La elección presidencial marcó un giro, dando la impresión que existe una derechización de la sociedad chilena. Para el historiador y director de ECO Educación y Comunicaciones, Mario Garcés Durán, se debe tener precaución con ese argumento pues persiste una clara división entre los que votan y los que no lo hacen. La abstención creció […]
La elección presidencial marcó un giro, dando la impresión que existe una derechización de la sociedad chilena. Para el historiador y director de ECO Educación y Comunicaciones, Mario Garcés Durán, se debe tener precaución con ese argumento pues persiste una clara división entre los que votan y los que no lo hacen. La abstención creció de una manera muy significativa en las elecciones municipales de 2015, donde llegó a un 64%. «Una de las mayores preguntas de la reciente elección era cuántos votarían; finalmente fue 46% en primera vuelta, y 48% en segunda. Pero todavía más de la mitad del electorado sigue ausente. Sí hay que admitir que el triunfo de Sebastián Piñera da cuenta del agotamiento de la propuesta política de la llamada centroizquierda, en definitiva del ciclo Concertación-Nueva Mayoría. En ese sentido fue importante lo que pasó en primera vuelta: la emergencia del Frente Amplio (FA) y la crisis y declinación de la Democracia Cristiana (DC)», señala.
Según Garcés, la emergencia del FA representa una nueva postura en la centroizquierda, y la crisis de la DC sería el vaciamiento político de este partido, que también compromete a otros. «Existe una crisis de legitimidad de la política, que explica por qué la mayoría no vota. Crisis que tiene antecedentes en la forma en que se dio la transición, presentada como modelo sui generis , porque en el fondo se organiza sobre la base de la adaptación del centro político a la Constitución pinochetista. Se le hicieron reformas pero no se la modificó estructuralmente. Fue la adaptación a un modelo constitucional de carácter autoritario que en sí mismo tiende a negar la democracia o a ponerle límites extremadamente fuertes: sobrerrepresentación de la derecha, senadores designados, quórums calificados, ausencia de iniciativas de ley popular, desacoplamiento de la política y la sociedad. El resultado es evidente: gran parte de los ciudadanos se retira, se genera un fenómeno de desafección.
En ese contexto, el modelo concertacionista se agotó, no fue capaz de confrontar la herencia dictatorial y no terminó de configurar un proceso constituyente que permitiera repensar o recrear el modelo institucional. Por otro lado, se agotó también porque la capacidad de diálogo con los movimientos sociales estuvo siempre bloqueada. Se podría decir que la crisis de legitimidad es tal vez una crisis de representación política.
Tampoco hay que negar otro fenómeno más profundo: en ausencia de una cultura democrática y de que se puedan constituir distintos actores que dialoguen con el Estado y los partidos, por lo tanto, en ausencia de una democracia más genuina y auténtica, lo que se produce es la adaptación al sistema institucional, al mismo tiempo se genera una especie de aceptación de que no hay un modelo de desarrollo alternativo al neoliberalismo.
¿Y cuál es el modelo?: mercado, privatizaciones, libre empresa, inversión y crecimiento. Las grandes reformas se hicieron en dictadura, sin embargo, esta limitaba las posibilidades de inversión extranjera. Con el retorno a la democracia se abrió la inversión -el milagro chileno-, permitiendo la expansión del mercado, el retail , los TLC, expansión de tarjetas de crédito. Por un lado, negación de lo popular y extensión del mercado como mecanismo de inclusión.
No solo la tarjeta -lo que Tomás Moulian llamó ‘el ciudadano credit card ‘, dependiente de las tarjetas-, además, el celular, que tiene otros efectos simbólicos y tiende a ser más inclusivo. Si sumamos celulares y tarjetas se configura una situación en la cual el imaginario del deseo pareciera posible desde el punto de vista digital. Es decir, acceso al mercado por la vía digital. Tarjetas y celulares parecieran ofrecernos todas las posibilidades de bienestar y desarrollo, acceso a bienes y experiencias nuevas. Surge lo que se ha llamado ‘clases medias emergentes’, de origen popular, que efectivamente viven procesos de mayor inclusión con fuerte endeudamiento y, por lo tanto, se gesta un modelo donde lo deseado y las posibilidades de lo deseado son casa, autos, bienes, educación, vacaciones fuera de Chile… y en ese modelo y en esas conductas que son individualistas, de emprendimiento, básicamente capitalistas, la política juega un papel secundario. Vivimos en una especie de sociedad de consumo sui generis . Lo que en los 60 y 70 era propio del mundo desarrollado hoy es posible en la periferia. Sui generis porque convive con la desigualdad, endeudamiento y expansión del sistema financiero. Hay rasgos sociológicos nuevos que se están expresando en la política. En este contexto, una política de Izquierda que no sea capaz de dialogar con la propia experiencia de la sociedad, será satanizada y hoy asociada a Venezuela, y como el control de los medios funciona muy bien, Izquierda equivale a populismo, inestabilidad, incertidumbre, en fin, nadie desea eso. Mientras no se genere una alternativa, la situación se hace compleja. Todo opera en favor de la derecha».
IDEOLOGIA DOMINANTE
¿Prima un pensamiento conservador?
«Conservador en el sentido de la reproducción del orden neoliberal, pero no tanto en la modificación de las formas de vida, en niveles de bienestar. Ahí está la trampa y problema. Conservador respecto de la comprensión de la vida social y de cambio social, en el fondo incapacidad de pensar en términos alternativos al modelo. Marx decía que la ideología de la clase dominante suele ser la ideología dominante en la sociedad. En Chile estamos en una situación en que la ideología de la clase dominante: mercado, defensa del emprendimiento, bienestar material y acceso al consumo, se ha convertido en ideología dominante y por eso el voto de derecha es transversal, porque esto aparece como un modelo. ¿Quién no quisiera un automóvil o un viaje al extranjero? Endéudese, se lo facilitamos, pague en cómodas cuotas, active su celular y elija el mejor plan… en ese sentido es conservador».
En Lota, que tuvo una fuerte raigambre de Izquierda, hoy votan por la derecha…
«Cuando se inició la transición muchos tuvieron la ilusión de que el retorno a la democracia implicaría la vuelta de los viejos actores sociales: condiciones para que el sindicalismo retome su lugar y se reforme la ley laboral, para que las universidades se abrieran a la sociedad y fueran espacios de producción de saberes colectivos, que los medios de comunicación se democratizarían… Nada de eso ocurrió porque la sociedad fue transformada, el país desindustrializado, privatizado, los medios controlados por los grandes grupos económicos. Tomó tiempo darnos cuenta que ese proceso se profundizó en los 90. Y en el caso concreto de Lota y Coronel, el ciclo termina con el cierre de las minas, negociando indemnizaciones y reinserción laboral. Las tradiciones de Izquierda por más que pudieran permanecer están siendo fuertemente interpeladas y cuestionadas. Si no hay sindicatos, partidos vinculados a ellos, prensa que anime debates, incluso si no hay Iglesia -que también involucionó en los 90-, las referencias para dialogar y pensar en formas alternativas al neoliberalismo se vieron fuertemente disminuidas. La Concertación al adaptarse al modelo institucional y de desarrollo, también se hizo parte. Desaparece el pueblo como categoría política, se empieza a denominar ‘gente’, algo difuso, tramposo, un genérico. ‘Pueblo’ daba cuenta de la diversidad de la sociedad. Producto de esos cambios, en Lota y otros lugares la Izquierda hoy no es una referencia, tampoco en las poblaciones. Para muchos la aspiración es dejar el barrio, la identidad deja de ser comunitaria, aglutinante, incluso el concepto de poblador casi desaparece».
¿Y la ultraderecha?
«Piñera obtuvo 36% y José Antonio Kast casi 8%, o sea, 44%, lo mismo que Pinochet en el plebiscito de 1988. Kast revive ciertas conductas más clásicas de la derecha, orgullo con la dictadura y el cambio que se produjo en Chile. Reemerge el concepto de familia militar, la obra de Pinochet, pero a eso agrega un fenómeno preocupante: la emergencia de una neoderecha asociada a una suerte de neocristianismo popular de los evangélicos, un fenómeno latinoamericano. Kast hace un link con ese mundo de fuertes identidades territoriales, sectoriales, que aspira a ocupar mejores posiciones, mayor reconocimiento simbólico… que logra que el Te Deum no solo sea con la Iglesia Católica. Hay un proyecto de levantar una universidad frente a la UC, por lo tanto, siempre hay una competencia, una disputa con el catolicismo. Efectivamente se engruesa la derecha».
¿Cómo se explica que la derecha llegara al 44%?
«Hizo una buena campaña. Piñera logró articular su alianza, ceder ante ciertos avances de la Nueva Mayoría, como la gratuidad en la educación. Es decir, muestra ciertas aperturas. A Piñera probablemente le convendrá generar formas de consenso político más que confrontación, buscará revivir la democracia de los acuerdos, porque en definitiva lo que eso asegura son reformas muy parciales, que no ponen en discusión la estabilidad del modelo, de alguna manera deseada por un importante segmento de la sociedad. La derecha dibuja una expectativa que aparece más viable que las de la Izquierda que, por otro lado, no son mayores. El fracaso de Bachelet es que habiendo hecho suyas las banderas del movimiento estudiantil de 2011 -reformas tributaria, educativa y de la Constitución-, lo hizo a medias y con grandes déficit. El diálogo con los movimientos sociales fue extremadamente intrincado. Si la Nueva Mayoría tenía destino era porque no solo tomaba las banderas del movimiento estudiantil, sino porque era capaz de generar otra relación con los movimientos sociales. Pero no fue capaz».
DESAFIOS DE LAS IZQUIERDAS
¿Cuál es su opinión sobre el Frente Amplio? ¿Se transformará en una Concertación 3.0?
«Fue sorprendente su resultado, nadie esperaba un 20%. Ahí hubo un aire fresco y una respuesta social interesante. Desde el punto de vista político-electoral fue capaz de recoger una visión y demanda de sectores sociales de clase media ilustrada, que vieron una posibilidad de expresión y representación. Eso es un gran valor, y revela el papel que tienen en Chile las elecciones y que muchas veces la Izquierda ha desestimado, lo que no quiere decir que todas las reformas y cambios sean posibles por la vía electoral.
El problema del FA es si será capaz de ampliarse y sobre todo, ganar al mundo popular. El éxito va a depender de su capacidad de encarnarse en la sociedad. Los movimientos sociales son profetas de su tiempo, de alguna manera le indican a la sociedad cuáles son los derroteros, las nuevas experiencias, los temas que requieren ser elaborados socialmente. La capacidad de la Concertación-Nueva Mayoría de procesar esa experiencia ha sido extremadamente limitada, porque al revés de escuchar y dialogar, de interactuar con los movimientos sociales, lo que pretendieron hacer fue el control, disciplinamiento, el límite y no su valoración, su expansión o apertura. Lo que podría suceder es que el FA se asimile a las formas tradicionales, que sea cooptado. De hecho ya hay voces de que la única manera de enfrentar a la derecha es la unidad, pero sin decir unidad con qué propósito. A quienes lo proclaman, hay que preguntarle cuáles son los contenidos específicos».
¿Y la Izquierda revolucionaria?
«Un problema de la Izquierda y de ciertos movimientos sociales es la dispersión. Hace mucho rato que somos un archipiélago, no alcanzamos a generar lazos de comunicación, intercambio, reflexión colectiva, sobre todo los grupos políticos. En los movimientos sociales hay más apertura y diálogo. La Izquierda es hereditaria de tradiciones un poco iluministas, vanguardistas, se concibe con la capacidad de conocer e indicar el sentido de la historia. Eso está cuestionado hace mucho. La posibilidad de recreación de una Izquierda política tiene que ver con abandonar esos roles y entender que su papel es de servicio a las clases populares en las iniciativas y prácticas que desarrollan.
Volviendo al marxismo, en el principio era la práctica y la acción, por lo tanto el papel es la comprensión de la experiencia práctica. Marx era más radical porque decía que las sociedades no se proponen cambios que no puedan realizar. Eso es muy importante, reconocer qué ocurre, qué prácticas acontecen en la sociedad. No hay resultado emancipatorio si la historia no es colectiva. Como decía Allende: ‘la historia la hacen los pueblos’. En la práctica del pueblo es desde donde se puede refundar la Izquierda política…»
Publicado en «Punto Final», edición Nº 893, 26 de enero 2018.