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Catatumbo postparo construye la paz

Fuentes: Rebelión

Después de 55 días de histórica movilización popular, la huelga del Catatumbo ingresa a otro momento con la suspensión del bloque de las vías que desde Tibu conducen a Cúcuta, la capital de Norte de Santander, que debe darse desde este sábado 3 de agosto en las primeras horas de la mañana.   Con la […]

Después de 55 días de histórica movilización popular, la huelga del Catatumbo ingresa a otro momento con la suspensión del bloque de las vías que desde Tibu conducen a Cúcuta, la capital de Norte de Santander, que debe darse desde este sábado 3 de agosto en las primeras horas de la mañana.  

Con la mediación de una comisión integrada por reconocidas personalidades como el Vice Presidente Angelino Garzón, el ex Presidente Ernesto Samper, el Sacerdote Jesuita Francisco de Roux, el Presidente del Senado Juan Fernando Cristo, el Senador Ivan Cepeda y el Representante de las Naciones Unidas Tedd Howland, las organizaciones agrarias y sus lideres, han tomado la determinación de permitir el flujo por las carreteras, cuya interrupción fue su principal arma de lucha, para entrar a una nueva fase de diálogos y acuerdos.  

El Presidente Juan Manuel Santos, en un giro adecuado, ha dado su consentimiento y ha manifestado su voluntad de adelantar la concertación para debatir las demandas agrarias sin vetos a los puntos del pliego de peticiones formulado. Su propuesta apunta a convertir la región del Catatumbo en un «experimento de paz» que debe replicarse por otras áreas de la geografía nacional, que bien puede ser una alternativa a las 20 Zonas de Recuperación y Consolidación estratégica organizadas desde la administración del señor Uribe Velez, y defendidas por el Ministro de la Defensa Pinzón, las cuales han devenido en focos del neoparamilitarismo y el desmán del militarismo.  

Entramos en el Postparo del Catatumbo y el espíritu de la movilización sigue intacto. No hay vencedores ni vencidos. Lo que sigue es la construcción de un Pacto social alrededor de las coincidencias y consensos sobre la organización de la Zona de Reserva Campesina y la implementación de su Plan de Desarrollo; la aplicación de los programas sociales alternativos para la sustitución de cultivos de coca; el pago de los subsidios por $1.500.000 a cada familia cocalera; la ejecución de un plan de derechos humanos; la defensa del medio ambiente frente a los impactos de la Locomotora minera que amenaza los recursos naturales; y las garantías judiciales de no penalización de los dirigentes del paro por parte de la Fiscalia.  

Lo ideal es la construcción de un nuevo CONPES de paz que recoja y corrija los dos anteriores, distorsionados por la insoportable presión clientelar del senador Juan Manuel Corzo, el gamonal conservador que prospera con la violencia neoparamilitar y el sistema prebendario de su empresa electorera afincada en Tibu y los otros municipios.  

Para cerrar, digamos de manera general que en el Catatumbo se configuró, con los eventos de la huelga, un «campo de conflicto» de alcance estructural, no puramente coyuntural, que visibilizó la crisis y debilidad del Estado planteando la posibilidad de una transformación con afectación de las vetustas estructuras de poder predominantes por la primacía de la hacienda señorial y el sistema clientelar. Conflictividad que ha propiciado la constitución de nuevos sujetos sociales por la agregación, articulación y construcción discursiva que han inducido un cambio cualitativo y el alcance de la acción colectiva, en tanto que en situaciones históricas en que no existe conflictividad o esta se reduce a cuestiones puntuales, los sujetos colectivos tienen a inhibirse e incluso a desaparecer.  

Un enfoque de tal naturaleza nos permite abordar el movimiento campesino del Catatumbo en su multiplicidad, en sus desplazamientos entre los diversos ámbitos del sistema y del campo político como las instituciones centrales del Estado (Presidencia, Vicepresidencia, Ministerios y Planeación Nacional), los poderes regionales/locales, los medios principales de comunicación, los partidos políticos, la iglesia, el campo binacional/global y la sociedad civil.  

Contexto que permite plantear que la identidad del movimiento campesino del Catatumbo no es una simple esencia sino el resultado de «intercambios, negociaciones, decisiones y conflictos entre diversos actores con peso específico» (Melucci).  

55 días de dura conflictividad en la región han dado forma a un sujeto social y político alterno a los actores institucionales de la democracia neoliberal representativa, con irrefutables repercusiones en otros puntos de la geografía colombiana.  

Seguimos al tanto de los nuevos rumbos en la región. Ojala los lideres de la acción popular saquen las lecciones correspondientes para acceder a otros niveles de la lucha para materializar el proyecto democrático-participativo que la paz que se dialoga en La Habana perfila en las rondas de intercambio entre el Gobierno del Presidente Santos y los delegados de las Farc que representan la resistencia campesina revolucionaria.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.