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Chile, bajo el secuestro permanente de la derecha

Fuentes: Rebelión

En 1958, Jorge Alessandri Rodríguez, como candidato autónomo de derecha, ocupa el cargo de presidente de la república en nuestro país, desde ese entonces, se cumple medio siglo sin que un personaje de ese sector ideológico, ocupe tan alta envestidura con aprobación democrática. Orígenes de una crisis El Chile de ese entonces, exhibía socialmente tres […]


En 1958, Jorge Alessandri Rodríguez, como candidato autónomo de derecha, ocupa el cargo de presidente de la república en nuestro país, desde ese entonces, se cumple medio siglo sin que un personaje de ese sector ideológico, ocupe tan alta envestidura con aprobación democrática.

Orígenes de una crisis

El Chile de ese entonces, exhibía socialmente tres tercios claramente delineados, no solo en el parlamento sino, con una traducción social en los medios de comunicación, representaciones sociales y culturales, era el Chile republicano con sus aciertos y errores.

La derecha en aquel tiempo, tenía diversas variantes ideológicas, desde donde sustentar sus prácticas políticas, ejemplo de ello eran: el corporativismo, el liberalismo clásico, las enseñanzas de la iglesia, a través de sus encíclicas y a mediados de los sesenta, la integración del principio subsidiario.

Estas derechas en el transcurso del siglo XX, se sintieron amenazadas por la rapidez con que amplios sectores de la población, hicieron patente sus demandas -de un modo u otro- sentían que la historia les jugaba chueco, así fue para los conservadores en la década del veinte, con la instalación política de los sectores medios y el desarrollo de los partidos de representación obrera, como el partido comunista y socialista.

La segunda experiencia traumática, la viven con el ascenso de la revolución cubana y su influencia en los jóvenes de principios del sesenta, eso dentro de una crisis del modelo latifundista, acompañado por el hecho que el factor central de la modernización en el país, como en otros lugares de América latina, era el Estado.

Aníbal Pinto, daba cuenta de dicho proceso en su ensayo «Chile un caso de desarrollo frustrado» al plantear las dificultades de una democracia sostenida en un sistema latifundista de agricultura; en concupiscencia, con un empresariado industrial mercado internista, dependiente del Estado.

Esa contradicción del modelo de producción, provoca junto a otros elementos políticos y culturales existentes que la derecha a mediados de los sesenta, sea desplazada como actor de cambios substanciales en el país, difusa en términos ideológicos, asustada por los cambios, vuelca su potencial de voto en el candidato demócrata cristiano Eduardo Freí Montalba (1964).

Ese último hecho, desata una crisis de proporciones, desde donde surgen atisbos de liderazgos y correcciones para enfrentar la crisis, un sector de la derecha opta por reflotar la figura tecnocrática del ex- presidente Jorge Alessandri, quien fuera derrotado por Salvador Allende, en las elecciones de 1970.

Otros desde ya, comienzan los preparativos del golpe de estado, aprovechando la coyuntura internacional, marcada por la guerra fría y la llegada al poder del presidente Nixon.

Las explicaciones de una tragedia

Andrés Allamand, explica el momento histórico como si todas las fuerzas del mundo conservador fueran arrastradas a apoyar el golpe de estado, «Mi impresión es que la adhesión autoritaria de la derecha, que especialmente surge durante el periodo del gobierno militar es más una inercia que una convicción intelectual, y no creo que exista en verdad más allá de expresiones – y esto quiero rescatarlo- tangenciales».(El discurso de la Derecha chilena, recopiladores Carlos Ruiz, Francisco Javier Cuadra, Editorial CERC, Pág.75)

Para Allamand, la principal responsabilidad se encuentra en la acción del gobierno de la Unidad Popular , quien a su juicio no daba garantías democráticas.

El argumento desde mi punto de vista es débil, porque la estrategia de la UP , se basaba en una propuesta de socialismo dentro de los márgenes de la propia democracia chilena, tal es así, que los sectores que no compartían esa tesis, sencillamente no eran parte de la alianza, como el MIR o entraron en una confrontación desastrosa para la propia apuesta del gobierno, como los propios hechos lo prueban, especialmente por las contradicciones vividas, en el seno del Partido Socialista.

Para Jaime Guzmán, la explicación del proceso que culmina con los militares en el poder es distinta. En 1979, funda la Revista Realidad , con el objeto de difundir, las ideas políticas y económicas del sector que representaba en los pasillos del poder, en ella explicita su concepto de democracia y el camino que Chile debe recorrer, en su afán de obtenerla, para ello esboza, toda una crítica del sistema político anterior, que no pudo articular el ascenso de las masas en su derecho a voz y voto, bajo una economía subdesarrollada y dependiente del Estado.

«La llegada del marxismo al poder no fue el fruto de un simple azar electoral, sino el desenlace fatal, que-más tarde o más temprano- debía inevitablemente derivarse de los criterios que habían prevalecido en la vida política y económica del país durante las décadas. Corregirlos era pues una necesidad para evitar la pronta repetición del colapso que exigiera la intervención militar». (El camino político, Revista Realidad, 1979)

El temor al factor popular y su fuerza, expresada en votos y en representación social, es el problema que Jaime Guzmán, desea corregir, para ello elaboró, todo un engranaje de sistemas de seguridad, ubicados especialmente en la constitución de 1980.

La revolución cívico-militar

El nuevo Chile, surgido con un alto costo social, político y ético, era necesario entonces, para lograr esta nueva fisonomía, económica, política y cultural que trae consigo nuevas maneras de relacionarse, si antes el hombre y la mujer valían por su capacidad ciudadana, para el nuevo proyecto de país, los hombres y mujeres se miden en su calidad de consumidores.

La disección del cuerpo social, la intervención desmedida del mercado en todos los asuntos, tanto públicos como privados, el omnímodo poder empresarial, alimentado por la concentración del capital, de los medios de comunicación, hacen de Chile, salvo excepciones, la imagen y semejanza de lo que el sector más radical de la derecha quiso para las generaciones venideras.

El país cambió y con ello los grupos de poder arquitectos de la nueva estructura social, sustituyeron sus viejos hábitos. Descubrieron nuevas formas de control social, en el transcurso de treinta y cinco años han sido capaces de generar las bases suficientes, para administrar el poder político económico y cultural del país. Para lograr dicho objetivo tuvieron que renovar sus formas, adecuar sus discursos, instalarse en lugares y temas que en otro momento histórico, no tenían la misma importancia.

Factores que pueden explicar el ascenso de la derecha política

Un primer elemento es el rompimiento de la concordancia entre la condición socio-económica y la representación política, dicha relación es en estos momentos bastante difusa, la intensión de voto de la UDI en el mundo popular, es un ejemplo incuestionable del fenómeno.

Este aspecto social no se explica sin embargo, en sí mismo, trae consigo elementos de penetración ideológica y cultural, ideológica porque la derecha es hoy más fuerte que ayer, en cuanto a su discurso y los modos de reproducirlos en la ciudadanía, son los principales dueños de colegios, universidades, medios de comunicación es decir poseen la capacidad de elaborar conocimiento y reproducirlo al nivel del sentido común.

Un segundo componente, es la descomposición social y política que sufrió el país, durante largos años, impidiendo con ello un nivel mayor de organización e imponiendo un discurso, donde los trabajadores organizados, los partidos políticos y cualquier estructura social, que se formara en busca de reformas era deslegitimada.

Un tercer factor que permite explicar este ascenso, son los acuerdos de gobernabilidad surgidos entre los civiles y militares de la dictadura y las fuerzas políticas que tomaron el poder al inicio de la transición y agrupadas en la Concertación de Partidos por la democracia, esos acuerdos, legalizaron ante la ciudadanía y el mundo, todo el proceso de privatizaciones realizado por la dictadura, por tanto aseguraron la hegemonía económica de la derecha empresarial, las políticas vacilantes en temas de derechos humanos, permitieron proteger a un número importante de cómplices civiles y a los propios autores de los crímenes y abusos, permitiendo la presencia de muchos de ellos en el congreso. En este último aspecto, el sistema binominal, es una tabla de salvación, para cualquiera de las dos fuerzas que tienen representación parlamentaria, porque aseguran con un treinta por ciento del sufragio, los equilibrios necesarios.

La derecha desatada

La supremacía cultural y económica del mundo conservador, permite que existan en Chile, dos sectores claramente distinguibles que componen la llamada nueva derecha.

Esta división que podría entenderse como antojadiza, tiene una explicación histórica coherente, la derecha en el transcurso del siglo pasado, se unificó en un periodo muy breve durante los años (1966-1973) en el ya fenecido Partido Nacional.

A finales de la dictadura, hubo un intento precario, que culmina con la salida de Jaime Guzmán de Renovación Nacional y el surgimiento de la Unión Demócrata Independiente, como heredera del ideario político de la dictadura, Jovino Novoa, presidente de la colectividad durante 1993, lo expresa del siguiente modo «Somos Pinochetistas en cuanto reconocemos en él, a alguien que cambió el curso de la historia de Chile, en un momento difícil en que había crisis institucional, y cambió el país para bien» (El Mercurio, Cuerpo D, 17/01/1993)

En ese entonces, tanto la figura del General Pinochet, como la defensa de la institucionalidad dictatorial, son los temas que dividirían en lo político al sector.

Andrés Allamand, se encarga de enfatizar las diferencias, durante ese periodo, hasta su derrota electoral en un reducto del voto conservador «Pinochet, es un hombre del pasado, políticamente hablando, lo cual no tiene ni un asomo peyorativo» (El Mercurio, Cuerpo D, 2/08/1992)

En el texto «El desalojo» escrito por Andrés Allamand y lanzado a la opinión pública a principios del año 2007, el político sostiene que uno de los elementos centrales que remecieron a la alianza, durante la década de los noventa, eran las reformas constitucionales, despejándose dicho tema recién el año 2005, con las transformaciones constitucionales realizadas por el gobierno del presidente Ricardo Lagos, que en sus puntos más sustantivos, se enuncian en la eliminación de los senadores designados y el fin de la inamovilidad de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas.

Otro elemento que diferencia a dichos sectores, es la valoración relativa de «la política de los acuerdos» recogida por uno u otro sector, dependiendo de los contextos sociales existentes.

Mientras Renovación Nacional, durante la década de los noventa fue el sector que generó mayores acercamientos con la concertación, desde finales de esa década la UDI , se ha instalado como uno de los principales partidos negociadores del consenso, para la gobernabilidad y sustento del modelo político.

El apoyo de Pablo Longueira, al presidente Ricardo Lagos, durante la crisis MOP-GATE es una muestra potente, de cómo uno u otro sector han estado abiertos a la negociación según sus conveniencias.

Por ello, la estrategia del desalojo supone que el tiempo de los acuerdos terminó, la concertación como instrumento político está agotado y es necesario tomar las riendas del poder político, aprovechando, el apoyo popular mostrado por la ciudadanía en las últimas elecciones.

Esa estrategia de confrontación, tomada del ejemplo del Partido Popular español, ha generado una serie de contradicciones, como el llamado Aliancismo- Bacheletista de Joaquín Lavín, que no es otra cosa que revitalizar, los acuerdos, sobre todo en un cuadro social de alta complejidad, donde otros actores como el mundo de los trabajadores, insisten en hacer sentir su voz.

Los pactos generados en materia educacional y el reciente llamado a levantar una mesa de dialogo laboral, son una muestra de dicha estrategia «Puestas así las cosas, el llamado del diputado UDI Felipe Salaberry al gobierno, con el objetivo de constituir una mesa de diálogo entre empresarios y trabajadores surge como la apuesta de la clase política, generando un llamado de alerta para los trabajadores organizados, porque se busca una vez más desmovilizar, privar al mundo sindical de una de sus armas más efectivas, la presión social». (La tentación de las mesas de diálogo» Omar Cid, Clarín Chile, 23 de febrero 2008, versión digital).

Las expresiones orgánicas más poderosas se agrupan en el sector empresarial (CPC), militar y con el aporte particular de la UDI , poseen un nicho de organización poblacional, sustentada en los municipios donde tienen alcaldes y concejales.

Sin embargo, estas expresiones, salvo las logradas por el clientelismo político poblacional, no son monolíticas con los partidos de la alianza, así lo han demostrado los empresarios, en diversas declaraciones y los militares de modo más solapado.

En el plano de las ideas su potencial es infinito con universidades como: La Del Desarrollo , Gabriela Mistral, Finis Terrae, Adolfo Ibáñez y la propia Pontificia Universidad Católica. Centros de estudio como Libertad y Desarrollo, Fundación Jaime Guzmán, Instituto Libertad, permiten la elaboración de ideas y la formación y renovación permanente de cuadros, capaces de integrar nuevos equipos de trabajo.

Dicha capacidad acompañada del poderío comunicacional que poseen, les permite generar discursivamente una realidad, construir el imaginario colectivo de un país, logrando el efecto de un secuestro cultural permanente.