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Carlos Alonso Lucio: el lado más oscuro de la galería de los conversos colombianos

Fuentes: Rebelión

«El converso se mira en el espejo de la lucidez. En nuestros días, aunque tenga un origen religioso, el término ‘converso’ identifica también a los profesionales del oportunismo político que han cambiado de ideología, no a consecuencia de la evolución personal y de la experiencia, sino del cálculo». Así empieza Higinio Polo (en El Topo […]

«El converso se mira en el espejo de la lucidez. En nuestros días, aunque tenga un origen religioso, el término ‘converso’ identifica también a los profesionales del oportunismo político que han cambiado de ideología, no a consecuencia de la evolución personal y de la experiencia, sino del cálculo». Así empieza Higinio Polo (en El Topo y Rebelión.org) su reciente artículo titulado La lucidez del converso, ofreciéndonos un importante recuento de quienes a través de la historia han pasado a ser parte de la ideología que antes combatían y que ahora fungen de nuevos escuderos de la clase dominante mundial y nacional.

El converso vive un proceso de catarsis intentando purificar y limpiar su pasado, pero cuando mas llega a ser un ‘charlatán ideológico’,( Petras, «Neoliberalismo y política de clases en América Latina», en Rebelión. org) practicante de un estilo de retórica que le asigna, si resulta ser buen calculador y oportunista, un rinconcito en la pirámide de clases. Sirve al poder como punta de lanza contra sus amigos de juventud, las ideas políticas y la visión del mundo que estos siguen defendiendo. No gana mas valor agregado su currículo personal, sino mas miseria su pobre conciencia perversa.
Higinio Polo nos recuerda en su escrito esa frase tormentosa que, como la voz del padre de Hamlet, persigue al converso a todas partes donde va a deshacerse de su pasado, expresando su nueva fe como un acto de confesión: quien a los veinte años no es comunista es porque no tiene corazón, y quien lo es a los cuarenta es porque no tiene cabeza. No consigue como Hamlet romper el tormento asesinando a su tío y padrastro, asesino de su padre, sino formando parte de las huestes que fueron y son los verdugos de sus hermanos y hermanas que lucharon y luchan por una sociedad donde la justicia no sea privilegio y monopolio de una minoría, sino la realización digna y plena de la vida para la mayoría excluida. Incluso si para defender dicha visión y modelo de sociedad alternativa a la capitalista, los pueblos decidan hacer uso de la violencia revolucionaria. La lucha por la soberanía e independencia de los pueblos, también eran hasta hace poco valores y banderas políticas de los conversos.

Carlos Alonso Lucio, quien aparece hoy en los Medios como el ‘oído’ y asesor jurídico del paramilitarismo, es el último en la galería de los conversos en Colombia. Dicen que ha comprendido bien el momento histórico del país y la coyuntura. Al menos a su manera. Bajo su nueva máscara haciendo de ‘oído’ del paramilitarismo, en su carrera hacia un escalafón más en la pirámide del (viejo) poder, se esconde su pusilanimidad a la manera del más vulgar oportunismo político y del calculo. Ex miembro del M-19 ( guerrilla socialdemócrata y nacionalista que nació después que la burguesía bipartidista robara las elecciones en 1974 a Rojas Pinilla, la cual luego de un proceso de tácticas guerrillas que fracasaron, desaparición de su dirigencia histórica, Jaime Bateman por accidente de avión, Alvaro Fayad asesinado en Bogotá, Ivan Marino Ospina asesinado en Cali, Carlos Toledo Plata y la perdida del numeroso grupo de cuadros que murieron en la toma al Palacio de Justicia en 1985, finalizó existencia como guerrilla cuando se desmovilizó en 1990, luego participando de la Asamblea Nacional constituyente de 1991, en cabeza de Antonio Navarro y Carlos Pizarro, quien fue asesinado en 1992 cuando era candidato presidencial, Carlos Alonso Lucio, Gustavo Petro, etc.) llegó a ser representante a la Cámara, fue abogado defensor de Ernesto Samper, ex presidente juzgado por el caso 8.000, (mafia, dineros del narcotráfico para su elección, corrupción, etc.) tuvo que refugiarse en Cuba acusado por la derecha de estafa y falsa denuncia, regresó al país, hasta que en un intento de intercambio de prisioneros con los paramilitares (al parecer haciendo de mediador entre el ELN y estos) fue secuestrado por Carlos Castaño, sufre el síndrome de Ralito en lugar del de Estocolmo, estuvo en la cárcel, da su primer paso al cristianismo, hasta finalmente convertirse hoy en el ‘asesor’ y ‘oído’ de los paramilitares en las negociaciones con el gobierno de Álvaro Uribe.

Carlos Alonso Lucio goza, como vemos, del pasado ‘indispensable’ (Joaquín Villalobos, ex comunista y ex comandante guerrillero del Salvador en los 80s. es el otro gran icono de los conversos, y tal vez el más cínico como afirma Higinio Polo) que lo coloca en el escalón para ingresar a la galería de conversos que llenan los salones de los palacios y ministerios de Colombia. Encaja bien en la galería del establishment, en la corte que hoy acompaña al presidente Álvaro Uribe y a Luis Carlos Restrepo, comisionado del presidente en los diálogos con sus hermanos ideológicos, los narcoparamilitares. Diálogo del yo burgués con el yo narcoterrateniente, entre hermanos de sangre y clase con el cual pretenden convencernos que es un paso más hacia la paz en el país. Pero que en el fondo tiene como objetivo, entre otros, la legalización de la expropiación de tierras de cientos de miles de campesinos que fueron desplazados por la fuerza y hoy se apilan por millones en los cinturones de miseria de las ciudades, cubrir con el manto del perdón y la impunidad los crímenes de estos verdugos de la motosierra, y finalmente premiarlos por sus servicios al estado de clases y los narcoterratenientes. Han sido utilizados como los cruzados anticomunistas cuando el fantasma que recorría el mundo era este, ejecutores inescrupulosos de la estrategia contrainsurgente que el imperialismo ha diseñado para contener la oposición del movimiento popular y la rebelión armada en Colombia.

¿Cuál es la propuesta del converso Lucio? Que los 20.000 paramilitares que dicen estar bajo las órdenes de los Mancuso, ‘Don Berna’, Báez, ‘Jorge 40’ y compañía pasen directamente a las Fuerzas Armadas colombianas. ¿Perversión o lucidez? ¿No ha estado acaso la soldadesca paramilitar indirectamente bajo la guía y dirección del comando del ejército colombiano y de los asesores militares estadounidenses (500 reconocidos por el Pentágono mismo)? ¿Acaso no sabemos que esos 20.000 mercenarios pagados por narcos, terratenientes, grandes burgueses e industriales son el machete, la motosierra y el gatillo de las clases dominantes en Colombia? ¿Acaso no sabemos que Estados Unidos los ha utilizado como caballitos de batalla contrainsurgente, no solo en Colombia sino en toda guerra contrainsurgente? ¿Ejemplos? Nicaragua, Salvador, Guatemala, Perú, etc.

Pero perversión no es irracionalidad. Da la impresión de serlo en un país donde la política de las armas ha reemplazado hace muchos años la lucha de las ideas. Da la apariencia de serlo en una sociedad donde quienes tienen el monopolio del poder y las armas ni al sindicalista, profesor, o trabajadora social se le respeta como adversario ideológico. Por el contrario, se le asesina impunemente en una calle o en un camino. Y sin caer en la tentación de aceptarlo abiertamente, maquiavelitos, presidente y mando del ejército colombiano, salieron a rechazar la propuesta del converso Lucio. La rechazan por razones de fina y delicada política, principitos. No es necesario proponer que la soldadesca paramilitar se integre a las fuerzas armadas colombianas, cuando ya han actuado bajo su comando, guía y protección. Eran y siguen siendo una fuerza de avanzada en la lucha contrainsurgente, en la guerra sucia que golpea diariamente al movimiento político y de oposición, los sindicatos, las organizaciones populares y sus dirigentes, campesinos, obreros, estudiantes, indígenas, etc.

Perversamente, aunque bajo el lenguaje de un ‘charlatán ideológico’ afirma Lucio en una entrevista ante una afirmación de un periodista de la revista Semana.

Periodista: Pero el gobierno ha dicho que puede garantizar la seguridad en regiones.

Carlos Lucio: A corto plazo no es posible. No hay presupuesto. Hay escasez de pie de fuerza. El Estado tiene a sus hombres concentrados en la ofensiva contra las guerrillas y aun para eso se ve a gatas en la actualidad. Piense Usted que el Plan Patriota es una ofensiva con 15.000 hombres en un territorio inexpugnable, frente a la guerrilla más curtida de América Latina. Para derrotar a la guerrilla en El Salvador, que es un territorio de praderas del tamaño de un solo departamento colombiano, se hizo una ofensiva parecida y se requirieron más de 40.000 hombres. ¿De dónde va entonces a sacar el Ejército colombiano 20.000 hombres para reemplazar a las autodefensas?

Vamos a tratar de descifrar lo que propone Lucio en su nuevo traje de charlatán. En esto nos ayudará un experto internacional sobre lucha antiterrorista. En un ensayo que acaba de publicar El Pais (Domingo 31 de Octubre 2004) titulado Estados Unidos, un nuevo rumbo, plantea Richard Clarke (uno de los principales asesores y consejero de política antiterrorista de Clinton y Bus) los cambios en la política antiterrorista que debe asumir quien gane las elecciones de los Estados Unidos. No obstante el autor se refiere a la lucha contra la verdadera amenaza, la cual «no es el terrorismo, ni siquiera todas las organizaciones terroristas, sino los terroristas de la yihad, que pretenden secuestrar el Islam y emplear la violencia para sustituir los gobiernos actuales por teocracias no democráticas», propone la siguiente herramienta para «eliminar la amenaza más inmediata». Aconseja nuestro amigo Clarke, entre otros: «…ampliar, en el ejército estadounidense, las fuerzas de operaciones especiales dedicadas a actividades antiterroristas, así como suministrarles el apoyo de una organización militar con presencia encubierta en otros países. El ejército debe modificar sus medios y modificar sus métodos para permitir pequeñas unidades de las fuerzas especiales que actúen contra los terroristas».
El Pentágono reconoce una presencia de más de 500 «asesores» militares en Colombia, que «apoyan» al ejército colombiano en la lucha antiterrorista. El paramilitarismo hace parte de las operaciones especiales de la llamada lucha antiterrorista. Y los dirige esta fuerza de 500 militares estadounidenses, que en Colombia no tiene nada de «encubierta».
Lo que dice Lucio lúcidamente lo entendemos mejor a partir de lo que el gran guru Richard A. Clarke, propone a nivel global. No es sino contrastar lo que propone el consejero de la elite dominante mundial con lo que propone el ‘charlatán ideológico’ criollo. Como entenderíamos también mejor por qué sus «consejos» al presidente de Colombia y al mando del ejército no consiguen el estatus y valor de los que aportan a diario los más de 500 militares estadounidenses, como tampoco logran acogida sus valoraciones perversas sobre cómo podría triunfar el Plan Patriota, versión actualizada del Plan Colombia, sobre la insurgencia. Por cosas de la ironía y del buen o mal calculo del perverso converso, Joaquín Villalobos tiene más estatus ante Uribe y el mando del ejército colombiano. Los viene ‘asesorando’ desde que renegó y se pasó al amo del poder que combatió. No obstante el más cínico de todos los conversos, en palabras de Higinio Polo, tampoco han servido sus experiencias ni sus conocimientos como ex comandante guerrillero y ex comunista para acertar en la fórmula que destruya los últimos bastiones de lucha, resistencia y dignidad en Colombia y el continente. Carlos Alonso Lucio ocupa un lugar en la galería de los conversos por debajo del cinismo que caracteriza a Villalobos. Por más que traten de mirarse en el espejo de la lucidez, no consiguen ver reflejada mas que su impotencia e incapacidad. Aunque consigan decantarse hacia el lado donde esta hoy el caballo ganador, termina espantando, a través de la historia, con su pobre alma perversa.

«Es sabido que el converso tiende al extremismo, que alardea de su nueva fe, demoniza a sus antiguos compañeros, pero no lo hace por especial maldad, sino por necesidad, por discernimiento: quiere, así, hacerse perdonar sus orígenes. La mayoría, lo consigue,» nos dice Higinio Polo. No sabemos si Alonso Lucio lo consiga. Su propuesta no tiene de lucidez, sino de perversa. Por eso su paso a la conversión lo dio en el vacío. Nació más como charlatán ideológico, en la acepción de J. Petras, que como lúcido converso en la de Higinio Polo. Como converso de baja categoría ha pasado al rincón abandonado de la galería de los colombianos. Que no es pequeña.