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Cinco preguntas incómodas sobre el ¿bloqueo?

Fuentes: La Joven Cuba

Nota del Editor:

Luego de las votaciones en la ONU, de las cuales Cuba sale habitualmente victoriosa, es común encontrar en redes sociales y algunos medios de la oposición una reacción a los resultados.

Por otro lado, los medios de comunicación estatales tienden a evitar preguntas incómodas y a culpar a las medidas unilaterales coercitivas de problemas internos o sobredimensionar sus efectos. Esto no ayuda a tener una visión compleja sobre el asunto.

Por esta razón, La Joven Cuba pidió a uno de sus expertos en el tema que respondiera a los argumentos y preguntas que habitualmente se mueven en el espacio público para arrojar luz sobre el asunto.  

Bloqueo - sanciones - ONU

Votaciones históricas ONU

1. ¿Es embargo o bloqueo?

A mi criterio, si fuéramos a ser técnicamente precisos, los términos que habría que usar serían uno de estos tres: sanciones económicas, comerciales y financieras; medidas coercitivas unilaterales; o guerra económica. Tanto las categorías «embargo» como «bloqueo» son imprecisas, pero una lo es más que la otra. Las razones son las siguientes:

  • Bloqueo es el término que aparece en la Resolución que acaba de aprobar por 32da. vez la Asamblea Nacional de Naciones Unidas. Se viene haciendo desde 1992 por mayorías casi unánimes. Desde el punto de vista del Derecho Internacional eso da legitimidad al término.
  • Las medidas coercitivas contra Cuba, trascienden las funciones, objetivos y alcance de un embargo, son una compleja y abarcadora madeja de Proclamas presidenciales, decretos y leyes que prohíben o entorpecen toda relación económica, comercial y financiera entre Estados Unidos y la Isla, incluso afectan a terceros países. Son unilaterales porque no las ha adoptado ningún otro país ni están refrendadas por ningún organismo internacional capacitado para ello. Y, por añadidura, son extraterritoriales porque Estados Unidos prohíbe esas actividades por parte de subsidiarias de empresas norteamericanas en terceros países —ignorando así las leyes de estos— para que se abstengan de realizar cualquier actividad económica, comercial y financiera con la Isla.
  • Las medidas coercitivas han sido dilatadas en el tiempo, pero sobre todo vinculadas a una estrategia agresiva de «cambio de régimen». Datan de 1962 (hace 61 años), pero fueron adoptadas después de un proceso más o menos largo de elaboración en 1959, 1960 y 1961 con las administraciones de Dwight Eisenhower y John F. Kennedy. Han sido integradas con otras de carácter bélico (Playa Girón), diplomático (intentos de aislamiento de Cuba), político (formación y apoyo a organizaciones de oposición) y propagandístico (creación de Radio Swan[i]). Asimismo, han sido fortalecidas con las de carácter financiero como la inclusión de Cuba como «Estado Promotor del Terrorismo» en la Lista que a tales efectos publica el Departamento de Estado y que tiene un impacto directo en las transacciones bancarias que puedan hacerse para o desde Cuba.
  • Aunque dirigidas contra el gobierno por elevación, su blanco inmediato es el pueblo cubano. En su elaboración tuvieron una influencia decisiva los argumentos desarrollados en el Memorándum del Secretario Adjunto de Estado Lester Mallory del 6 de abril de 1960. En este documento se aboga por el uso de instrumentos económicos, comerciales y financieros con el fin de restarle apoyo al gobierno cubano «a través del desencanto y el descontento basados en la insatisfacción y las penurias económicas».
  • La literatura especializada actual considera las sanciones como una forma de guerra: guerra económica. Para aplicarlas, el presidente Kennedy tuvo que invocar la «Ley de Comercio con el Enemigo de 1917» e incluir a Cuba en esta, a pesar de que Estados Unidos no estaba formalmente en guerra con ningún otro Estado, mucho menos con Cuba. Esa es la ley que creó la llamada Office of Foreign Assests Control, más conocida como OFAC, que tiene como misión supervisar toda actividad económica, comercial y financiera con Cuba, único país incluido en ese instrumento que debe ser renovado anualmente por el presidente norteamericano.

En la literatura especializada se entiende por embargo la medida de suspender el comercio, mas ello no abarca otras actividades económicas de las relaciones internacionales como las económicas y financieras que se aplican a Cuba.

Los elementos antes mencionados demuestran que utilizar esa etiqueta es un intento de minimizar el carácter agresivo y excesivamente hostil de las medidas. El gobierno norteamericano ha utilizado esta táctica en otros momentos, por ejemplo, en 1962, cuando la Crisis de Octubre, Kennedy estableció un bloqueo naval alrededor de Cuba, pero al elaborar su proclama decidió llamarle «cuarentena», un término correspondiente más al terreno de la salud que a una medida de guerra.  

2. ¿El gobierno cubano puede importar medicamentos y alimentos de Estados Unidos?

Teóricamente sí, pero en la práctica resulta muy complejo y engorroso. Es necesario contextualizar el asunto. A Cuba se le prohibió comprar alimentos y medicinas en Estados Unidos desde la proclamación de las primeras sanciones en febrero de 1962. La autorización para que lo pudiera hacer data del año 2000, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó el título IX de la Ley de Reforma de Sanciones y de Mejora de Exportaciones (Trade Sanction Reform and Export Enhancement Act (Title [X]) por el cual se permitió la venta a Cuba, de manera restringida y solamente previo pago en efectivo, de ciertas productos alimenticios y farmacéuticos, especificados en una lista que emitió la OFAC.

Esto no tuvo nada que ver concretamente con Cuba. Se trataba de que en el Congreso había crecido el sentir de que era inhumano incluir alimentos y medicinas en las medidas coercitivas unilaterales de manera general contra cualquier país.

No obstante a ello, los congresistas y senadores partidarios de las sanciones lograron introducir enmiendas que obligaron a que estas compras sólo podrían hacerse mediante licencias aprobadas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), pagando en efectivo incluso antes de que se embarcaran los productos y siempre evitando que las instituciones bancarias norteamericanas fueran parte de la transacción. Esto es sumamente inusual en el comercio internacional, donde se ha establecido como norma que estas compras se hagan mediante cartas de créditos establecidas entre instituciones bancarias y que el pago se haga efectivo mediante transferencias al recibo de la mercancía por el importador.

Uno de los temas que siempre llama la atención es que uno de los productos que más importa Cuba de Estados Unidos sea precisamente el pollo, sin dudas la carne más importante de la canasta básica en la Isla. Ello se explica en gran medida porque Estados Unidos es el segundo mayor exportador de dicho producto del mundo gracias a sus precios competitivos.

El vecino del norte realiza el 16% de la producción mundial de pollo y sus exportaciones alcanzan 4.4 mil millones de dólares anuales. Por tanto, no tendría sentido que Cuba renunciara a importar el producto. Ahora bien, de lo que sí se puede estar seguro que las importaciones están afectadas por las limitaciones de las que se hablaba arriba sobre el pago en efectivo por adelantado, a precios competitivos, pero superiores a los que pagan otros países. También se la han llevado a cabo por las presiones de los productores norteamericanos por ser Cuba un gran comprador.

Unido a esto, los barcos la mayoría de las veces deben irse vacíos del puerto cubano por las limitaciones a comprarle productos a la Isla, lo cual encarece grandemente la transportación y dificulta encontrar navieras que quieran hacer la operación. 

Adicionalmente, la venta de medicinas está sujeta a una regulación específica que establece que sólo se puede vender si la entidad cubana importadora acepta una cláusula en el contrato que permita a inspectores norteamericanos escudriñar el uso final «in situ», o sea en los hospitales cubanos, que se le dé a los medicamentos, lo cual obviamente es inaceptable para un Estado soberano, no solo por humillante, sino porque implicaría reconocer y autorizar la injerencia de otro Estado en los asuntos internos.

3. Últimamente se han visto productos cubanos en supermercados de Europa y Estados Unidos, también empresas norteamericanas que operan en Cuba ¿Esto significa que no existen o no afectan las sanciones?

Realmente esto es poco relevante. Habría que investigar de dónde se importan esas mercancías y como llegan a esos mercados y si esa exportación es permanente y sostenible y no un caso aislado, lo cual siempre puede pasar. Que aparezcan en Europa no es ningún problema. De hecho uno de las empresas internacionales que opera en Cuba es el consorcio de licores francés Pernod-Ricard, que ha invertido en la producción y comercialización del Ron Havana Club, con el cual le ha presentado batalla a Bacardí, empresa originalmente asentada en Santiago de Cuba, que hoy tiene su casa central en Bahamas y que mayoreó la producción y exportación del ron de esa marca. De ahí el pleito entre esas dos firmas por el derecho a usar la marca en Estados Unidos.

Por cierto, se sabe que Bacardí logró que en la Ley Helms-Burton se incluyera una cláusula que le permitiera a las empresas propiedad de ciudadanos originalmente cubanos que se convirtieron en norteamericanos llegar a acuerdos con inversionistas extranjeros en Cuba para que le pagaran ciertas cantidades a cambio de no demandarlas ante tribunales estadounidenses bajo el amparo del Título III de la Ley Helms Burton.

4. Cada país tiene derecho a poner reglas a sus empresas para el comercio. Por tanto ¿las sanciones violan el derecho internacional o son medidas soberanas?

La idea del libre comercio es consustancial con el desarrollo del capitalismo y ha sido particularmente importante para Estados Unidos, el que ha defendido el concepto de que nada debe interferir con el flujo internacional de mercancías. De hecho, cuando el capitalismo norteamericano comenzó a expandirse hacia otras tierras más allá de las Américas y Europa a fines del siglo XIX, se encontró con que los demás países capitalistas desarrollados habían copado el comercio con China, el más grande mercado de esa época. Estas naciones se habían dividido el mercado chino y habían establecido zonas de influencia en las que no permitían el comercio de sus competidores. Estados Unidos había llegado tarde y ya los principales puertos de China estaban «ocupados». Como resultado, el gobierno norteamericano enunció «la política de puertas abiertas», que defendía que todos debían tener acceso al mercado del gigante asiático sin corta pisas.

La defensa del libre comercio estuvo en el centro de muchas de las disputas de la década de 1930 del siglo pasado. Algunos argumentan que esa fue la causa profunda de la Gran Depresión y, posteriormente, de la Segunda Guerra Mundial.

En 1945, después de terminada la conflagración, se creó el Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio, más conocido por sus siglas en inglés: GATT. El objetivo principal del GATT fue la eliminación de barreras al comercio mundial. Los miembros del GATT, Cuba uno de ellos, se comprometieron a eliminar cualquier cortapisa al intercambio de mercancías. Sin embargo, esto resultó muy difícil debido a que los países y grupos de países establecieron todo tipo de trabas.

Para resolver esos problemas se creó a fines de la década de 1990 un nuevo organismo internacional, la Organización Mundial de Comercio o WTO (por sus siglas en inglés). El principio rector de la WTO es el libre comercio, defendido por igual por todos pero particularmente por Estados Unidos. Las sanciones contra Cuba, y especialmente su carácter extraterritorial, constituyen una grave violación de ese principio.

En un mundo globalizado, en el cual todas las economías están interconectadas, ningún país se puede arrogar el derecho de limitar a otros el ejercicio de sus derechos comerciales. No es un principio del derecho internacional, sino una regla que está implícita en el sistema de arbitraje de la OMC o WTO. De ahí que la comunidad internacional condene el bloqueo contra Cuba porque se trata de un conjunto de medidas coercitivas unilaterales que van contra el principio de que no se pueden aplicar sanciones con carácter extraterritorial.

5. ¿Las sanciones han impulsado el desarrollo de la democracia en Cuba?

Esa es una pregunta viciada de origen porque presupone que el verdadero objetivo de las sanciones es promover la democracia en Cuba. Y eso es totalmente falso. Cualquier estudio de la política general de sanciones norteamericanas demuestra que la democracia no tiene nada que ver con la aplicación de este tipo de medidas coercitivas unilaterales. Estados Unidos no ha sancionado a países que están bien alejados de las prácticas democráticas.

Lo que prima en la política de sanciones estadounidense son intereses de seguridad nacional. Se aplican según convenga a esos intereses sin tener en cuenta el carácter del sistema político.

El Irán del Shah, por ejemplo, nunca fue sancionado a pesar de que se sabía que era una tiranía basada en el poder de Mohamed Reza Pahlevi. Las dictaduras latinoamericanas y caribeñas de derecha favorables a Estados Unidos jamás fueron sancionadas. No hay tampoco ningún país al que se le haya impuesto un régimen de sanciones tan abarcador y prolongado como Cuba.

Quizás sea interesante estudiar el caso de la Sudáfrica del régimen del apartheid.

Se ha dicho falsamente y se repite a menudo que las sanciones de los países occidentales jugaron un papel en el derrocamiento de ese régimen anti democrático. La evidencia no soporta ese hipótesis. Las sanciones contra el régimen de Pretoria tardaron mucho en llegar y su aplicación dejó mucho que desear. En 1962, las Naciones Unidas adoptaron una Resolución instando a los países occidentales a imponerle sanciones a Sudáfrica, pero estas no comenzaron a materializarse sino hasta más de 20 años después.

Estados Unidos, por ejemplo, no vino a aplicar una Ley de Sanciones contra el Apartheid hasta 1986, cuando ya el régimen estaba llegando a su fin gracias al efecto combinado de la lucha armada del Congreso Nacional Africano, encabezado por Nelson Mandela desde la prisión, y a las derrotas que sufrió su Ejército en Angola. De ahí que el propio Mandela se quejara de que cuando pidió ayuda nadie se la dio, a diferencia de Cuba, que siempre se solidarizó con las luchas anti coloniales, anti neocoloniales y anti apartheid de África.

Personalmente tuve la oportunidad de comprobar esta actitud ambigua en 1994 cuando participé, junto a otros 19 cubanos, en la Misión Observadora de las Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA) que supervisó las primeras elecciones libres en esa nación después de la caída del régimen de Pretoria. Nos alojamos en hoteles de la cadena Holiday Inn que se veían llevaba tiempo establecida en ese país y nos movimos en automóviles BMW ensamblados en una fábrica que tenía esa empresa alemana occidental en el país.

A pesar de todos estos argumentos que cuestionan el verdadero objetivo de las sanciones estadounidenses y su aplicación de manera imparcial y justa, me gustaría hacer algunos comentarios sobre el tema, suponiendo que fuera cierto que el objetivo de las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos contra Cuba fuera realmente el de «promover la democracia».

Creo que el propio Memorándum Mallory de abril de 1960 pone en evidencia la esencia realmente anti-democrática de las sanciones cuando afirma «la mayoría de los cubanos apoya a Castro (la cifra más baja que he visto es de 50%)» para añadir a continuación: «El único medio previsible para alienar el apoyo interno es a través del desencanto y el descontento basados en la insatisfacción y las penurias económicas». O sea, las sanciones estaban diseñadas para restarle el apoyo popular a la Revolución y así revertirla.

Pero si venimos al presente, lo que ha pasado en los últimos 61 años, y especialmente después del 2019, es que Estados Unidos ha basado su política hacia Cuba en dos carriles: aplicar sanciones para promover la insatisfacción y el descontento y así la oposición al gobierno cubano; y financiar esa oposición de cualquier signo con fondos millonarios. Eso «per se» es anti democrático.

Pero hay algo más, esas políticas convierten a Estados Unidos en un actor que domina el campo de la oposición y, por ende, deslegitima a toda oposición. Le da la razón al gobierno cubano en argumentar que Cuba es un país asediado por un enemigo poderoso y a utilizar el argumento que «en toda plaza sitiada la disidencia es traición», además de ofrecerle en bandeja de plata un «chivo expiatorio» que sirve para justificar las penurias por las que pasamos como el resultado único y total del «bloqueo».

Nota:

[i] Emisora dedicada a la propagación de noticias falsas sobre el gobierno cubano.

Carlos Alzugaray Treto. Embajador y Profesor Titular retirado, analista internacional independiente y ensayista.

Fuente: https://jovencuba.com/preguntas-incomodas-bloqueo/

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