Los resultados de las elecciones catalanas han deparado muchas sorpresas. La primera de ellas es el fracaso del sistema de encuestas. Ninguna ha acertado. La segunda es el mapa resultante con el muy fuerte descenso de CIU que, buscando el sorpasso de si mismo y de su impopular y desmedida política de recortes, gana las […]
Los resultados de las elecciones catalanas han deparado muchas sorpresas.
La primera de ellas es el fracaso del sistema de encuestas. Ninguna ha acertado.
La segunda es el mapa resultante con el muy fuerte descenso de CIU que, buscando el sorpasso de si mismo y de su impopular y desmedida política de recortes, gana las elecciones pero pierde 12 escaños y la apuesta. Se retrotrae al mismo lugar en el que estaba en 2003 y 2006 en escaños, un lugar más natural que el sobredimensionado espacio que ocupó por la anterior crisis de ERC. Se produce un fuerte ascenso de aquellos a los que Artur Mas pretendió tomar prestado el programa. Ha resultado un trasvase de votos de CIU a una más creíble ERC (más que dobla).
El PSC pasa a tercera fuerza, con un fuerte descenso (-8 escaños ahora y -17 en 6 años), pérdida de identidad y contribuyendo al ascenso de la ICV de Joan Herrera (+3 escaños). Asimismo emerge un voto popular directo del sistema asambleario independentista (CAP) que hinca sus bases en los indignados y en la izquierda independentista. También se ha producido el fracaso del SI (de López Tena sin Laporta) y de los xenófobos de PxC que se quedan de nuevo fuera del Parlament.
La tercera es que se esperaba una movilización del voto catalanista, como continuidad del ciclo de movilización que tuvo su punto álgido en el 11-S; pero no se esperaba una movilización general de la población (participación del 70%), lo que incluye el despertar del hasta ahora dormido voto españolista explícito. Ciutadans -C,s- se triplica con un programa obsesivamente españolista; y el PP mejora en un escaño, a pesar de los recortes de Rajoy. España lo primero.
Aparecen así algunos nuevos rasgos.
*La polarización plural. El mapa catalán respondía hasta ahora a un modelo de bipartidismo con CIU y PSC como ejes, y otras fuerzas a considerable distancia pero que permitían mayorías suficientes para formar Gobiernos de coalición, como se pudo comprobar con los dos últimos tripartitos de izquierda. Ahora se ha polarizado hacia programas más nítidos y radicales.
En esta ocasión los partidos clásicos de Poder (CIU, PSC y PP) pierden en conjunto 19 escaños, lo que indica la emergencia de otras fuerzas con suficiente tirón como para considerarse un voto útil. ERC, ICV y C,s son sus beneficiarios respectivos. De todos modos, CIU sigue a considerable distancia del resto y le toca la responsabilidad de gobernar aunque disminuida en su peso político. En un segundo plano, y en un paquete, se sitúan ERC como 2ª fuerza, seguida de cerca por PSC y PP, y más lejos, por fuerzas que ya no son menores como ICV (13) y C,s (9).
El decisionismo de izquierda (ERC, ICV y CAP) es el más beneficiado, incrementando 13 escaños en conjunto, (descontados ahí los 4 que tuvo SI), así como el independentismo de izquierda (ERC y CUP) que gana 10 (descontados ahí los de SI en 2010). Habría recogido la radicalización que el recurso del PP y la decisión del TC en 2010 introdujo en la política catalana.
* Soberanismo en marcha. Las corrientes partidarias del decisionismo suman nada menos que 87 escaños (casi dos tercios como en Euskadi), los antidecisionistas 28 (20%) y, en medio, PSC sumando 20, con sus dudas y como partidario del derecho a consulta legal y del federalismo. Como recordaba Carod Rovira, los escaños de CIU en el 2010 eran nacionalistas pero con un programa no soberanista; ahora sí son computables en ese bloque. Será difícil o muy caro que se echen para atrás -más allá de gestionarlo de otra manera-; y si renunciaran al mismo, el descalabro sería formidable la próxima vez, por engaño en un pueblo maduro. Sigue ahí el compromiso de consulta para esta legislatura.
No se entiende muy bien la alegría de la prensa de la Villa y Corte -más allá de la factura visceral cobrada a un Artur Mas vilipendiado como traidor a España- porque estos datos ratifican el ciclo soberanista abierto.
Además quienes conciben Catalunya como nación -y ahí se incluye el PSC- suman nada menos que 107 escaños frente a 29 de los irreductibles PP y Cs. Es una suma que a muchos nacionalistas catalanes les chirría pero en Euskadi estaríamos encantados de poder hacerla para nosotros.
*Ralentí en el proceso soberanista. Aparecía la expectativa de un turbo-cambio y en una legislatura. Las elecciones se convocaron para catapultar electoralmente el soberanismo tras la gran movilización del 11S dando un vuelco al mapa parlamentario, legitimar la consulta y reforzar el liderazgo de CIU. Eran plebiscitarias.
Pero no han sido palanca para el salto cualitativo esperado. En el primer aspecto simplemente se repiten votos con un escaño más (de 86 a 87) y en el segundo, el liderazgo se debilita, de paso que le pone a Mas ante la presión de sus corrientes internas más moderadas. Los resultados simplemente ratifican, pero no dan alas para acelerar el proceso sin matizarlo convincentemente. Ha sido la política de recortes previa, y no el proyecto de consulta, lo que ha limitado la credibilidad de Mas en su apuesta soberanista.
Por eso no coincido con el siempre lúcido Enric Juliana que dice que las elecciones las ha ganado «el status quo español» cuando lo que sí ha hecho es simplemente amortiguar el golpe. El problema sigue en términos parecidos a los de antes del 25N, con un proceso de radicalización social en curso que podría generar otro 11S en caso de pudrimiento de la situación. No olvidemos que Mas no estuvo detrás del 11S.
Con todo Catalunya ha redescubierto su pluralidad -algo oculta tras el 11S- lo que invita a ampliar bases sociales y a incorporar más mimbres políticos al proceso decisionista. Tampoco olvidemos que hay otras sumas a hacer: los partidarios de Estado propio (CIU, ERC, CUP) son 74 sobre 135, un 52,5% frente a un 47,5% (el resto), lo que es una mayoría exigua que habrá de matizar su proyecto sobre la forma-Estado para que ICV pueda verlo apropiado, e incluso el PSC, quizás en claves de confederación o consociación entre estados libres asociados para una larga etapa.
* Aire a Rajoy. Lo anterior le permite respirar un poco a Rajoy, que ha de elegir entre no mover ficha -su tendencia natural- o renegociar con CIU para llevarle a una senda de acuerdos con algunas concesiones en lo fiscal y en lo presupuestario, que le permitan a Mas políticas propias mientras se relaja la presión sobre Madrid. Igualmente está en la mesa la hipótesis ya sea de abrir el melón constitucional -dudoso- , ya sea de alguna vía para soslayarlo en la línea federal. Claro que en España no hay sentido de Estado, solo de España.
*El voto de izquierda se amplía. De suponer el voto social de izquierdas (PSC, ERC, ICV, SI) 52 escaños ha crecido hasta 57 (ERC, PSC, ICV, CUP), aunque más relevante es lo que han bajado las opciones conservadores (CIU y PP) de 80 a 69. El lerrouxista C,s ha pasado de 3 a 9, y en su programa tiene unas pocas reivindicaciones sobre servicios sociales que recuerdan algo a la socialdemocracia y al origen político de algunos de sus fundadores. Todo ello abre la expectativa de una hegemonía de izquierda en el bloque decisionista a medio plazo. Igualmente asistimos a un sorpasso de las nuevas izquierdas sobre una izquierda tradicional que solo piensa en gestionar el status quo. Vivimos otra época.
En lo inmediato siendo fácil para Mas el trámite de investidura, es más complicada la formación de Gobierno. ERC deberá elegir entre ser parte del gobierno, socio parlamentario preferente u oposición. Posiblemente ERC no quiera entrar en las dos primeras opciones, por la política social de CIU que le achicharraría entre su electorado. Lo normal es que ERC elija ser oposición en lo social y socio en lo nacional. Quizás CIU opte -como el PNV en Euskadi- por gobernar en solitario, apoyándose para el proceso de consulta a la ciudadanía en los decisionistas, y para los urgentes presupuestos para 2013 en el PP o en el PSC. El tiempo lo dirá.
Ramón Zallo. Catedrático de UPV-EHU
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