En Europa, un ídolo es un producto perecedero. En general no dura más de una generación. Dentro de poco John Lennon, Mao Zedong, Malcolm X o James Dean ya serán recuerdos vagos del pasado. No es el caso con Ernesto Guevara. Quarenta años después su ejecución marcial todavía está inmerso en nuestra conciencia colectiva. En […]
En Europa, un ídolo es un producto perecedero. En general no dura más de una generación. Dentro de poco John Lennon, Mao Zedong, Malcolm X o James Dean ya serán recuerdos vagos del pasado. No es el caso con Ernesto Guevara. Quarenta años después su ejecución marcial todavía está inmerso en nuestra conciencia colectiva. En todas partes se encuentra su imagen: callejeando una hora en una calle comercial verás seguramente pasar una cantidad de t-shirts con la imagen del Che. Sin hablar de baratijas como llaveros o pins, tatuajes, pósters y su imagen en botellas de cerveza, cajas de cigarros, calcetines, pañuelitos, bálsamo de labios, hasta preservativos. El hecho que el semanal Time le clasificó entre los cien personas más influentes del siglo XX nos enseña que se trata de más que de la comercialización de una figura progre.
Si enfocamos con el zoom sobre la parte progresista de la población, su presencia es mucho más fuerte. En los foros sociales, en los congresos syndicales o en marchas de izquierda su presencia es dominante. Muchas organizaciones de jovenes progresistas utilizan su logotipo para perfilarse. Cada año en Bruselas el evento ‘Che Presente’ atrae unas mil personas. Hasta el periódico El País habla de un resurgimento del Che en los ultimos años.
De hecho es un asunto notable: jovenes intelectuales o obreros de nuestra sociedad de alta tecnologia que se identifícan con un guerrillero que interumpió sus actividades en la selva con unos años de cartera ministerial en un país pobre y subdesarollado. Se podría comprender todavía que ese luchador por la liberación es popular en America latina, en Africa o en Asia. Pero que es también popular en Europa o en el resto del mundo rico, es mucho menos evidente. Aùn más extraño es el hecho que el Che sobrevivió al colapso ideológico después del caida del Muro de Berlín. En los años noventa quitaron todas las estrellas marxistas del firmamento, pero la del comunista sangre pura, el Che, siguió brillando. Y hasta la histeria alrededor del ‘war on terror’ por lo visto no lo perjudica. Si el Che viviera hoy día seguro estaría a la cabeza de la lista de los teroristas más buscados.
El Che parece sobrevivir a todo eso. Ganó fama universal gracias a una foto de Alberto Korda. La mirada de esa foto – según el fotógrafo ‘encabronado y dolente’ – por lo menos es tan intrigante como la de la Mona Lisa. Después de su muerte en 1967 esa foto circuló en todo el mundo para convertirse en el icono de la generación de mayo ’68. La foto fue sacada en el funeral de los cien víctimas que murieron el día anterior a causa de un atentado terorista a un barco en La Habana, presumiblemente ejecutado por los servicios de inteligencia estadounidenses.
Fueron los turbulentos años sesenta. La pregunta es porqué hasta el presente esa foto sigue siendo la imagen más reproducida del mundo. ¿Cómo explicarlo? ¿De donde viene el carisma aperentemente eterno y universal de este revolucionario profesional? ¿Cómo explicar su inspiración mística? Una repuesta sencilla o unívoca no es posible ya que el Che toca demasiadas facetas del ser humano.
Sin duda el Che evoca el rebelde, que se encuentra en cada de nosotros, pero que a menudo es reprimido por el oportunismo, por la educación o por el acondicionamento. El Che ecarna la protesta ante el establishment, la lucha contra la explotación y la opresión. Simboliza la revolución, el empeño incansable para un mundo más justo. La ofensiva neoliberal de los ultimos 25 años solo hace ese empeño más urgente y cada día más actual.
La vida del médico Argentino irradia autenticidad y radicalidad. Che fue inflexible en relación con los principios y dispuesto a dar su vida por ellos. Son carecterísticas que están pasado inadvertidas en nuestra sociedad pequeño burgesa, pero que nunca pierden su atracción en los hombres honestos. Jésus de Nazareth goza de una aureola semejante, pero tiene dos factores en su desventaja. El hijo del carpintero vivió hace muchos siglos en una sociedad eslcavista que tiene muy poco en común con la nuestra. Además, más tarde su figura fue mancillada por una porquería teológica increíble. Con el Che, una identificación directa y sin complicaciones es mucho más fácil.
El Che es el arquetipo de la lucha anti-imperialista. ‘Dos, tres, mucho Vietnams’, era su lema. Según el, los pueblos del tercer mundo solo podían liberarse de la independencia y el dominio con un actitud inquebrantable. ‘La bestialidad imperialista’ solo podía vencer con las armas. Hoy no hay mejor ilustración que Iraq y Afghanistan. Pero, para el Che no se trató de un anti-americanismo primitivo. De la misma manera se oponía contra ‘los paracidistas belgas [en Congo] y los imperialistas franceses en Argelia’. A medida que el imperialismo júnior de Europa se fortalecerá y se lanzará a las aventuras militares, se puede esperar que la atracción de la figura del Che aumentará en Europa.
La influencia y irradiación del Che se debe por una gran parte a la revolución cubana. El mismo dijo ya: ‘Para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución. De nada sirve el esfuerzo aislado, el esfuerzo individual, la pureza de ideales, el afán de sacrificar toda una vida al más noble de los ideales, si ese esfuerzo se hace solo, solitario en algún rincón de América. (…) Para hacer revolución se necesita esto que hay en Cuba: que todo un pueblo se movilice’. Inudablemente el Che era un hombre extraordinario, pero las circunstancias en las que vivía también eran extraordinarias. Una revolución engendra sus propios líderes, los forma y los hace madurar. Dirigentes de una revolución adquieren una riqueza en conocimientos y sabiduría a través de derrotas y triunfos, a través de miles de discusiones sobre cuestiones vitales. Guian las luchas pero también aprenden de esas luchas de miles, a veces milliones de obreros y campesinos. Son esas circonstancias que los transforman en grandes personalidades. Por eso es importante ver este compañero de Fidel no solo como un individuo, como una personalidad única, sino también y ante todo como un fruto maduro de un proceso revolucionario. ¿Además, que hubiera pasado con el Che si la revolución cubana no le hubiese tratado con tanto afecto? La intervención alerta de la dirección cubana estorbó los planes de la CIA para falsificar el diario del Che en Bolivia. ¿Qué otro país le hubiera dado un funeral decente? ¿Cómo lo evaluaríamos si la revolución, de la cual fue un architecto trascendental, hubiera descarrilado o hubiera dejado de existir? El pueblo cubano está ligado indisolublemente con el Che pero igual se puede afirmar lo opuesto.
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Cada era tiene su héroes, inspiradores y figuras de identificación. En el llamado período del Eje (siglo IX hasta III aC), personajes como Boeddha, Confucius, Jeremía y Socrates pasaron al primer plano. Rompieron con las ideas primitivas y fatalistas y introdujeron la ética en la vida social. No solo eran precursores de civilizaciones nuevas y más cultivadas, sino también eran catalizadores de ellas. Es evidente que es demasiado pronto para pronunciarse sobre la pregunta si la figura del Che es un precursor de una civilización que sobrepasa el capitalismo. Pero sí es obvio que los ultimos cinquenta años hay muy pocas figuras con la misma irradiación. Hasta la victoria siempre!