Ha desencarnado una poeta de raza: «Que lo que quiero es quedarme tranquila,/ dormir mis nueve horas cada noche/ y que nadie repare en mi existencia», es lo que decía Carmen Jodra Davó (Madrid, 1980), quien gustaba de citar a Wilde : «Los elegidos son aquellos para quienes las cosas bellas sólo significan belleza». Y […]
Ha desencarnado una poeta de raza: «Que lo que quiero es quedarme tranquila,/ dormir mis nueve horas cada noche/ y que nadie repare en mi existencia», es lo que decía Carmen Jodra Davó (Madrid, 1980), quien gustaba de citar a Wilde : «Los elegidos son aquellos para quienes las cosas bellas sólo significan belleza». Y es que Carmen tenía las cosas muy claras respecto a la poesía, solo hay que leerla y no solo en Las moras agraces (Hiperión, 1999), que también, y Rincones sucios (La Bella Varsovia, 2004 y 2011) y diversas antologías, como Aldea Poética II (Opera Prima, 2000), en la que me sentí feliz de aparecer: pues uno se siente feliz de ser contemporáneo de Carmen Jodra Davó y leerla, y Veinticinco poetas españoles jóvenes (Hiperión, 2003), entre otras muchas antologías.
Hay que leer esta poesía sencilla, transparente, casi franciscana, con un lenguaje culto: se formó en Clásicas. Su poesía es mitología de ayer para hoy y quien como Shakespeare , ambos privilegiados, Jodra Davó supo crear y plasmar aquella belleza generada por la tensión creativa de la poesía, que enfrentada al espejo de su propia existencia, nos ofrecía y ofrece como poeta una muestra magnífica del genio humano.
Ha sido una poeta poco común, reivindicaba el realismo y no los ideales inaccesibles, de y en nuestras letras, ya que leía y leía y sabía leer: voraz lectora a decir de todos los que la conocieron, y se notan en sus versos esas sus lecturas. Versos que asumen en el poema la tradición literaria que nos precede, pero que una vez conocida le servía para experimentar desde la socarronería más castiza: hastío incluido, ante esta vida que le toco en suerte, ese «cristal que cantaron los poetas».
Siempre creí que esta poeta estaba marcada por el signo de Caín , dotada de una sensibilidad especial para las artes, las letras en este caso, pues dominaba el lenguaje, sus poemas conmovedores son un pulso al mismo lenguaje, son un batirse el cobre en cada poema. E inteligente ella, sabía aprovechar todos sus recursos y sin duda alguna, fue la gran amante de la literatura universal: melancolía, hastío de juventud, soledad, incomprensión, abandono, muerte, estar al margen de la soledad y todo en y con unas estructuras tradicionales, encofrado poético; y lo que más me llamaba la atención eran esos guiños a las formas y gestos clásicos habidos y por haber. Qué poderío de imágenes, de metáforas, de romanticismo, de paisajes y qué plasticidad. Lo sé bien desde la tristeza del momento. Posiblemente la poeta más grande de nuestros días, dotada de una asombrosa capacidad de expresión. Una riqueza espontánea de imágenes: «Desolada la niña que perdió su violeta,/ no la consuelan cintas, lápices de colores».
No me queda más, en estos apresurados apuntes, que dar las gracias a esta poeta, Carmen Jodra Davó por escribir y esperar que sus versos sean leídos por doquier, pues como ya he dicho muchas veces, más de las que quisiera recordar, no creo que exista mejor homenaje que leer: y leer sus versos: por una vez, y aunque solo fuese por una vez, los y las jóvenes poetas deberían leer a esta otra poeta: «-La tierra está mojada y huele a tierra/ bajo su peso. Han roto los cristales/ en su sangre, violado los umbrales/ del templo y saqueado cuanto encierra». (Ayer fue Jordi Royo hoy Carmen Jodra Davó, los poetas no se van solos).
Fuente: http://www.librujula.com/actualidad/2489-carmen-jodra-la-poesia-esta-de-luto