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A propósito de su escrito "Los trabajadores y la revolución"

Carta a James Petras

Fuentes: Rebelión

PROLOGO*He de reconocer que dedico muy poco de mi tiempo, a la lectura de los numerosos escritos de los intelectuales y escritores englobados en la que se autoproclama izquierda revolucionaria, más o menos cercana (según ellos mismos) a las corrientes marxistas. Al margen de que pienso que K. Marx se sonrojaría ante tales desaventajados y […]

PROLOGO*

He de reconocer que dedico muy poco de mi tiempo, a la lectura de los numerosos escritos de los intelectuales y escritores englobados en la que se autoproclama izquierda revolucionaria, más o menos cercana (según ellos mismos) a las corrientes marxistas. Al margen de que pienso que K. Marx se sonrojaría ante tales desaventajados y malos copiadores, no lo hago, por la sencilla razón de que sus trabajos me aburren enormemente. No encuentro en ellos el más pequeño asomo de análisis riguroso de la realidad, ni la mas mínima pizca de un trabajo crítico elaborado en libertad y cientificidad, ni el menor indicio de una nueva aportación, por pequeña que sea, que abra nuevos caminos o nuevas vías de búsqueda de soluciones. No será porque no ocurran, sin embargo, en los albores del siglo XXI, hechos lo suficientemente diáfanos para que cualquier trabajador de las ciencias sociales no perciba los enormes cambios que se están produciendo en el mundo y el tortuoso laberinto en el que nos adentramos. Comprender estos cambios que son síntomas de una gran ruptura social con el pasado y vislumbrar en que dirección debe orientarse la acción de los seres humanos para que el futuro nos sea favorable, debería ser una tarea apremiante para cuantos crean que tienen algo que aportar.

Me asombra (con pesadumbre), su dedicación, sus largas horas de trabajo con la pluma, sus numerosas reuniones, charlas, conferencias o forums, sus contínuos viajes, su obstinación y tozudez, su buena fe que raya en la religiosidad (buena fe que no pongo en duda), su machoconería en seguir recitando una y mil vez las Biblias de sus profetas, las letanías de sus programas revolucionarios… Cualquier problema ya tiene escrita, para ustedes, su resolución; no hace falta buscar, investigar ni hurgar por nuevos caminos: solo precisa encontrar la página y la cita de Marx para encontrar la respuesta.

Siento mucho que detrás de todo este inmenso trabajo no vean ustedes, como decimos en habla castellana, tres en un burro. Se parecen a aquel abnegado investigador siempre encerrado en su laboratorio, pertinaz y laborioso, ajeno a los demás investigadores de su mismo campo, que tras años y años de trabajo no consigue el mas insignificante avance. ¡Qué perdida de tiempo diríamos con pesar¡

El mundo del pensamiento y de las ideas ancladas en el pasado frente al mundo de la vida real, tiene a veces (cuando aquel no es riguroso) una enorme diferencia. Mientras ustedes seguirán hablando como papagayos de Marx, Lenin, Gramsci, R.Luxemburgo, o Trostky (aún sin haberlos estudiado profundamente ni comprendido) como si nada sucediera desde entonces, les lleva a una espera estéril sin la menor incidencia en los acontecimientos cotidianos; el mundo de la vida real se transforma constantemente y cambia sin cesar. En el manda la realidad, la eficiencia, la constatación, la rigurosidad… ¡La sociedad no puede estar perdiendo el tiempo como ustedes¡

No estoy ni, mucho menos, contra el trabajo intelectual. Al contrario. Me seduce y asombra el trabajo de Marx aunque no me haya declarado marxista. Me seduce y asombra el trabajo de muchos hombres en diferentes periodos de la Historia y sobre todo el de los que se anticiparon a su propio época, los que nos abrieron puertas y facilitaron caminos aunque en su momento no fueron aceptados ni tampoco tuvieran un reconocimiento social. Más, de los que con su trabajo intentaron transformar el mundo que de los que solo trataron de explicarlo. Esta semana se ha hallado un manuscrito de 1924 de Einstein con uno de sus últimos grandes logros científicos no reconocidos hasta 1995 cuando Eric Cornell y Carl Wieman lograron experimentar y constatar la validez de las teorías de Einstein sobre la estructura monoatómica que alcanzan los gases sometidos a bajísimas temperaturas. Para ellos el premio Nobel de Física en el año 2001. Para Einstein un nuevo reconocimiento de su valía intelectual.

Pero, a mi, lo que me subleva son los parlanchines y bocazas. Entonces, me resisto a quedarme callado aunque para responder a sus desatinos deba volver a transitar por un viejo camino que sé perfectamente que no lleva a ninguna parte.

EL TRABAJO ASALARIADO.

Antes de empezar cualquier argumentación teórica usted debería primero tener claros los conceptos que usará: su significado. No se puede usar indistintamente según le convenga «clase obrera» o «trabajadores».

Sobre las clases trabajadoras y las clases ociosas, parasitarias y depredadoras se ha escrito extensamente. Pero la constatación de su existencia o su desaparición no es causal en sí misma para explicar los procesos históricos. En el periodo depredador de nuestra Historia todos los sistemas sociales se desarrollaron bajo distintas formas de explotación del trabajo humano, de la única acción que conocemos capaz de transformar nuestro entorno a favor de nuestras necesidades de vida y supervivencia, de la única actividad creadora e innovadora que nos diferencia de los otros seres vivos y que nos identifica como la especie inteligente.

Fueron trabajadores los primeros manipuladores de las piedras de sílex, los pobladores nómadas, los hombres tribales, los esclavos, los siervos, los artesanos, los obreros manufactureros, los campesinos,… Son trabajadores hoy los albañiles, los barrenderos, los arquitectos, los estudiantes , los investigadores, el informático o el artista… y si usted me apura le diré que también lo es el banquero (que comercia con la compra venta de dinero). Si existen en la sociedad del capital es porque todos ellos cumplen una función. Ya sea en la producción, en la circulación o en el intercambio de mercancías. Si no fuera así, no existirían.

Los continuos cambios en la manera de producir son los que han originado el surgimiento o el ocaso de clases y sectores sociales siempre en conflicto entre ellos para beneficiarse de las transformaciones de la sociedad. Su papel en los procesos económicos han determinado tanto su nacimiento como su defunción. En el capitalismo cualquier tipo de trabajo humano solo existe si es susceptible de convertirse en valor de cambio (aunque se llegue al absurdo de abrir agujeros en la tierra para luego taparlos). Cuando no lo es, va menguando hasta su total desaparición. Es el tipo de trabajo que se desvaloriza sin cesar, y con el desaparecen tanto la fuerza de trabajo que lo ejecutaba como las herramientas usadas para realizarlo. Supongo que de esto ya se habrá dado cuenta. El número de oficios, de trabajadores que los efectuaban y de las herramientas con las que eran realizadas que desaparecen es incontable. Todo ello desaparece, pero solo desaparece cuando sus sustitutos ya han alcan zado cierto grado de desarrollo.

Esta constatación que hasta ahora nos ha ayudado a comprender y explicar hechos históricos no puede circunscribirse solo a una concepción determinista y economicista de la Historia. Detrás de cada cambio en la manera de producir resta siempre un ser humano que continuará luchando por su supervivencia en el seno de la nueva sociedad que emerge. Detrás de cada cambio social se crean nuevos vínculos, nuevas necesidades, nuevas maneras de percibir el mundo, la vida, la cultura, los conceptos de la justicia, de la ética, de la moral… y con ellos se engendran a su vez nuevos sentimientos, deseos y sueños que a su vez provocan nuevos cambios apenas momentáneamente perceptibles, pero que dentro de un proceso general suponen alteraciones muy profundas en el pensamiento y en el comportamiento de la sociedad. La revolución burguesa se engendró a partir del siglo XIV… Hasta el siglo XX el mundo del dinero no ha llegado a alcanzar su pleno reinado en el comportamiento social.

De ello podríamos deducir que ahora nos encontramos en la apertura de un largo proceso de cambio social en donde mueren con mucha resistencia unas determinadas maneras de producir y nacen otras sin cesar; y que tales cambios, en periodos unos bruscos y violentos, en otros mas lentos y evolucionados, se corresponderán a su vez con auténticas alteraciones en el pensamiento y en el comportamiento social.

Pero, cuando nos referimos a «clase obrera» este concepto tiene otra significación.

El obrero industrial, el proletario (que no tiene otra propiedad que su prole) se desarrolla con la máquina de vapor, con el telar mecánico, con el convertidor de Bessemer, con el motor de explosión,… Pero el proletariado como clase no surge de las máquinas de vapor, ni de los telares, ni de las entrañas de la Naturaleza. Su nacimiento, su desarrollo y toda su existencia son la decantación histórica del proceso de la lucha de clases por un lado y del desarrollo de las fuerzas productivas por el otro. Es el triunfo absoluto de las clases burguesas con la apropiación de todos los medios de producción, la que determina la existencia de la mayoría de la sociedad bajo la condición de Proletarios. Quién olvida estos sencillos fundamentos, no tiene otra alternativa mas que situarse en el terreno de la colaboración, del pacto y de la alianza entre opresores y oprimidos, explotadores y explotados.

Capital y trabajo, burguesía y proletariado marcarán la lucha y el enfrentamiento político de los últimos trescientos años en el seno de lo que llamamos sistema capitalista. Su surgimiento provocó el ocaso de viejas maneras de producir, de las clases sociales que nacieron con ellas, con la forma de propiedad en la que se desarrolló y con el tipo de apropiación del trabajo humano que correspondió: el trabajo servil.

Para usted la «clase obrera» sigue estando en una posición central en el proceso de producción y es por eso fundamentalmente que tiene determinado su potencial revolucionario. No para paralizar el sistema capitalista (carácter destructivo), como usted dice, sino, permítame corregirle, como el embrión germinador de una nueva sociedad (característica constructiva). Solamente bajo una característica constructiva se puede hablar de una clase o de un sector como revolucionario.

Si fuera así, debería explicarme como es que los esclavos y los siervos, que estuvieron también en una posición central en el proceso de producción esclavista y feudal respectivamente, no fueron ningún embrión germinador de ninguna nueva sociedad. Desaparecieron de la mano de sus propios antagonistas. Amo y esclavo, señor feudal y siervo, no dieron nacimiento a ninguna nueva sociedad: la Historia los eliminó al mismo tiempo.

En ningún caso, sin embargo, tampoco fue decisivo el cambio en la forma de apropiación del trabajo humano (esclavo o servil) en la desaparición de un sistema y el surgimiento de otro. Si lo fue, de manera concluyente, el cambio en las relaciones de PROPIEDAD. Tanto es así que hoy, por ejemplo, no podemos hablar de la perpetuación del capitalismo en base a la explotación del trabajo en su forma «asalariada» (que sería teóricamente la forma que le correspondería), cuando en realidad estamos asistiendo a la generalización de formas mucho mas cercanas a las esclavistas (dos dólares para la subsistencia) o las serviles (prestación de servicios). Por lo tanto, hemos de definir el sistema capitalista fundamentalmente solo como el sistema en el que las relaciones de propiedad siguen siendo los de la apropiación privada de otros medios de producción distintos a los anteriores. Es decir como la continuación de otros sistemas depredadores.



Lo que la Historia nunca pudo eliminar ha sido la lucha y la rebeldía tanto de las clases sociales que tuvieron una posición central en cualquier sistema económico como la de otros muchos grupos sociales (determinados también por sus diferentes lugares o posiciones que ocuparon en los sistemas productivos). Los seres humanos, mas allá de nuestra posición de clase, de los objetivos o de las herencias históricas que ustedes, los intelectuales, nos quieran dar, siempre hemos defendido con uñas y dientes nuestra propia supervivencia y la de nuestra prole. La lucha de la clase obrera tiene en sí misma un inmenso valor intrínseco más allá del potencial revolucionario o no que se le quiera dar. La rebeldía es un atributo de la propia condición humana. La sumisión solo es un pesado encadenamiento que nos ofrecen los dioses y los tiranos.



Si usted fuera consecuente con su discurso, debería hoy hablar de los sectores implicados en la Ciencia y la investigación como clase revolucionaria puesto que ellos ocupan con claridad indiscutible una posición central e importantísima en el sistema económico capitalista y por ende negar cualquier potencialidad revolucionaria a un sin fin de sectores desahuciados y excluidos de la producción, a millones de hombres y mujeres desempleados, sin tierra, sin medios de supervivencia, sin apenas posibilidades de vender su fuerza de trabajo ni tan solo por dos o tres dólares al día, y también negarla a millones de hombres y mujeres trabajadores que agotan su vida entre el desánimo y el desinterés cotidiano en innumerables tareas absolutamente sin sentido, absurdas, ineficaces e improductivas, a cambio de una salario de supervivencia y sin mas esperanza que algún día acertarán en algún juego de azar para librase de un trabajo que tiene muy poco de creador y mucho de trabajo forzado.

Tal consideración sería consecuente. Pero la posesión de los conocimientos (bajo la forma general de las Patentes y situados en el centro neuralgico de la valorización del Capital) ,no desencadena de la condición asalariada a los trabajadores del conocimiento.

Si leyéramos los primeros párrafos de cualquier contrato laboral que deben firmar estos investigadores o científicos nos daríamos perfectamente cuenta de su condición de «mano de obra científica» (fuerza de trabajo del conocimiento) igualmente explotada y desposeída como lo es cualquier otro trabajador: «Cualquier nuevo conocimiento que se lograra, tanto referido a los procesos para su obtención, métodos, o circunstancias específicas en la investigación, como en los resultados parciales o totales de su logro… son propiedad exclusiva de la Empresa y no pueden ser dados a conocer sin su previa autorización, ni mucho menos usados en beneficio distinto al interés de la Empresa…»

Es decir lo que podríamos llamar fuerzas revolucionarias en el sentido de fuerzas capaces de desarrollar actividades dirigidas al mejoramiento de las condiciones de los seres humanos y a la resolución más eficaz y positiva de los problemas, se convierten en el seno de la sociedad capitalista en meros instrumentos de acortamiento del tiempo de circulación del Capital en su objetivo de revalorización y acumulación, y hasta para muchos, como fuerzas «mercenarias» al servicio de un poder cada vez mas controlador y militarista.

Sería también consecuente con su discurso si considerara al Capital financiero en una posición central en el proceso de producción capitalista. No, no sería ninguna aberración. El dinero, la mercancía universal común en la que se transforman todas las mercancías, las actividades y las relaciones de producción es en realidad el resultado final de un gran proceso de acumulación del trabajo humano apropiado. Recursos, conocimientos, herramientas, fuerzas de trabajo y riquezas acumuladas. Su fuerza «aplicada» a cualquier actividad productiva puede mover montañas. Cuando «huye» de ella representa la crisis, la miseria y el estancamiento. Cuando se «convierte» en tesoro, incumpliendo la meta de su revalorización, solo sirve como decorado de los privilegiados. Cuando se «retira» de la actividad productiva y se juega en las mesas del gran casino capitalista (el mercado bursátil) solo cambia de mano: unos muchos pierden y otros pocos ganan, pero la sociedad constructora se paraliza. C uando se «malbarata», se funde y desaparece como una hoja fina de latón al contacto con el fuego: lo que se malbarata en realidad son los enormes esfuerzos y logros de la sociedad trabajadora. ¡Oh Capital financiero¡ ¿porque estás considerado como el diablo cuando has alcanzado la cima más alta del poder omnímodo solo reconocido a los dioses?

Usted entendió mal a K.Marx y seguramente leyó de él solamente la segunda parte del Manifiesto Comunista («Proletarios y Comunistas»). Lo siento mucho porque esta segunda parte es la que merecería la crítica más rigurosa a su extenso trabajo intelectual.

Marx no situó a la clase obrera como clase revolucionaria fundamentalmente por su posición central en la producción capitalista. Es más, anticipó su declive y su desvalorización como fuerza de trabajo (su inestabilidad y precariedad) en la medida de que avanzara el perfeccionamiento de la maquinaria y de que las crisis capitalistas se agudizaran.

(Respecto al perfeccionamiento de la maquinaria está claro de que Marx no alcanzó a comprender hasta qué punto este llegaría a alcanzar la propia sustitución del trabajo del obrero. Robots que pueden cambiar herramientas cada 42 segundos para adaptarse a diferentes diseños de fabricación, unidades robotizadas que pueden construir totalmente un vehículo en menos de 28 horas -Toyota en su factoría en EEUU-…

Las dificultades del Capital para revalorizarse -que no disminuya su tasa de beneficios- le obliga inevitablemente al consumo de la fuerza de trabajo cada día más precarizada y desvalorizada. Las inversiones de Capital en China, la India o en los países del Este son una prueba de ello).

Marx, la situó como tal en función de que era la clase más obligada y mas necesitada a luchar por la abolición de las relaciones de propiedad. Mientras otros sectores sociales pueden ver en el acceso a la propiedad una posibilidad de supervivencia, para la clase sin propiedad alguna y sin posibilidad de acceso a ella su desencadenamiento a la explotación solo puede realizarse en una sociedad en donde queden abolidas tales relaciones.

Si usted asumiera mínimamente estas consideraciones entendería muy bien como hoy en un periodo de máxima concentración de la propiedad son muchos los sectores sociales excluidos ya definitivamente de tal acceso. Sectores sociales ayer pujantes y hoy, podríamos decir, que asalariados o proletarizados. Sectores que no podrán sobrevivir en una sociedad en donde imperen las relaciones de propiedad en la que ya nunca más podrán tener acceso a ella, y si acaso la tuvieron alguna vez o aún la conservan, la perderán. Innumerables sectores que se sumarán a un proyecto social incivilizatorio en donde se irán derrumbando las mas elementales bases de lo que hasta ahora entendemos por vida social organizada.

Las revoluciones industriales y la extensión de la propiedad privada sobre estos nuevos medios de producción provocaron una enorme transformación social. Fue una revolución. Miles de trabajadores pasaron de la servidumbre a la propiedad de la tierra; los artesanos se convirtieron en maestros de taller y en pequeños burgueses industriales; la nobleza, antes vasalla, se constituyó en burguesía comercial, industrial o financiera; millones de siervos pasaron a engrosar las filas del proletariado fabril huyendo de una servidumbre que solo les auguraba miseria y desolación.

Esta fue la gran revolución que arrasó el viejo orden feudal y que tras su generalización y desarrollo ha alcanzado hoy la decrepitud. Si analizamos las entrañas de su propio desarrollo vemos que la generalización de la propiedad privada sobre los medios de producción nos señala su grado de crecimiento, y la concentración de la propiedad nos mide el de su agotamiento. Sea privada o estatal, el grado de concentración de la propiedad en esta fase imperialista es indiscutible. (En las postrimerías del viejo régimen feudal, en Francia por ejemplo, el clero poseía más de la sexta parte de las tierras de cultivo. La concentración de la propiedad sobre la tierra nos puede dar la medida exacta del periodo de agotamiento y derrumbe del sistema feudal).

Todo este colosal embrollo que usted escribe respecto a los trabajadores, a la clase obrera (revolucionaria a veces y contrarrevolucionaria otras), a las clases campesinas, desempleadas, populares, huelguistas, cocaleras… a los parados o trabajadores informales o ex-trabajadores o trabajadores absentistas… a los obreros asalariados en los campos, o a los movimientos sindicalistas o indígenas, o a las masas campesinas… merecerían estar en el libro Guiness de los desatinos intelectuales. Su miopía la convierte en ignorante histórico.

Y como siempre, está usted tan seguro de tal tarea histórica y de tal vanguardia revolucionaria, que termina hablando, como todos los progresistas de izquierda, reformadores y numerosos sátrapas, de los «polos de clase», «centralismo de clase», de los «papeles catalizadores», de «grupos coaligados», de coaliciones y de alianzas.

Si usted entendiera bien de que de lo único que se trata es de cambiar las relaciones de propiedad (ESTE ES EL UNICO ASPECTO QUE DETERMINA UN CAMBIO REVOLUCIONARIO) se ahorraría perder tanto el tiempo en disquisiciones que no sirven para nada. A mi me ahorraría los bostezos.

Pero hablar de la propiedad privada debe ser tabú.

Lo que no representará ningún cambio es el conflicto entre clases o sectores sociales que quieren asegurar su supervivencia a partir de mantener su condición de propietarios o de acceder a ella, sino en todo caso lo será el de perderla o de no poder de ninguna manera acceder a ella. Esta imposibilidad, que es el resultado final del desarrollo capitalista, nos abre la puerta a la inevitabilidad de un cambio revolucionario: unas nuevas relaciones de propiedad.

LA HEMEROTECA REVOLUCIONARIA

La hemeroteca revolucionaria que cita es de un enorme despropósito. Su entendimiento de lo que es una revolución y la mía son absolutamente diferentes.

Que la clase social («siempre en coalición con otras clases») que ocupa una posición central en el sistema productivo de la vieja sociedad sea por un acto de voluntad y de fuerza (no sé porque no habla usted aquí de un designio divino) quien tome el poder político y a partir de aquí construya un nuevo orden social, es un acontecimiento que no se ha dado nunca en la Historia.

En todo caso este momento álgido, este momento de inflexión, se ha dado dentro de un largo proceso de ruptura en donde las clases dominantes del viejo orden ya no pueden seguir manteniendo por mas tiempo «su orden» (su orden deviene en caos y barbarie) y las nuevas fuerzas que han nacido en seno tampoco puede seguir desarrollándose plenamente sin destruirlo. Y no siempre ha sido exactamente así. En innumerables ocasiones las viejas clases dominantes han sido capaces de asimilar y apropiarse de estas nuevas fuerzas para no cambiar nada y mantener su dominación. Ciertos sectores de la antigua nobleza y de la aristocracia europea, como bien sabemos, siguen ocupando lugares de privilegio, especialmente dentro del capital financiero y en las elites del poder político. En Japón, por ejemplo, desde ciertos sectores de la propia nobleza nipona hicieron compatible el confusionismo de la lealtad al señor con el de la lealtad al Estado. La revolución Meiji trastocó las arcaicas estructu ras económicas feudales japonesas desarrollando un capitalismo que en menos de 30 años consiguió convertir al Japón en una potencia imperialista. Si usted escribe sobre la derrota de revolución China de 1927 debería referirse también a la exitosa revolución japonesa de 1868. Y para ser más preciso, debería también haber hablado del fracaso de la revolución china encabezada por la emperatriz viuda Tzu Hsi (la revolución de los 40 decretos) que fue el intento de transformación capitalista de China más parecido a la revolución Meiji y mucho más profunda en su contenido que la revuelta de 1912 que barrería el régimen imperial.

No entiendo como usted no cite tampoco en su brillante hemeroteca la revolución que instauró la República Popular China de Mao Tse-tung o la de Mongolia de 1921, o la Ho Chi Minh,… revoluciones de donde la clase obrera aún era muy incipiente.

El cambio en la manera de producir (en el modo de producción) determina los grandes cambios en la vida social. Cambios que se realizan en contra las clases y sectores sociales que quieren mantener sus privilegios en base a viejas maneras de producir que devienen obsoletas e ineficaces. Durante este proceso hay una pugna para dilucidar que clase será la propietaria de los nuevos medios de producción. Es en este sentido que debemos entender la validez de «la lucha de clases» en estos periodos.

La única revolución (a su manera de entender) fracasada protagonizada por una clase obrera numerosa, organizada (en consejos) y con la voluntad firme de asaltar y destruir el poder burgués por medio de una huelga insurreccional fue la revolución alemana de 1919. Por cierto, derrotada por la expresa y determinada acción represora y criminal del Partido Socialista alemán entonces en el Gobierno.

De la Revolución de Octubre deberíamos hablar largo y tendido. Y sería muy importante hacerlo porque ya va siendo hora de deshacer entuertos y mistificaciones que han hecho mucho daño al pensamiento revolucionario y a los millones de hombres y mujeres que perdieron su vida enarbolando la bandera de lo que creyeron sería un gran cambio social. La Revolución Rusa fue el mas exitoso intento de un acto revolucionario organizado y decidido con el objetivo de acabar con la propiedad privada y con su clase detentadora. Fue la concreción del sueño revolucionario que plasmaron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. Su desarrollo fracasado, estrepitosamente fracasado, nos debería apesadumbrar, pero nunca hacernos tergiversar ni traicionar el pilar central sobre el cual se intentó construir una nueva forma de organización de la sociedad: la propiedad común o social de los medios de producción.

El Partido Comunista suplantó a la clase que debía liderar la organización y la gestión de la propiedad social, y el Estado (en lugar del capital privado) fue el gran apropiador del trabajo humano tanto de la clase que ocupó mas tarde la posición central en el proceso de producción socialista: la clase obrera, como del campesinado (explotación ésta en función de las férreas necesidades de la industrialización). A principios de siglo, en Rusia, aunque apenas empezaban a desarrollarse tanto la clase obrera como la burguesía, no podemos decir que su modo de producción fuera el feudal. La industria, los recursos y los principales medios de transporte estaban en manos del zar, de su corte y de una burguesía estrechamente ligada a otras burguesías europeas. Era, sin embargo, una Rusia fundamentalmente campesina, atrasada y ensangrentada por continuas guerras imperiales. En 1905 el pueblo solo pidió pan al zar y el cura Papón lideró sus peticiones de justicia y clemencia. Fue tal la crueldad y tal el grado de explotación zarista que ello hizo fracasar todas la vías evolucionistas y reformistas de un desarrollo capitalista. ¿No sabe usted que esto que se prepara es una revolución? le exclamó una mujer a Lenin cuando éste, con las tesis de abril bajo el brazo, justo regresaba de su exilio en Alemania.

El derrumbe de la URSS no es el fracaso de la revolución llamada socialista, la revolución que debería haber abierto un periodo de paz y de progreso para la Humanidad y que debería haber unido a los trabajadores del mundo entero.¡Tal ideario se lo llevó Marx a su tumba¡

Los trabajadores del mundo no se unieron sino que se enfrentaron unos contra otros en favor de sus respectivas burguesías en las dos guerras mundiales que dilucidaron cuales de ellas liderarían la nueva fase de concentración capitalista. El mundo de la burguesía triunfó por los cuatro costados, pero la formulación unificadora de los trabajadores del mundo entero sigue hoy en pie con más fuerza y necesidad que nunca.

El desarrollo de la revolución Socialista en la URSS es el fracaso de un intento realizado en condiciones muy particulares y en un momento de grandes conflictos internacionales. Su resultado adverso no exime la asunción y la comprensión de las causas de su fracaso y la validez hoy de su necesidad.

El derrumbe de la URSS es el estrepitoso fracaso de un desarrollo realizado bajo la forma de un Capitalismo de Estado (e mejor dicho de un Socialismo de Estado, puesto que la propiedad privada se socializa y deviene propiedad del Estado). Fracaso que no puede de ninguna manera explicarse por la maldad de Stalin, la ineficiencia de la burocracia, o por los errores y la traición del Partido Comunista. Esta es la gran mistificación.

La enorme hegemonía conseguida por la URSS en menos de medio siglo no fue mas que un gigantesco triunfo de un desarrollo basado en una férrea explotación de la clase obrera bajo un régimen de represión y dictadura con el único mérito de haber concedido a su condición de esclavaje las mejores condiciones de reposición de su fuerza de trabajo (condiciones muy lejos de ser alcanzadas en muchos países capitalistas actuales). Tanto es así que hoy en Rusia son aún muchos los que añoran, frente a un Capitalismo salvaje que ya no les necesita, su antigua condición de esclavos bien tratados y bien alimentados por su amos , encadenados a un orden autoritario y represor que se entrometía en todos los aspectos de su vida, les robaba sus sueños, les unificaba en el más burdo de los igualitarismos y les hacía creer que su cárcel era el mejor de los mundos existentes. Aún en estas condiciones el pueblo trabajador ruso se sobrepuso a una guerra civil inacabable, al acoso de los ejércitos de las potencias occidentales, a un bloqueo internacional, a una guerra mundial en la que enterraron a 20 millones de personas, a una gran reconstrucción posterior y alcanzó tal desarrollo económico que convirtió a la URSS en primera potencia mundial. ¡Este es el descomunal mérito de la clase obrera ¡¡Este es el extraordinario éxito, a pesar de todos los pesares, del primer intento de construir una sociedad gestionadora de su propio patrimonio en función del beneficio común¡

Nunca ninguna sociedad capitalista ha podido hacer coincidir la enorme voluntad colectiva de esfuerzo y de trabajo de sus pobladores con el ideario de un cambio realizable de progreso social y de igualdad ante la ley. Nunca como en la URRS el individuo social colaborador, amistoso y solidario estuvo tan cerca de abandonar a la bestia salvaje depredadora que solo entiende su supervivencia en base a la apropiación del trabajo ajeno y su propia vida a costa de la vida de los de su propia especie. A pesar de los pesares.

Mientras que en los países capitalistas occidentales la burguesía fue capaz de desarrollar y seguir apropiándose de nuevas fuerzas productivas que nacieron en su seno (de nuevas formas de ampliar y acrecentar la eficacia del trabajo humano: el trabajo del conocimiento) que implicaba necesariamente una libertad en cuanto a la generalización del saber, de la educación, de la competencia, de la propiedad privada,… ¡y por descontado de la continuidad en la explotación del trabajo humano, de la paulatina disgregación y desigualdad de sus sociedades y del pillaje del mundo¡, en la URSS la nueva clase dirigente, endogámica y sin escrúpulos, nacida de las entrañas de la organización del Estado-Partido, como propietaria y gestionadora de un gran capital acumulado, solamente se preocupaba en dirigir hacia el sector militar y propagandístico (la carrera espacial) estas nuevas fuerzas del conocimiento que miles de estudiantes, técnicos e investigadores estaban realizando a duras penas escabullidos del riguroso control de los comisarios políticos del Partido. Fue solo para el mantenimiento de un Estado represor y negador de cualquier libertad, que pudiera poner en peligro su supervivencia como casta dirigente, depredadora y parasitaria, como se transformó el socialismo en la URSS. Estas son las auténticas condiciones que conllevan la parálisis y la crisis de cualquier sistema, su enquilosamiento, y con su ineficacia, su derrumbe. Cuando no es el desarrollo de las fuerzas productivas sino el desarrollo de los instrumentos de control y de pillaje los que pasan en primer plano, en cualquier sistema social, su decadencia y su desmoronamiento es inevitable.

Los últimos presagios de Lenin se cumplieron. También se validaron aquellas primeras críticas hacia la Revolución Rusa que hizo Rosa Luxemburgo tras un viaje a la URSS: (…)»En lugar de las instituciones representativas, fruto de elecciones populares, generales, Lenin y Trostky han impuesto a los soviets como la única y auténtica representación de las masas trabajadoras. Pero si se impide la vida política en todo el país, la parálisis llegará ,inevitablemente, a los soviets. Sin elecciones generales, sin una libertad de prensa y de reunión ilimitadas, sin una confrontación de opinión libre, la vida se marchita en todas las instituciones públicas y la burocracia queda como el único elemento activo. La vida pública se atrofia progresivamente; algunas docenas de elementos del Partido, aunque animados de una energía indomable y por un idealismo sin fronteras, dirigen y gobiernan; el poder real se encuentra en manos de una docena de individuos dotados de una eminente inteligencia ; y la élite obrera solo es invitada de vez en cuando a asistir a reuniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y para votar por unanimidad las resoluciones que se le proponen. Esto es, en el fondo, un gobierno de camarilla, la dictadura de un grupo de políticos, la dictadura en el sentido burgués, en el sentido del dominio jacobino, pero no la dictadura del proletariado… (R. Luxemburgo, «La Revolución Rusa» 1918).

Seguro de que Lenin intuyó el desastre que se avecinaba y es probable de que R.Luxemburgo acertara en su crítica. Pero, permítame una consideración: Si el desarrollo de la revolución hubiera tomado otro camino, es posible que hoy no discutiéremos del derrumbe de la URSS sino probablemente de su derrota y destrucción, mucho antes, por las potencias imperialistas occidentales que solo desistieron de ello por el equilibrio en correlación de la fuerza nuclear. Stalin fue un producto de la situación, no fue su causa.

Retorna con suma importancia el análisis y la comprensión del proceso de la URSS porque precisamente en su descomposición y derrumbe podemos observar con bastante claridad los síntomas del proceso de decadencia de la sociedad capitalista que hoy se están dando con pasos agigantados. La crisis de la democracia (la forma en la que se resolvían tanto los diferentes conflictos entre los sectores dominantes como se imponían las condiciones de dominio a los sectores explotados) reconvertida en una pura teatralidad electoral: solo decide las necesidades del Capital financiero. De la generalización del saber al secretismo. De la generalización de la propiedad privada a su concentración (su desposesión). De la libre competencia a la concentración. Del desarrollo de las fuerzas productivas, a su paralización versus a una actividad represiva y de pillaje. De la actividad productiva a la tributaria y especulativa. De la generalización de nuevas fuerzas productivas basadas en el conocimie nto y el saber a la búsqueda incesante de antiguas fuerzas de trabajo precarias y desvalorizadas… De la condición asalariada, a prestadores de servicios al mas puro estado servil. De la sociedad que avanzaba por caminos de libertad y de progreso a sociedades militarizadas, controladas y asustadas en donde todo se acerca a lo precario o lo inestable. De la esperanza de progreso al estancamiento y el endeudamiento. Del Estado protector a la indefensión más absoluta.

LA REVOLUCION PENDIENTE

Antes de entrar en la cuestión de la Revolución pendiente (REVOLUCION:¡esta es la palabra exacta que representa el significado del cambio social que necesita la Humanidad y que ustedes tienen tanto miedo en mencionar¡) permítame antes hacer unas consideraciones.



Recitando tanto a Marx (de la misma manera que los cristianos rezan las letanías) pasó por alto sin darle demasiada importancia las reiteradas reflexiones de éste, a lo largo de sus innumerables trabajos, sobre el carácter revolucionario de la burguesía y del sistema capitalista; sobre la enorme brecha que su revolución abrió con el mundo del pasado. Mientras en todas las sociedades anteriores la meta última de las clases en el poder era la de su perpetuación a través de la esclerosis , es decir del inmovilismo social (cualquier nuevo logro en el campo creativo era destinado a su propio interés y boato -finalidades en su mayor parte improductivas socialmente- o para uso únicamente militar), la burguesía, por el contrario, destapó un imparable camino de constante renovación y desarrollo de las fuerzas productivas. Hizo, de la eficacia y de la disminución del tiempo y del esfuerzo necesario para producir cualquier mercancía y de la reducción de los gastos inútiles e improductiv os, su objetivo fundamental. Y inseparablemente ligado a ello la abreviación del tiempo necesitado por el Capital para revalorizarse (el tiempo de circulación), es decir para devenir lo mas rápidamente posible de nuevo Dinero. Producir más eficaz y más rápidamente es sinónimo para la burguesía de mas y mas rapidez en el proceso de acumulación… No existe interés social en la producción capitalista sino solamente interés de acumulación privada.

Detrás de su gran poder de opresión y de explotación del trabajo humano (de la utilización del trabajo ajeno en beneficio propio), la burguesía hizo también posible, sin pretenderlo implícitamente, el impulso creador de la sociedad, su enorme potencial innovador, el acercamiento a sus deseos de libertad, igualdad y fraternidad y la posibilidad de realización de unos sueños que eran objetivamente posibles y que estaban paralizados desde hacia muchos siglos… En 1260 Roger Bacon ya escribía (…)» Es posible construir máquinas gracias a las cuales grandes barcos surquen los mares con solo un hombre que los guíe; construir vehículos que se moverán a velocidad increíble sin tracción animal; máquinas voladoras en las que el hombre vencerá el aire como si fuera un pájaro…»

Por esta razón, en todo su proceso de gestación, los intereses de la burguesía se correspondieron en cierta manera a las ilusiones y los deseos de la sociedad constructora. Que este nuevo modo de producción tuviera que desarrollarse única y necesariamente bajo unas determinadas relaciones de propiedad burguesa debería ser analizado con mucha mas profundidad para no aceptar la infiabilidad del determinismo histórico. Para Marx, parece que si lo eran (…)»Detrás de un molino de viento encontraremos siempre relaciones serviles» . Para otros analistas, el orden militar burgués (que se remonta a las antiguas noblezas militares de la Edad Media para quienes el ejercicio del ocio y de la guerra eran sus actividades por excelencia) estas eran la forma ideal hacia la cual tendía un sistema productivo basado fundamentalmente en actividad humana ligada a ingenios mecanizados: orden, organización y disciplina férreas. Era como el anillo al dedo.

Mas allá de las relaciones de propiedad burguesas, el nuevo modo de producir supuso, respecto al feudal, un gran avance por la enorme eficacia en el empleo de nuevas herramientas mecanizadas, por el trabajo socializado y cooperador, por la continua incorporación de nuevos conocimientos…

Para Marx, el capitalismo nunca tuvo un carácter regresivo. (…)»Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas sino venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no solo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas por productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que claman para su satisfacción productos del los países más apartados y de los climas mas diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y nacione s se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la intelectual (…) Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza (…) Las provincias independientes, ligadas entre sí únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes han sido consolidadas en una sola nación, bajo un solo Gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera» .(Manifiesto Comunista)

A finales del siglo IXX, cuando Marx escribió esto, representó una extraordinaria anticipación de lo que sería el desarrollo capitalista del futuro. Hoy, podemos decir que los hechos han demostrado de sobra la validez de lo entonces solo eran hipótesis, como mínimo hasta mediados del siglo XX. Los acontecimientos posteriores (un nuevo salto cualitativo en el desarrollo de las fuerzas productivas) han hecho variar sustancialmente esta percepción sin invalidarla. Por una parte, el carácter cosmopolita de la producción ha sobrepasado ya totalmente el marco nacional de tal manera que ahora debemos hablar de la consolidación de una sola Nación-Estado (vencedora de las confrontaciones entre burguesías), de un solo gobierno (mundial) y de un solo interés a su vez mundial de clase (de la clase que detenta el poder político-financiero-militar a nivel global)… como la representación más acabada del modo burgués de producción que ha traspasado por completo el antiguo marco nacional. P or otra parte observamos la incapacidad de generalización del modo de producción capitalista hasta el último rincón del globo para llegar a alcanzar su estadio de colapso, como pensó Marx. Los hechos también han demostrado que tal generalización ha estado inviable. Los procesos de destrucción en la periferia han pasado a ser un fenómeno permanente y estructural, de tal suerte que en estas zonas ya es impensable pensar en un posible desarrollo bajo la forma capitalista: la concentración del Capital es sinónimo de su desposesión.

En cierto modo podemos decir que antes de alcanzar a dominar plenamente la totalidad de la sociedad humana, el modo de producción capitalista ha alcanzado sus propios límites. Y esta imposibilidad de superarlos entierra ya definitivamente su carácter progresista y revolucionario para devenir en una pesada e insoportable carga para la sociedad en donde la guerra, la violencia y la destrucción son sus únicas armas de supervivencia.

De lo que estamos hablando, de lo único que estamos hablando, es de la crisis de las relaciones de propiedad, el único aspecto que determina al sistema capitalista y la causa de su inviabilidad. De tanto leer a Marx, obvió los puntos centrales de sus análisis: (…) «La universalidad a la que tiende sin cesar el capital, encuentra trabas en su propia naturaleza, las que en cierta etapa del desarrollo del Capital harán que se le reconozca a él como la barrera mayor para esa tendencia y, por consiguiente, propendrán a la abolición del Capital por medio de sí mismo» (borradores de «EL CAPITAL»). (…)»Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, la moderna sociedad burguesa en definitiva, que ha hecho surgir unos medios de producción y de cambio tan potentes, parece al mago que no sabe dominar los poderes infernales que el mismo conjuró. Desde hace décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la re belión de las fuerzas productivas modernas contra las relaciones modernas de producción, contra el régimen de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominio» (Manifiesto Comunista).

Que los manifiestos logros obtenidos por estas modernas relaciones de producción hayan superado y desbancado con creces la explotación del trabajo vivo por la explotación del trabajo del conocimiento (la del trabajo de los brazos y de la maquinaria manufacturera por el de la robótica) no ha hecho variar un ápice el régimen de propiedad bajo la que se realizan. Es más, es este régimen de propiedad el que acrecenta las dificultades para que estos logros puedan ser evaluados bajos las leyes del valor de cambio de la sociedad capitalista. Si la ciencia matemática irrumpiera de lleno en la economía política demostraría sobradamente la falacia de las leyes del Capital puestas ya en evidencia por aquellos, aún hoy desahuciados, investigadores que en 1848 osaron desenmascararlas. Pero, no se trata ni mucho menos de un problema de economía (como piensan los que ven en su inviabilidad la fuente de su fracaso) sino de un problema de poder. Es la lucha por la continuación o no del period o depredador de la Historia humana.

Vuelvo a repetir, ¿porqué hablar de la propiedad privada es tabú?. ¿Porqué usted no hace de la cuestión de la propiedad, sea cual sea el grado de evolución que haya llegado, la cuestión fundamental del movimiento revolucionario?

Una segunda cuestión. No llego a entender como el reconocimiento del continuo proceso de inestabilidad, precariedad y desaparición de la clase obrera, tal como fue definida en el siglo pasado, les pueda representar tal profundo trauma y que sin ella ustedes no puedan alinear ningún pensamiento progresista a la necesidad de un cambio social. E igualmente con el reconocimiento de la caducidad en el proceso productivo de la misma burguesía (¡sí, sí de la burguesía que tanto interés ustedes tienen en revitalizar¡),o del campesinado, o del indígena, o del carpintero, o del tornero, o del pequeño comerciante… Parece que su Revolución solo puede validarse si existe el vendedor de su fuerza bracera, o el creador de miles de puestos de trabajo (el comprador de fuerzas braceras), o el trabajador con arado y hoz, con la flecha, con la garlopa, con el torno mecanizado o con la tiendecilla de ultramarinos… ¡Está usted en el siglo IXX¡

Está usted expresando en el terreno político un pensamiento que corresponde a una revolución que en el terreno económico tuvo ya lugar en los siglos pasados, un pensamiento arcaico superado por la Historia. Es el pensamiento de la confrontación entre clases. Si usted no ve burguesía y clase obrera no ve revolución alguna. Aunque la lucha de clases continua vigente, digo que en ella no se puede vislumbrar ninguna superación del Capital. La lucha de clases conformó el mundo de la lucha política en todo un periodo de desarrollo y apogeo de la sociedad capitalista y es hoy precisamente este viejo entramado de la antigua sociedad el que precisamos desmontar. En realidad ya no corresponde en nada a la nueva situación en la que se desenvuelven las relaciones económicas. Ni las actuales, ni las que podríamos esperanzar como futuras. Hoy estos pensamientos que formaron parte del mundo de la política, de las ideologías, del poder o de la lucha por el poder… se resquebrajan y se diluyen en una gran amalgama de desorientación y confusión. Mientras el decadente orden económico burgués sigue intentando apuntalarlas (desde concepciones de izquierda o de derecha), para la nueva sociedad surgida del propio proceso emprendido por la nuevas fuerzas productivas, nos resultan insoportables, caducas e inservibles . Esta nueva sociedad que nace es el engendro de una nueva revolución tecnológica nacida en el seno de la sociedad burguesa pero que ya no puede vivir dentro de ella. Debe desembarazarse de ella para poder afrontar su supervivencia, no en una futura sociedad organizada en clases, o de una clase sobre las otras, sino como sociedad en su conjunto, soberana y dueña de su destino que ya no quiere ni puede depender del brujo, del amo, del rey, del capitalista o de la partitocracia.

Paradojicamente, el desarrollo de la misma sociedad burguesa va acabando progresivamente con la sociedad de clases en el estricto sentido de desposesión de cualquier forma de propiedad privada de los medios de producción que la hizo posible (lo hace por medio de la concentración de la propiedad). Consecuentemente esta concentración de la propiedad en pocas manos hace irrelevante las formas de organización política que se daban en la antigua sociedad de clases para dirimir sus conflictos (partidos, sindicatos, parlamentos, democracia…): nuevos órganos de decisión y gestión globales, secretos, soberanos, endogámicos… cumplen hoy la función necesitada por el Capital en este periodo. Es en este sentido que debemos entender la crisis de la Democracia como la crisis del viejo instrumento de la burguesía.

El mundo de la práctica constructora, del trabajo innovador, de la técnica y del conocimiento ha alcanzado su cenit en su antagonismo con las relaciones de propiedad capitalistas.

En este mundo están los que están y también los que irreversiblemente son excluidos de él. Están los que siguen encadenados a un trabajo expoliado solo en función de las necesidades de acumulación y reproducción del Capital (trabajo asalariado) y los que la sociedad del Capital globalizado no les puede ofrecer mas que destrucción y aniquilación. Están cada día más amplios sectores de la población mundial.

Respecto a la burguesía, simplemente decirle que desde hace tiempo fue definitivamente descolgada del poder por un nuevo modo de producción global en donde ésta ya no tiene posibilidad alguna de acceso. Es también la gran desheredada. Las grandes industrias que crecían gracias a la incorporación de ingentes cantidades de trabajo en cadena incorporado a mecanizaciones fruto de las primeras revoluciones industriales, ya quebraron. Sus burguesías no pudieron afrontar la irrupción en cascada de una nueva revolución tecnológica (microelectrónica, biotecnología, robótica, informática…) solo al abasto de un sector de su clase (el Capital financiero) que todo poderoso, sin fronteras ni trabas a su expansión justificará su existencia en una mayor eficacia en los procesos de acumulación del capital. Lo hará con toda la razón del mundo: sus viejos tenderetes son hoy absolutamente ineficaces e improductivos ante la colosal fuerza de gigantescos medios (capitales) dispuestos a trabajar organizada y planificadamente a niveles globales. Sus métodos de producir quedaron anticuados y con ellos las relaciones sociales que los sustentaban, las leyes que los legitimaban, los marcos territoriales en las que se desarrollaban y las formas políticas sobre las que perpetuaban su dominio de clase. La democracia (o la dictadura), el parlamento, el Partido-pagado, el mundo de la política o de la ideología… o su estado-nacional de clase se desmoronó.

Su degradación como clase viene aparejada al proceso de concentración del capital y a la desaparición de la competencia.

En el peor de los casos abandonaron los sectores productivos para perpetuarse como castas al mas puro estilo feudal dentro de los instrumentos políticos depredadores y parasitarios (represivos, recaptadores o de pillaje) de un Estado sin mas atributos que los del servicio al Capital financiero. En el mejor de los casos el Capital financiero los encadenará a la producción de mercancías como poco más que simples capataces. Y en este último eslabón perderán definitivamente su falsa aureola de clase emprendedora, creadora de empleo, liberal, paternal y caritativa… para enfangarse en el mas despiadada explotación a hombres, mujeres y niños en algún rincón apartado del globo en donde los 2 dólares al día será la única forma de apropiación del trabajo humano posible para que el Capital financiero les siga permitiendo sobrevivir como clase ociosa. ¡Este es el porvenir de la burguesía que usted y otros tantos políticos progresistas tanto futuro les augura con sus alianzas interclasi stas¡

Respecto a que «el movimiento obrero necesita disponer de una organización política con una vocación de poder estatal» (cito textualmente) me quedo perplejo por su ceguera. Si cuanto ha acontecido en los últimos doscientos años no le sirve para poner en crisis tal concepción debería decirle escueta y simplemente que está usted en la barricada de enfrente.

La organización partidista (el Partido de clase) es una creación de la burguesía en su contienda para desbancar del poder a la aristocracia y a los sectores feudales. Como tal está profundamente sentenciada por el carácter burgués. No es más que una forma organizativa en función de un proyecto de sustitución de un poder de clase por otro poder de clase. Proyecto de sustitución e inseparablemente también de perpetuación. Como proyecto de sustitución su función quedaría realizada con la toma del poder político. Como proyecto de permanencia y de perpetuación su función deviene a continuación un fin en sí mismo, es decir es el poder por el poder… y por tanto genera también su propio sujeto: la Partitocracia.



Ningún Partido político, ni los de la propia burguesía ha podido librarse de tal proceso: Su camino degenerativo nace en el mismo momento de su génesis. Tanto es así, que si observamos el camino seguido por el «Partido pagado» que era el instrumento de la burguesía para representar y facilitar su poder económico (su auténtico poder en la etapa desarrollista del capitalismo) vemos como ahora éste se ha convertido en un poder en sí mismo aún por encima de la propia burguesía que debe arrodillarse ante él para seguir sobreviviendo. Mientras antes con el dinero se obtenía poder político, ahora con el poder político el dinero se obtiene por descontado.

La existencia de esta nueva casta (político- militar-financiera) que actúa por encima de la propia actividad productiva de la burguesía, supongo que no le pasará desapercibida. Su nombre: oligarquía financiera.

Con total certeza podemos decir que esta casta corresponde perfectamente al momento actual de concentración capitalista en su etapa de decadencia. Hoy podemos comprobar que los conflictos más importantes a nivel internacional se producen en los enfrentamientos entre estas castas políticas para dirimir el liderazgo mundial y que sustituyen, en este periodo imperial, a las antiguas confrontaciones entre burguesías nacionales.

En las entrañas de la organización Partidista se gestan las mismas luchas y los mismos conflictos que la propia burguesía engendra en la sociedad en la que domina. La disputa por la apropiación de todos los medios para ejercer el poder, para concentrarlo; la lucha en contra del temor a la pérdida de poder por las intrigas de la competencia; la primacía del los objetivos de permanencia en el poder por encima de cualquier consideración moral; la subordinación sin escrúpulos de los individuos o de los colectivos a una tarea que se presenta como inapelable e histórica; la necesidad de sumisión y obediencia ciega al líder o caudillo único propietario de un orden fuera del cual no hay posibilidad de existencia… Si usted sustituye «poder» por «beneficio privado» comprenderá perfectamente su similitud. (Llevando estas consideraciones a su mayor expresión nos acercaríamos bastante a lo que entendemos por fascismo).

El Partido Bolchevique no se equivocó, no degeneró, no traicionó. Sus dirigentes no pasaron de ser hombres animados de una energía indomable y de un idealismo sin fronteras, de una inteligencia eminente y de una firme voluntad revolucionaria a traidores, erráticos o criminales… por un azar demoníaco del destino. Usaron un instrumento equivocado que en su propia génesis llevaba el pensamiento y el carácter burgués: la sustitución de una clase por otra clase, de un poder por otro poder. Poder que en su perpetuación debería avalar su perversa justificación: ¡que la revolución no se torciera…¡

Cualquier instrumento lleva en su propio origen su función y la manera de ser realizada. Ni puede hacer otra función, ni ésta puede ser realizada de otra manera. Esto es lo nunca llegan a entender las llamadas «izquierdas revolucionarias» que sigue debatíendose eternamente en estériles disertaciones sobre la burocracia o los traidores reformistas… en un vano sueño de que su Partido será el verdadero salvador de los pobres oprimidos, de que su Partido no se equivocará porque está en posesión de la única verdad revolucionaria. Este es el auténtico carácter jacobinista, cristiano-burgués que impregnó todas las primeras sectas secretas y organizaciones de la burguesía en su lucha en contra los poderes feudales.

El Partido bolchevique tuvo durante dos o tres años después de la Revolución de Octubre, tras haber cumplido su función (de vanguardia profesional) en el derrocamiento del poder burgués, la posibilidad de restituir al pueblo la soberanía sobre la nueva sociedad, restituir el poder al pueblo que ya había creado sus propios instrumentos organizativos (consejos de obreros, campesinos y soldados), realizar elecciones libres y avanzar hacia la Asamblea Constituyente. Pero no lo hizo. Ningún Partido ha dispuesto su disolución tras la toma del poder político, al contrario. De la consigna: ¡Todo el poder para los soviets¡ se pasó a la de ¡Todo el poder para el Partido¡

En nombre de la Humanidad siempre se cometieron mil vilezas, pero la Humanidad no ha sido nunca soberana de su propio destino. Es hora ya de dejar de delegar su soberanía a salvadores que siempre acaban convirtiéndose en sus verdugos.

La burguesía entendió perfectamente el carácter de «instrumento de poder» cuando creó sus organizaciones Partidistas y por esto mismo se resistió violentamente a que la clase obrera pudiera acceder a ninguna forma de asociación propia de su clase. Así asociaciones, sindicatos, federaciones obreras, cooperativas… tuvieron que librar arduas batallas para constituirse. Las tradeunions reconocidas por ley en 1824 vieron muchos años más tarde como aún eran encarcelados y deportados sus militantes a las colonias. En Francia, reconocido el derecho de libre asociación obrera en 1790 la burguesía lo derogó hasta 1864 al constatar que en poquísimo tiempo las organizaciones obreras de París alcanzaban ya la cifra de más de 80 mil afiliados. En Cataluña «Solidaridad Obrera» creada en 1907, reunía un año después a 112 sindicatos y alcanzaba mas de 25 mil afiliados…

Pero la clase obrera y los trabajadores en los periodos de efervescencia de la lucha de clases no crearon nunca organizaciones partidistas como lo hizo la burguesía. Crearon organizaciones para la lucha de resistencia, de apoyo mutuo, de cooperación y solidaridad, de libre militancia y asociación, de participación colectiva sin necesidad alguna de comulgar con principios políticos o ideológicos, sin aceptar de antemano principios programáticos ni jurar obediencia ciega a caudillos salvadores. Eran organizaciones que intentaban englobar en su seno al conjunto de los trabajadores. Los llamados partidos obreros fueron creación de vanguardias políticas y nunca tuvieron un carácter de masas sino de asociación por cooptación, cerrados, elitistas y secretos. Y así sigue siendo hoy en día muy a pesar de todos ustedes, que observan bocaabiertos como los nuevos movimientos de resistencia se desarrollan aún bajo estas características al margen (cuando no en contra) de los estados mayore s de sus Partidos y que sus gritos de libertad (¡que se vayan todos¡) no distinguen a sus organizaciones de las de la propia burguesía.

¿Tomarán nota de todo esto alguna vez?

EL OBJETO Y EL SUJETO DE LA REVOLUCION PENDIENTE

Una vez hechas estas consideraciones generales creo que consecuentemente con ellas usted podrá fácilmente comprender mi opinión general sobre la Revolución Pendiente (aunque ésta deba necesitar de unas reflexiones mucho más profundas y extensas que espero seguir haciendo en otros escritos).

El objeto y el sujeto de la Revolución Pendiente no están descritos en ningún profético libro aunque el primero es, ciertamente, un antiquísimo sueño de la Humanidad que nunca ha estado en condiciones de hacerse realidad: el fin del periodo depredador de nuestra Historia. La consecución de una sociedad libre de opresores y oprimidos en donde la reunificación de nuestra especie haga posible que el reino de la libertad y de la felicidad (de la vida) sea el único paradigma en nuestro horizonte y el de las futuras generaciones.

Reivindico pues lo que en anteriores épocas se llamó COMUNISMO y que no sé, ni me importa, si se puede llamar hoy de otra manera. Reivindico su necesidad y su posibilidad porque el proceso de privatización del mundo y la concentración de tal apropiación está alcanzando su máxima realización, sus límites absolutos, y la crisis y la destrucción que engendran ya no pueden ser resueltas dentro del propio sistema que los causa. Reivindico su posibilidad porque las entrañas del propio sistema han sido génesis de nuevos medios de producción y de nuevos sujetos necesitados de usarlos bajo otras relaciones de propiedad para que estos produzcan un beneficio social generalizado. Reivindico la justeza de las palabras de Marx en el prefacio de la «Crítica de la economía política»:

(…) «Una formación social nunca declina antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que ella, en toda su extensión, es capaz de contener y nunca surgen nuevas relaciones de producción superiores antes de que sus condiciones materiales de existencia hayan sido generadas en el seno de la vieja sociedad. Es por eso que la Humanidad nunca se propone realizar tareas que no pueden ser llevadas a cabo, ya que si analizamos bien las cosas, llegaremos siempre a la conclusión de que la propia tarea solo surge si las condiciones materiales de resolución ya existen de antemano, o por lo menos existen en vías de formación».

El sujeto revolucionario tampoco es un sector predeterminado por ninguna preescripción ideológica o política. Es el producto de una situación que la propia sociedad capitalista genera en su periodo de decadencia. Es la suma y sigue continuada de nuevos y nuevos seres humanos que participan, aún sin desearlo, en el inmenso conglomerado de los desposeídos de cualquier propiedad de los medios de producción. Hombres y mujeres que pierden constantemente su condición de integrantes de una u otra clase, de uno u otro sector para irse integrando, despojados de toda su condición social (excluídos de la actividad productiva a partir de la constante desvalorización de su fuerza de trabajo sea manual o intelectual) en un gran sector precario, inestable, desprotegido y asustado. Un gran sector en donde prima fundamentalmente no su antigua condición de clase sino su condición individual de ser humano y colectiva de especie.

Este sector cada día más extenso en la medida que el propio Capital se vea más incapacitado de alcanzar sus objetivos de reproducción a partir de la explotación del trabajo asalariado, no permanecerá como algunos piensan en la claudicación y el sometimiento. De mil maneras y por mil atajos intentará resistirse a la depauperación que la sociedad del dinero, inevitablemente, le tiene sentenciada. Mil atajos que todos, uno tras uno fracasarán y harán inevitable la realización de la única salida al laberinto: la recuperación en carácter común, indivisible y solidario de todos los medios de producción (recursos, riquezas, conocimientos y herramientas). Un Patrimonio del que la Humanidad, en su conjunto, deberá ser plenamente soberana. La Humanidad es el único sujeto de la Revolución pendiente. La propiedad común o colectiva es la única forma de propiedad que subyace para acabar con el periodo depredador de nuestra Historia. El propio desarrollo del capitalismo en su última fase de concentración finalizará por sí mismo con la larga etapa en donde la propiedad estuvo siempre dividida y parcelada.

Solo con la propia organización de toda la sociedad, de una manera unitaria global y colectiva los seres humanos podremos hacer frente a esta tarea. Una sola trinchera en donde usted y yo, y millones más (probablemente mucho mas preparados que nosotros) debatiremos y nos pelearemos en plena libertad de opinión y crítica para decidir qué hacemos y cómo lo hacemos. Hacerlo con plena conciencia de que sólo en nuestra especie y no en reyes, dioses o tribunos depende nuestro futuro debería ser la única arenga que debería estar permitida a los que creen que algo tienen a aportar.

Para finalizar, le rogaría que dejase de tergiversar a K.Marx. Que dejase de hacer de su profundo trabajo intelectual una obra sagrada petrificada e infalible. Nuestro reconocimiento debería estar basado en la crítica y la superación de su trabajo a partir de un gran respeto hacia su autor y de la más estricta fidelidad a los contenidos de su obra. Tal como lo hizo, por ejemplo, Einstein en la superación de las teorías de Newton. Y por favor, introduzca usted el factor «tiempo» como el determinante en la relatividad de cualquier trabajo científico que quiso explicar los procesos históricos, en un intento de transformarlos, en un periodo determinado.

Si estas reflexiones le son de alguna utilidad me daré por satisfecho. Pero, de todas formas no le quepa duda de que el proceso emprendido para superar la vieja sociedad del dinero no va a depender de sus pensamientos ni de los míos. Queramos o no, la Humanidad está en un laberinto tal que si quiere sobrevivir estará obligada a cambiar radicalmente el actual curso de la Historia. La REVOLUCION por la que lucharon las generaciones que nos precedieron es la que estamos nuevamente obligados a reiventar.

Los que creemos en la fuerza de la vida estamos esperanzados del éxito en la tarea.

* El trabajo aludido de James Petras se puede encontrar en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=19301)

Otros escritos de Josep en: http://ellaberinto.net