nuevas fórmulas políticas para fracciones concertacionistas desde una eventual oposición. Al respecto, los empeños anticapitalistas, dada las actuales relaciones de fuerza, serían el decorado pintoresco de una reyerta electoral hegemonizada por la minoría en el poder. Su desvelo debe concentrarse en la armadura por abajo, buscar a los compañeros, aventurar luchas más francas contra el capital, construir colectivamente el borrador del proyecto de la emancipación, sin desorientarse por la agenda patronal.

2. Nuevamente las buenas intenciones del Ministerio del Trabajo se transformaron en impotencia llana ante los acuerdos habituales entre la Concertación y la Alianza por Chile, esta vez, en torno a la promesa legal de convertir el salario mínimo de $ 159 mil pesos (300 dólares), en salario base. La medida, originalmente, pretendía que el sueldo mínimo no se compusiera por montos accesorios, sino que, en efecto, fuera la plataforma mínima remuneracional. Sin embargo, un claro análisis del dirigente sindical Manuel Ahumada, desnudó el posterior arreglo entre ambos rostros de bloque en el poder.

De esta manera, Ahumada indica que «en el ORD Nº 3152/063 del 25 de Julio de 2008 la Dirección del Trabajo hace una latosa explicación de lo que es un sueldo base para sorprender con la siguiente conclusión ( muy distinta de lo que dijo inicialmente y de lo que ha informado la Central Unitaria de Trabajadores y que aquí mostramos): «un trabajador que está afecto a un sueldo equivalente a $ 100.000 (200 dólares) y que además percibe mensualmente un bono fijo nocturno de $ 30.000 y otro de $ 29.000 por puntualidad, con los cuales se completa el monto de $ 159.000, equivalente al valor del ingreso mínimo mensual, actualmente vigente, no tiene derecho a exigir que el sueldo pactado, ascendente a $100.000, se incremente en $ 59.000, toda vez, que como ya se expresara, con los bonos fijos que percibe mensualmente se entera el valor de dicho ingreso mínimo.» O sea que para el gobierno el nuevo sueldo base sigue estando compuesto por un monto en dinero y bonos fijos, cuya suma final sea igual (o puede ser superior) al monto del ingreso mínimo mensual.»

Independientemente de que la nueva triquiñuela legal expresa la capacidad de negociación inoficiosa de la actual conducción de la CUT y las trampas rutinarias de los de arriba, vale indicar que $ 159 mil pesos en el Chile actual en una cifra que ilustra inmejorablemente la condición tercermundista del país. 300 dólares al mes en Chile, para una familia promedio de 4 personas, alcanza para pagar una mala habitación que no supera los 50 metros cuadrados y el transporte colectivo de dos adultos, que sólo usen dos locomociones al día. Ni hablar de una alimentación adecuada, gastos destinados a la educación, la salud, y menos el derecho a la cultura y la recreación. Lo anterior en un franco proceso de desaceleración económica, endeudamiento creciente y morosidad, contracción crediticia, aumento del desempleo en un punto más respecto de julio de 2007, e inflación promedio (según datos de la Universidad de Chile) de alrededor de un 12 %. El estribillo que reitera con pruebas contundentes que la dirección de la CUT es apéndice triste de la vereda más «social» de la Concertación, suena como campanada urgente para su recambio. De lo contrario, el reloj popular vuelve a atrasarse.

3. Antes y durante la Unidad Popular, el conjunto musical Quilapayún fue la expresión artística más popular de los de abajo, en los tiempos de gloria de los grupos vocales, la fuerza trasandina de «Los Chalchaleros», y la épica romántica y maestra de Luis Advis y Sergio Ortega. Entonces, los ecos de los ritmos cubanos y las producciones de Violeta Parra, eran forma y contenido del mensaje liberador y la canción contingente. En los 80, a través del rock áspero y contestatario, Lo Prisioneros se convirtieron en la banda más representativa del descontento juvenil en plena dictadura. El rock argentino, el punk español e inglés, fueron formatos empleados por tres muchachos para representar la transgresión, la crítica social, la irreverencia y el desenfado en medio de la opresión militar. Ambas entidades musicales son piezas indispensables de la historia y el retrato rasgueado de distinto modos de representación sintética y simbólica de la rebeldía, a escala popular, en períodos críticos del devenir relativamente reciente. Hoy, a cuadras del bicentenario, nuevas maneras son las que adopta el discurso contradominante. Aspectos retóricos han variado, pero las estrategias de contenido mantienen plena vigencia. Una de las versiones más empleadas por la juventud popular corresponde al hip-hop («al día de hoy»), esa expresión de origen afroamericano cuya base rítmica sencilla amuebla la centralidad de letras que pueden sacar chispas, imprecar al poder, hacer bailar y pensar, a la vez.

En Chile, la mejor manifestación en nota rebelde y rima inteligente se encuentra en Sub Verso, y su vocalista, Vicente. Haciendo uso de las herramientas audiovisuales a disposición de quienes saben usarla; con composiciones altamente críticas y videos editados lúcidamente, Sub Verso va ganando terreno rápidamente en el gusto de importantes franjas de los «hijos de la democracia», pero que jamás pierden la memoria, y cuya estrategia de posicionamiento habla directo a los sentidos juveniles. Más potentes que el puro audio tradicional, el aprovechamiento de las nuevas tecnologías mediáticas, ponen a Sub Verso, a la altura de la expresión musical urgente. Cada pieza es casi un verdadero análisis de coyuntura desde la mirada crítica de los de abajo; un mosaico bien armado, fuerte y directo contra la opresión. En fin, la reconstrucción significativa y cultural de los trabajadores y el pueblo ya estrena sus modos a través de Sub Verso. En este sitio nos obsequian su último recorrido por el Chile que lucha: www.youtube.com/conspirazion

– Andrés Figueroa Cornejo es miembro del Polo de Trabajador @s por el Socialismo.