Indignada y compungida, la vicepresidenta de Colombia Marta Lucia Ramírez califica de “tragedia familiar”, su tapado de un cuarto de siglo, su hermano Bernardo -entonces un “joven emprendedor” de 36 años- exportaba heroína a USA por vía intra-estomacal, no en su estómago claro, sino usando los de empleados suyos (coloquialmente sus mulas). Ramírez solo se refiere a una de sus 3 conexiones -hasta ahora develadas- con el narcotráfico, omite la 1ª denunciada, el haber sido ungida vicepresidenta gracias al fraude financiado por el lavador Ñeñe Hernández, y, la 2ª, los negocios inmobiliarios que junto a su marido Álvaro Rincón, tuvo con el narcotraficante Memo fantasma. La 1ª y la 3ª ligas de Ramírez con el narcotráfico fueron develadas por Gonzalo Guillen y La Nueva Prensa, mientras la 2ª por Jeremy McDermont e InSight Crime. Tampoco califica como “tragedia” su nexo con el paramilitar Mancuso, documentado por Daniel Mendoza.
En la defensa de Ramírez, sorprende aparezcan dignatarias(os) del “centro” verde, apoyando la “tragedia” de la vicepresidenta, exaltando su currículum, y llamando a pasar página por la antigüedad del negocio. Les asusta que Petro -al llamar a renunciar a Ramírez- capitalice políticamente el suceso, sin embargo, la historia les cobrará, o su oportunismo o su error al interpretar el momento político.
Mientras el otro “centro”, el democrático con su capo a la cabeza, también blande el currículum y el “compromiso” antinarco de Ramírez, ella es Mariscal en judicialización de cultivadores y raspachines, aspersión aérea de glifosato y erradicación forzada, digna heroína del capítulo local antidrogas. “Ahí está el detalle” diría Cantinflas: su indignación sería válida, ella ha sido funcional y disciplinada con lo que le asigna a Colombia la hegemonía global antidrogas.
La guerra derivada de la prohibición de las drogas se reduce a controlar la oferta, lo que se traduce en una guerra circunscrita contra las familias productoras. Esta estrategia se resume en una parábola atribuida al zar antidroga de Bush padre, William Bennett: “a las avispas, hay que atacarlas en la colmena antes que vuelen”, es decir una orden que prevalece: la guerra se focaliza contra los cultivos y el primer procesamiento (el que va de hoja de coca hasta pasta básica de cocaína).
El focalizar la guerra en la 1ª fase de la cadena, significa que el énfasis no va contra los empresarios del negocio ilegal. Así pasan de agache la 2ª fase industrial (la que va de pasta a clorhidrato de cocaína), el tráfico de cocaína propiamente dicho y la legitimación o lavandería financiera y no financiera de las altas ganancias del narcotráfico. Así la estrategia gringa al concentrar la guerra en los productores ha favorecido la corrupción, al dejarle margen a quienes al final pagan los sobornos, por eso Ñeñes o Memos pueden hacer negocios -políticos o inmobiliarios- en los salones elegantes de Valledupar o Bogotá.
Esta estrategia además permite la acumulación de capitales de origen ilícito, que luego nutren la economía o la política “legal”. De esta “omisión colateral”, sale la plata que el Ñene invirtió en la campaña de Duque y Ramírez. De ahí mismo sale la del Memo, quien prefirió invertir con Hitos Urbanos, la empresa familiar de Ramírez. En cuanto al suceso de 1997, queda en el aire la pregunta: ¿de dónde salieron los 150 mil dólares, con que Ramírez pago la fianza del hermano? La vicepresidenta, entonces era funcionaria de INVERCOLSA, y sus ingresos distaban de esa cifra. ¿Cuándo investigarán la DEA y el Tesoro a Ramírez? Pregunta valida, sabiendo que por menos dólares están presos algunos de los ejecutivos del escándalo FIFA. Pregunta extra ¿Por qué la hegemonía -que durante décadas tuvo vista gorda para los “deslices” narcos de los Ramírez- ahora permite la filtración de pruebas en su contra?
La otra noticia del mes: el desembarco de tropas gringas para supuestamente combatir al narco queda cubierta con la citada focalización en la interdicción rural. Si fuera cierto que su meta es la guerra contra la droga, pueden darse el lujo de no tocar ni al entorno del Ñeñe o Memo, o al embajador Sanclemente, mucho menos a la mafia que gobierna nar-Colombia, tal omisión se justifica porque su prioridad serían las avispas, las familias campesinas que cultivan y realizan el primer procesamiento.
Las noticias de este junio evidencian el fiasco que es la guerra antidrogas, en beneficio de la duda, aparece la hipótesis de una guerra que fue diseñada para fracasar, pero con una meta colateral hoy evidente: forjar una herramienta donde la moral -no ya la política- justifique la represión de minorías étnicas y familias campesinas abandonadas por el Estado, o también la injerencia en países soberanos. Así la discriminación racial endémica, justifica con las drogas la encarcelación masiva de afros en USA; también le sirve a las elites bogotanas, para justificar el atraso de los territorios que cultivan para el uso ilícito; por último, según Bolton, en la trasescena de Trump, Venezuela solo cuenta por su petróleo, entonces -ahí si- se justifica tildar de narcos a sus gobernantes.