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Chile un siglo después ¿Y ahora que?

Fuentes: Rebelión

La cada vez más incipiente modernización que tuvo el país durante la segunda mitad del siglo XIX y la importante migración hacia los centros urbanos que dicho proceso generó, hicieron que los primeros años del siglo XX fueran del todo complejos.

Común era ver una capa importante de trabajadores hambrientos y hacinados en las calles y conventillos de la época. Lo que sumado a la inflación económica que azotaba al país, los problemas de salubridad que la falta de agua provocaba, hacían de las ciudades lugares en los que reinaban variadas pestes y epidemias. Poco alentador era el panorama que las y los trabajadores debían enfrentar.

Una situación como la anterior, difícilmente pudo ser obviada por el Estado y los partidos burgueses de la época. Muchos vieron en esta situación, un peligro al orden que estos representaban. Entendían que así como en Europa, esta situación bien podía transformarse en el caldo de cultivo para el desarrollo de ideas subversivas por parte de las y los obreros de la época.

Por lo que las diferentes expresiones políticas del periodo, desde la Iglesia Católica, pasando por el Partido Radical, hasta el Partido Conservador esbozaron y presentaron sus alternativas para enfrentar la crisis, agregando en sus programas ciertos elementos que fueran en favor de los nuevos sectores populares del país. Fueron así, los partidos políticos del periodo quienes lograron de mejor forma encausar las demandas populares hacia caminos institucionales que no pusieran en riesgo el orden de la época.

Se pudo ver en los hechos, como el Estado y las facciones dominantes de la época, a riesgo de ver en peligro su dominio, abrieron el espacio para que ciertos intereses populares pudiesen manifestarse. Abriendo paso a un proceso de asimilación contradictoria en el seno del Estado, el cual sin perder su determinado carácter de clase, pudo albergar ciertos intereses de las clases populares del periodo, en pos de sostener su dominio político.

La bajada concreta que dicho proceso de asimilación supuso, fue la construcción de una serie de proyectos de legislación de carácter laboral, que unos años después darían forma al Código Laboral. Donde si bien los primeros proyectos en materia laboral y social, no fueron en la práctica respetados, fueron esas discusiones y proyectos los que años después tomaron forma y configuraron el escenario a partir del cual fue surgiendo la clase obrera chilena con sus respectivas expresiones políticas.

Por lo que la lucha inmediata por derechos parciales, junto con las medidas que los partidos del periodo y el Estado tomó en tales circunstancias, sirvieron como elementos que fueron educando políticamente al proletariado chileno. Enseñándole en la práctica los efectos y alcances que sus luchas podían tener en el Chile de la época.

Así, es que la experiencia anterior nos entrega importantes luces y aprendizajes respecto a la situación que hoy enfrentan importantes sectores del país.

Uno de estos es el hecho de que las expresiones políticas y las distintas facciones burguesas del periodo, en momentos de crisis pueden, y lo más probable es que deban, generar ciertos acuerdos a partir de los cuales enfrentar la situación que estas enfrentan.

En este sentido, sería problemático que las y los trabajadores no vieran la importante oportunidad que se le presenta a la clase dirigente con la crisis actual. Como es el de empezar a configurar un escenario a partir del cual resolver su crisis interna y con ello, sus más importantes contradicciones. Donde el “Acuerdo Nacional” que se teje desde diferentes sectores políticos, bien puede ser la tarima a partir de la cual se traten de destrabar ciertos puntos conflictivos de la dominación burguesa actual y que en cierta perspectiva permita una coordinación mayor de las mismas en el proceso constituyente venidero.

Mientras que por otra parte, los diferentes sectores del campo de trabajadores deberían comenzar a analizar cuáles son los alcances y los límites que en materia social abre el escenario de crisis actual. Y con ello, procurar que la política social que emane desde el Estado sea lo más amplia y mejor dirigida posible. Junto con lo anterior, resulta necesario que los sectores más avanzados del campo de las y los trabajadores procuren no quedar a la zaga de los acontecimientos. Esto, con tal de poder lograr esclarecer de forma pertinente cuales son las tendencias y los alcances que el cuadro de la lucha de clases actual presenta para los y las intereses de las y los trabajadores.

Pese a lo anterior, se debe tener presente el hecho de que se vuelve impensado que las penurias y lo trágico de la crisis actual caigan en los hombros de sectores distintos a los que actualmente están cayendo en realidad, como lo son las y los trabajadores del país. Esa es en realidad, la crudeza del capitalismo y lo rudo que resulta el sistema cuando son los obreros quienes aparecen en el lugar de los dominados.

Cualquier alternativa que proponga cambiar esta realidad de forma brusca es en realidad una alquimia que nada tiene que ofrecer hoy a las y los trabajadores. Presentar las cosas lo más objetivas posibles junto con ilustrar con claridad cuáles son los alcances, así como los riesgos que las luchas actuales pueden tener es en realidad oxígeno para los trabajadores y sus luchas futuras. Nada se saca inventando escenarios idealmente posibles o sacando conejos de sombreros. El “luchar sin ilusiones” debiese ser una especie de actitud grabada a fuego en las luchas obreras.