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Chile y el crecimiento destructivo

Fuentes: Rebelión

No pasará mucho tiempo, para que la enorme tragedia ecológica vivida en la Región de los Lagos y en particular la isla de Chiloé, sea sólo un lejano recuerdo. Quizá este olvido sea un rasgo sociológico de la población para no caer en la desesperación absoluta. Hasta que se produzca otro desastre ambiental de proporciones […]

No pasará mucho tiempo, para que la enorme tragedia ecológica vivida en la Región de los Lagos y en particular la isla de Chiloé, sea sólo un lejano recuerdo. Quizá este olvido sea un rasgo sociológico de la población para no caer en la desesperación absoluta.

Hasta que se produzca otro desastre ambiental de proporciones nadie volverá a mencionar el tema ni se preocupara de lo que sigue sucediendo en estos mismos escenarios. No hay duda que los procesos destructivos continuarán en aras de un crecimiento económico siempre inasible y llave fabulosa del bienestar generalizado.

Cuando se logra penetrar en los entresijos del poder y se entiende la forma en que la burguesía trata de alcanzar este «crecimiento económico» verá que lo hace través de la pauperización sistemática de todos los recursos naturales del país. Tras este objetivo mueven sus palos blancos, sus abogados, sus economistas, sus políticos, ejecutando gigantescas defraudaciones y/o haciendo leyes a la medida de sus intereses. Quien crea que esto es una exageración ( si es que hay alguien a esta altura que crea esto), puede observar cómo se llevó a cabo la Ley de Pesca a medida de los intereses empresariales mediante la coima directa a determinados «honorables parlamentarios». O cómo la cúpula derechista DC, mediante la ascensión de Aylwin, mantuvo la Ley Minera pergeñada durante la dictadura que le entregó a las empresas mineras la «concesión plena», haciendo prácticamente imposible la expropiación por parte del Estado para velar por el interés nacional.

Todos los enclaves mineros desde las enormes riquezas de plata descubiertas en Chañarcillo, en el año 1834, que soportaron gran parte del peso de la economía nacional hasta que no quedó nada significativo, han sido precarios, sin horizontes, destructivos, empobrecedores.

A partir de 1992 y 2014 en función de los altos precios del cobre y la plantación de vastas extensiones de parronales, olivos y frutas de exportación, se generó un circunstancial estallido monetario cuyo símbolo parecía ser la posesión de un vehículo 4X4, y dejaba en la inexistencia aparente los gravísimos problema, de vivienda, de polución, de abastecimiento de agua potable, de contaminación, etc, etc. Era la repetición de la «fiebre del loco» (Concholepa-concholepa) como se conoce en Chile a la depredación fulminante de un recurso.

En 1997 las lluvias en la Región de Atacama y Antofagasta inundaron los mismos lugares que hoy están afectados sólo que en una menor proporción. Se cortaron las carreteras, se inundaron calles y casas. En la Universidad de Atacama se perdió un laboratorio computacional completo, además de valiosos archivos e información. Perecieron 10 personas ahogadas por la crecida del aparentemente inexistente río Copiapó. Medidas que se tomaron entonces en función de esto nada, o si se tomaron fueron absolutamente insuficientes En marzo de 2015 nuevos aluviones que inundaron Copiapó y casi borraron del mapa a Tierra Amarilla.

Y no es cuestión de que la zona no tenga recursos : a lo largo y a lo ancho brota el maná, no del alto cielo, sino de la madre tierra y el mar. Desde el mar, por ejemplo se extraen más de 20 mil toneladas de anchoveta destinadas a producir harina de pescado para la insaciable industria salmonera. Por otra parte la tercera región es una de las zonas más ricas del país en recursos mineros. El 90 % de las exportaciones regionales son mineras: cobre, hierro, oro. El problema es que esta industria como prácticamente toda la industria productiva del país es meramente extractiva de recursos no renovables. Pan para hoy hambre para mañana.

Un estudio de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama) de 1991. Curiosamente patrocinado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (AID) conocida tapadera de la CIA y la Universidad Católica (¡¡!!) listaban en más de 117 puntos el desastre ambiental en que se encontraba sumergida la Región de Atacama: Sólo a modo de ejemplo : Pesca industrial indiscriminada; déficit de recursos hídricos superficial y subterráneos; Carencia de equipamiento e infraestructura urbana para crecimiento de centros poblacionales, contaminación marina por desechos industriales…

Hoy Copiapó es en lo esencial lo que un historiador de la Región llamó «un campamento minero con muchos autos». De desarrollo real, permanente, enriquecedor, de mejor vida, nada. En la perpetuación de este estado de cosas, no podemos desconocerlo, juega a favor una clase trabajadora despolitizada y penetrada profundamente por la sicología consumista imperante.

Este mismo «modelo de desarrollo» es el que se impuso en Chiloé crecimiento cancerígeno y polución. Se arrasó no sólo con las formas históricas de relaciones sociales y modos de producción, sino con las formas culturales.

Todo pareciera estar en un presente continuo, no hay pasado, no hay futuro previsible. Es el predominio del modelo económico neoliberal sobre la planificación científica de la economía. Es la anarquía contra la racionalidad. Resulta casi incomprensible que haya gente convencida que la planificación en la economía es un error cuando las pruebas de su necesidad emergen año tras año con un costo material y humano enormes.

La consigna pareciera ser por ahora: aguante y resignación hasta que mercantilice todo lo transable… mientras no se acabe. Es decir la apoteosis del crecimiento destructivo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.