Chile en la OCDE «impacta» por su trascendencia económica y política pero cabe hacerse la pregunta… ¿Para quién o quiénes? Desde el mundo del trabajo ciertamente no es una noticia que invite a celebrar ya que las cifras laborales del país, que este organismo internacional debe manejar mucho mejor que yo en mi calidad de […]
Chile en la OCDE «impacta» por su trascendencia económica y política pero cabe hacerse la pregunta… ¿Para quién o quiénes?
Desde el mundo del trabajo ciertamente no es una noticia que invite a celebrar ya que las cifras laborales del país, que este organismo internacional debe manejar mucho mejor que yo en mi calidad de dirigente sindical, ilustran una situación vergonzosa:
1. Según la última encuesta CASEN se constata que el 10% de las personas más ricas ganan 53 veces más que el 10% de las personas más pobres;
2. La duración media de los contratos, a nivel general, es de 4 a 5 meses (Feres M.E 2008).
3. El Salario Mínimo, como % del PIB per cápita, entre 1990 y 2008 bajó de 42.5% a un 36.1% (CENDA, 2008).
4. En Chile la brecha salarios-productividad exhibe una marcada disociación puesto que los salarios bajan mientras la productividad aumenta (Duran G, 2009), este resultado va en directa sintonía con el informe de las desigualdades en los ingresos indicado por el Instituto Internacional de Estudios Laborales de la OIT (ILO 2008b).
5. En 1990 la sindicalización alcanzaba al 19.2%, al 2008 bordea el 14% (Dirección del Trabajo 2008).
6. El promedio de reajustes reales de remuneraciones, por la vía de la Negociación Colectiva, desde 1997 al 2007 es de 0.76%. (Duran Gonzalo, 2009); Según la ENCLA 2008, sólo un 9% de las empresas negocia colectivamente (Escuela Sindical CEM, CEDEM, HUMANAS, 2009).
A partir de estas cifras oficiales de entre otras existentes no queda sino concluir, entendiendo la lógica neoliberal, que efectivamente Chile merece ser parte del selecto grupo de la OCDE pues ha sido un alumno ejemplar incluso aun más apegado a la regla capitalista. Pero desde nuestra mirada sindical vemos con decepción que la aplicación de políticas neoliberales a ultranza ha significado mayor pobreza y empleo precario, muy en contracorriente a lo que bien ha planteado la propia OIT al respecto.
Así, resulta sorprendente que Chile se integre a un organismo para el cual no ha adecuado, de modo concreto y sustantivo, ciertos mínimos básicos laborales, cercanos a los que países de la OCDE muestran efectivamente. Quienes conocen los índices de Negociación Colectiva, cobertura de la misma y nivel de calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras de países integrantes de la OCDE bien saben que en Chile estamos muy alejados de esos estándares básicos.
Ahora bien, más allá de poner la mirada en las cifras, creemos claramente que el mundo laboral y sindical no obtendrá beneficio alguno, similar a la proliferación de TLC firmados por Chile, salvo que cambiemos nuestro enfoque de cómo hacemos sindicalismo en Chile y así provocar que el marco jurídico se modifique y se termine con los enclaves restrictivos impuestos por el Plan Laboral. Lo que urge acá, entonces, es terminar con el Código Laboral y por otro lado cambiar la constitución para otorgar rango constitucional al Trabajo, instaurándolo como un Derecho Humano Básico Esencial, en consonancia con otros derechos humanos desestimados o dejados en un segundo o tercer orden por el poder político que no ha tenido voluntad política para resolver problemas estructurales.
Por otra parte tenemos que los derechos laborales no debiesen ser promesas efímeras lanzadas en periodos electorales. Diego López Fernández nos aclara en su libro «Los derechos de las personas: la fuerza de la democracia» ciertos conceptos respecto de los derechos esenciales que, desde una perspectiva de empoderamiento social, los estados deberían abordar, desde esa línea él afirma: «No basta con crear riqueza; ella debe ser aprovechada por todos. No puede derrotarse realmente la pobreza sin derechos para las personas en el mercado. No se puede garantizar bienestar y prosperidad a las personas sin derechos que distribuyan riqueza.»
Él bien expresa que si ciertos mínimos derechos estuviesen cubiertos «otro gallo cantaría», aunque disiento en el valor que él le agrega al mercado. Yo, por mi parte, soy un convencido que es posible otro modo de comprender y desarrollar un modelo de producción fuera del capitalismo, en economías que pongan al hombre y la mujer en el centro de la preocupación social para la satisfacción y mantención de niveles de vida aceptables, dignos, de calidad.
Tengo certeza que existen otros mundos posibles y que no necesitamos que nos dicten patrones desde el exterior. Algunos ya han comenzado el camino de transformación social, incluso en el marco de un modelo de producción capitalista, pero cada uno con sus particularidades. En Bolivia, Ecuador, Venezuela vemos interesantes ejemplos de cambios estructurales; Asambleas Constituyentes, Renacionalización de los Recursos Naturales, distribución de beneficios a las grandes mayorías, etc.
¿Chile en la OCDE?…
Como dice el clásico de GIT «Aire de Todos»:
♫♫ Veo en la calle gente engañada
que aplaude todo lo que le dan ♫♫
♫♫ Oh mi amor… no todo lo que brilla es oro ♫♫
♫♫Si algún día fueran nuestras las puertas
ya no tendríamos que golpear
cuando la gente se sienta libre
no habrá fantasmas en la oscuridad♫♫
Raúl Morales es presidente del Sindicato Foster, integrante Federación de Sindicatos Cencosud.