Igualar en el escenario político a Petro y Fajardo, como hombres a vencer por las mujeres, es un mensaje peligroso que despolitiza el debate sobre la situación del país porque no toma en consideración lo que cada uno representa.
El movimiento feminista crece en Colombia, y gana espacio en debates que antes estaban vedados por una sociedad conservadora y oscurantista. Todo ha sido parte de su lucha. Sin ésta, sin rebeldía, debates, investigación, teorización, y acciones de hecho, esos espacios jamás habrían sido ganados.
Sin embargo, el patriarcado, aunque que ahora es cuestionado y confrontado, y sufre algunas fisuras, realmente sigue intacto dentro de las estructuras de la sociedad.
Y es claro que quebrar el actual orden patriarcal, además de adelantar procesos de transformación cultural, implica una lucha por el poder político, escenario fundamental a la hora de adelantar cambios sustanciales en la sociedad.
Esa lucha ha llevado al movimiento feminista en Colombia, entre otras cuestiones, a tomarse en serio la participación en la contienda electoral a la presidencia del país. Así sucedió durante la Convención Nacional Feminista organizada por el movimiento Estamos Listas, realizada los días 5 y 6 de abril en Honda (Tolima), donde las candidaturas presidenciales de Francia Márquez y Angela María Robledo fueron aplaudidas y apoyadas durante el evento.
Pero más allá de tener claro que el feminismo necesita disputar el poder político, en este caso, en la forma del poder expresado en la posibilidad de ser Gobierno, es necesario analizar el contexto en que esto ocurre.
¿Petro y Fajardo son lo mismo por ser hombres?
“¿Qué tenemos qué hacer? Tú ganarle a Petro, y yo ganarle a Fajardo”
Palabras de Ángela María Robledo a Francia Márquez durante la Convención Nacional Feminista
Una de las prioridades para defensa de la vida radica en la necesidad de derrotar a la ultraderecha enquistada en el poder. No obstante, las palabras de Ángela María Robledo dirigidas a Francia Márquez centran la atención en una confrontación que puede parecer normal, dada en buenos términos en una disputa sana por el poder, pero que en el fondo despolitiza la realidad del país, en tanto que Sergio Fajardo representa el reencauche de la derecha, y Gustavo Petro una posibilidad de cambio moderado.
Aunque se hable de candidaturas alternativas encarnadas en el Pacto Histórico, con Petro a la cabeza, y la Coalición de la Esperanza, donde se encuentra Fajardo, lo cierto es que el calificativo “alternativo” no aplica para ambos espacios, los cuales definirán candidaturas a la presidencia a través de una consulta popular.
Lo uno y lo otro no son lo mismo. La Coalición de la Esperanza, a pesar de contar con gente valiosa, se configuró para posicionar la nueva cara de la derecha, la cara del neoliberalismo representada por Sergio Fajardo que irremediablemente ganará la consulta popular; y el Pacto Histórico es una confluencia de fuerzas donde indudablemente su candidato será Gustavo Petro, defensor del Estado Social de Derecho, de la vida de las personas por encima de los intereses del capital.
En este sentido, igualar en el escenario político a Petro y Fajardo, como hombres a vencer por las mujeres, es un mensaje peligroso que despolitiza el debate sobre la situación del país porque no toma en consideración lo que cada uno representa.
Y aunque, si bien es cierto Francia Márquez ha sido crítica y marcado su distanciamiento de Fajardo, por otro lado, Angela Robledo justifica estar junto a él en coalición, mientras algunos sectores del feminismo omiten este debate y centran su atención solo en presentar dos candidaturas que reivindican la agenda de las luchas feministas.
Existen diferencias, pero prima la defensa de la vida
Cuando de pensar en una candidatura a la presidencia se trata, hay dos factores mínimos a ser considerados: el primero, la propuesta política de país y sociedad, y lo segundo, una cuestión matemática, de ojo frío y calculador, es decir, cuánta votación se puede llegar a obtener.
El problema aquí radica en lo segundo, porque tanto Francia como Ángela María, como candidatas alternativas, tienen luchas sociales y acumulados importantes en su vida política, sin embargo, ello no tiene grado de comparación frente al acumulado y posicionamiento ganado por Gustavo Petro en el imaginario de la sociedad, tanto así que es un candidato fácilmente identificable por cualquier persona en la tienda de cualquier esquina de barrio, algo que no ocurre en igual medida con las dos candidatas feministas.
Lo anterior es fundamental al momento de realizar un análisis, puesto que es donde la izquierda ha fallado históricamente. Y cuando nos referimos a fallar, hacemos alusión a los desaciertos cuando de posicionar un candidato o candidata se trata, sin tener clara una propuesta de propaganda que impacte, que genere recordación en la población y le permita identificarse en una persona a quien se le delegó ser vocero o vocera de un proyecto político.
En el caso de Petro, la recordación en la población es un hecho de contundencia, esto debido, entre otras cuestiones, a dos décadas de figurar en la discusión nacional en medios de comunicación, a su experiencia constatada de llenar plazas públicas y posicionamiento en redes sociales, y a su creciente grado de controversialidad creado por los mismos medios de comunicación que ferozmente le atacan y nunca salen victoriosos.
Es en este punto donde no se puede improvisar si ya existe una candidatura alternativa con amplias posibilidades de lograr la presidencia. Lanzar otras candidaturas, a la espera de recoger resultados en el camino, resulta un desacierto que puede posicionar un nombre, un sector en particular durante una campaña electoral, pero que resta a un proceso y una necesidad más amplia que requiere sumar fuerzas contra la ultraderecha que desangra al país.
Existen diferencias con Petro. Y Francia y Ángela no son las únicas personas que las tienen. Muchas y muchos también las tenemos. No obstante, sabemos que detener el desangre del país está por encima de nuestra “pulcritud” ideológica que nos lleva a realizar una mala lectura de la realidad del país, por lo menos, en lo electoral, ubicando en primer lugar un ego ideológico o sectorial que nos enceguece.
También sabemos que con Petro en la presidencia el desangre del país no se detendrá de un momento a otro, pero sí propiciará mejores espacios para defender la vida y fortalecer el movimiento social colombiano. El no pensar en ello sería repetir el desenlace fatal producto de quienes promovieron el voto en blanco en las pasadas elecciones a la presidencia, dando ventaja a la ultraderecha que continuó con su política de hambre, saqueo y muerte para el pueblo.
El voto en blanco fue un victimario más. Y quienes lo promovieron con pleno conocimiento de causa, entre los que se destacan Jorge Robledo y Sergio Fajardo, hoy candidatos de la Coalición de la Esperanza, con algún grado de responsabilidad tienen sus manos manchadas de la sangre y el hambre que trajo la mafia que se enquistó en el poder.
Acompañar la candidatura de Petro representa hacerlo a pesar de nuestras diferencias, porque la vida lo reclama en momentos de barbarie, entendiendo que es la única posibilidad real de llegar a la presidencia, sin otorgar ventajas con discursos de otras candidaturas que, a veces sin saberlo, crean fracturas, envían mensajes confusos, y ponen en riesgo el resultado electoral que requiere el país.
Es por ello que algunos procesos de mujeres y género también le apuestan a la candidatura de Gustavo Petro, entre éstos se encuentra Feministas y Plebeyas que, sin abandonar las contradicciones y críticas que tienen al interior de sus movimientos como Colombia Humana, saben que en este momento prima asegurar espacios para defensa de la vida y construcción de otro tipo de sociedad.