Una encuesta del Centro de Estudios CERC ligado a partidos de gobierno, dada a conocer el pasado 23 de abril, mostró que un 58% de los chilenos son contrarios a la presencia de tropas en Haití, Sin embargo el apoyo del gobierno socialista y de la oposición de derecha a la intervención en la nación […]
Una encuesta del Centro de Estudios CERC ligado a partidos de gobierno, dada a conocer el pasado 23 de abril, mostró que un 58% de los chilenos son contrarios a la presencia de tropas en Haití, Sin embargo el apoyo del gobierno socialista y de la oposición de derecha a la intervención en la nación caribeña, pareció convertir la opinión de la mayoría en sólo una cifra estadística sin relevancia.
Aquel 29 de febrero cuando caía, en extrañas circunstancias, el gobierno de Jean Bertrand Aristide no fueron pocos los sorprendidos cuando el presidente Ricardo Lagos anunciaba la presencia en 48 horas de un contingente de 220 efectivos del ejército chileno en Haití bajo el mando de una Fuerza de Paz liderada por Estados Unidos.
Sorpresa que aumentó al conocerse las particulares circunstancias en que salía el ex sacerdote jesuita del poder. Conminado a renunciar y forzado al exilio por una coalición francoestadounidense, cuya fulminante presencia en la isla aparecía con el aval de Naciones Unidas.
El asombro también corrió por cuenta de los parlamentarios que por ley deben autorizar la salida del país de militares y vieron por televisión como el presidente les ahorraba el trámite.
Mientras el tema era presentado por los noticieros como un esfuerzo dramático por evitar una sangrienta guerra civil, antecedido por las acusaciones de corrupción que pesaban sobre la administración Aristide y su referente político Lavalas. Una argumentación de difícil resistencia sin acceso a información alternativa.
De modo que la prensa local en un extraordinario empeño sintáctico dejó fuera los años de nefasta influencia norteamericana y francesa, la sanguinaria dictadura de los Duvalier – dicho sea de paso huésped ilustre francés – ni los golpes de estado apoyados por la Texaco, ni la reeducación de Aristide en tiempos de Clinton. Menos acerca de los Toton Macoutes transformados ahora en líderes de la revuelta.
Según el gobierno, la participación de Chile en foros como el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas obliga al estado a asumir algunos costos como la intervención humanitaria en Haití, no obstante algunos parlamentarios como el senador independiente Nelson Avila replican que los antecedentes posteriores a la salida de Aristide conforman más que una intervención de paz, un golpe de estado, «como el que el mismo gobierno aplaudió en Venezuela», hace dos años precedido de una vergonzosa retractación cuando Chávez volvió a escena.
Paramilitares en Iraq
De todas formas no es la única intervención que está causando problemas. Este sábado 5 de abril regresaron al país tres ex uniformados, que servían junto a otros 192 como paramilitares en iraq, en un polémico reclutamiento que le ha significado a la firma de seguridad estadounidense Blackwater sendos procesos judiciales.
De hecho su representante legal, el ex capitán de ejército y comentarista en temas de defensa para CNN en español, José Miguel Pizarro, se encuentra en calidad de prófugo de la justicia, «al igual que Miguel Martínez Ovalle otro ex capitán de ejército, dado de baja por problemas mentales y que según antecedentes fundados cumpliría funciones como agente de la CIA», señala el diputado Alejandro Navarro.
La antiquísima moda de pelear una guerra pero utilizando soldados de terceros países -sean mercenarios o paramilitares- se ha transformado al modo norteamericano bajo la forma de fuerzas militares privadas o externalizadas (outsourcing), en ese sentido el auge experimentado por «empresas militares privadas», entre ellas Blackwater que creada en 1998 se estima recibe unos ingresos anuales de 1.000 millones de dólares.
También sobresalen Military Professional Resources Inc., Vinnell Corpration (hoy parte de Northop-Grumman), Aviation Development Corporation y Dy-Corp. No obstante la mayor de todas es Halliburton, la compañía que dirigió años atrás el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, y de la que aún recibe un pago anual.
«Todas estas empresas han reclutado a cerca de 20.000 paramilitares (no hay cifras exactas) que se encuentran en Iraq, más del doble del contingente británico y constituyen una coalición más amplia que la formada por el propio gobierno estadounidense»[1]
El parlamentario Navarro ha presentado recursos judiciales contra la fantasmal filial chilena de Blackwater denominada Red Táctica («no tiene estatus legal ni paga impuestos») y es el autor junto a otros congresistas de un proyecto para prohibir el reclutamiento de paramilitares y mercenarios en Chile.
«Junto al problema ético que plantea la presencia de tropas irregulares de nuestros país en conflictos que nos son ajenos, está el tema de su seguridad personal y sanitaria y quien responde por esos gastos en ca so de accidentes», agrega.
La presencia de paramiliaters chilenos en Iraq causa un rechazo visceral en la población, que justo hace un año en un 92% rechazaba cualquier intervención de Estados Unidos en el país árabe. Pero esta visto que las encuestas pueden ser ignoradas.
Roberto Manríquez, periodista chileno.
[1] William R. Polk. «Una guerra muy privada» Diario La Vanguardia, Barcelona España.
Polk es director de la Fundación W.P. Carey, en 1961 fue miembro del Consejo de Planificación de Políticas del Departamento de Estado. Estuvo a cargo de la planificación de la política estadounidense para la mayor parte del mundo islámico hasta 1965.