La segunda semana de enero dos noticias económicas de muy diferentes fuentes y de aparente inconexión, vinieron a alimentar un largo proceso de aberración y descomposición. La primera información citada es un ranking de «libertad económica» que elabora la Fundación Heritage de Estados Unidos -cuyo corresponsal en Chile es el conservador, ultraderechista y neoliberal Instituto […]
La segunda semana de enero dos noticias económicas de muy diferentes fuentes y de aparente inconexión, vinieron a alimentar un largo proceso de aberración y descomposición. La primera información citada es un ranking de «libertad económica» que elabora la Fundación Heritage de Estados Unidos -cuyo corresponsal en Chile es el conservador, ultraderechista y neoliberal Instituto Libertad y Desarrollo-, que ubicó a la economía chilena no sólo como la más liberal de Latinoamérica, sino en el lugar once entre un grupo de más de cien países del planeta.
La información, destacada a modo de hazaña mundial por la monocolor prensa escrita, fue también celebrada por nuestras autoridades económicas, que observan el ranking como un escalafón de competición deportiva: Chile estaría ad portas de ingresar en el top ten de la libertad económica. Así es como el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, calificó como «una buena noticia» el ascenso en el ranking, ya que, dijo, «Confirma que Chile tiene políticas económicas modernas, innovadoras y que promueven el crecimiento y el emprendimiento. Una vez más, recibimos el reconocimiento en ranking, en evaluaciones internacionales, a la calidad de esas políticas y a la calidad de nuestras instituciones».
La otra información, no tan celebrada por las autoridades, surgió desde Santiago mismo, desde nuestro banco central, cuando el miércoles 17 de enero presentó el primer informe del año de Política Monetaria, texto que tiene como interés general su condición de pronóstico. Aun cuando el gran volumen de estos informes no se ajusta a la realidad, la que es más cambiante e impredecible, el documento es apreciado no sólo como una predicción de variables, sino también como una implícita recomendación a los distintos actores económicos, comenzando, claro está, por el mismo gobierno.
Malos pronósticos y peores resultados
No solamente predicciones. También constataciones. El informe del Banco Central publicó también la tasa de crecimiento del producto del año pasado, la que marcó un escaso 4,2 por ciento, variación sensiblemente inferior a los pronósticos que esta casa hizo hace exactamente uno año atrás. Lo que había comenzado en una proyección de alrededor de un seis por ciento, finalmente cerró el año con un cuatro por ciento, lo que deja la economía del primer año del gobierno de Michelle Bachelet como uno de los peores -por lo menos en cuanto a crecimiento del producto- registrados por un gobierno de la Concertación.
La misma tendencia que recortó los pronósticos económicos del año pasado parece dominar el año en curso. El Banco Central en septiembre del 2006 había proyectado que la economía chilena crecería el 2007 sobre el seis por ciento. Hoy, poco más de tres meses desde entonces, dice que crecerá menos de un seis. Si mantiene la tendencia, es muy probable que en el curso de los meses encoja aún más sus predicciones, tal vez tanto como lo hizo el año pasado.
Por cierto que esta información no le agradó al hombre de Hacienda, que ha venido prometiendo desde marzo pasado que el 2007 será mejor -repetimos, en cuanto a expansión del PIB- que el 2006. Pero ante la voz del Banco Central, Hacienda sólo debe escuchar. El Banco Central, bien se sabe, es una institución observada y respetada como «la Autoridad» en la materia, ello, dicen, por su «independencia», hoy posiblemente también relacionada a las cualidades de su presidente Vittorio Corbo, un economista de derecha, neoliberal y ligado al establishment financiero.
Velasco, decimos, no acogió bien esta información. Pero siempre habrá futuro, aunque éste nunca llegue como realidad presente y, por cierto, como promesa cumplida. Por tanto, dijo lo que se ha dicho siempre desde aquella cartera: «La economía va a ir de menos a más» -frase exacta acuñada por su predecesor, el PPD Nicolás Eyzaguirre- o «las condiciones están dadas para un mayor crecimiento». Por lo menos el rito, podemos ver, está cumplido, porque otro asunto son las cuentas o las cifras. Bien sabemos que y quienes van en Chile de menos a más y a tanto más que es también exceso y abuso.
Vale todavía conocer qué le deleita tanto al hombre de Hacienda, cuál es la libertad económica que favorece -valga la redundancia, digo, a la economía. aunque bien nuestras rutinas están articuladas en torno a aquel liberalismo o neoliberalismo, que es mercado de servicios básicos, circulación vial, servicios financieros, salud o educación. La Fundación Heritage, que es, según su propia definición, «un think tank conservador» que promueve las libertades económicas, que son aquellas funcionales a los grandes negocios. El índice va de cero a cien, que marca el paraíso empresarial, espacio teórico (aún) no ocupado por república, monarquía, ciudad o economía alguna, porque Hong Kong, que ha sido y persiste como la mejor demostración del paradigma neoliberal, ubicado en el primer lugar, sólo logra registrar casi un 90 por ciento de aquella libertad. Tras este gran modelo económico, que ha sido la conexión entre oriente y occidente, podemos citar a los top ten: Singapur, Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda, Luxemburgo, Suiza y Canadá. En el puesto siguiente aparece Chile, con un 78,3 por ciento.
Como tanto le gusta a los aspiracionales: «Chile juega en las ligas mayores»
¿Qué hace Chile -que es un país del sur del mundo, con un ingreso per cápita sensiblemente inferior a cualquiera del resto de sus competidores y una distribución del ingreso que ha de ser el reverso a la de, por ejemplo, Suiza o Canadá- en esta lista? O también cabe preguntarse ¿cuál es la satisfacción que puede sentir Hacienda de la ubicación de Chile en el undécimo lugar de este ranking? La respuesta cae por su propio peso: más que una respuesta, ha de ser una permanente obstinación.
Qué es lo que se entiende por libertad económica. Habría que precisarlo: es la libertad que tienen los grandes inversionistas para hacer negocios. En otras palabras, más libertad significa menos regulación del estado, del gobierno, menos impuestos, menor intervención de la sociedad, de los consumidores, de los legisladores. Por tanto, allí aparecen variables como libertad de comercio, de negocios, libertad fiscal, un gobierno que no incomode, libertad monetaria, financiera, relacionada con los denominados derechos de propiedad intelectual y, claro está, con el mercado laboral. A más flexibilidad, más libertad. Por último parece un capítulo asignado a la corrupción, en el que Chile obtiene un 73 por ciento (¿?).
Hemos dicho que las dos informaciones citadas -la libertad económica empresarial y la contracción en el crecimiento económico- alimentan un proceso de aberración y descomposición no sólo económico, sino también social. Hemos visto que Chile aparece como el único país pobre, o, según los léxicos, emergente o tercermundista, en la lista de los mejor ubicados en el ranking de la Heritage Foundation. Es el único país pobre y sin protección social que ha liberado toda su estructura económica para el libre juego de los campeones del mercado. Que las grandes multinacionales se liberen en Suiza, el Reino Unido o Canadá -países que cuentan con sólidos sistemas de protección social- no es lo mismo que lo hagan en un país económica y socialmente débil como lo es Chile. Bajo este punto de vista, no es ningún honor aparecer en tal lista.
Hemos oído durante ya un par de décadas y durante los dieciséis años que gobierno la Concertación en Chile que la libertad de mercado es fundamental para, por lo menos, el crecimiento económico, la creación de empleo y el emprendimiento. En suma, se nos ha repetido desde Hacienda, las cúpulas del sector privado y desde lo distintos oficiantes y publicistas del mercado, que mientras más abierta y libre es una economía ésta será más vigorosa. Y ésta es, qué duda cabe ya, una de las economías más abiertas y desreguladas del mundo.
Pero no hay tal virtuoso ni tan mágico efecto. Lo que hay es un proceso de dos evidentes caras: bajo crecimiento de la economía y concentración de la riqueza. No hay, como señalaron los primeros neoliberales pinochetistas seguidores de Milton Friedman, un proceso de rebalse de aquella riqueza. Lo que hay, y que ha de ruborizar (aunque no podemos constatarlo) a los neoliberales concertacionistas, es un proceso inverso: una transferencia de riqueza desde todos los actores económicos hacia unos pocos grupos muy privilegiados. Es un proceso, bastante más vicioso que virtuoso, de apropiación como pocos, de concentración.
Y el resultado, ya es bien conocido. Si Chile es un virtual top ten en la libertad económica, lo es también en la desigualdad en la distribución de la riqueza.
Concentración y más concentración
Hemos citado que el Banco Central pronostica para el año en curso un escaso crecimiento del PIB entre un cinco y un seis por ciento, variable que podría recortarse durante el transcurso de los meses. Y si miramos un poco a la reciente experiencia económica, vemos que no ha sido tan diferente a como es ahora. Entre 1998 y 2003 la expansión económica no superó el 4,5 por ciento; sólo creció sobre un seis por ciento entre 2004 y 2005 y ha vuelto a caer a partir del año pasado, cuando marcó un 4,2 por ciento. Si a ello le agregamos el proceso de concentración de la riqueza -y bastaría comparar las utilidades de la gran empresa con el aumento de los sueldos y salarios, obviamente sin considerar los millonarios honorarios de los directores de empresas y altos ejecutivos, lo que hay es un evidente deterioro de las condiciones económicas.
Sin dejar de considerar ciertos esfuerzos del actual gobierno en tejer lo que ha llamado la red de protección social, cuya trama más densa está en el proyecto de reforma al sistema de previsión (comentado en PF 631), el resto de las actividades públicas orientadas a lo económico están acotadas al control macroeconómico, de los equilibrios fiscales y a la apertura de mercados, conjunto de variables que han de ser comprendidas como la gran plataforma para el desarrollo del sector privado, presentes, bien se sabe, de manera relevante en actividades que van desde la producción a los servicios, a la salud y la educación. En todos y en cada uno de ellos, hay un proceso evidente de concentración de los mercados y de la riqueza.
Este proceso concentrador, además de tener una evidente presencia en todos los servicios privados y privatizados (desde la banca, los seguros, las AFPs, isapres y gran comercio, junto a todos los servicios básicos), también se expresa en los sectores productivos de recursos naturales, como la minería del cobre, el sector forestal y la celulosa, la fruticultura, agroindustria y pesca, las que son también las áreas que conforman el sector exportador chileno. Aproximadamente el 80 por ciento del total exportado corresponde a recursos naturales y sus derivados, frutas, cobre, minerales y alimentos. Y de este 80 por ciento, más de la mitad es minería.
Este sector, acotado básicamente a los recursos naturales, sufre de otro tipo de concentración: sólo unas pocas grandes empresas están orientadas a los mercados externos: menos de un diez por ciento de las exportaciones las realiza la pequeña y mediana empresa.
El proceso concentrador de la riqueza, prodigado por el modelo neoliberal, ha logrado crear en esos pocos ganadores desempeños sobresalientes. Según resultados de las sociedades anónimas, al primer semestre del 2006 el conjunto de las principales empresas chilenas que cotizan en la bolsa aumentaron sus utilidades en un 63 por ciento, las que estuvieron lideradas por las grandes mineras y el aumento explosivo en el precio del cobre en los mercados internacionales. Si se excluye a las mineras, el resto de las compañías aumentó sus ganancias en un once por ciento, las que estuvieron encabezadas por el sector eléctrico y las grandes tiendas de departamentos y la banca, beneficiadas éstas por un aumento del consumo interno.
En líneas generales, este promedio marca un aumento histórico en las utilidades empresariales, sin embargo, al observar con mayor atención los resultados se constata que hubo un 25 por ciento de empresas que tuvieron pérdidas y otro grupo disminuyó sus utilidades. En el juego del libre mercado, cada vez son menos los ganadores. Pero éstos ganan cada vez más.
Los resultados del año pasado no se diferencian de los ejercicios precedentes. De forma reiterada se produce un fenómeno de concentración de las utilidades entre las principales sociedades anónimas, las que corresponden al sector de recursos naturales, los servicios y las finanzas.
Es evidente este aberrante trasvasije de riqueza desde la mayoría de los actores económicos hacia unos pocos, lo que ha llevado a preguntarse a no pocos especialistas acerca de los mecanismos hoy en día en vigencia para atenuar u opacar este proceso de vaciamiento y concentración. Un enigma que está depositado en las profundidades de nuestra estructura social.