Todos sabemos lo violento que es el capitalismo, más aún en su fase imperialista. La argumentación de lo anterior, sólo tiene una razón de esencia: la apropiación privada de una producción social. En definitiva, una relación social, denominada, hace siglos como: capital. Esta, cotidianamente, nos mata y tortura; pero en momentos que el interés de […]
Todos sabemos lo violento que es el capitalismo, más aún en su fase imperialista. La argumentación de lo anterior, sólo tiene una razón de esencia: la apropiación privada de una producción social. En definitiva, una relación social, denominada, hace siglos como: capital. Esta, cotidianamente, nos mata y tortura; pero en momentos que el interés de quienes se apropian de la producción social (que sin adornos, sigue siendo la burguesía, cualitativamente más compleja que la definida hace los mismos siglos que el capital, pero no ha dejado de existir como tal, y por lo tanto, su contrario enajenado, el proletariado, tampoco), se presenta amenazado, no dudan en usar la fuerza de la forma e intensidad que sea necesaria. La aplican también, para obtener ganancias con las ventas de armas, o mercancías relacionadas a la necesidad que impulsan; también la usan para disminuir déficit internos, coadyuvar a controlar los vaivenes especulativos, evitar oposición, o para destruir las fuerzas productivas y evitar crisis como la sobreproducción de mercancías. En cualquier sentido, la violencia y el aparato militar en su conjunto, es inmanente, consustancial al capitalismo-imperialismo. No sucede como una externalidad, ni un exceso; es requisito para que esa apropiación se dé con esas características, de lo contrario, no estaríamos hablando de lucha de clases. Sería iluso pensar de otra forma. La muerte, la tortura no expresa, sino poder, el necesario para lo anterior, es decir, para que funcione el capitalismo.La dictadura militar chilena es parte de ello. No fue un impulso extraño, es un movimiento propio del imperialismo, tal como lo es el Estado que hoy, con otro discurso y aparecer, defiende los mismos intereses. Sigue siendo un Estado de clases, o acaso, los combatientes revolucionarios, creemos que el slogan «nunca más» ¿nos alcanza a nosotros, o sólo se entiende para algunos?. Para ellos, es fácil justificar cualquier intervención, como tantas realizadas enmascaradamente, incluso en la actualidad, pero igual de sofisticadas, como las que cometen abiertamente. No nos confundamos ni olvidemos que, los mismos que hoy se conmueven en la televisión, hace unos meses negociaron el infierno, que en este mismo instante, viven los prisioneros en Guantánamo, cuando Cuba, una vez más, demostró su dignidad, mientras el gobierno chileno, agachó la cabeza, tras el mandato imperial, son los mismos que avalan la esclavitud de la clase trabajadora, que mueren sin ninguna protección, como el caso de los siete trabajadores de la construcción, en la comuna de Las Condes. Los mismos que hoy se horrorizan, ayer no hicieron nada, y no lo harán tampoco.Por lo tanto, llamamos a que: «la justicia que se reclama no la desideologicen»; un juicio, ante los tribunales, no debe colmarnos, ellos no cometieron crímenes legislados, sino sus crímenes históricos de clase, y ese, compañeros, se les olvidó tipificar. Para que realmente exista un «nunca más» hay que cambiar el modo de producción que usa la violencia, al Estado y a todo su aparato jurídico, político ideológico y militar, intrínseco a él. Nuestros compañeros torturados y asesinados, nuestra historia de dolor, venida desde los orígenes de la propiedad privada, es una sola, y no se resuelve en un expediente.Llamamos a no dejar impune lo sucedido y evitar los futuros atentados. Ello, no se traduce en presentar querellas, ni demandas; sino a terminar con el sufrimiento y la enajenación de una vez. Cada grito de cualquiera de los nuestros, debe encender nuestra rabia y conducirla hacia la verdadera justicia. No nos lavemos las manos; la impunidad de las muertes y atropellos depende de nosotros, no del mismo aparato que los cometió, este solamente cumple su rol histórico. Los imaginarios colectivos de justicia, sólo esconden por un tiempo, ni si quiera suspenden, los problemas. No sigamos confundiendo a nuestro pueblo.
Todos hemos quedado horrorizados de saber hasta donde ES capaz de llegar el enemigo (no hasta donde FUE capaz). El informe, que da cuenta de los miles de torturados en Chile, también lleva una cuota de intimidación general a cualquier intento de ser revolucionario hoy y mañana.
A los compañeros: sepan que, aún quedamos quienes siguen y rescatan las razones que tuvieron para enfrentar al enemigo, en las condiciones que lo hicieron, y no hay ningún tribunal, ni dinero que compre o calle el dolor, y sus vidas. Y por lo cual, mantenemos la misma bandera y decisión para continuar con el verdadero sentido: Porque somos responsables del siguiente paso de la historia, en coherencia a las huellas dejadas en el cuerpo del pueblo.
No nos dejaremos confundir, seguimos por el mismo camino.
«La revolución se lleva en la sangre para morir por ella, y no en la boca para vivir de ella».(Comandante Che Guevara)
¡HASTA LA VICTORIA! COMBATE O MUERTE