Cerca de 200 mil niños de entre cinco y 17 años deben trabajar en Chile para ayudar a sus familias y más de la mitad de ellos lo hacen «en condiciones inaceptables», revelan fuentes oficiales. Laborar en condiciones inaceptables «significa que carecen de sus derechos esenciales, como acceso a la educación, al descanso y la […]
Cerca de 200 mil niños de entre cinco y 17 años deben trabajar en Chile para ayudar a sus familias y más de la mitad de ellos lo hacen «en condiciones inaceptables», revelan fuentes oficiales. Laborar en condiciones inaceptables «significa que carecen de sus derechos esenciales, como acceso a la educación, al descanso y la recreación», admitió el ministro del Trabajo Yerko Ljubetic. Los pocos más de 107 mil menores que viven en esas condiciones equivalen al tres por ciento del total nacional correspondiente a ese tramo de edades, precisó el titular, que citó cifras de un estudio realizado el año pasado por el Instituto Nacional de Estadísticas. Agregó que los demás niños que trabajan lo hacen en condiciones que permiten, al menos, posibilidades de estudio, salud y desarrollo personal. Las declaraciones las hizo Ljubetic al participar, junto al ministro de Educación, Sergio Bitar, en la conmemoración del «Día Mundial contra el Trabajo Infantil», establecido por la Organización Mundial del Trabajo (OIT).
Según el ministro del Trabajo, el 80 por ciento de los niños que trabajan provienen de familias pobres, cuyos jefes de hogar no han completado su educación básica, por lo que se produce un círculo que perpetúa la situación de pobreza de esas familias. El secretario de Educación, en tanto, indicó que el Gobierno apunta sus esfuerzos a romper ese círculo y anunció que está avanzado un proyecto de ley que amplía la escolaridad obligatoria y gratuita hasta los 18 años. «La escolaridad más larga posible es el mayor escudo de protección de nuestro niños», dijo Bitar. De acuerdo con el estudio del INE, las ocupaciones más frecuentes de niños y adolescentes que realizan trabajos inaceptables en las ciudades, son las de vendedor, mesonero y empaquetador de supermercados, en jornadas que a veces alcanzan a 14 horas diarias. También hay proporciones importantes de niños que cuidan vehículos en estacionamientos, en la construcción, como albañiles o ayudantes de obreros especializados o como cargadores. En las zonas rurales, casi la totalidad de los casos se concentra en labores de recolección, siembra y venta de productos agrícolas y cuidado de animales. De los niños que trabajan en Chile, 131 mil 672 son varones y 64 mil 432 del género femenino. Pese a un crecimiento económico promedio superior al cinco por ciento en los dos últimos años, el país sudamericano continúa siendo uno de los más desiguales del mundo. Tambien en el área laboral ocupa uno de los primeros lugares entre los más explotados por la extensión de sus jornadas de trabajo sin remuneración adicional, que generalmente fluctuan entre ocho y 12 horas diarias. En el mundo Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el orbe uno de cada seis niños y adolescentes, comprendidos en edades de cinco a 17 años, están vinculados al trabajo, quedando así fuera de los beneficios de la educación y la salud.
Los más variados estimados sitúan por encima de los 250 millones a los menores vinculados a la realización de manera cotidiana de tareas que deberían estar prohibidas, debido al peligro que representan para la integridad física, moral y mental. La relación de actividades es bien amplia, con un espectro que contempla la esclavitud, servidumbre para el pago de deudas, reclutamiento forzoso en conflictos armados, trata de niños y la prostitución, ésta última disfrazada muchas veces bajo el manto del turismo. Empleos poco remunerados y con una elevada carga de contaminantes son los preferidos para los menores, en sectores como el textil, agricultura, fabricación de calzado y juguetes, sin obviar por supuesto el trabajo doméstico. Esa última ocupación es utilizada frecuentemente para encubrir la explotación despiadada de miles de niños y niñas, pues con el pretexto de recibir un hogar y alimentación se involucran en la práctica con extensas jornadas laborales, muchas veces sin percibir salario alguno. Sin embargo, las naciones en desarrollo ocupan el triste liderazgo, con más de 127 millones de menores vinculados al mercado laboral en Asia y el Pacífico, unido a otros 17 millones en América Latina y el Caribe. Mientras, en el caso de Africa se contabilizan más de 40 millones de niños -equivalentes a casi el 30 por ciento de toda la mano de obra de la región-, con el agravante de una tendencia al incremento de esa cifra debido al deceso de miles de adultos como consecuencia de padecimientos como el SIDA.