Reza un viejo proverbio que las reformas políticas se hacen para ajustar la conducción de los asuntos públicos para el provecho de particulares y sobre esos rieles por lo visto se registraron cambios en la Constitución de 1980, herencia maldita del ex dictador Augusto Pinochet. Sin menoscabar el avance que significó la discusión y la […]
Reza un viejo proverbio que las reformas políticas se hacen para ajustar la conducción de los asuntos públicos para el provecho de particulares y sobre esos rieles por lo visto se registraron cambios en la Constitución de 1980, herencia maldita del ex dictador Augusto Pinochet. Sin menoscabar el avance que significó la discusión y la aprobación de las enmiendas de la Carta Magna en el Senado chileno, digno también sería reconocer que aún el «fantasma y mano dura» de Pinochet ronda por nuestras instituciones e impone destinos por encima de la soberanía popular. La más importante reforma, el injusto sistema electoral binominal, siguió pendiendo sobre nuestros valores democráticos y las fuerzas vivas de esta sociedad continuan sin tener tribuna parlamentaria. En este escanario, la voz combatiene de la histórica líder de la izquierda chilena Gladys Marín sigue denunciando que «aquellos que aceptaron y continuaron las prácticas de la dictadura, nunca cambiaran lo sustancial de la Carta Magna: el sistema binominal». El miércoles, el Senado aprobó una serie de reformas a la Constitución de 1980 y dejó en las puertas de «horno» las enmiendas para ser ratificadas por el Congreso Nacional. Gladys, siempre orientadora y con pupila insomne, señaló que la política de los gobiernos concertacionistas será «en la medida de lo posible», y en aras de la «estabilidad económica» y de los «equilibrios macro». Hoy sus predicciones son una realidad. Los tres gobiernos de la Concertación, que están en el poder desde 1990, aceptaron una Carta Magna y un modelo económico que durante 25 años han aplicado con rigor y el beneplácito de la derecha y el militarismo. Los acuerdos alcanzados a mediados de semana entre el gobierno y la derecha pudieron desterrar parte de una Ley Fundamental que nunca fue consultada con el pueblo y de forma ilegítima servía como instrumento de coerción política, social y cultural. Entre los cambios introducidos a la Carta Magna figuran la supresión de los nueve cargos de senadores designados o institucionales, la rebaja del período presidencial de seis a cuatro años y la eliminación de los cargos de senadores vitalicios que el pinochetismo reservó para los ex presidentes, como a su vez la inamovilidad de los jefes de las Fuerzas Armadas y de Orden. Otro tema que también fue modificado, es que para ser senador se rebaja el requisito de edad de los actuales 40 a 35 años, así como la sustitución de vacantes no será por el compañero de lista, sino por quien designe el partido.
INAMOVIBLE SISTEMA BINONIMAL
La extinta líder del Partido Comunista (PC) sostuvo que la política es una opción noble al servicio de grandes causas, llena de sacrificios por un proyecto de vida colectiva de sociedad, con sentido de humanidad, de mirada elevada, filosófica, y deja de ser tal cuando se convierte en un negocio. Ese es el negocio que la Concertación y la derecha sellaron el miércoles 13. Como era de esperar dejaron pendiente el cambio que se pretendía del binominal, que obliga a mantener a las dos grandes coaliciones con todo el poder, sin permitir que el 10 por ciento de chilenos puedan ejercer su derecho a estar presente en el Parlamento. No resulta fácil para el gobierno explicar que el 66 por ciento elige un escaño y el 34 al otro. El propio presidente Ricardo Lagos declaró en Australia que «esperamos 15 años para sacar los enclaves autoritarios y espero no tener que esperar tanto para cambiar el sistema binominal». Sostuvo que la Concertación nació para decir «queremos eliminar el binominal… (pero) desgraciadamente todavía no ha sido posible». Más allá de las buenas intenciones del mandatario chileno, la realidad señala otra cosa. En marzo pasado, una propuesta del Partido Comunista fue entregada al presidente de la Cámara Baja, Gabriel Ascencio, para cambiar el sistema binominal. La presentación tuvo lugar tras un encuentro del diputado democristiano con el presidente del PC, Guillermo Teillier, y bajo su compromiso de llevar la iniciativa al Parlamento, aún cuando los partidos de gobierno no cuentan con los votos para modificarla. Tal propuesta buscaba una distribución proporcional y no excluyente, que entregue oportunidad a la izquierda y a grupos laborales de estar representados, aumentar el número de diputados y senadores, y aprobar el voto de los chilenos en el exterior. Según el proyecto presentado por el PC, se buscaba establecer un sistema proporcional que permita tener una composición de 150 diputados y 50 senadores, así como eliminar la inhabilidad que actualmente enfrentan los dirigentes gremiales y vecinales para formar parte del Legislativo. Lo resuelto por el Senado a mediados de semana demuestra que sólo hubo buenas intenciones y los cálculos matemáticos resuelven todo, es decir, la izquierda deberá sacar más del 35 por ciento de los votos para tener algún diputado y con el actual sistema electoral, nunca podrá acceder al Parlamento. Gladys Marín advirtió en su momento que resulta «indispensable e ineludible romper con el andamiaje dejado por la dictadura. Para esto se necesita utilizar la propia Constitución pinochetista -artículos 15, 17, 18 y 19- y llamar a un Plebiscito Nacional». Señaló que se debe frenar el negocio de los cupos que van a dejar los senadores vitalicios y «vamos a cambios urgentes, posibles y necesarios: Nueva Constitución y Sistema Electoral Proporcional». Sin control, democracia, participación y representación de toda la ciudadanía en las instituciones y órganos de poder en Chile, el burro se seguirá comiendo las rosas, sentenció la incansable luchadora por los derechos humanos y civiles.
El autor es Director de Crónica Digital.