Chile llegará a las elecciones del 11 de diciembre con el mayor padrón de votantes de su historia, pero aún así hay 1,8 millones de jóvenes que le dieron la espalda al derecho a sufragar pese al llamado de los candidatos y a las campañas oficiales de inscripción. De los dos millones de chilenos mayores […]
Chile llegará a las elecciones del 11 de diciembre con el mayor padrón de votantes de su historia, pero aún así hay 1,8 millones de jóvenes que le dieron la espalda al derecho a sufragar pese al llamado de los candidatos y a las campañas oficiales de inscripción. De los dos millones de chilenos mayores de 18 años que faltaban del padrón electoral al momento de la reapertura de los registros el 1 de abril, sólo 260.000 se inscribieron, 200.000 de los cuales tienen menos de 24 años y, por tanto, no pudieron participar en la anterior instancia para elegir presidente, de diciembre de 2000.
Con los nuevos inscritos, el universo de votantes aumentó a 8,2 millones en este país de 15,2 millones de habitantes, configurando así la mayor cantidad de habilitados para concurrir a las urnas en la historia de vida democrática nacional, como destacó el ministro del Interior, Francisco Vidal.
Si bien esta fue la inscripción más masiva desde que en 1988 la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990) reabrió el registro de votantes, el entusiasmo oficial resultó un tanto desmesurado, ya que, en rigor, se estima que casi 1,8 millones de jóvenes siguen al margen del derecho a elegir autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo y de los municipios.
Juan Ignacio García, director del Servicio Electoral, señaló a IPS que el padrón electoral cerrado el 10 de este mes, al término del plazo previsto para las inscripciones iniciadas el 1 de abril, constituye «la más alta cifra para elegir un presidente en la historia de Chile, pese a que aún no se ha logrado romper la tendencia a la baja en la inscripción».
«El alza es baja en comparación con el alto porcentaje que se resiste a registrarse», comentó García.
Es sintomático que 60 por ciento de las nuevas inscripciones corresponden a mujeres, lo cual se atribuye a la amplia ventaja en las encuestas de intención de voto de la socialista Michelle Bachelet, candidata por la gobernante coalición de centroizquierda Concertación de Partidos por la Democracia y quien en marzo de 2006 puede convertirse en la primera presidenta de Chile.
Los otros candidatos presidenciales son el liberal Sebastián Piñera y el conservador Joaquín Lavín, ambos de derecha, Tomás Hirsch, del pacto Juntos Podemos Más, de los partidos Comunista y Humanista, y el aún no autorizado a competir Aucán Huilcamán, líder del Consejo de Todas las Tierras, una de las principales organizaciones de indígenas mapuches.
El líder mapuche presentó 39.100 firmas al momento de su inscripción, para cubrir así las 35.171 que demanda la ley para habilitar una candidatura independiente, pero el día 15 el Servicio Electoral rechazó su postulación al comprobar que apenas 1.399 de esas rúbricas estaban certificadas por notarios, como también exige la norma.
Huilcamán, quien puede apelar la decisión, dijo que la certificación de cada firma ante notario tiene un costo de casi cuatro dólares y que la suya es una «candidatura modesta» que carece de recursos para hacer esos pagos.
Hirsch se solidarizó con Huilcamán y dijo que su exclusión es otra prueba de lo antidemocrático del sistema electoral chileno.
El 11 de diciembre corresponde, además de escoger presidente, renovar los 120 escaños de la Cámara de Diputados y 20 de los 38 del Senado, cuyos miembros permanecen ocho años en el cargo y se renueva parcialmente cada cuatro años.
La reforma aprobada en agosto y promulgada el día 17 por Lagos determina la desaparición a partir del 11 de marzo de 2006, cuando se instale la nueva legislatura, de los nueve escaños del Senado cubiertos por designados y el ocupado de modo vitalicio por Eduardo Frei Ruiz-Tagle por haber sido presidente de 1994 a 2000, al que tampoco ya podrá acceder el actual mandatario.
Pinochet estableció en 1988, con motivo del plebiscito presidencial del 5 de octubre de ese año, en que fue derrotado, la inscripción voluntaria en el padrón electoral, pero el voto obligatorio de los habilitados. En esa oportunidad, en un país polarizado entre la continuidad o el cambio del dictador, se inscribieron 94 por ciento de los potenciales votantes.
Según Hirsch, ahora falta motivación en los jóvenes para votar. «Esta democracia no genera espacios, está todo decidido y cortado».
«Los jóvenes se ven más como sospechosos que como protagonistas, porque el sistema electoral actual esta diseñado para que no participen», dijo el candidato izquierdista a IPS.
«Lo que corresponde en democracia es una inscripción automática y voto voluntario. El gobierno de la Concertación por la Democracia no ha hecho nada por cambiar el sistema», acusó.
El 21 de mayo de 2004, en su informe anual al país, Lagos lanzó la propuesta de una profunda reforma electoral que, además de la eliminación de las figuras de senador designado y de vitalicio, incluiría la inscripción automática y el voto voluntario, así como el cambio del sistema binominal por uno proporcional en la composición del Poder Legislativo.
Para la inscripción automática se utilizaría un sistema informatizado que incorpora al padrón electoral a todos los chilenos y chilenas anotados en el Registro Civil al cumplir los 18 años, así como a los extranjeros cuando lleguen a los cinco años de residencia con visa permanente en el país y con ello también accedan al derecho a votar.
El «binominalismo» implica que en cada una de las 19 circunscripciones de senadores y de los 60 distritos de diputados, en que se divide electoralmente el país, sólo se eligen dos cargos, sin tomar en cuenta cantidad de votantes, lo cual favorece a las dos grandes coaliciones, como la gobernante centroizquierdista y la derechista de oposición, en detrimento de partidos pequeños, como el Comunista y el Humanista.
Pero la inscripción automática y el voto voluntario no tuvieron apoyo en el Congreso legislativo para formar parte de la reforma constitucional, así como tampoco el sistema proporcional, aunque quedó abierta la posibilidad de hacerlo en la próxima legislatura.
Cuando en abril se reabrieron los registros electorales, el gobierno lanzó una campaña para promover la inscripción de los jóvenes a través del gubernamental Instituto Nacional de la Juventud (Injuv), cuyos resultados fueron menores a los esperados.
Pablo Desbordes, de 23 años, candidato a diputado por la Unión Demócrata Independiente y ex dirigente estudiantil de la Universidad Católica, señaló a IPS que la juventud está dividida, entre «un sector importante que tiene un alto sentido de vocación de servicio» y otros «que se sienten totalmente ajenos a lo que ocurre en política en Chile».
«No creo que los cambios que espero que se produzcan en nuestra sociedad, para hacerla más equitativa, se logren a través del ejercicio del derecho a voto. Veo que este camino sólo consolida las injusticias y valida la actual estructura de poder», comentó a IPS la actriz Julieta Figueroa, de 29 años y ex presidenta del Centro de Alumnos de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, que actualmente sigue estudios de postgrado en Berlín.
Jaime Romero, también de 29 años y presidente nacional de la Juventud Socialista, miembro de la coalición gobernante, advirtió que «la clase política y las instituciones del Estado tienen una tarea muy importantes, porque aún quedan casi dos millones de jóvenes que no se han inscrito, mientras el padrón electoral envejece cada vez más».
«Nuestra política es realizada, en su gran mayoría, por personas que superan los 50 años, casi no hay jóvenes. Basta con ser diputado a los 35 años para que te consideren casi un niño, mientras que a esa edad ya eres viejo para muchos jóvenes de este país», indicó a IPS Romero, quien fue presidente también del centro de estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile.
«Es mi derecho criticar, pero es mi deber contribuir en la solución de los problemas y eso se hace desde el ejercicio cívico. Las cosas se cambian desde adentro, lo demás sólo es un panfleto que se lo lleva el viento o un pequeño y simple prejuicio adolescente», subrayó.
Consultado por IPS, el director de Estudios del Injuv, Rodrigo Asun, sostuvo que la campaña de inscripción electoral llevada a cabo, «por su bajo presupuesto y corta duración, no esperaba ni se puso metas específicas sobre inscripción electoral de los jóvenes».
«Evidentemente, esperábamos algún aumento de inscripción, pero junto con ello buscamos poner en la agenda política el problema de la falta de inscripción de los jóvenes y los problemas que eso le podría traer a la democracia chilena a futuro en términos de su legitimidad», añadió.
«Creemos que ambos objetivos se han logrado plenamente, se ha discutido sobre la inscripción electoral juvenil y muchos jóvenes se han inscrito», afirmó.
«Evidentemente, esa inscripción juvenil, que sobrepasa la ocurrida antes de la anterior elección presidencial y que por primera vez rompe la tendencia a la disminución de los jóvenes de 18 a 24 años inscritos, no se debe solamente a nuestra campaña, sino a múltiples otros factores, pero creemos haber hecho nuestra contribución al fenómeno», concluyó.
Malva Olavarría, de 29 años y egresada de la carrera de Derecho de la Universidad de Chile, dijo que vota porque no quiere, con su silencio, «delegar las decisiones a otros». «A través del sufragio puedo expresarme», declaró a IPS.
«Aunque mi voto sea de minoría o voto perdedor, como le llaman actualmente, es mi forma de sentirme perteneciente a la sociedad que integro. Si bien como ejercicio democrático es mínimo, es una pequeña oportunidad para expresar en cifras lo que se quiere, la adhesión o rechazo a las propuestas de los grupos de poder», explicó Olavarría.