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Chile no necesita reformas, necesita una revolución (primera parte)

Fuentes: Rebelión

A la par con la crisis de la economía en el «primer mundo» se desarrolla una propia en Chile que reviste características estructurales y terminal del modelo. Estas crisis económicas conllevan conflictos sociales cuya envergadura concuerda con su profundidad. Evidentemente son muy graves puesto que en algunas regiones se han producido revoluciones y guerras civiles […]

A la par con la crisis de la economía en el «primer mundo» se desarrolla una propia en Chile que reviste características estructurales y terminal del modelo. Estas crisis económicas conllevan conflictos sociales cuya envergadura concuerda con su profundidad. Evidentemente son muy graves puesto que en algunas regiones se han producido revoluciones y guerras civiles sin desenlaces predecibles. En todo el mundo se va sucediendo un continuo aumento de situaciones de guerra en una escalada que ya está lindando con una tercera guerra mundial.

Lo que ocurre en Medio Oriente, en África, Afganistán y Ucrania es la lucha de intereses de grupos nacionales contra intereses de grupos económicos de los países imperialistas, por un lado, y de los intereses de las economías emergentes contra los intereses hegemónicos vigentes. El desenlace probable en una guerra mundial nuclear está dejando de ser una siniestra quimera y ya deviene una realidad. El problema no es cómo evitar la hecatombe sino la actitud que ante ella asumirá cada país, grupo social y partidos

La historia muestra dos posturas generales para enfrentar situaciones similares:

-por un lado, donde priman criterios nacionalistas y chovinistas que han conducido sólo a enormes catástrofes de la humanidad, una posición oportunista en pro de los intereses reaccionarios;

-y por otro, luchas en todos los países contra estas grandes conflagraciones, una lucha contra los intereses de las minorías dominantes, una postura revolucionaria en pro de una sociedad que extirpe estas lacras que destruyen al planeta y a sus habitantes.

Nuestro planeta se halla ante la disyuntiva del retorno a la barbarie o el avance a una nueva era de paz y progreso para la humanidad.

En esta guerra económica entre las antiguas potencias (EEUU, Europa y Japón) y las emergentes (BRICS), los países tercermundistas, principalmente América Latina, como abastecedores de materias primas de las grandes economías han sido favorecidos en su crecimiento generando su propia crisis de desarrollo.

Chile es el ejemplo más claro. El acelerado crecimiento económico de las dos últimas décadas, producto de políticas que impidieron cualquier control del mercado y de las finanzas, ha llevado a toda la superestructura jurídica en que se basan las relaciones sociales y económicas a una serio conflicto entre grandes grupos dominados y las pequeñas minorías dominantes; entre los trabajadores, los pequeños y medianos empresarios, agricultores, campesinos, y todo tipo de minorías sociales enfrentadas a los dueños del gran capital.

Este acelerado desarrollo ha ido corroyendo todas las estructuras del modo de vida de nuestro pueblo. Han sido sobrepasadas, provocando gran malestar y generando constantes protestas y estallidos sociales, desde la educación, la salud, transporte público, medio ambiente, las fuentes de trabajo de los pequeños empresarios y campesinos, de los mapuches y otras etnias hasta el sistema jurídico, político administrativo y el conjunto de las instituciones estatales.

El parlamento, el poder judicial y el poder ejecutivo con su constitución, son incapaces de resolver problemas a los que los se enfrentan.

No hay reformas que puedan resolver los problemas de nuestro país. Sólo un cambio profundo y radical en la forma económica, en el modo de producción, acompañado de radicales transformaciones en la superestructura jurídica, podrá conducirlo sin serios traumas sociales hacia una sociedad mejor.

Los sucesivos gobiernos de la Concertación y el anterior de la Alianza se han dedicado a administrar el modelo neoliberal en una coyuntura de expansión de los capitales hacia todas las latitudes del mundo. La gran demanda de materias primas, las inversiones extranjeras y los consiguientes grandes ingresos monetarios, no se han aprovechado para crear una infraestructura industrial, material y social que permitiera al país su autosustentabilidad y los niveles de desarrollo correspondientes. La ambición de la gran burguesía y el servilismo oportunista de los partidos tradicionales de izquierda les impidieron ver otro camino que enriquecer sus propios bolsillos. La izquierda ha contribuido a que la lucha política se enmarque dentro los límites sistémicos heredados de la dictadura por la debilidad de los sectores revolucionarios, la incapacidad de asumir un proyecto socialista y la falta de una visión alternativa progresista.

El rol principal de los gobiernos en la primera década postdictadura, además de favorecer los intereses del gran capital, fue neutralizar al movimiento revolucionario aplicando políticas persecutorias a sus organizaciones y cooptar a los dirigentes de los movimientos sociales y sindicales. En la primera década del nuevo siglo y segunda de la Concertación, las políticas aplicadas se han reducido a fortalecer el modelo neoliberal, bajo las orientaciones de los bloques imperialistas y sus instituciones en detrimento del medio ambiente, condiciones de vida y bienestar social, aprovechando la mayor demanda del cobre, principal ingreso del país (olvidándose de que Chile es el primer productor y poseedor de las mayores reservas de cobre del mundo).

Este conglomerado llamado Concertación, integrado por partidos y personalidades que fueron parte del gobierno de la Unidad Popular en la lucha por un país soberano, antimperialista y antioligárquico, democrático y popular, dio un giro subyugándose al bloque proimperialista y a sus políticas.

Mención aparte merece el Partido Comunista, otrora baluarte histórico de la clase obrera chilena, que hoy no sólo reniega de su razón fundacional hasta caer en posturas que contradicen todo su pasado dejando un vacío en los intereses de la clase asalariada. Hace unos años, por lo menos, defendía los intereses inmediatos de la clase obrera (los intereses futuros, la lucha por ser clase dominante los abandonó hace décadas).

El deambular errático y confuso en la vida política también ha sido un factor gravitante en el débil movimiento social y político de la izquierda chilena. En vez de asumir la primera línea en lo relativo a las transformaciones revolucionarias y populares, se tornó vagón de cola del sector democrático burgués y en conjunto sus integrantes pasaron a ser los acólitos de los sectores capitalistas e imperialistas. Hoy, como parte del sector gobernante, jugará el papel de saboteador y persecutor de los movimientos sociales y organizaciones revolucionarias aprovechando sus conocimientos y relaciones construidas en las luchas pasadas, tal como lo ha hecho el Partido Socialista. Tuvo su momento para asumir un proyecto revolucionario al comenzar la crisis del 2008 pero prefirió insertarse en el sistema que se está resquebrajando por todos los lados. Son los yanaconas modernos.

LA NUEVA ÉPOCA QUE NOS TOCA ENFRENTAR

Se produjo un desánimo y confusión en las masas populares después de las elecciones presidenciales del año pasado, mejor dicho, en los sectores cupulares y dirigentes de las fuerzas de izquierda.

El año 2013 tuvo importante significado para nuestro pueblo y sus fuerzas políticas por lo cual merece un exhaustivo y profundo análisis con el fin de sacar lecciones para lo venidero. La conjugación de tres aspectos que en raras ocasiones se presentan en la vida política entrega enormes elementos para sacar conclusiones del qué hacer. Ese año el presente, el pasado y el futuro se expresaron en conjunto permitiendo visualizar las conductas de los diferentes actores políticos a corto y mediano plazo.

El malestar del presente estuvo reflejado en las movilizaciones sociales fue una constante en los cuatro años del gobierno Piñera y de la derecha. Nadie debería sorprenderse si decimos que vienen luchas más amplias y agudas buscando transformaciones reales en el conjunto de las formas económicas, políticas y sociales con todas las relaciones que han generado.

El pasado se asomó fuertemente tomando la fecha redonda del cuadragésimo aniversario del golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular y su presidente Salvador Allende, negándose a matar la memoria y buscando la forma de darle continuidad a casi la totalidad de su programa demostrando su plena vigencia.

El futuro se expresó en la campaña electoral, en todas las promesas de los candidatos al parlamento y presidenciales, dejando ver cómo, por sus posturas e historia, irían a enfrentar lo venidero. Es evidente que la actividad de toda la «clase política» estará enmarcada en defender el sistema y realizar algunas reformas para «mejorarlo».

La magnitud política de estos tres factores las determina el contexto económico y político en que se desenvuelven lo que este año ha sido relevante ya que han presentado en un corto plazo permitiendo tener una conciencia política más elevada al conjunto de la población reflejado en la baja participación electoral.

LA CRISIS

Se ha hablado mucho de la crisis global que está atravesando el modo de producción capitalista y el conjunto de sus relaciones jurídicas. Sólo mencionaremos que desde los inicios del 2008 se ha ido expandiendo paulatinamente a todos los rincones del planeta generando grandes conflictos sociales, movimientos de indignados, cesantía, miseria, rebeliones y guerras.

A seis o siete años de iniciada esta crisis sistémica, aún no se ha encontrado solución dentro del capitalismo. Ni tampoco las fuerzas revolucionarias han demostrado capacidad para instaurar otro sistema.

Analizar los factores mencionados fuera de este contexto nos impediría entrar en la esencia para su entendimiento. En un marco de auge económico y de una real democracia en que la mayoría de la población sintiera representados sus intereses, las movilizaciones sociales no existirían o serían pocas. Las democracias se ven amenazadas por los serios conflictos sociales, económicos y políticos que trae aparejado el crecimiento incontrolable del capital y por lo mismo su crisis ante la falta de mercado para su consumo y su reciclaje. Las consecuencias son las archiconocidas formas a las que recurren los sectores dominantes para mantenerse en su lugar: los golpes de estado, guerras civiles o locales, invasión e intervención en otros países y, por último, guerra mundial.

Piñera, a diferencia de la Concertación fue más audaz en la ampliación y profundización del modelo conllevando a agudizar los problemas estructurales del sistema. El bajo nivel cultural y el semianalfabetismo no han sido impedimento para entender o intuir correctamente el modelo, pero sí han permitido generar grandes problemas sociales sin tener ningún remordimiento por las penurias de nuestro pueblo. Su filosofía consiste en afirmar que el mercado resuelve todos los problemas.

Dejar la cultura, la educación, la salud, la defensa del patrimonio y otras necesidades sociales básicas a merced del mercado es simplemente acelerar los problemas estructurales del sistema y los conflictos sociales.

Transformar los centros educacionales en empresas, generadoras de mercancías como cualquier fábrica, ha sido la política que ha puesto en pie de lucha a los estudiantes y profesores.

A pesar de que estas políticas malograron el modo de vida de los chilenos, ellas han sido un factor para crear conciencia política y en muchos casos revolucionaria.

No vamos a referirnos a todas las movilizaciones durante estos años, por todos muy bien conocidas. El común denominador de todas ellas, ha sido la guerra librada entre las grandes empresas multinacionales y la mediana y pequeña empresa privada; entre los pescadores artesanales y las siete familias dueñas del mar chileno para su pesca industrial; entre los poblados pequeños y las grandes industrias energéticas y agropecuarias; entre los mapuches con su modo de producción de fuerte raigambre histórica y cultural frente a las grandes empresas madereras, turísticas y energéticas. La movilización en Magallanes fue conflicto con una multinacional energética: Metanex.

Es el capitalismo desbocado al cual Piñera le quitó las riendas el que en definitiva llevará al cataclismo al país. Hoy se desencadena el conflicto interburgués, entre la pequeña burguesía nacional y las grandes transnacionales imperialistas y grandes consorcios nacionales.

Esta es la verdadera razón de la debacle electoral y política de la derecha, del malestar de algunos sectores contra Piñera. Dentro de las movilizaciones sociales, estuvieron los latifundistas y campesinos despojados de agua para el riego por Colbún que la utiliza para la generación eléctrica.

Las indisciplinas, las depresiones, las pugnas por cargos y candidaturas, los llantos, deserciones de los partidos y del conglomerado de la Alianza (derecha más reaccionaria)son consecuencia de esto. La baja votación fue el efecto, no su causa.

Buscar alternativas y soluciones al problema social, económico y político obliga a mirar hacia el pasado.

La Unidad Popular fue un proceso de profundos cambios económicos, sociales y políticos interrumpidos salvajemente por el imperialismo y la derecha. La UP fue el primer gobierno en la historia de Chile que puso en jaque a los sectores dominantes. Duró tres años, pero sus logros, transformaciones y sentimientos hasta hoy perduran en la memoria de nuestro pueblo. Fueron tres años de efervescencia y plena participación en todos los ámbitos de la sociedad. En el contexto actual, surge inevitablemente como recuerdo muy presente, a pesar de haber transcurrido ya cuarenta años. Interrumpieron el proceso porque sabían que su aprobación iba creciendo aceleradamente. La UP, su programa y sus medidas, su método siguen siendo ejemplos -aunque irrepetibles – para la construcción de una alternativa a este modelo. Por más que se intente, la Concertación más el PC, jamás van a lograr ni la mínima parte del fervor logrado por la UP.

La izquierda teniendo un campo de acción favorable, el mejor desde el advenimiento de la democracia, no supo aprovecharla. El actuar aislado de los líderes más carismáticos con falta de visión en los intereses colectivos fue un factor de ir divididos perdiendo la gran oportunidad de transformarse en una fuerza alternativa a las existentes. No obstante de haber responsabilidades individuales, el principal factor de esta falta de unidad es la ausencia de un partido revolucionario sólido ideológicamente y disciplinado, capaz de asumir roles organizativos y orientadores en frentes más amplios de la lucha política. Aunque sea en proyectos que, por el momento, deban ser progresistas y no revolucionarios, pero que claramente señalen el camino hacia cambios revolucionarios.

El punto de partida de todo revolucionario consiste en que jamás debe perder de vista las transformaciones del sistema político económico. Su fundamento estriba en cambiar radicalmente las relaciones sociales en que nos basamos y vivimos, lo cual es imposible sin cambiar el modo de apropiación y distribución de los beneficios generados en el sistema productivo.

La diferencia entre el marxismo y otras ideologías que tienen los mismos objetivos consiste en que para los primeros, las relaciones en que nos desenvolvemos socialmente provienen de las relaciones de producción donde la explotación del hombre y la competencia son, entre otras, las principales causantes de los males sociales. Conocemos dichos males: la miseria, el hambre, la discriminación de todo tipo, la violencia entre géneros, las guerras, delincuencia, etc.

Los revolucionarios no marxistas, en general, creen en la posibilidad de realizar cambios fundamentalmente cambiando la conciencia, las leyes y administraciones políticas para controlar las relaciones económicas y sociales. En ellos predominan factores éticos, morales y emocionales. Para los marxistas, esto es totalmente insuficiente si a la par no se cambia de raíz el modo de producción capitalista por uno socialista, donde no sean el mercado y la producción mercantil los reguladores de la sociedad en que vivimos.

EL PROBLEMA DE LA INDUSTRIALIZACIÓN DEL PAÍS

Este aspecto le interesa a todos los sectores sociales, excepto a quienes están estrechamente relacionados con las grandes transnacionales y a las políticas de las instituciones que dominan la economía mundial (FMI, OMC, BDI, BM, etc.). Hasta el presente, la economía se mantuvo supeditada a los intereses del capital transnacional en cuyos planes no estuvo ni estará presente la industrialización del país. El mercado, como ente donde se concreta la razón de ser del capital, de la fuerza de trabajo y de todas las fuerzas productivas, es manejado por aquellas instituciones.

El desarrollo «sostenido» de la economía de nuestro país está entrando en un proceso de estancamiento unido a una crisis estructural. Por un lado, el exceso de capitales sin tener condiciones materiales, energéticas y sociales para seguir materializándose en fuentes productivas y, por otro, la dependencia de las grandes potencias imperialistas. Por lo cual, los intereses reales, presentes y futuros se encontrarían en seria contradicción con las necesidades de nuestra población.

Para lograr una economía independiente que impida al país ser esquilmado por las grandes potencias, para ser próspero, cuya economía favorezca a toda la sociedad y no sólo a una ínfima minoría como hoy, es indispensable desarrollar una industrialización eje de toda la vida social y económica del país. Esto sólo se conseguirá cuando el control del país y del gobierno esté realmente en manos de las mayorías dispuestas a realizar las transformaciones de fondo en el sistema político y económico.

Cualquier proyecto que no esté encabezado por un partido revolucionario y de clase, no pasará de ser un intento fallido dentro del sistema imperante.

Editorial Portal Rodriguista