El cambio constitucional, dice la experta, podría eliminar los cuórums parlamentarios especiales establecidos por la carta magna de Pinochet, que históricamente han frenado las reformas estructurales. Ello le permitiría al presidente electo impulsar su programa sobre la base de alianzas con otras fuerzas transformadoras.
Inmediatamente después del contundente triunfo del domingo del izquierdista Gabriel Boric (55,87 por ciento) ante el pinochetista José Antonio Kast (44,13 por ciento), el ahora presidente electo llevó adelante sus dos primeras actividades: la primera, visitar el Palacio de La Moneda tras la invitación que le cursó el presidente Sebastián Piñera para un encuentro protocolar pensando en el cambio de mando y la segunda, reunirse con la mesa ampliada de la Convención Constitucional, que sesiona en la sede del Congreso en Santiago.
Sin embargo, para Claudia Heiss, doctora en Ciencia Política por la New School for Social Research de Nueva York, la reunión de Boric con la asamblea, ocurrida apenas dos días después de ganar el balotaje, marca el derrotero que quiere seguir su futuro gobierno a partir del 11 de marzo de 2022, fecha de su asunción. En tanto no cuenta con mayoría en el Congreso, agrega Heiss, el nuevo texto constitucional le podría abrir la puerta hacia las reformas estructurales que pretende impulsar el todavía diputado por Magallanes. «Su aporte al cambio social y al cambio de modelo estará muy centrado en el proceso constituyente», asegura la jefa de carrera de Ciencia Política del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, quien además proyecta el gobierno de Boric sobre la base de alianzas con otras fuerzas políticas progresistas, que superen las fronteras del pacto Apruebo Dignidad.
—¿Qué lectura se puede hacer de la primera señal de Boric de asistir a la convención, más allá de lo simbólico?
Boric es muy consciente de las limitaciones que va a tener para llevar a cabo su agenda de cambio social, porque no va a tener mayoría en el Congreso y por la situación económica. Naturalmente hay una afinidad entre el movimiento social y el proceso constituyente. Cuando era estudiante, Boric desafiaba el modelo educacional y, de alguna manera, estaba desafiando el modelo protegido por la Constitución de Pinochet. Fue esa acción social de los estudiantes la que generó este ciclo de movilización social que culminó en el estallido de 2019 y que forzó al sistema político a abrir el proceso constituyente. Él comprende que su legado como presidente estará sobre todo en el cambio constitucional.
—¿Y de qué manera la nueva Constitución puede abrir las perspectivas de cambio social que quizás van a estar vedadas por el Congreso?
Creo que efectivamente la nueva Constitución va a eliminar esas barreras de mayorías de dos tercios para aprobar normas más redistributivas. Indudablemente, sin ese cuórum, y aun con un Congreso dividido, es posible pensar que Boric haga reformas sustantivas como el tema tributario, de pensiones.
—O sea, el éxito de su gobierno quedará supeditado a qué tan cerca esté Boric del proceso constituyente, a cómo refuerce su discurso de respaldo…
Boric ha planteado que el cambio social y la superación del neoliberalismo se van a producir de forma gradual, y creo que él apostará a tratar de que su legado como presidente quede anclado al inicio de este proceso. No sé qué nivel de reformas logre hacer en su gobierno, pero sin duda será mejor que lo que podría lograr con las instituciones que rigen hoy. Con las reglas actuales de la Constitución del 80 es un Congreso inmóvil, pero con las reglas de la nueva Constitución quizás el Congreso no sea tan inmóvil y se puedan consagrar derechos sociales de manera más robusta. La apuesta de Boric es al cambio de ciclo y tendrá como sello la apertura de las instituciones a las demandas de la ciudadanía. La diputada comunista Camila Vallejo decía que el nuevo gobierno de Boric será con un pie en la calle y otro en La Moneda. Él está tratando de construir ese puente que se ha roto entre la sociedad y las instituciones.
—¿Crees que la elección de Boric puede tumbar la idea de reducir el período presidencial, tal como ha emanado desde algunos sectores de la convención?
No, la idea de reducir el período presidencial no ha estado mucho sobre la mesa, sino que se planteó más como una discusión con fines mediáticos, para infundir temor. Cuatro años ya es un período muy corto y no creo que haya un impulso en cambiar su duración. Ha habido incluso mociones con impulsos para extender el período a seis años, y si se cambia, habría que ver cómo se relaciona con las parlamentarias. Ahí es importante que haya sintonía entre el Congreso y las presidencias, no elegir un presidente de un signo político y un Congreso del signo contrario, y evitar que se produzca un choque de trenes o una parálisis política de los regímenes presidenciales. Ese es uno de los problemas más complejos para la gobernabilidad, pero el mismo Boric ha dicho que quiere salir del gobierno con un poder más desconcentrado que con el que entró a La Moneda. Lo que ha ocurrido en otros países (Bolivia, Ecuador, por ejemplo) es que hay presidentes que tratan de manipular el proceso constituyente para aumentar el período presidencial y eternizarse en el poder. Aquí no hay ninguna señal en ese sentido.
—En virtud de todo lo anterior, ¿deberían atenuarse las expectativas de transformaciones profundas en el gobierno de Boric?
Boric ha tratado de bajar las expectativas cuando habla de «pasos cortos, pero firmes». Lo que quiere decir eso es que no se podrán hacer todas las transformaciones en cuatro años. Ya en la segunda vuelta había modificado el programa con consideraciones de realismo, como que no va a poder aumentar la carga tributaria todo lo que él quería. Ha asumido su rol de estadista y ha dado señales de que su agenda no será la del movimiento social ni de su partido tal como era en el Congreso como diputado. Se plantea, en cambio, ser presidente de todos los chilenos y las chilenas, y de todos los distintos intereses que ello implica. Por eso habló de pymes, de orden público, temas que no estaban tan presentes en la primera vuelta.
—¿Cierto acercamiento con otros sectores políticos puede fracturar la relación con sus compañeros de pacto en Apruebo Dignidad, entre ellos el Partido Comunista (PC)?
Moverse hacia el centro y pasar de representar a un sector a representar a un país implica roces con sus sectores de origen. Boric ha vivido hartas veces esto: cuando firmó el acuerdo del 15 de noviembre que abrió el proceso constituyente, pero que fue rechazado por parte importante de sus bases, y cuando decidió ser diputado por Magallanes, lo que se consideró una traición al movimiento estudiantil. Él habló muy críticamente de los partidos políticos y terminó sumándose a la política institucional. Y, en ese sentido, un presidente debe compatibilizar cosas distintas que un dirigente estudiantil. Con respecto al PC, este ha estado en el poder antes: fue parte del gobierno de Michelle Bachelet y mucho antes formó parte de los gobiernos radicales. El PC tiene una tradición política que le permite entender este desplazamiento. Pienso que a algunas personas del Frente Amplio que son más del movimiento social les costará más entender estos cambios que al propio PC.
—¿Percibes un riesgo en que Boric se acerque a los antiguos jerarcas de la ex-Concertación, en volver a la lógica de la transición política de los noventa, que representó el fuego que despertó la revuelta de octubre?
Tratar de construir coaliciones amplias es un aprendizaje que ha tenido la izquierda. Lo vivió en la Unidad Popular con Allende. Creo que Boric hace lo correcto al buscar alianzas amplias. No pienso que eso signifique una renuncia a su agenda política; él tiene claro cuál es su norte ideológico: los derechos sociales y el Estado de bienestar. Hay personas en la ex-Concertación que tienen esa orientación programática y otras que no. Lo importante es construir alianzas con personas que crean en su proyecto político. Y hay una gran diferencia ahora con Boric: la nueva Constitución. Los gobiernos de la ex-Concertación se vieron frenados por dos causas en la tarea de superación del modelo: sus gobiernos de coalición contaban con personas que creían en el modelo actual y tenían peso político, y, además, estaban las instituciones de la Constitución de Pinochet.
—¿Entonces, no ves una neo-Concertación, como se ha insinuado desde parte del movimiento social?
Creo que es una lectura errada, por lo que digo. Construir alianzas es muy importante para un proyecto de transformaciones. Tratar de hacer grandes cambios sistémicos sobre la base de una minoría pequeña es un error, un peligro y ha demostrado no funcionar en el pasado.
—¿Debería sumar a su gabinete a las antiguas voces que tienen más experiencia política o debe mantener su núcleo de apoyo en Apruebo Dignidad?
El Frente Amplio tiene un sello distinto a la Concertación y va a velar por mantener su identidad. Será un equilibrio delicado, porque no hay que ser sectario. Eso incluye a personas con experiencia política, de distintas edades, pero con las que tenga coincidencias políticas programáticas.
—¿Qué tan clave puede llegar a ser el nombramiento del ministro o ministra del Interior, habida cuenta de la militarización de la Araucanía?
Es clave, porque los temas de seguridad pública van a ser complejos para Boric. Es un gobierno que viene de una confrontación con las autoridades y la Policía. Le va a costar porque en la Araucanía ganó Kast y hubo un plebiscito por el cual se pidió la militarización. Por otra parte, los sectores radicales de grupos armados que rechazan la política institucional no son aliados de Boric. Será complejo porque él como presidente tiene que garantizar el orden público en todas partes.
—¿Cuán importante se vuelve conocer en lo inmediato al futuro ministro o ministra de Hacienda? En el empresariado están preocupados.
Es importante para tranquilizar los mercados. La derecha está aterrorizada recordando la Unidad Popular, dicen que viene la estatización total, que lo van a expropiar todo, pero es un temor infundado. En ninguna parte del programa de Boric dice que se vaya a abolir la propiedad privada ni que se vaya a ir en contra de los empresarios. Se necesita alguien que sepa de economía, tenga experiencia y muy buenos asesores. En ese sentido, veo con más posibilidades a los economistas que sumó a su equipo en la segunda vuelta (algunos de la ex-Concertación) que en la primera (más ligados al Frente Amplio).
—¿En qué papel imaginas a la doctora Izkia Siches, quien mostró una actitud muy dialogante como su jefa de campaña? ¿Solo como ministra de Salud?
Sería una estupenda ministra de Salud, pero también lo haría muy bien en el comité político. Se dice que sería ministra vocera de Gobierno. Tiene mucha sintonía con la gente, dotes comunicacionales notables y se dice que ella inclinó finalmente la elección a favor de Boric al sumar a la gente del norte del país.
—En otro asunto complejo, ¿cómo crees que Boric manejará el tema del indulto a los presos de la revuelta?
Es un tema superdelicado. Porque tiene que responder a una base social que se movilizó para los cambios, y sin esa base social Boric no estaría donde está ni existiría el proceso constituyente. Pero también debe tener una mirada sobre las personas que se vieron afectadas por los saqueos. No creo que Boric quiera aparecer como justificando esas acciones. Ahora bien, hay una clara motivación política en las querellas con los presos de la revuelta, que tienen en contra únicamente testimonios de carabineros. Llevan años en prisión preventiva injustamente, pero al mismo tiempo para Boric es importante dar una señal de que no se puede hacer cualquier cosa porque estaba la revuelta.
—Es decir, no crees que en los primeros días de su mandato haya un llamado a aprobar la ley de indulto.
Creo que sí, porque, además, hay una presión muy grande. Recordemos que la primera declaración de la convención fue por los presos del estallido, porque se percibe a sí misma como heredera de la revuelta. Tiene un cierto mandato de la calle, no solo del Congreso. El problema de Boric será cómo conciliar eso con el Estado de derecho.
—Finalmente, el triunfo de Boric ¿cuánto ayuda a consolidar un eje progresista en la región latinoamericana?
Efectivamente el triunfo de Boric fortalece la opción de una izquierda democrática en América Latina. Brasil es un caso interesante y en el futuro podría ser un aliado del gobierno chileno a nivel internacional en términos de reformas que robustezcan los derechos sociales, pero al mismo tiempo protejan el pluralismo y las libertades. Hemos tenido en América Latina una izquierda no pluralista y no garante de las libertades, que Boric ha rechazado con mucha fuerza. La izquierda uruguaya siempre ha sido un referente para Boric. Por algo el Frente Amplio sacó el nombre del Frente Amplio uruguayo. Creo que las alianzas serán con las fuerzas de la izquierda más democráticas en Brasil y Uruguay. Diría que en el mundo hay una tendencia a afirmar una orientación hacia políticas keynesianas y una superación de los modelos neoliberales. Y Chile se inserta en esa orientación.