Que Chile hoy esté por segunda vez en la Haya es un problema de los que mandan y son dueños de Chile. No del pueblo. Los intereses del pueblo no tienen nada que ver con los intereses de los que sin consultar a nadie se han apoderados del mar, del agua, de la minería, de […]
Que Chile hoy esté por segunda vez en la Haya es un problema de los que mandan y son dueños de Chile. No del pueblo. Los intereses del pueblo no tienen nada que ver con los intereses de los que sin consultar a nadie se han apoderados del mar, del agua, de la minería, de los bosques, de los ríos, de la salud, de la educación tras la descarada falacia de que «Chile es de todos los chilenos». Ellos sí que tienen fundadas razones para defender su territorio, pero lo hacen a través de los que no tienen nada; los jóvenes del pueblo convertido en carne cañón. ¿Qué tiene el pueblo?, ¿cuál es su única riqueza?; la fuerza de trabajo que está obligada a vender a cambio de un miserable salario que apenas le alcanza para vivir. Pero, tenemos: patria, una bandera, una virgen patrona de las fuerzas armadas. Como si esos símbolos fuesen suficientes para sacudirse del yugo de la explotación y opresión de una minoría patricia, que controla la economía la política y hegemoniza el poder de las armas mercenarias usadas muchas veces para matar a su propio pueblo. Como también se ha hecho con los pobres de Latinoamérica que han tenido el atrevimiento de rebelarse en contra de su opresión.
Las elites mercantiles chilenas de la época, el imperio inglés con sus aventureros; sátrapas y filibusteros esperaron como ladrón de gallina que las condiciones políticas les fuesen propicias para arrebatarle los ricos territorios a peruano y bolivianos. Sin declaración de guerra, igual que el bandido que se esconde en la oscuridad para arrebatarnos la cartera. Sin aviso el 14 de febrero de 1879 el ejército chileno invadió el puerto de Antofagasta bajo el pretexto de proteger a los «chilenos», ¿a qué chilenos?, ¿a los mineros que se les pagaba con fichas?, o ¿a los ricos empresarios cuyo único interés era apoderarse de los ricos yacimientos salitreros y guaneras? El mismo argumento usa Estado Unidos de Norteamérica y sus aliados de la OTAN para invadir pueblos y apoderarse de sus riquezas. Las fuerzas armadas chilenas al servicio de la oligarquía, desde el mismo momento en que pusieron un pie en tierra ajena lo hicieron para quedarse. Mientras avanzaban hacia el norte, detrás venía toda la institucionalidad chilenizando el territorio. ¿Qué era entonces?; ¿restablecer el orden o apoderarse de un territorio? En esa guerra desigual, (¿por qué no lo hiso contra los argentinos cuando razones sobraban?, Chile había perdido prácticamente toda la Patagonia), Bolivia perdió más de 400 kilómetros de litoral. Luego vino la firma del tratado de paz de 1904, que de paz jamás ha tenido, porque llevamos más de 100 años; los bolivianos reclamando lo que es justo y nosotros aferrados a un tratado para negar un derecho legitimo de acceder con soberanía a un territorio que les pertenecía. El aire, el agua para beber, la naturaleza, el mar son patrimonio de toda la humanidad, y ningún pueblo del mundo bajo ningún pretexto debería estar privado de ellos.
Lo que está en juego en la Haya son las fronteras de los intereses de un patriciado egoísta, no los intereses del pueblo que en este gran continente aborigen es dueño legitimo de todas las riquezas que guarda la tierra y el mar. Todos estamos hermanados por los mismos problemas, por los mismos sueños y esperanzas. Las divisiones, la verdad sesgada de la historia oficial, los sembradores del odio, de los inauditos chauvinismos solo favorecen a unos pocos intereses locales y transnacionales; el 1% que se lleva más del 60% de la riqueza, y a los que trafican con las armas de la muerte. Cuando mantener la paz sale más barato que comprar armas.
¿Por qué estamos en la Haya?, algunos puntos para reflexionar. El presidente Evo Morales, reiteradamente llamó a los últimos gobierno (Piñera y Bachelet) a sentarse a una mesa a conversar sobre el tema de la mediterraneidad boliviana. Ellos saben muy bien que el problema de su acceso formal al mar es un problema político. Pero ¿qué ha recibido a cambio de los gobiernos de Chile?, evasivas, dilaciones, nada concreto, muchas declaraciones de buena crianza, pero ninguna voluntad política para terminar con un problema que obstaculiza todo acercamiento e integración. Debemos reconocer que esa actitud siembra algo peor; la desconfianza. Pero, en Chile importa más parecer que ser. El producto de mucho cálculo egoísta, más preocupado de no molestar la delicada epidermis del patriciado interno y del imperio hegemónico del norte. Mucho miedo a perder, miedo a reconocer nuestros errores. Aunque nos cueste aceptarlo, somos una sociedad que se mueve entre el éxito o el fracaso, nadie quiere ser un fracasado, nadie quiere aparecer como perdedor, entonces, para ganar se naturaliza la mentira, el engaño, el robo, la corrupción, la fanfarronería, la prepotencia.
En este país se le tiene aversión a la crítica, a discutir de cara al pueblo, todo el que piense distinto es fácilmente denostado. Es una obligación rendirle culto al Estado, a las leyes, al orden, al poder. Chile sigue anclado en el siglo XIX, mientras el mundo se integra, el mercantilismo conduce al país por otro camino. Mientras Bolivia camina a convertirse en un país industrializado en América, lo reconoce el diario español El País, y vende sus principales recursos con valor agregado, cuando se abre a las mayores economías sudamericanas con un verdadero sentido de integración, nuestro país privilegia tratados de libre comercio con el país del norte que lo único que logra es mantener su dependencia para convertirse en un país de mercancías de paso, un comprador y vendedor. Un casi nulo interés de integración latinoamericano, salvo cuando se trata de negocios. Otro problema que aqueja a los dueños de Chile; la soberbia y la arrogancia de creernos que no somos latinoamericanos; los blancos aquí, los cholos aimaras allá, eso nos está pasando la cuenta. Estar en la Haya, y que un tema bilateral se haya transformado en un asunto multilateral es responsabilidad de la elite que controla el poder político y económico en Chile. El pueblo no tiene por que asumir responsabilidades que no le corresponden. Que los pueblos se vean como enemigos es una tarea de esa elites que lo único que buscan es mantener sus privilegios y defender sus intereses.
Ni el pueblo de Bolivia, ni el de Chile, quieren seguir mirándose con recelo, con desconfianza, con odio. Otros son los que quieren ser reconocidos como los ingleses de América, y lo que es peor como la nueva Israel. Uno de ellos es el diputado Tarud junto a otros pseudos izquierdista que mutaron su internacionalismo por un nichito en el poder capitalista. Otro importante adalid de la causa nacionalista es el señor Juan Emilio Cheyre, Director del Centro de Estudios Internacionales de la UC y ex comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas que se refirió al tema de la demanda boliviana en un artículo que apareció en El Mostrador el 05 de mayo recién pasado y que me parece relevante analizar algunos de sus puntos. Él, señala que el gobierno boliviano «pretende» obligar a Chile a negociar una solución a su «pretendido» derecho, que no es más que una «aspiración de tener acceso al mar». Me parece que comete un error, quien «pretende» es quien cree tener derechos sobre algo que nunca ha tenido, y ese no es el caso de Bolivia porque si tenía mar. También los Mapuches pretenden que se les devuelvan sus tierras, o los pascuenses sean dueños de sus tierras. Su tesis favorece la distorsión de la verdad. Es una manipulación de la historia escrita por los vencedores y que sirve para engañar y esconder los grandes intereses económicos, ideológicos y militares que se mueven subterráneamente. En segundo término, señala que Bolivia intenta: «…cambiar los límites expresamente definidos en el tratado de 1904», y agrega: «…cuyos límites no están en discusión y que ningún tribunal puede exigirle ceder graciosamente». Hasta donde sabemos, la demanda de Bolivia no pone en cuestión el tratado de límites de 1904, solo pide que Chile honre su palabra y acceda a buscar una salida para que Bolivia vuelva a tener acceso libre y soberano a través de un corredor al Océano Pacífico. ¿Será mucho quitarle unos cuantos kilómetros a las 7 familias que ha perpetuidad se adueñaron del mar de «todos los chilenos»? me resisto a creer que si el tribunal reconoce su competencia lo haga «graciosamente» y no amparado en el derecho internacional. Su aseveración de: «…el CIJ de la Haya a la que debemos valorar y respetar cuando se atiene al ámbito de sus competencias», eso suena a no respetar el fallo si este es adverso. Más adelante afirma que: «Chile también se ha honrado en su actuar su larga tradición de un país serio». Nadie podría discutir algo así, el señor ex comandante debe tener poderosas razones para afirma eso, pero, me permito preguntarle si considera a Chile un país serio en las siguientes situaciones: primero, inicia una guerra (1879) sin antes declararla, como lo exige el código de honor de los militares. El 11 de abril del año 2002, un grupo de sediciosos da un golpe de Estado en contra del Presidente Hugo Chávez democráticamente elegido y el presidente Ricardo Lagos y su ministra de relaciones exteriores apresuradamente reconocen al nuevo gobierno de facto hasta que unas cuantas horas después el pueblo venezolano lo libera. ¿Es serio?, un gobierno que se ve involucrado en oscuros casos de espionaje a sus vecinos, ¿un gobierno que desconoce el TIAR?, ratificado y firmado por Chile y cede espacio para que fuerzas extranjeras (ingleses) puedan atacar mejor a un país hermano (guerra de la Malvinas). Creo que esconder el sol con un dedo no es otra cosa que negarse a enfrentar una realidad dura para desde ahí construir otra.
Y por último: ¿por qué el gobierno de Chile, afirmando que los límites son algo zanjado y sin discusión, acepta ir al más importante tribunal internacional para exponerse a otro fiasco?
Cualquiera sea el resultado, es urgente mejorar las relaciones con nuestros vecinos y hermanos. Ceder no es perder, es ganancia para todos.
[i] Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales. Egresado de Magister U. Arci, Chile
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