La lucha por el Socialismo es constante acción creadora de las clases populares en respuesta a las imposiciones de las clases dominantes; por lo tanto, la experiencia política y concreta de los procesos de avanzada hoy nos enseña que también debemos crear una democracia profunda y participativa que vaya más allá de los estrechos márgenes […]
La lucha por el Socialismo es constante acción creadora de las clases populares en respuesta a las imposiciones de las clases dominantes; por lo tanto, la experiencia política y concreta de los procesos de avanzada hoy nos enseña que también debemos crear una democracia profunda y participativa que vaya más allá de los estrechos márgenes de la representación liberal. Que en la mayoría de los países del mundo hoy existan sistemas democráticos (liberales) no se debe a la benevolencia de los dueños de las riquezas, muy por el contrario, son resultado de conflictos sociales de diverso tipo o modernizaciones institucionales de quienes ostentan y buscan mantenerse en el poder. Sin lugar a dudas aquella democracia no es a la que aspiramos, sino más bien -e irrebatiblemente- buscamos su superación.
El horizonte de las y los revolucionarios no ha cambiado, sin embargo, esto no significa que no podamos ser críticos con la experiencia histórica y teórica sobre el tema. En este sentido, el constante debate y práctica acerca de la forma que debe adoptar el Socialismo es algo necesario justamente para que siga existiendo como horizonte. De no ser así, tras la derrota de diversos procesos de izquierda en el mundo, jamás se habría hecho una revisión crítica de las experiencias de los «socialismos reales» del siglo pasado, y por consiguiente no habría existido posibilidad de abrir nuevas esperanzas que le den sentido a las luchas actuales. Es el estudio de estos procesos -pasados y actuales- el que permite entender que el Socialismo debe ser profundamente democrático, feminista y ecologista para oponerse a la barbarie capitalista. De lo contrario, jamás podrá ser «horizonte de época» para las mayorías explotadas y oprimidas; como nos enseña la Bolivia de Evo Morales y Álvaro García Linera.
La democracia tiene un lugar central para los diversos proyectos emancipatorios porque no es sólo una forma de votación o participación individual, es proceso de profunda y creativa participación colectiva. Por lo tanto la democracia juega un rol estratégico para la acción política de las izquierdas de hoy, es una apertura de posibilidades de disputa tanto dentro como fuera de los márgenes de la institucionalidad impuesta. Esto significa combatir en todos los espacios a las fuerzas que dirigen y orientan las sociedades hoy en día, teniendo claridad del escenario en el que se desenvuelve la lucha de clases y una estrategia para superar las contradicciones existentes, saber de qué forma sumar fuerzas para los intereses de las clases populares y su organización.
Por lo tanto, el debate no pasa por las vías o tácticas a ocupar de forma abstracta o a rechazar a priori; pasa por elegir y poner en práctica las mejores herramientas que permitan empujar desde diversos lugares la misma estrategia. Significa saber resolver las tensiones del momento sin dogmatismos, entendiendo la disputa de las instituciones burguesas y la movilización de masas no como contradictorias sino que posibilidades para el avance del pueblo (eso es lo importante).La utilización de espacios dentro de la institucionalidad puede permitir un mejor desarrollo de la movilización y participación popular, o viceversa. Es decir, las herramientas tácticas se relacionan dialécticamente entre sí, tal como se relacionan las herramientas políticas con las masas.
En Chile -a partir de nuestra experiencia histórica más reciente- concluimos que la posibilidad de superar el neoliberalismo pasa por la articulación de diversas franjas populares en un mismo movimiento y con un programa de ruptura con el orden impuesto, el cual permita una apertura democrática que le signifique a las clases populares su constitución y protagonismo en la construcción del país. Aquel movimiento debe ser el que impulse las diversas luchas por la conquista de derechos sociales y el desmantelamiento de la institucionalidad neoliberal a través de diversos métodos, con amplitud y creatividad táctica. A esta estrategia la hemos denominado Ruptura Democrática.
En definitiva, de lo que se trata es de leer la realidad y tener la mayor apertura y creatividad para conseguir los objetivos, generando alianzas necesarias y constituir la correlación de fuerzas favorable para nuestro proyecto. Por sobre todo se trata de organizar al pueblo, ya que sin él, ni las armas, ni los votos, ni la creatividad serán suficientes para vencer. Uno de los aprendizajes más importantes del Siglo XX fue que la organización y participación popular son los protagonistas y condición necesaria para la construcción de un mundo basado en la libertad y soberanía social sobre nuestras vidas y recursos: el Socialismo.
Es por eso que se debe tener en cuenta que la democracia es inseparable del Socialismo, y por ende de la organización del pueblo. Mientras las clases dominantes hablan de democracia pero la reducen al simple hecho de votar por sus representantes o temas puntuales, las y los socialistas entendemos que es mucho más que eso, y por lo tanto debemos superar aquella concepción de forma creativa. Como dijo Salvador Allende en la Universidad de Guadalajara en 1972, «La revolución pasa por las grandes masas, la revolución la hacen los pueblos, la revolución la hacen esencialmente los trabajadores»; y por lo tanto serán las grandes mayorías las que protagonicen y construyan su propio futuro, ahí radica la diferencia con la democracia de las clases dominantes.
La lucha de clases no se acabó, por lo que nuestra lucha por la superación del Capitalismo y la construcción de una sociedad socialista sigue tan vigente hoy como ayer. No obstante, con el tiempo hemos aprendido que para avanzar en aquella dirección es necesario construir organización popular profundamente democrática que lidere los procesos de movilización, que sea capaz de disputar la centralidad política con claridad estratégica y amplitud táctica. En síntesis, no se trata de vías, se trata de la conformación de hegemonía que permita vencer al enemigo, el mismo que nos niega e invisibiliza, con la finalidad de crear nuevas formas profundamente democráticas que permitan construir, sostener y profundizar el proyecto Socialista.
Francisco Sainz López / Izquierda Libertaria – Chile
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