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Ciclo de ascenso de las luchas sociales (2008-2019)

Fuentes: Rebelión

Acumulación de fuerzas   En este 2019, tal como se esta mostrando ahora en el mes de marzo y se esta previendo para Abril, tiende a mantenerse el ciclo de ascenso de las luchas sociales que se ha configurado desde el 2008-2010. Además, tiende a hacerse más fuerte la protesta social y ha tener esta […]

Acumulación de fuerzas  

En este 2019, tal como se esta mostrando ahora en el mes de marzo y se esta previendo para Abril, tiende a mantenerse el ciclo de ascenso de las luchas sociales que se ha configurado desde el 2008-2010. Además, tiende a hacerse más fuerte la protesta social y ha tener esta mayor incidencia y proyección política, en estos aspectos se va marcando una diferencia positiva con lo que viene de los años anteriores. El 2019 tiende a ser un año de «inflexión positiva».

Esta madurando, en la actualidad y como posibilidad real, un salto en la acumulación de la movilización social y de la oposición política desde las fuerzas alternativas y de centro.

En marzo, después del respiro logrado por el Gobierno en los meses de enero y febrero de este año, han emergido nuevamente las dificultades que lo sacudieron en los últimos 4 meses del año pasado; esas dificultades bajaron su aceptabilidad en las encuestas, llevándola en noviembre a un bajo 27% por ciento. Ahora en marzo, ha regresado con fuerza la protesta social. Para abril se avizora una situación similar.

Al lado de la agitación social descrita, se han dado importantes movilizaciones en defensa de la paz, al objetar Duque la Ley Estatutaria de lo poco que quedaba de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), pactada en la Habana. Con ello, el Gobierno ha seguido haciendo trizas los acuerdos y ha agudizado la crisis de los Procesos de Paz.

Por ello las reacciones entre las fuerzas progresistas y alternativas del país, pero también en sectores de las mismas clases dominantes y en varias de sus expresiones políticas, dando lugar a divisiones entre ellas y el Gobierno.

Viene creciendo en los últimos años la oposición social y política desde las posiciones de Izquierda y de Centro, tal como se pudo percibir en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en junio del 2018. Igualmente sigue y tiende a cobrar más fortaleza en este 2019, el ciclo de ascenso de la lucha social que viene en el país desde hace 11 años.

A la vez, el Gobierno actual no logra una buena sintonía en el conjunto de las clases dominantes, no consigue armonizar un bloque solido para facilitar su gobernabilidad, lo que puede dar lugar junto con los otros factores mencionados, a situaciones de ingobernabilidad.

Uno de los escenarios más probables en este 2019, presenta condiciones favorables, para la acumulación de fuerzas, y para saltos de las tendencias que promueven los cambios y la paz, siempre y cuando el componente subjetivo se sintonice con esas posibilidades, ese es el reto.

Lo que viene de atrás

En el 2018, se mantuvo y se fortaleció el ciclo de ascenso de las luchas sociales que se abrió en el país desde el 2008 con la Minga Social y Comunitaria de ese año. En este ciclo, además de la tendencia al ascenso de la lucha social, también se presenta la tendencia hacia la articulación de la protesta y la movilización, hacia la confluencia de las organizaciones sociales y hacia luchas de alcance nacional y de mayor contenido político.

Todo indica que en este 2019, el ciclo aludido tendrá continuidad, se mantendrán las tendencias que lo han caracterizado, logrará mayor intensidad y podría sumar a situaciones de ingobernabilidad, si se acentúan las dificultades que rodearon al actual Gobierno en los últimos meses del 2018.

El ciclo en mención, le sucede a uno anterior que va desde fines de la década de los 80 , hasta buena parte de la primera del 2.000, ciclo este último, en el que primó el estancamiento de la lucha social, la fragmentación, la atomización, la defensiva, la acción local, dispersa y aislada y el reflujo.

Mirada retrospectiva

Hoy reconstruyendo hacia atrás, podemos decir que el ciclo actual se perfila en el 2008, a mediados del segundo mandato de Uribe, con las movilizaciones indígenas del Norte del Cauca, lideradas en ese momento, por Aida Quilcue y conocidas como la «Minga Social y Comunitaria».

Después, en el 2011, dando cuenta de la tendencia al ascenso e indicando que estábamos ante un nuevo ciclo de la movilización social, asistimos al despertar del movimiento estudiantil, con un paro y con movilizaciones de alcance nacional en las principales ciudades del país, lo que obligó al Gobierno de Santos a retirar la reforma a la Ley 30 sobre la Educación Superior.

En el 2013, 2014 y 2016, se mantiene el ciclo, se reafirma y se acentúa la tendencia hacia el ascenso de la lucha social; en esos años se desarrollan varios paros agrarios de alcance nacional, importantes movilizaciones campesinas y la presencia de estas en las principales vías del país. Hechos que nuevamente le dan presencia al campesinado pobre y medio en el escenario nacional.

El campesinado reapareció en esos momentos como un actor social, como sujeto de lucha y de exigencias, después de 30 años de ausencia e invisibilidad, debido principalmente al terror paramilitar y de Estado, extendido como una sola estrategia que impactó en los tejidos sociales campesinos.

Igualmente por estos años, se mantienen las movilizaciones indígenas, hacen presencia comunidades afros y toman fuerza los paros y las movilizaciones de los camioneros.

Desde el inicio del ciclo en el 2008, hasta el 2017, los sectores agrarios, fueron los principales actores de la movilización y en cierto sentido de las dinámicas de Paz. Eso fue lo dominante. La excepción a esa tendencia, se presento en el 2011, cuando los actores principales fueron los estudiantes y la movilización tubo como epicentro las ciudades.

También habría que registrar como otra excepción de importancia a la primacía de lo rural y de lo campesino e indígena, las varias y masivas movilizaciones por la paz que se desarrollaron en octubre del 2016 en las principales ciudades del país, principalmente en Bogotá; después de triunfo del NO en el plebiscito, como apoyo a las salidas de paz y como reacción a la crisis que ello generaba en el proceso de La Habana.

Ese sentir que aflora y se expresa en esa coyuntura, incidirá posteriormente en el ascenso de la votación lograda por las corrientes favorables a la paz y a los cambios, agrupadas en la candidatura de Gustavo Petro, en el pasado 2018.

Presencia urbana

En el 2017, si bien se siguen expresando los sectores agrarios, hay una mayor presencia del componente urbano, con el paro cívico de la ciudad de Buenaventura, el paro de los maestros y los de varios sindicatos estatales.

En el 2018, lo más fuerte de la movilización, se registró en las ciudades y sus principales sujetos fueron sectores urbanos; en ello hay un cambio en relación a los años anteriores de este ciclo. Esta por verse, si tal como se anuncia en este 2019, la movilización tendrá simultáneamente como sujetos, tanto lo urbano como lo rural.

Nuevas realidades  

En el 2018, especialmente en el últimos trimestre, tuvo continuidad y nuevos desarrollos el ciclo de ascenso de las luchas sociales que registramos a partir del 2008. El año pasado asistimos a una fuerte, diversa y masiva movilización estudiantil, continua y de varias semanas, entre principios de octubre y mediados de diciembre.

En este trimestre ligado a las concentraciones promovidas por los estudiantes, también hicieron presencia en las calles otros sectores sociales urbanos, como los sindicatos, los maestros, fuerzas de la oposición y la ciudadanía en general, lo cual permitió tumbar el proyecto de Ley presentado por el Gobierno que buscaba grabar con IVA toda la canasta familiar.

Durante esos tres meses, se desarrollaron 13 grandes jornadas de movilización con concentraciones y marchas en Bogotá y el resto de ciudades capitales, presentándose un clima de agitación social mayor al de los años inmediatamente anteriores, similar o de más volumen poblacional al del 2013.

A diferencia de las coyunturas de movilización del 2013, 2014 y 2016, en las que sujeto principal estaba conformado por sectores agrarios, las jornadas del 2018 tuvieron como epicentro las ciudades y a los sujetos urbanos como sus actores principales.

A resaltar también en el ciclo que estamos reseñando, las diversas movilizaciones por la paz, dado su componente político y su favorabilidad a los cambios. El marco de la lucha por la paz que se ha presentado en el país en los últimos años y de los Procesos de Negociación con las FARC y el ELN, se han contextualizado en un terreno más político la movilización social y los debates de opinión en torno a temas centrales del país.

En el 2018, se presentó otro factor relevante, no ajeno al ascenso de la movilización en este ciclo, ni a otros factores que se han presentando recientemente en el país; en las elecciones presidenciales, especialmente en la segunda vuelta, el 17 de Junio, una opción electoral distinta a las del establecimiento logró un sorpresivo 43por ciento del total de la votación; la mayor en varias décadas a favor de una corriente distinta a la de los partidos tradicionales.

Este hecho, junto con el ascenso de las luchas sociales, la coyuntura de movilización del último trimestre del 2018 y de los meses recientes del 2019, el debilitamiento prematuro de la presidencia de Duque, la continuidad de la lucha por la paz y los debates nacionales en torno a la misma, entre otras situaciones, está configurando nuevas realidades en el país, cuyo desenvolvimiento y cursos inmediatos, aún son difíciles de prever. Pero que obligan a ajustar los diseños y los marcos políticos de acción de los distintos sectores de la Izquierda y del Centro.

Rasgos del ciclo actual

El ciclo en el que nos encontramos, además de distinguirse por el ascenso de las luchas sociales y políticas de las masas, se diferencia del inmediatamente anterior, o sea del de las décadas del 90 y la primera del 2.000, por la mayor proyección política de la movilización social, por la fuerza e importancia que ha tenido en los últimos años la lucha por la paz y por la tendencia hacia la confluencia y hacia las movilización conjunta de sectores del movimiento social y de diversas tendencias políticas.

Producto de esto último surgieron la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) en el 2011 y la Coordinadora de Movimientos sociales de Colombia (COMOSOCOL) en el 2012, así estos dos procesos no hubiesen logrado consolidarse. Esta igualmente, la Cumbre Agraria, Étnica Campesina y Popular en el 2014, la que si consiguió consolidarse como proceso conjunto y encabezo los paros agrarios del 2014 y 2016, le arrancó al Gobierno la Mesa Única Nacional y ha desarrollado otras acciones de importancia en los años recientes.

El año pasado, emergió como organización aglutinante de los estudiantes universitarios, con representaciones de la casi totalidad de las universidades estatales y de los procesos organizativos diversos que hay en cada una de ellas, la Unión Nacional de Estudiantes de Secundaria (UNEES) que junto con Federación Nacional de Representantes Estudiantiles (FENARES) y la Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles (ACREES), desarrollaron el paro y las movilizaciones universitarias del último trimestre del 2018.

También a fines del año anterior, se restableció un importante espacio de coordinación y de acción conjunta que si bien se intento en el 2016, no logro en ese momento continuidad ni estabilidad. A este espacio están llegando en la actualidad, los procesos que se congregaron en esos tiempos y otros que habían estado ausentes.

En él están confluyendo la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el magisterio, organizaciones agrarias, tanto las Dignidades como la Cumbre, las organizaciones de los estudiantes, los indígenas, los afros y otras organizaciones y procesos sociales y políticos. En él también participa parte del llamado bloque parlamentario de oposición.

Dicha coordinación se reactivó a propósito de la coyuntura de movilización de fines del 2018, fue la convocante de las manifestaciones de la segunda quincena de noviembre y realizo un encuentro nacional en el mes de febrero de este año, en el que trabajo un pliego común, convocó a un paro nacional para el 25 de abril, acordó mantener una coordinación nacional y replicarse en las regiones.

Examen más detallado

Miremos más en detalle el transcurrir del ciclo de movilización que se abre paso a partir del 2008-2010 y que se mantiene aún en este 2019.

2008: Los indígenas y la Minga. Un preanuncio

La Minga Social y Comunitaria de ese año, es el primer campanazo que anuncia nuevos momentos, después de tiempos grises y difíciles de las luchas sociales y de masas entre fines de los años 80 y fines de la primera década de los 2.000. Fue esta la primera jornada de trascendencia y de alcance nacional en la primera década del 2.000.

Vista desde hoy, podría decirse que esta movilización, cuyo actor principal fue el movimiento indígena del Norte del Cauca, abre y preanuncia la tendencia y el ciclo de ascenso de luchas sociales que se mantiene hasta hoy.

La Minga social y comunitaria, se desarrollo en los meses de octubre y noviembre mediante marchas y protestas que comprometieron aproximadamente 50.000 indígenas, apoyados por sectores campesinos de la región. La marcha tubo como epicentro la carretera Panamericana y se realizo entre Santander de Quilichao, en el departamento del Cauca, hasta la ciudad de Cali, en el Valle. Duro varías semanas y fue duramente agredida por el Escuadrón Móvil Anti Disturbios (ESMAD), sin embargo no pudo ser ahogada por la represión, convirtiéndose una importante demostración de fuerza a finales del segundo Gobierno de Uribe.

La Minga tuvo resonancia e incidencia nacional por la fuerza que demostraron, por los bloqueos a la panamericana, por los choques con la fuerza pública y por la fuerza del movimiento, encabezado en ese momento por Aida Quilcue y otros dirigentes como Feliciano Valencia.

Después de los 20-25 años que cubre el ciclo anterior, en el cual lo predominante fue el reflujo, la dispersión, el carácter local y la falta de dimensión nacional, esta lucha resalta como el primer hecho de masas de gran significación y resonancia nacional, que retó al Gobierno de Álvaro Uribe y que no pudo ser aplastado por el Gobierno de la llamada «Seguridad Democrática».

2010: Marcha Patriótica. Congreso de los Pueblos

En ese año, a compañadas de masivas concentraciones, surgen dos expresiones nuevas de articulación social y política de carácter nacional: la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos; la primera en el mes de julio y la segunda en octubre.

Estos dos procesos, junto con los indígenas, organizaciones de afros y otros del sector agrario, jugarían un papel decisivo, cuatro años después, a principios del 2014, en la conformación de la Cumbre Agraria, Étnica y Popular y en los paros agrarios del 2013, 2014 y 2016.

Esta articulación les dio mayor capacidad, les permitió trascender los marcos meramente locales y fragmentados de años atrás, a la vez les facilitó mayor proyección política a los procesos sociales que se articulaban en cada uno de ellos, lo que incidiría posteriormente en los alcances nacionales de la movilización y en los progresos hacia las confluencias del movimiento social.

2011: Regresan los estudiantes

Tres años después de la Minga, en segundo año de Gobierno de Santos, 2011, reaparece con fuerza y simpatía social el movimiento estudiantil en el escenario nacional, del que había estado casi que ausente como movimiento, en las dos décadas anteriores.

En las décadas del 90 y la primera del 2.000, podría decirse que no hubo movimiento estudiantil como tal, como expresión del grueso del estudiantado. El movimiento estudiantil en esos años quedo reducido básicamente a grupos de activistas de las Organizaciones de Izquierda.

En un proceso de articulación a través de encuentros nacionales, con la participación de la mayor parte de las Universidades Públicas, se convocó a un Paro Nacional contra el Proyecto de Reforma de la Ley 30 de Educación Superior y se conformó la MANE como mecanismo organizativo nacional de los estudiantes de las Universidades públicas, cuestión que no se había dado en los últimos 20 años.

El paro tuvo respaldo en la mayoría de las Universidades Públicas, se tomaron las calles, se lograron importantes y voluminosas movilizaciones en los meses de octubre y noviembre en varias ciudades del país. A destacar por su magnitud, la llamada toma de Bogotá del 10 de noviembre de ese año.

El movimiento además del su alcance nacional, logró simpatía social y de sectores de opinión, obligando al Gobierno a retirar un proyecto de reforma que golpeaba aún más la educación pública universitaria.

En este año, igualmente se dio un paro de los transportadores de carga, en contra del aumento en las tarifas de los fletes. Los camioneros volverían a parar y salir a las calles en los años posteriores y serían uno de los actores importantes en la protesta social de esos años.

2011-2012: Inicio de nueva coyuntura por la paz

En esos años empieza a perfilarse en el país una nueva coyuntura por la paz, la que se mantiene y se ha fortalecido hasta hoy copando parte importante de la confrontación política de las distintas expresiones de clase en Colombia.

Por esas fechas se realizaron dos encuentros masivos que aglutinaron diversas fuerzas y tendencias del movimiento social y político de importante repercusión desde el campo popular frente al tema de la paz. El primero en Barranca, en octubre del 2011, jalonado por la Marcha Patriótica; el segundo en Bogotá, en Mayo del 2012, dinamizado por el Congreso de los Pueblos, este último se clausuro con una movilización de unas 18.000 personas.

2013: Reaparece el campesinado

En el 2013, el actor principal de la movilización volvió a ser el campesinado, después de muchos años de ausencia, como expresión nacional de fuerza, de importancia y de presión. Fue tanto el campesinado pobre, como el campesinado medio, quienes junto con otros sectores como los camioneros y los indígenas, generaron una relevante coyuntura de movilización y de agitación social en ese momento.

En el 2013, después de casi tres décadas de ausencia en el espacio nacional, en buena medida a causa de su destrucción por parte del paramilitarismo y la persecución oficial, el campesinado reaparece como sujeto y actor de alcance y dimensión nacional.

Según el registro de luchas sociales que hasta ese año llevaba el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), en el 2013, se realizaron 1.025 protestas, el mayor número registrado durante todo el periodo de observación que venía desde 1975, lo que representó el pico más alto de la protesta social durante esos años.

Lo anterior indica que en el 2013 se perfilaba con más claridad y firmeza, la tendencia al ascenso en el ciclo que estamos reseñando y que se anunció con la Minga Social y Comunitaria de los indígenas en el 2008, continuándose después con las movilización nacional de los estudiantes en el 2011.

A principios de ese año, entre el 25 de febrero y el 8 de marzo, se presentó el llamado paro cafetero, jalonado por Dignidad Cafetera, con la realización de diferentes movilizaciones en varias regiones del país, bloqueo de vías y fuertes enfrentamientos entre campesinos y el ESMAD.

El paro hizo presencia en varios departamentos, principalmente en Huila, Tolima, Nariño, Cauca, Valle, Quindío, Risaralda, Caldas, Antioquia y Santander; logró congregar en las distintas zonas de presencia unas 40.000 personas.

En la región del Catatumbo, Norte de Santander, en Junio se lanzó un paro campesino y cívico que paralizó las vías de la región y se extendió hasta el mes de julio; se prolongó por 53 días, en los cuales se presentaron duros enfrentamientos con el ESMAD y el resto de la fuerza pública.

En agosto se lanzaron al paro sectores campesinos en varios Departamentos, agrupados en las Dignidades Agropecuarias: Arroceros, paperos, paneleros, cafeteros, cacaoteros y otros sectores.

En el mismo mes, pero en distintas fechas, salen también al paro los sectores articulados nacionalmente en la Mesa de Interlocución Agropecuaria (MIA), de influencia de Marcha patriótica y las fuerzas campesinas de varios departamentos, agrupadas nacionalmente en el Coordinador Nacional Agrario (CNA), de incidencia del Congreso de los pueblos. Fue cuando Santos soltó la desafortunada expresión que radicalizo y extendió el movimiento , al decir: «el tal paro agrario no existe», logrando movilizaciones urbanas de solidaridad que ampliaron la dimensión del movimiento campesino que se desarrolló en esos meses

En esas semanas, bajo la influencia de distintas organizaciones y tendencias políticas, se presentaron importantes movilizaciones campesinas, concentraciones, bloqueos de carreteras y la presencia de concentraciones de los labriegos al lado de las mismas, en la mayoría de los departamentos del país. Asistimos por esos meses, a un panorama no visto desde las épocas de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia (ANUC) en los años 70 y 80 del siglo pasado.

El movimiento tuvo gran fuerza y resonancia nacional, a pesar de que cada sector actuó por separado, de manera fragmentada, al no darse una coordinación nacional conjunta, ni una sola mesa nacional de negociación, cada cual negocio por aparte y en tiempos distintos.

El gobierno, apoyado en la descoordinación y falta de unidad de las organizaciones campesinas más importantes, se negó a negociar nacionalmente. Accedió sólo a negociaciones regionales con las expresiones locales de uno u otro de los tres grandes sectores atrás mencionados; Las Dignidades agropecuarias, la MIA y el CNA. A pesar de ello, este movimiento dejo importantes acumulados y el animo para salir de nuevo a las calles.

2014: Cumbre Agraria, nuevo paro y Mesa Nacional

A principios del 2014 se conformó la Cumbre agraria, étnica, campesina y popular.

La integraron:

-La ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia).

-El Congreso de los Pueblos,

-El Movimiento político y social Marcha Patriótica

-El Coordinador Nacional Agrario (CNA)

-La Mesa Nacional de Interlocución y Acuerdo (MIA)

-La coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia (COMOSOC)

-El Proceso de Comunidades Negras (PCN)

-La Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO)

-La Mesa de Unidad Agraria (MUA)

-La Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (ANZORC)

-El Movimiento por la Constituyente Popular (MCP)

-La Asociación Campesina Popular (ASOCAMPO)

La Cumbre acordó un pliego nacional de 8 puntos. Lo presentó formalmente al gobierno, como antesala del nuevo paro agrario del 2014. Un pliego de carácter reivindicativo y político. En varios de sus puntos cuestionaba y en alguna medida enfrentaba el modelo extractivista y agroexportador.

La Cumbre, como espacio organizativo, surge en el contexto de la movilización, se fortaleció en la misma y representó un salto de articulación y unidad, especialmente del sector agrario. Facilito la expresión, la voz del campesinado pobre. Igualmente represento un avance en la confluencia de sectores del movimiento social y popular y de distintas corrientes políticas.

Su conformación, marcó un nuevo momento en la tendencia hacia la articulación, así esta fuese aún, ambigua, débil y limitada. Contrasta, para dimensionarla mejor, con el estado de dispersión, de fracturas, de localismo que primó en el movimiento campesino y el campo popular, en el periodo que cubre de fines de los años 80 a la primera década del 2.000

En el mes de Mayo del 2014, la Cumbre, sin la participación de las Dignidades agropecuarias, lanzó un paro agrario nacional, que congregó masivas concentraciones campesinas en varias troncales y regiones del país, Lizama y Pinchote en Santander, Aguachica en el Cesar, Varios sitios de la Panamericana en Cauca, Valle y Nariño. También el Huila, Antioquía, Casanare, Boyaca, Arauca y concentraciones y bloqueos más pequeños y esporádicos en otras regiones del país.

El paro que duro casi tres semanas, obligó al gobierno a negociar y a establecer, mediante decreto presidencial, la Mesa Única Nacional para la negociación de los 8 puntos. Con ello, después de muchos años, el campesinado pobre y medio volvía a tener una mesa nacional de negociación, de carácter permanente con el gobierno, un espacio formal con la institucionalidad, la que ya habían logrado los indígenas desde años atrás y de manera parcial, las comunidades afros, más no el campesinado en las últimas tres décadas.

Igualmente, se le arranca al gobierno, el compromiso de discutir y negociar el pliego de los 8 puntos, partidas económicas para proyectos productivos en varias comunidades, partidas para proyectos de infraestructura, una mesa de derechos humanos y distintas promesas.

Con el paro agrario del 2014, la Cumbre, se erige en nuevo e importante actor en la movilización agraria y en las luchas sociales del país. A la vez, en un espacio de confluencia y articulación de la mayoría de las organizaciones del campesinado pobre, junto con los indígenas y sectores Afros. El campesinado medio, esta articulado más que todo en las Dignidades agropecuarias.

Los indígenas también se movilizaron en Minga en el mes de Octubre de ese año en varias regiones del país

2016. Otro paro agrario

En este año, se realiza una nueva jornada nacional, de características similares a las del 2013 y el 2014. En este caso, la reivindicación o la exigencia principal, fue el cumplimiento de los acuerdos realizados con la Cumbre en el paro del 2014 y con los indígenas en movilizaciones anteriores.

En el 2016, mes de Mayo, salen simultáneamente los campesinos agrupados en la Cumbre, los indígenas y los afros. Las negociaciones se dan en Santander de Qulichao. Se obtienen nuevas promesas de cumplimiento a los acuerdos del 2104 de parte del gobierno nacional.

La panamericana, a la altura del Norte del Cauca, estuvo bloqueada por varias semanas. Se presentaron además concentraciones y bloqueos en la carretera Calí-Buenvantura. Allí, fue asesinado a manos del ESMAD, un indígena del cabildo de la Defina. También hubo concentraciones a lado y lado de las carreteras y bloqueos en varios sitios de Santander, Antioquía, Huila, Nariño, Cauca, Boyacá, Casanare y de forma menos permanente en otros departamentos. También parálisis y movilización en varios municipios de Arauca y bloqueos y concentraciones en otras regiones del país.

Ese año, a mediados, los camioneros salieron a un nuevo paro, con presencia en las carreteras y gran impacto en el transporte de carga. El paro duro 45 días y se sintió en varios Departamentos y troncales del país.

En el mismo año, en el mes de Octubre, desde el día 5, como reacción al triunfo del NO en el plebiscito y a la crisis que ello generaba en el proceso de paz, se desarrollaron en las principales ciudades, especialmente en Bogotá, masivas concentraciones, con importante presencia juvenil, de respaldo a la búsqueda de la solución política y la paz . Fueron movilizaciones de carácter político, a través de las cuales se expresaron sectores del país que están por salidas de paz y de cambios.

  

2017. Actúa el Choco. Asoma con timidez lo urbano

En el 2017, se mantiene la dinámica de movilización. El soporte, en este año descansó en movilizaciones de carácter regional, el magisterio y varios sindicatos del sector estatal, cada uno presionando por sus propias reivindicaciones.

Desde el 15 de Mayo, se realizó el Paro civico del Choco. Duró 21 días. Paralizó casi toda la región y la ciudad de Quibdo. Se levantó después de lograr una negociación con el gobierno nacional.

En esos meses también se dio el paro cívico de Buenventura. Se prolongo por varias semanas, logrando negociar con el gobierno nacional. Hay que destacar el carácter urbano de esta movilización. Es el paro de una ciudad, el primer paro cívico de un centro urbano importante en los últimos 25 años.

Lo fuerte de la movilización, desde que arranca este ciclo, excepto el 2011 con los estudiantes, había descansado principalmente en los sectores agrarios, las organizaciones campesinas y los indígenas. Estos y no los actores urbanos, había sido los principales motores.Esta tendencia empieza a alterarse en el 2017 a favor de lo urbano, tal como se verá en el 2018.

A mediados de año se da un paro de los maestros, que se siente en todo el país, con concentraciones en las principales ciudades. Se prolonga por 33 días, hasta lograr una negociación con el gobierno.

Por las mismas fechas, cada cual por sus propias reivindicaciones y sin ninguna articulación, se presentan varios paros netamente reivindicativos en varios sectores de los estatales: sindicato del Ministerio del trabajo, el de Bienestar familiar, ASONAL judicial y sindicatos del INPEC.

2018. Nuevos desarrollos y expectativas

El 2018 marca otro pico del ciclo de movilización que estamos examinando, manteniéndose y profundizandose la tendencia al ascenso de la protesta social. Lo que acontezca en este 2019, dirá si el año anterior (2018), prefiguro un nuevo salto en la movilización, articulación y confluencia de los distintos procesos y sectores del movimiento social, incluyendo la oposición parlamentaria.

La presencia en las calles que se presento semana a semana, entre principios de Octubre y mediados de Diciembre, proporciono una victoria a las fuerzas populares, al obligar al gobierno a desistir del IVA para los productos de la canasta familiar, a establecer una mesa nacional de negociación con los estudiantes y a entregar unas partidas presupuéstales adicionales, que si bien están por debajo de las necesidades y las aspiraciones, no se hubiesen dado sin la movilización.

En estos meses, estrenándose el gobierno de Duque, se realizaron 13 jornadas nacionales, con los estudiantes como actores principales. Pero también con la participación del magisterio, sectores sindicales y núcleos de masas movilizados por las oposición, especialmente en la segunda quincena de Noviembre. Igualmente, se desarrollaron marchas estudiantiles, que desde distintas regiones del país, partieron hacia Bogotá. Así mismo se dieron diversas actividades de masas de los estudiantes en distintas ciudades.

En el mes de Noviembre del 2018, se conformó un espacio de articulación, en el que participan la CUT, la Cumbre agraria, las Dignidades agropecuarias, la ONIC, organizaciones afros, procesos estudiantiles, otros procesos organizativos y sectores de la bancada de oposición. Ese espacio fue el convocante de las marchas realizadas en la segunda quincena de Noviembre, las más grandes de esos meses, en las que además de los estudiantes, participaron fuerzas sindicales, el magisterio y otros procesos urbanos.

Los estudiantes, después de varios encuentros nacionales, conformaron en el 2018, un espacio nacional de articulación, la UNEES, que junto con FENARES y ACREES, jalonó y se fortaleció en la movilización de esas semanas.

Las luchas del 2018, a diferencia de las de años anteriores, tuvieron como epicentro las ciudades y como actores principales a sujetos urbanos. La parte agraria en esta ocasión no tuvo una significativa participación, la que se espera se de para este 2019.

En el 2018, también es preciso resaltar las concentraciones realizadas en las principales ciudades el 7 de Agosto y el 6 de Julio, convocadas por la oposición de centro-izquierda, ligadas a la lucha por la paz y contra el asesinato de líderes sociales y defensores de derechos humanos.

También en el 2018, se presentó un hecho político de gran significación, que junto con el ascenso de la movilización social, entre otras, da cuenta de nuevas realidades en el país. Nos referimos a la votación que en cabeza de la candidatura presidencial de Gustavo Petro, obtienen fuerzas de izquierda y de centro, en la segunda vuelta de las presidenciales, un 43 por ciento del total, que como ya lo dijimos, es la más alta lograda en el país por tendencias de centro y de izquierda, después de los años de Jorge Eliecer Gaitán. La anterior había sido en el 2006, con Carlos Gaviria y el Polo Democrático, donde se obtuvo el 23%,

Por último, el 26 de agosto del 2018, también se presento un hecho político significativo; la Consulta Popular anti Corrupción , jalonada por fuerzas de centro y de la oposición, la que logró una importante votación, cercana a los 12 millones, la que en los hechos ha sido desconocida y burlada por el gobierno de Duque y las mayorías parlamentarias.

¿2019 año de inflexión positiva?

En este año, tal como se esta mostrando en estas semanas de marzo y se ve venir para el mes de abril, tiende a mantenerse el ciclo de ascenso de la lucha sociale que viene desde el 2008-2010. Además, tiende a hacerse más fuerte la protesta social y ha tener la misma una mayor incidencia y proyección política, en estos aspectos se va marcando una diferencia positiva con lo que viene de los años anteriores, en ese sentido, el 2019 tiende a ser un año de inflexión positiva.

En la actualidad esta madurando, como una posibilidad real, un salto en la acumulación de fuerzas de la movilización social y, de la oposición política desde las fuerzas Alternativas y de Centro. Que ello se de o no, depende de la concurrencia de diversas condiciones objetivas, de las cuales algunas se están dando en la actualidad. Pero, también del factor subjetivo, es decir del comportamiento, de la iniciativa, de la clarividencia, y a la vez de la convergencia de propósitos entre las distintas fuerzas democráticas y de oposición, incluidos los procesos insurgentes.

En este mes de Marzo, después del respiro logrado por el Gobierno en enero y febrero de este año, han emergido nuevamente las dificultades que lo sacudieron en sus primeros meses. Ahora en Marzo, ha regresado con fuerza la protesta social y los debates de país sobre la paz y para abril se avizora una situación similar.

Entre el 25 de Febrero y el 10 de marzo se desarrolló el llamado paro del Cauca, promovido por el Magisterio de la región, sectores campesinos agrupados en la ANUC y procesos urbanos de la ciudad de Popayán. También a fines de febrero se dio inicio a un paro de los campesinos del Sur de Córdoba, el cual a pesar de la invisivilización se mantiene hasta la fecha.

Desde el 11 de Marzo los indígenas y campesinos del Cauca, vienen desarrollando la llamada Minga Indígena y Social del Suroccidente, bloqueando en varios puntos la carretera Panamericana, en el tramo que va de Cali a Popayán. También han bloqueado con menor intensidad la vía que conecta el Huila y el Cauca, y los tramos que van de Neiva a Pitalito y de aquí a Mocoa. En esta última semana de marzo y principios de Abril, se preparan concentraciones y bloqueos en otras regiones del del país.

El 19 y 20 de este mes, los maestros realizaron un paro de 48 horas, con movilizaciones en la capital y las principales ciudades del país.

Para fines de abril, a partir del día 25, diversas organizaciones están convocando a un Paro Nacional Cívico-Popular; las Dignidades Agropecuarias y la Cumbre Agraria están planteando un Paro Nacional de distintos sectores del campo para fechas similares. Estudiantes, procesos urbanos y otros sectores están definiendo sus líneas de acción para lo inmediato.

Junto con la agitación social descrita, se han dado importantes movilizaciones en Bogotá y otras ciudades en defensa de la paz; Duque al objetar el 11 de marzo lo que quedaba de la JEP pactada en la Habana, sigue haciendo trizas los Acuerdos. y agudizada la crisis de los Procesos de Paz.

Al abrirse boquetes momentáneos al interior de las clases dominantes y sus expresiones políticas, se facilita más la acción de los de abajo. Son oportunidades que cuando concurren con otros factores favorables, tienden a propiciar desarrollos y saltos en los procesos de acumulación.

Continua y tiende a cobrar más fortaleza en este 2019 el ciclo de ascenso de la lucha social que viene en el país desde hace 11 años. A la vez el Gobierno actual no logra una buena sintonía en el conjunto de las clases dominantes, ni un bloque solido para facilitar su gobernabilidad, lo que puede dar lugar, junto con los otros factores atrás mencionados, a situaciones parciales de ingobernabilidad.

Por todo lo anterior en un escenario probable en este 2019, tienden a presentarse condiciones positivas para la acumulación de fuerzas, y el desarrollo de las tendencias de país que promueven los cambios y la paz.

Se perfilan situaciones que podrían generar una mejor correlación. Siempre y cuando el componente subjetivo se sintonice con esas posibilidades, es decir que se acierte por parte de las fuerzas populares y de centro que están por los cambios y la paz.

Para que esta nueva oportunidad histórica no se esfume, se precisa de una visión de futuro, no de resignación, de una visión de país, no de secta o de parte, de capacidad y clarividencia, de mentalidad de poder, no de conservadurismo, ni resignación y lógicamente de la confluencia de muchos y de la unidad para ser nación, no solo grupos marginales y contestatarios.

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