Mientras el presidente Uribe afirma que «no sabe si es peor firmar un mal TLC o no firmarlo», desde Washington ese dilema parecen tenerlo resuelto algunos congresistas de Estados Unidos. A raíz de la visita que, por invitación de distintas redes norteamericanas, realizaron la semana pasada varios dirigentes de organizaciones sociales andinas, entre ellas la […]
Mientras el presidente Uribe afirma que «no sabe si es peor firmar un mal TLC o no firmarlo», desde Washington ese dilema parecen tenerlo resuelto algunos congresistas de Estados Unidos. A raíz de la visita que, por invitación de distintas redes norteamericanas, realizaron la semana pasada varios dirigentes de organizaciones sociales andinas, entre ellas la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria de Colombia, el tema se ha empezado a «poner sobre la mesa» en los pasillos y en los despachos de los equipos legislativos del Congreso de Estados Unidos.
Como consecuencia de ello, empezaron a circular diversas comunicaciones de grupos de senadores y representantes de Estados Unidos, en su gran mayoría pertenecientes al Partido Demócrata, dirigidas al representante comercial de Estados Unidos, Robert Portman, donde expresan reservas serias sobre el balance equilibrado que debe tener este Tratado y que, acorde con lo que han visto hasta ahora en las negociaciones, no parece cumplir con dicho fin.
En una primera misiva, publicada el Lunes 7 de diciembre, liderada por la representante de Illinois, Jan Shakovsky, en conjunto con otras 23 firmas, se advierte que este TLC no es de los que ellos apoyarían. «En agricultura se destruye la posibilidad de un próspero sector rural en la región andina» y con ello «el más probable escenario es la posibilidad del incremento de la producción de coca». Igualmente, manifiestan sus reservas sobre el estricto cumplimiento de las leyes laborales, donde prima la informalidad, y que además está cuestionado con el asesinato de cientos de líderes sindicales en los últimos tiempos.
Encabezada, por el miembro demócrata de la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara, Charles Rangel, empezó a circular otra comunicación de 18 congresistas, casi todos demócratas pertenecientes a tal Comisión, en la cual se expresa que, de acuerdo con la agenda que Estados Unidos ha impuesto en la mesa de Propiedad Intelectual, no se está promoviendo el verdadero equilibrio entre la protección a la innovación y el acceso de la población a la salud pública y a medicamentos accesibles. Y le recuerdan a Portman que no puede sentar este precedente en el primer tratado que está negociando desde que llegó a su actual posición.
Y, para colmo de males, otros 18 congresistas casi todos de California, escribieron a Portman sobre la necesidad de denunciar ante la OMC el subsidio que, para cobertura frente al descenso de la tasa de cambio, Colombia le ha extendido a sus exportadores de flores y banano. Estos congresistas consideran dicho apoyo como ilegal y violatorio de las normas y compromisos internacionales y no desconocen, como muchos pueden pensarlo, que entre los principales beneficiarios de esos subsidios están empresas como la DOLE o CHIQUITA BRANDS y, en fuerte de defensa de los floricultores de su Estado, piden, en las negociaciones del TLC, «mano dura» en este sector.
Intereses encontrados, preocupaciones sobre el justo balance de las negociaciones y, así mismo, una enconada lucha política sirven de telón de fondo al prólogo de la discusión del TLC entre Estados Unidos y Colombia, Perú y Ecuador en los círculos políticos de Washington. Mientras se empiezan a fijar las posiciones de principios y las delimitaciones de campos entre los distintos bandos, lo cual se incrementará esta semana con el pronunciamiento que sobre el tema harán los líderes de la bancada demócrata, el presidente Uribe no sabe si «firmarlo mal o no firmarlo». Con razón allá preguntan con frecuencia las razones por las cuales Uribe insiste en firmarlo como está y a la carrera, no hay explicación lógica al respecto. ¿Is he Crazy?