«Me fui de Haití por culpa del desempleo. Estudié ciencias veterinarias, pero no podía encontrar ningún trabajo. Me obligaron a renunciar a mi fe cristiana para ir a vender lotería y poder así mantenerme a mí y a mi familia. A pesar de todo, no lograba juntar lo necesario», recuerda a Noticias Aliadas Faniel Pierre, […]
«Me fui de Haití por culpa del desempleo. Estudié ciencias veterinarias, pero no podía encontrar ningún trabajo. Me obligaron a renunciar a mi fe cristiana para ir a vender lotería y poder así mantenerme a mí y a mi familia. A pesar de todo, no lograba juntar lo necesario», recuerda a Noticias Aliadas Faniel Pierre, 42 años, natal de Fort Liberté, en el noreste de Haití, una de las regiones más pobres del país. Pierre vive actualmente en Chile, el nuevo El Dorado de la migración haitiana.
Al igual que Pierre, cada vez más jóvenes quieren salir de Haití a toda costa por culpa de la situación socioeconómica que no cesa de empeorar en este país del Caribe.
«Haití nos desanima. Ya no quiero quedarme en un país donde no hay hospitales, ni empleos. ¡No hay nada aquí!», señala a Noticias Aliadas Sandro Germain, 25 años. Su intención es irse del país lo más pronto posible.
En Haití, la pobreza y la miseria se han acentuado. El desempleo, la frecuente devaluación del gourde (moneda local) con respecto al dólar estadounidense, la inflación galopante, el aumento del costo de vida, la diminución del poder adquisitivo de los hogares, la epidemia de cólera y la inseguridad alimentaria se han instalado en este país azotado durante estos últimos siete años por dos catástrofes: el trágico sismo del 2010 que dejó un saldo de 230,000 muertos y 1.3 millones de damnificados, y el paso del devastador huracán Matthew en octubre del 2016 que mató a 547 personas y afectó a otros 2.4 millones.
La búsqueda de bienestar en otros países de la región, principalmente en América del Sur, se ha vuelto una tendencia bastante marcada como para considerarla preocupante a los ojos de organismos defensores de derechos humanos.
«Si la migración haitiana a la República Dominicana comenzó con campesinos/agricultores, aquella a Chile lo hace con jóvenes profesionales y estudiantes, talentos que desgraciadamente dejan el país porque no tienen otra alternativa», declaró a Noticias Aliadas Geralda Sainville, responsable de Comunicación del Grupo de Apoyo a Repatriados y Refugiados (GARR), plataforma de organizaciones haitianas que trabaja sobre la migración.
«Por culpa de las condiciones socioeconómicas en el país, la población no tiene los medios para subsistir. Al problema del desempleo se agregan las catástrofes naturales que la empobrecen. La única manera de salir adelante es irse del país», explica Sainville, que además menciona como causa, la decepción con respecto a la gobernanza del país y al no respeto de las promesas de las autoridades elegidas.
«Se siente que hay una suerte de decepción colectiva», sostiene.
Teniendo en cuenta lo que dice Sainville, los responsables deberían enfocarse rápidamente en el tema.
«La situación es preocupante», asegura. «Es una migración que el Estado debería controlar para que no genere otros fenómenos como la trata de personas».
Brasil deja de ser atractivo Desde el 2016, Chile se está convirtiendo a paso lento y seguro en el segundo destino de la migración haitiana, después de República Dominicana. En América del Sur ya destronó a Brasil donde vive una importante comunidad haitiana que, en los últimos años, intentó ingresar ilegalmente a EEUU a través de un largo y peligroso viaje clandestino.
Si bien algunos pudieron ingresar a territorio estadounidense, otros no lo consiguieron. Según testimonios de migrantes haitianos recogidos por la prensa, cuando no mueren por ataques de animales salvajes o por hambre, son violados en la selva amazónica o se quedan varados en México. En enero de este año, más de 7,000 migrantes haitianos quedaron estancados en la frontera mexicana con EEUU.
Este largo y oneroso periplo es efectuado por mujeres embarazadas, niños y jóvenes que quieren huir de la crisis económica que golpea Brasil. Atraviesan Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Nicaragua, Guatemala y México durante semanas a pie a través de los bosques y los ríos con ayuda de redes de traficantes de migrantes que operan en todo el continente.
Los haitianos no son los únicos en esta larga travesía. Suele haber también migrantes dominicanos, africanos, cubanos y otros viajeros. Muchos audios en los que haitianos narran su mortal trayecto circularon en las redes sociales en el 2016.
Tras este peligroso trayecto caracterizado por el robo, hambre, violación y encarcelamiento, algunos de los que logran ingresar a EEUU son capturados y deportados a Haití por la autoridad migratoria estadounidense. Desde hace un tiempo, los que temen ser deportados se quedan en la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana.
Chile está en boca de todos. Por donde se camine en Haití, los jóvenes lo evocan como su próximo destino. Tanto en las redes sociales más utilizadas por los haitianos, como Facebook, como en los medios de comunicación tradicionales, se menciona constantemente este fenómeno social.
El viaje a Chile cuesta alrededor de US$3,000. Se requieren entre $1,000 y $1,500 dólares como bolsa de viaje para poder pagar los gastos de alquiler de una habitación, transporte, alimentación y llamadas telefónicas una vez que arriban. El pasaje de avión hacia Chile vía República Dominicana cuesta alrededor de $1,200.
La visa dominicana, entre $180 y $200; un pasaje de ida en bus entre Haití y República Dominicana, $35 a $40. Finalmente, los $20 que hay que pagar en la frontera haitiano-dominicana terminan de inflar el presupuesto. A esto pueden agregarse gastos de transporte y pequeños consumos adicionales en República Dominicana.
El último sacrificio El embajador chileno en Haití, Patricio Utreras, indicó al informativo haitiano Le Nouvelliste que los ciudadanos haitianos no necesitan visa para ingresar a Chile; basta con tener un documento de identidad, el pasaje de avión y dinero en el bolsillo conforme a la duración de la estadía.
«Los haitianos son muy apreciados en Chile», declaró a Le Nouvelliste.
Se requieren enormes esfuerzos para conseguir ese dinero. Algunas personas contraen deudas enormes, otras liquidan todos sus bienes para lograr lo que llaman el «último sacrificio», y otras recurren a allegados que viven en EEUU para financiar el viaje.
No obstante, el viaje podría costar más teniendo en cuenta la participación de intermediarios que se conocen como «facilitadores» que lo planifican desde Chile. Los facilitadores exigen más dinero del necesario, y abusan a partir del hecho que el migrante haitiano ignora la realidad, corriendo el riesgo de ser estafado.
Economistas haitianos explican que la numerosa comunidad haitiana que vive en Chile y el crecimiento económico de este último constituyen los principales motivos por los que se escoge este país como destino.
«Ahora, la situación va mejor. Trabajo como pintor industrial en una empresa que hace publicidad. Con un salario de 500,000 pesos chilenos [$750] sin tiempo extra, logro pagar mi renta, la electricidad, el agua, el transporte y la comida, pero también mantener a mis dos hijos que viven en Fort Liberté. Pago su escolaridad a tiempo y les doy de comer», agrega Pierre, quien no cesó de enfatizar las numerosas posibilidades de empleo que ofrece Chile.
La migración haitiana hacia Chile constituye en todo caso un tema de discusión al más alto nivel. El 27 de marzo, el presidente Jovenel Moïse y su homóloga chilena Michelle Bachelet, en visita oficial a Haití, tocaron el tema, según lo confirmó el mandatario haitiano.
La visita forma parte de la consolidación de lazos de cooperación y de amistad entre Haití y Chile. Ambos países firmaron un «Acuerdo bilateral para la compatibilidad o equivalencia y el reconocimiento de estudios de ciclos de educación básica o fundamental y de educación media o secundaria».
«Definitivamente, hemos hablado del tema», declaró Moïse a la prensa, en referencia a la migración. «Es por eso que hemos firmado el acuerdo con el fin de ver lo que vamos a hacer en términos de cooperación. Son alrededor de 60,000 [haitianas y haitianos en Chile]. Tenemos que hacer todo lo posible para darles los documentos».