Las semanas y meses que se abren para el país, tienen en alguna medida su punto de encuentro y de llegada, algo así como un cruce de caminos, en este 21 de Mayo en el que el Presidente de la República asumirá el papel protagónico de entregar el balance de su gestión; es decir, del […]
Las semanas y meses que se abren para el país, tienen en alguna medida su punto de encuentro y de llegada, algo así como un cruce de caminos, en este 21 de Mayo en el que el Presidente de la República asumirá el papel protagónico de entregar el balance de su gestión; es decir, del tercer gobierno de la Concertación. El debe convencer al país de que el bloque político que lo ha sustentado -la alianza DC, PS, PPD y PRSD- es todavía un «proyecto viable». Es decir, la doble tarea, nada fácil por la contradicción que encierra, de convencer a la mayoría del pueblo de que es «la única alternativa a la derecha y el pinochetismo»; pero, y a la vez -y es en lo simultáneo de ambas gestiones en donde radica su extrema dificultad- de demostrar a la clase empresarial, el militarismo y los intereses transnacionales, en sus expresiones económicas y políticas, que sigue siendo «la mejor carta» para administrar un modelo que requiere para transitar en la paz de las desigualdades del adormecimiento y sumisión de las masas, y ello por su probada capacidad de manejar o al menos aminorar los conflictos sociales que serán cada vez más agudos por la simple lógica del modelo aplicado, rol que puede cumplir mejor que sus rivales de la Alianza por el «prestigio» que aún los acompaña y por una cierta inercia que hace creíbles expresiones tales como «democracia cristiana» y «socialismo».
La tarea de Ricardo Lagos de pavimentar el camino de un cuarto gobierno concertacionista, no se ve precisamente facilitado por la aguda competencia entablada por las «sensibilidades» que comparten la alianza concertacionista. Aguda competencia que, al no radicar en propuestas diferenciadoras sino apenas en matices y aspiraciones burocráticas y de «representación», no encuentra un camino fácil de conciliación y de síntesis. Un factor que juega negativamente para esta consolidación del bloque de La Moneda radica, por paradojal que ello parezca, en la extrema mediocridad y bajísimo perfil de las «opciones» ofrecidas por las candidatas.
Al frente, la sorpresiva pero en absoluto incomprensible división del sector aliancista «por Chile» cuyo punto culminante fue la proclamación de Sebastián Piñera como candidato -y no «precandidato»- de RN, aporta también algunos elementos de fondo que observadores inadvertidos pudieron no haber alcanzado a captar en toda su significación. Son varios esos elementos, y uno de ellos, al menos el más vistoso a nivel «comunicacional», es la estrepitosa caída del «líder natural» de la llamada «centro derecha». Pero no es que el exponente de ese sector extremo del prisma político nacional haya pasado a la banca de la reserva: él resume y expresa una forma de mirar la vida y un estilo de conducta pública que no ha desaparecido y que forma parte indisoluble del programa genético de la extrema derecha y de todos los fascismos. Evidencia además este quiebre del bloque UDI-RN una cierta soberbia, la ciega confianza de un sector preponderante del empresariado en la eficacia de los medios que proporciona el poder en todas sus expresiones. Es como si se hubieran dicho que no necesitan el recurso de un Lavín para sostener «el edificio social»,
recurso extremo por su mediocridad y la vulnerabilidad que le confiere su compromiso indiscutible con un pinochetismo cada vez más puesto en evidencia por sus crímenes y su baja catadura moral-
La irrupción del candidato-empresario, del hombre que decide manejar sus negocios desde la casa misma de gobierno, ya sin intermediaciones ni complejos de «servicio público», ofrece varias lecturas. No es un detalle el impacto que ha causado en la Concertación esta candidatura que llega con «aires frescos» y que propone un pacto «de centro-centro», algo así como un Fra Fra renovado y aparentemente mejor neuronado.
Amenaza «pescar» el dueño de LAN y otras importantes empresas -el hombre de los mil millones, de dólares, se entiende- en las aguas de la DC y su candidata. En un terreno apto para todos los chantajes, se ofrece la candidatura de Alvear como la única que puede, desde las filas de la Concertación, contener la ofensiva dirigida a minar la base «estabilizadora» no sólo de la coalición en el gobierno sino, pues así lo entienden ellos, de la sustentación mismo del modelo.
Se olvida, o al menos minimiza, que la profunda crisis provocada, y de manera necesaria, por el modelo neoliberal tiene en las capas medias de la población una de sus víctimas predilectas, como bien lo entienden cada vez más lúcidamente los pequeños empresarios, los profesionales, toda esa extensa capa social, en fin, que no se reconoce en el espacio de «los trabajadores» pero que por sus mermados ingresos y la falta de oportunidades no puede tampoco identificarse con los escasos y soberbios dueños y beneficiarios del sistema económico y social imperante.
Es en ese escenario que se levantará el 5 de junio, con el significativo antecedente de una consulta popular de carácter tanto electoral como programático, la candidatura alternativa, aquella ajena a cálculos y que se constituye con el aporte generoso de una amplísima gama de luchadores sociales y políticos, dirigentes y actores directos y comprometidos de la base social, rica en particularidades ideológicas y políticas y convencida de que esa diversidad es el sustento que hace posible emprender la cruzada antineoliberal que la historia y el pueblo demandan.
Es la auténtica alternativa, el camino propio del pueblo en su más inclusivo y fecundo sentido.
En la encrucijada de Chile, más clara cada día para las masas que conforman lo mejor de su organismo, hay tres caminos y sólo uno conduce al fin de las desigualdades, a la justicia social, a la satisfacción de las necesidades de las mayorías y a un país libre y soberano.