Chile necesita más (y mejor) Izquierda. Lo hemos sentido en cada ocasión en que echamos en falta que las luchas sociales, los conflictos ambientales, los debates culturales, toquen un techo insalvable a la hora de transformar las instituciones y las estructuras jurídicas de nuestra sociedad. Esta impotencia política contrasta con la potencia de la multitud […]
Chile necesita más (y mejor) Izquierda. Lo hemos sentido en cada ocasión en que echamos en falta que las luchas sociales, los conflictos ambientales, los debates culturales, toquen un techo insalvable a la hora de transformar las instituciones y las estructuras jurídicas de nuestra sociedad. Esta impotencia política contrasta con la potencia de la multitud que expresa cada vez más articuladamente su rechazo a los rumbos funestos por los que no ha conducido la Concertación y la derecha. Rechazo amplio, complejo, variopinto, pero un rechazo claro y consistente. Por eso es tan importante celebrar cada paso en el objetivo de romper la clausura política que se ha impuesto sobre esta ciudadanía indignada.
Un nuevo Movimiento Amplio de Izquierda ha nacido. Con un nombre verde, como no podía ser de otra forma en nuestro siglo. Un nombre que nos devuelve a nuestro lugar en el mundo, en la tierra de la gente del maíz. Un nombre con sabor a alimento, a medicina, a arte, a autonomía democrática y soberanía radical. Un nombre que nos provoca pensar en lo que fuimos, en lo que somos y en lo que podemos ser. A esta nueva, amplia y creativa Izquierda, sólo cabe dedicar cinco deseos de victoria y de felicidad:
1. Les deseo que siempre conserven sus bueyes delante de su carreta. Ya sabemos que las cosas no marchan si las sutiles e infinitas diferencias que acumulamos se transforman en el motor de nuestras iniciativas. En cambio, estas distinciones pasan a ser carga ligera y equipaje oportuno cuando las cargamos en un carro común, que se deja llevar por una fuerza diversa que sabe, al menos, donde se dirige.
2. Que el bosque les deje ver los árboles. Porque aunque suene extraño, a la Izquierda nunca los árboles le han hecho perder de vista el bosque. Pero el bosque de los análisis generales, de la lucha de clases, de los intereses colectivos, de la «voluntad del pueblo», del proyecto de las mayorías le ha hecho perder una y mil veces los detalles de la vida de las personas, de su individualidad, de sus deseos más cotidianos. Una nueva Izquierda debería tener ojos y oídos para ver los árboles y el bosque al mismo tiempo. Para pensar en lo global y para actuar en lo local. Para nunca subordinar sus principios democráticos a los intereses de la geopolítica, ni para postergar las demandas de emancipación de mujeres, indígenas o del medioambiente en el altar del futuro, del socialismo o del desarrollo.
3. Que lo urgente conviva con lo importante. Solemos oponer lo que nos urge y lo que nos importa. Movidos por la impaciencia y los plazos caemos en lo inmediato, para improvisar de mala gana. Pero también, con la excusa de buscar lo importante dilatamos definiciones que nos ayudarían a responder aquí y ahora a un tren de la historia que suele pasar demasiado rápido por nuestra estación. Les deseo que el arte de vivir en el aquí y ahora, sin perder la visión de futuro, impregne sus planificaciones y su programación.
4. Si no son parte de la solución, al menos no sean parte del problema. No creo en los partidos o movimientos que dicen tener respuesta a priori para todo. Al contrario, la mayor parte de las veces «la» solución no será legítima y eficaz si no se delibera y concuerda con todos los interesados en ella. No es extraño que en las encuestas aparezcan los políticos como parte de las dificultades más que de las soluciones, ya que se creen investidos de una sabiduría infusa que les da poder de resolver lo que sea, sin apenas escuchar lo que los propios afectados tienen que decir. Con razón, Groucho Marx decía que «la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados».
5. Si los medios callan, que las paredes griten. Aunque hoy deberíamos decir que griten las redes sociales. Como lo han hecho en Túnez, Egipto, Yemen, Siria, pero también en la plaza del Sol de Madrid, donde los miles de «indignados» que han despertado en España reclaman por una «democracia real ya», para dejar de ser «mercancía en manos de políticos y banqueros». Como lo estan haciendo en la resistencia a HidroAysén, y en un sinnúmero de otros conflictos menos visibles pero no menos trascendentales.
Cuenta el Popol Vuh que cuando los dioses formaron a los seres humanos, primero los hicieron de barro, pero fueron tan frágiles e inestables que no pudieron durar. Después los hicieron de madera. Aunque parecían humanos, no tenían sentimientos y no respetaban la tierra. Por eso los dioses quisieron acabar con ellos y los convirtieron en monos. O al menos eso creyeron, porque esos hombres de madera siguen existiendo y son los que gobiernan el mundo. Pero al tercer intento, los dioses crearon a la gente del maíz. Esa es la gente que hace falta.
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