En pocos días, sin hacer largas filas, atendidos con mucha corrección los habitantes de este país obtienen o renuevan sus cédulas de identidad y pasaportes, algo impensado en la generalidad de los países de América Latina. Pero los flamantes Tribunales de Familia, que deben enfrentar divorcios, asuntos como la custodia y provisión de medios para […]
En pocos días, sin hacer largas filas, atendidos con mucha corrección los habitantes de este país obtienen o renuevan sus cédulas de identidad y pasaportes, algo impensado en la generalidad de los países de América Latina. Pero los flamantes Tribunales de Familia, que deben enfrentar divorcios, asuntos como la custodia y provisión de medios para los hijos, etc… colapsaron por la demanda apenas fueron creados.
Lentamente el ex presidente Ricardo Lagos comenzó la titánica tarea -no siempre comprendida por sus connacionales- del regreso del Estado como ente activo, protagonista, de las batallas por una mejor atención y cuidado de la salud -el sistema fue privatizado por la dictadura de 1973/90- intento que su sucesora reforzó en uno de sus primeros actos de gobierno.
No será tampoco fácil, dicen los expertos, la ejecución de un proyecto previsional solidario; más de la mitad de la población económicamente activa no gana para cotizar por su salud ni su futura jubilación en las empresas privadas del ramo; en rigor la previsión social -entendida en su más amplia acepción- es el gran déficit de la política económica chilena, que por otro lado manifiesta una notable continuidad y coherencia con la implantada por el gobierno militar-cívico del pasado reciente.
ECONOMÍA OPACA Y SIN ORDEN.
Con un sueldo mínimo de alrededor de US$ 200 mensuales y casi la mitad de las personas en edad de trabajar insertas, por necesidad, en la «economía informal» (venta callejera -a menudo ilegal-, servicio doméstico, atención de estacionamientos, narcotráfico al menudeo, prostitución, recolección de vidrio, papeles y cartones, oficios menores, etc…), pocos en verdad pueden pagar las elevadas cuotas de la medicina privada, que por otra parte no cubre el espectro de enfermedades que demandan atención.
Los chilenos comienzan a masticar el hecho de que su país se inscribe -junto con Brasil- entre aquellos que «gozan» del reparto más inequitativo del mundo de la renta nacional, situación que refuerza la aplicación del impuesto al valor agregado prácticamente a todos los productos que se transan en el mercado y servicios de la más variada índole. El impopular IVA se aplica, por ejemplo, a todos los artículos de consumo cotidiano y también a los libros y actividades culturales.
¿EDUCACIÓN? ¿QUÉ ES ESO?
No sólo la distribución del ingreso es irritante. Las movilizaciones estudiantiles de 2005 lograron crear conciencia de dos hechos que bien pueden calificarse de monstruosos. El primero es que la educación básica y secundaria está profundamente escindida. Hay una para pudientes y otra para pobres.
Si la primera logra niveles aceptables en un puñado de colegios y liceos, la segunda no pasa de ser un engañabobos. Sin contar gastos de matrícula, uniforme, equipos de gimnasia y deportes, alimentación y transporte -más la necesidad de computadora en la casa y conexión a la red- los colegios serios difícilmente cobran una escolaridad menor a los US$ 150 mensuales por alumno y muchos trepan lejos sobre los US$ 400.
El caso de la educación superior no es de ninguna manera menos dramático. El proceso de destrucción de la educación pública chilena impulsado por la dictadura no ha podido ser revertido por los gobiernos democráticos. Chile es un país que ofrece licenciaturas en profesiones que ciertamente no tienen nivel superior en otros países: técnico judicial es una carrera, diagramador gráfico es otra. Los anuncios de esas corporaciones mercantiles se ven en las calles y estaciones del Metro de Santiago a veces compartiendo con la publicidad netamente comercial groseros errores de sintaxis.
Muchas -no todas- universidades privadas -o autónomas- carecen de bibliotecas y laboratorios adecuados; un porcentaje elevado de alumnos ingresa a ellas sin entender lo que leen. En las universidades públicas la situación no es mejor.
Los profesores para lograr una renta congrua que les permita mantenerse no demasiado retrasados en cuanto a la literatura de su especialidad, deben trabajar en dos o tres institutos -sea en la educación media o superior-, a veces en ciudades distintas, sin gozar de vacaciones ni mayor cobertura médica. El sistema es perverso: son contratados en marzo -inicio de clases- hasta junio -vacaciones de invierno- y luego otra vez hasta diciembre o enero. La alta cultura chilena se ha vulgarizado hasta el extremo que se pone en peligro cualquier intento de innovación tanto en la producción de bienes, entrega de servicios complejos y renovación cultural.
LA EMPRESA DEL PERIODISMO LIBRE.
La «flexibilización» laboral permea todas las actividades en Chile. Desde las muchachitas y muchachos que llenan las bolsas plásticas en los supermercados hasta el ejercicio del periodismo.
La revista digital porlalibre.org titula una información el 22 de marzo de 2006: Radio Cooperativa despide a periodista que trabajó 9 años sin contrato . El texto, entre otras consideraciones, dice: «Esta semana asistimos a otro atropello laboral. Al de un periodista, un reportero sin oficina, sin teléfono fijo, sin contrato, que no obstante todas las dificultades impuestas, desempeñaba su labor en forma muy destacada. Nueve años al servicio de un medio de comunicación con tradición y prestigio no fueron suficientes para asegurar la fuente laboral. Radio Cooperativa explica la medida como una decisión editorial. Entonces emergen las dudas, cómo es posible que una empresa comunicacional de tal envergadura disponga para la Quinta Región (Valparaíso) el tener durante nueve años a un periodista del mejor nivel, trabajando sin sueldo base, sin contrato, remunerando sus servicios por volumen de despachos radiales generados. Se trata de un sistema laboral perverso que por casi una década mantuvo a un trabajador laborando siete días a la semana, ofreciendo objetables arreglos para optar a días de descanso o seudo vacaciones. Un escuálido vínculo laboral de honorarios, sin previsión ni salud» .
El periodista despedido -¿se puede despedir a alguien que en realidad no trabajó oficialmente?- se llama Alejandro Ruz. Su desempeño, inobjetable, era nada menos en el sector político: en Valparaíso sesiona el Congreso Nacional.
REALIDADES URBANAS.
Si un viajero recorre en automóvil las barriadas populares del sur y sur-poniente de Santiago se sorprenderá por las avenidas anchas y los pasajes angostos que separan los predios donde se alzan las viviendas -algunas tienen más de 50 años- construidas en su tiempo como viviendas básicas por diversas instituciones: Corporación de la Vivienda, cajas de previsión que ya no existen, etc…, o simplemente autoconstruidas con asesoría o ayuda de organismos públicos o privados, como El Hogar de Cristo.
Son calles limpias. A los servicios de agua y electricidad se suman teléfono, televisión por cable y otros. Parecen lugares amables donde vivir. Pero -advierten los vecinos- esa imagen desaparece por la noche, sobre todo durante los fines de semana. Entonces las calles quedan en manos de pandillas y del narco. Se escuchan balazos, gritos, carreras, sirenas de los autos policiales.
Un extenso plan de remodelación de la capital, Santiago, que ya ha construido una red de autopistas que son hendiduras en el caso citadino, separando vecinos y ocultando al tránsito los «lunares» pobres para atravesarla, previo pago de una tarifa electrónica, de norte a sur y de este a oeste avanza ahora sobre las poblaciones y barriadas populares, como por ejemplo la legendaria población José María Caro, originalmente surgida de tomas de terrenos. Como un mini Plan Puebla-Panamá las autopistas santiaguinas necesitan crean valor agregado a su vera.
En el oriente, sobre los contrafuertes cordilleranos, en un barrio «ecológico» de parcelas llamado Peñalolén se acaba de iniciar el traslado de decenas de familias pobres. En esos predios se levantará un parque…
EL ROSTRO HUMANO.
Los contratses de la capital de Chile son grandes. Si el viajero camina al crepúsculo por la comercial Avenida Providencia, se topará cerca de la estación del Metro Pedro de Valdivia con una extraña realidad: grupos pequeños de personas -niños incluidos- se reúnen a un costado de la vereda para doblar y ordenar las cajas de cartón recogidas de la basura de los edificios de oficinas y comercios varios. El sub mundo descrito por Víctor Hugo a la vista en el país más ordenado de América del Sur.
Es cierto que el progreso es notorio. En la zona céntrica de Santiago, en las proximidades de la antigua Estación Central -de donde parten las ferrovías al sur- se produce una extensa renovación urbana. Incidentalmente, los trenes chilenos son cómodos, limpios y salen a la hora indicada; no siempre, empero, llegan según itinerario: suele haber cortes de vías, puentes que tiemblan -o se cae o son movidos por los ríos aluvionales que bajan de la Cordillera-, y retrasan hasta en 12 horas un viaje previsto de 16 o 18. Maravillas del capitalismo fuera de control.
INEFICIENCIA, IMPERICIA, AVARICIA.
Frente a la estación, convertida en un gigantesco -pero organizado- centro de compras varias, se alza un edificio moderno destinado al comercio minorista. El «mall» denominado Portal Exposición es otro ejemplo de «capitalismo salvaje» administrado por manos torpes y gerenciado por la avaricia.
Se anunciaba la inauguración de ese centro comercial «para la primavera de 2005»; en pleno verano -ya en 2006- aun se trabajaba pavimentando las aceras. Ha llegado el otoño y todavía un 85% por ciento del Portal Exposición está cerrado. Los pocos locales que han abierto sus puertas languidecen, algunos cerraron, otros consideran bajar las cortinas. Antes de la anunciada primavera los administradores y propietarios de origen español del edificio aseguraban a la prensa tener alquilados el 60% de los locales.
No era cierto. En enero de 2006 no se había completado la instalación del techo ni de los servicios higiénicos. Dos meses después presionan a los locatarios para que paguen una carísima renta y expensas -gastos de mantención del portal- sin entregarles el debido y obligatorio desglose de esos gastos.
Capitalismo salvaje, dijimos, y gerenciado y administrado por la ineptitud y la codicia.
NO ES VIDRIO TODO LO QUE BRILLA.
Que las cosas pueden ser diferentes lo prueba la inauguración de la gigantesca Biblioteca de Santiago, a cuatro calles del Portal Exposición, parte de un centro cultural que cambiará la vida y la realidad edilicia del «Santiago viejo». Que el Estado haya intervenido en esta obra -como en la ejecución del proyecto del Centro Cultural La Moneda o en la próxima puesta en marcha de otra: San José de la Independencia- no es casualidad.
Los chilenos definen su país como una larga y angosta faja de tierra. De continuar la depredación de los recursos naturales y la destrucción del ambiente – planta de celulosa que destruyó un santuario natural reconocido por la ONU, amenaza a una riquísma zona agrícola por un emprendimiento minero multimillonario en la Alta Cordillera, proyecto de construcción de dos embalses para generar electricidad en una biósfera única en el mundo, crianza de salmones para exportación que huyen de sus jaulas y el sobrevuelo de la idea de hacerlo también con esturiones, en fin – convertirán esa faja de tierra en balcón de piedra y polvo.
Resulta imperioso que el Estado, entonces, recupere el rol implícito en la promesa de su constitución más allá de políticas de subsidios a ciertas actividades y control a otros emprendimientos. No se trata de convertir su acción en la única determinante del quehacer ciudadano ni que ahogue por imposición forzada la iniciativa de las bases sociales.
Es una tarea que los chilenos saben lenta la recuperación del tejido social tan gravemente dañado. Las antiguas carencias: salud, vivienda, educación, trabajo dignos pueden lograrse aplicando a la solución de los problemas recursos honestmente repartidos preservando la «glasnost» de la acción pública y la justicia distributiva.
Cuatro años de mandato le ha dado a Michelle Bachelet la ciudadanía; a todas luces un lapso demasiado breve para una acción profunda de gobierno, pero quizá suficiente para detener el salvajismo capitalista que lleva más de 30 años de rapiña, impericia, egoísmo y destrucción del país.
El autor es editor del periodico «Pieldeleopardo»