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Poemas desde el Sur de Chile

Canto deshuesado

Fuentes: Rebelión

1     A los ríos que dejaron sus pechos en el mar, a la tierra de mejillas prolongadas como tripas, a la piedra madura que besa viento y camino, a las montañas maternales, a la flora y fauna decapitada por manos sangrientas, a los volcanes reprimidos, a la lluvia inconsecuente de los bosques y ciudades, a […]

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     A los ríos que dejaron sus pechos en el mar, a la tierra de mejillas prolongadas como tripas, a la piedra madura que besa viento y camino, a las montañas maternales, a la flora y fauna decapitada por manos sangrientas, a los volcanes reprimidos, a la lluvia inconsecuente de los bosques y ciudades, a las aves, con sus maletas y sus alas, a los desiertos enemigos del agua pura, al vino que incendia la garganta del pueblo, a los hielos de entrañas frías y secretas, a los valles, a los cóndores, a todo lo que es parte de mí y de mi poesía, a ellos levanto mi lápiz, a ellos dedico la semilla de la noche, mi soledad de araña que cae sobre la patria y sobre cada palabra que sale a mi paso, mi voz enamorada de la primera y última gota de mis hermanos, mis labios color de fruta, mis venas acariciadas por el sueño salvaje, mi agonía incesante y profunda, mi religión de aullidos desatados, mi juventud sonora y definitiva. A ellos levanto mi puño como una bandera, a ellos dedico el  calor de esta brasa, de esta lágrima de Dios llamada Chile.

2
     Cuando llegó el invierno a Chile, miles de pájaros volaron con la primera lluvia, estaban asustados entre la sombra y la muerte, y prefirieron emigrar con sus vidas hacia otras vidas. Tomaron el primer avión desesperados, se arrojaron a los muelles persiguiendo barcos, cruzaron las montañas huyendo de las lanzas, y dejaron atrás la patria y a los herederos del hambre. Algunos no despegaron jamás, les arrancaron las alas en el intento y la lucha, desaparecieron con nombre y apellido bajo los árboles de hierro, los encerraron en jaulas por especies, y cuando años después los encontraron tenían la caricia del cuervo entre sus plumas. Los otros, los perseguidos, los pájaros del pueblo que lograron atravesar la muerte, debieron acostumbrarse a volar de otra manera, a sentir de otra manera, a respirar de otra manera. La tierra ajena los había recibido, la tierra amiga los invitaba a su mesa a compartir el pan y sus dolores. Muchos incluso en la agonía soñaron con ver la patria   por última vez, pero la patria también agonizaba, había querido volar con sus alas rotas.

3 a Víctor Jara
     Más allá de la guitarra están las manos separadas de la patria, un sonido de alas que arde y quema mis zapatos, una invitación a orinar sobre la tierra con la semilla pura del canto. Más allá de la guitarra la sangre dibuja una música violenta y la cabeza del cantor se llena de agujeros y de besos con olor a muerte. Más allá de la guitarra los caminos lloran, la lluvia llora y cae de rodillas porque el hijo de la tierra no completará sus pasos. Más allá de la guitarra, más allá del estallido que apagó los corazones, más allá de este poema y con la herida inolvidable de un tiempo inolvidable, los ojos buscan a Víctor, más allá de la guitarra y de la patria.

4
     ¿Quién escribirá este dolor? ¿Quién destapará los gritos enumerándolos? ¿Quién se atreverá a hacerlo? Porque si nadie se ofrece yo estoy dispuesto a correr el riesgo. Pero qué puedo decir si hay tanto de qué hablar, son tantos los rostros que jamás amanecieron, tantos los ojos rotos. Esa mujer me pregunta si lo he visto, ese anciano me pregunta si lo he visto. Y yo, qué puedo decir, si me veo en una calle herido, si me veo en el fondo del mar o en una fosa o torturado o suplicando, qué puedo decir si estoy bajo la tierra y me desmigo. Que sea otro quien escriba este dolor, que sea otro el que se vista de negro, el que corte las flores, el que enloquezca; yo solamente enterraré a los muertos.

5
     No levantes esa piedra porque verás muchos zapatos, no respires bajo el mar porque hallarás los cordones y las suelas, no te cuelgues de los árboles o de los techos o de la noche, apilarás ceniza y sangre entre tus dedos, no trajines la tierra, no escupas sobre la saliva descuartizada y seca, no sumerjas la cabeza en un desierto, no llores, no asesines. La patria es más profunda que el agua, más genital y profunda. Es una larga lanza atravesada por montañas, cauces y edificios, atravesada por vivos y por muertos. En cada parque crecerá una flor con cicatrices, en cada río nacerán peces que llegarán al mar con ecos y tambores, en cada casa escucharás murmullos, en cada calle un grito, en cada puerta que se abra una estocada que conoces. Y verás bajo esta tierra, bajo esta lanza desgarrada y rota, toda la sangre de un pueblo, toda la sangre encendida de un corazón que renace, toda la sangre enterrada hecha victoria y canto.

6
     Mi pueblo tiene frío cada día del año, tiene hambre y sed y juventud. Mi pueblo es un pedazo de madera, de cama que no alcanza para cuatro o para ocho. Mi pueblo tiene lluvia y viento, tiene caras dibujadas con ceniza, tiene manos que aplauden para no morirse. Mi pueblo no tiene nombre, no tiene edad ni edades, no tiene calles ni sonrisas. Mi pueblo no tiene Dios, la levadura y la sal vencieron a los santos, el agua de los grifos fue más pura que una iglesia. Mi pueblo es un resumen del amor cansado, es una biografía sin orillas ni rincones, un cadáver reciente, una copa que jamás será llenada. Mi pueblo tiene niños que parecen ancianos y ancianos que se robaron los años, tiene mujeres con ojos apagados y hombres cortados por la mitad. Mi pueblo tiene árboles sin troncos y sin hojas, tiene rosas que cambiaron su color por un kilo de pan. Mi pueblo es una herida en el tiempo, una guitarra enferma y sorda y muda, una canción de nombres definitivamente tristes, definitivamente amargos, definitivamente olvidados en el gran sueño de la vida.



Mario Meléndez (Linares, 1971). Estudió Periodismo en la Universidad La República de Santiago. Entre sus libros figuran: «Autocultura y juicio», «Apuntes para una leyenda» y «Vuelo subterráneo». Actualmente trabaja en el proyecto «Fiestas del Libro Itinerante», y preside la Sociedad de Escritores de Chile, región del Maule.