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Casos Penta, Soquimich y Caval: La huella pestilente del capitalismo

Fuentes: Portal Rodriguista

Es el modo de producción capitalista el que bestializa al ser humano, y lo empuja a robar, explotar, mentir de manera descarada, asesinar, torturar, degollar y hacer desaparecer a seres humanos, con el objetivo de cautelar los intereses que otorga una sociedad de clases a una minoría parásita. Para muchos parece sorprendente la connivencia entre […]

Es el modo de producción capitalista el que bestializa al ser humano, y lo empuja a robar, explotar, mentir de manera descarada, asesinar, torturar, degollar y hacer desaparecer a seres humanos, con el objetivo de cautelar los intereses que otorga una sociedad de clases a una minoría parásita.

Para muchos parece sorprendente la connivencia entre política, dinero y corrupción que ha quedado al descubierto con los casos Penta, Soquimich y Caval. Todos rasgan vestiduras – gobierno, mundo político e incluso la SOFOFA y la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) – han alzado la voz para condenar los actos de corrupción en los que están involucrados, dilectos miembros de la casta empresarial chilena. Incluso el presidente de la CPC, Andrés Santa Cruz ha ido más lejos, anunciando que «la empresa o persona socia del gremio que sea imputada, se le va a suspender su membresía, mientras dure la investigación, y que en caso de condena judicial, esa empresa o persona, será expulsada de la entidad gremial».

El gobierno no se ha quedado atrás, en esta repentina cruzada por recomponer la «moralidad y las buenas costumbres», que, como se nos quiere hacer creer, han caracterizado al modelo chileno, que hoy ve amenazada su integridad y prestigio por las malas artes de un par de empresarios, entre ellos, el hijo y la nuera de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet. Para ello, el martes 10 de marzo Bachelet, presentó con «bombos y platillos» la Comisión Asesora Presidencial que deberá realizar propuestas, en no más de 45 días, para regular la relación entre dinero y política.

La comisión está conformada por un grupo variopinto de personalidades del ámbito público-privado del país, que nos trae a la memoria la tristemente célebre «Comisión de Hombres Buenos», que formó en 2002 el gobierno de Ricardo Lagos para solucionar el conflicto de Ralco. El resultado de la intervención de aquellos «hombres buenos», finalmente permitió a Endesa apropiarse de los predios de los Pehuenches, inundar sus tierras y construir la represa de Ralco. 13 años después, Michelle Bachelet, pretende convencer al país, que esta nueva «Comisión de Hombres Buenos», logrará regular la colusión entre dinero y política, y con ello, dar un certero golpe a la corrupción.

La burda jugada de Bachelet, es fruto de la desesperación personal y de sus socios de la Nueva Mayoría y de la derecha, que ven en la corruptela descubierta, una amenaza para la institucionalidad neoliberal, que tan buenos dividendos ha dado al empresariado nacional e internacional, y ciertamente a su principal promotor: el imperialismo norteamericano. El botín de los últimos 42 años ha sido enorme, y de él reciben una tajada menor, aunque igualmente suculenta, los administradores del modelo, entre los cuales se cuentan también algunos «pinche de empresarios» como el hijo y la nuera de la propia Bachelet.

Lo cierto, es que no existe solución para las lacras develadas, en el contexto del actual modelo de acumulación capitalista, porque la colusión entre dinero, política y corrupción es consustancial al propio modelo. Aquí no se trata de hombres buenos o malos, sino como dijo Marx que «en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad (relaciones de producción), y que el conjunto de esas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social». Para Marx, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general, lo que quiere decir, que no es la conciencia (buena o mala) de los hombres la que determina su ser, sino por el contrario, es el ser social lo que determina su conciencia.

En ese sentido, los empresarios Carlos Délano, Carlos Lavín el ex yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou y los políticos de la derecha pinochetista y concertacionista involucrados en los hechos de corrupción, no han hecho nada nuevo y distinto. Han sido fieles a sí mismos, haciendo lo que siempre han hecho. El individualismo, la codicia ilimitada, la mentira y la hipocresía son desvalores propios de un modelo que garantiza los privilegios y granjerías de la minoría. Es el modo de producción capitalista el que bestializa al ser humano, y lo empuja a robar, explotar, mentir de manera descarada, asesinar, torturar, degollar y hacer desaparecer a seres humanos, con el objetivo de cautelar los intereses que otorga una sociedad de clases a una minoría parásita. Jamás debemos olvidar, que las fortunas de los Luksic, Matte, Angelini, Paullman, Ponce Lerou, Saieh, Piñera y otros, tuvieron como telón de fondo el genocidio del pueblo chileno. Que su riqueza extrema existe, porque miles de chilenos fueron torturados, asesinados y desaparecidos. Porque es esencial comprender que la violencia nunca es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr determinados objetivos estratégicos de carácter económico y políticos, que en Chile fueron tres: destruir el proyecto de la Unidad Popular, implantar un modelo de acumulación capitalista sin precedentes en nuestra historia y cautelar los intereses del imperialismo yanqui. Hoy, el imperio pretende hacer lo mismo en Venezuela.

Por ello, es importante tener claro que Michelle Bachelet, la Nueva Mayoría, la derecha y el empresariado comparten el mismo objetivo: salvaguardar la institucionalidad neoliberal, un estado de derecho espurio que impone la minoría al pueblo de Chile. La Comisión Asesora Presidencial y el acuerdo transversal que busca impulsar la clase política, tienen como único norte salvar la institucionalidad del sistema en crisis, y lograr así, preservar los intereses hegemónicos.

Como señala el filósofo español, Carlos Fernández Liria, el capitalismo ha atacado el planeta por tierra, mar y aire. Ha reventado el subsuelo terrestre con pruebas nucleares, ha abierto un agujero de ozono en la estratósfera y llenado de misiles la galaxia. Ha desquiciado el código genético de las semillas y cubierto de brea los oceános. Incluso decidió mover dos glaciares en Chile para que una compañía norteamericana, propiedad de la familia Bush, explote yacimientos mineros(1). Pero nada comparable, señala Fernández Liria, a la hazaña, de mantener a la mitad de la población mundial viviendo con menos de 2 dólares diarios, mientras las 84 mayores fortunas personales del planeta suman una cifra equivalente al Producto Interno Bruto Chino y sus 1.200 millones de habitantes.

Esta es la realidad desoladora que enfrentamos en Chile y el mundo. El desafío es terminar con el capitalismo y construir un modo de producción donde los seres humanos y la naturaleza dejen de ser simple mercancía. La alternativa es el socialismo, no las reformas claudicantes que promete la Nueva Mayoría, cuyo objetivo es salvar y mantener la viabilidad del capitalismo. La tarea del momento, es la unidad de la izquierda revolucionaria en torno a un proyecto político que permita avanzar en la construcción del socialismo.

(1) El Proyecto Pascua Lama fue aprobado en 2006, en el primer gobierno de Michelle Bachelet. También le cabe responsabilidad a su antecesor, Ricardo Lagos.

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