El fenómeno Trump que hoy está produciendo una tormenta en el mundo hasta el punto de avizorarse un futuro distópico de gran recesión, no es causa sino consecuencia. No es más que el síntoma de una debacle de un orden mundial que tuvo y sigue teniendo desde hace un siglo a EEUU como hegemón planetario.
De esta debacle es consciente la élite política estadounidense. Y ante esa conciencia ensaya recursos para la sobrevivencia hegemónica, lo que se traduce en tácticas tentativas y de ahí, políticas diferentes entre el Partido Demócrata de Biden y predecesores, y la política de Trump. Si la primera buscó como salida una política belicista que puso al mundo al borde de una guerra nuclear, la de Trump opta por una guerra comercial.
Dicho esto, se puede decir que lo que hace Trump, no es producto de un desequilibrio mental o improvisación como se quiere hacer creer. Más allá de su estilo histriónico y mediático, es bueno tener en cuenta que detrás y antes de Trump hay un proyecto y en ese proyecto está involucrado un número importante y calificado de expertos. Y ese proyecto apunta a revertir la historia, es decir repatriar la industria de capital norteamericano al territorio estadounidense. Pero revertir la historia es un propósito muy difícil si no, imposible. En este caso, porque la reversión irá a repercutir también sobre EEUU, dado su enorme peso como determinante global. Eso significa que también EEUU tendrá que afrontar una escalada inflacionaria y riesgos de recesión a nivel local.
Para clarificar lo que se dice hasta aquí, es necesario exponer el contexto histórico que lleva a la situación a la que se llegó. He aquí un ligero esbozo:
El proceso de acumulación capitalista deviene inexorablemente economía monopolista. Ello a su vez provoca las asimetrías internacionales, asimetrías que caracterizan al capitalismo monopolista vigente a la fecha.
En una primera etapa se da un proceso en que un grupo de países producían productos primarios, es decir, recursos naturales para el desarrollo y pujanza de la industrialización de otros grupos de países que se constituían en potencias a través de lo que se conoce como colonialismo, que tuvo a paises como Holanda y Gran Bretaña como beneficiarias de ese intercambio desigual implementado a sangre y fuego, tráfico de esclavos y otras perlas ya conocidas. Más adelante con la descolonización formal posterior a las dos guerras mundiales con el impulso de Naciones Unidas, las asimetrías cambian de figura, ya sin procónsules o gobernadores, para pasar a otra figura: la del imperialismo económico.
A partir de ese punto de inflexión formal, luego del final de las dos guerras mundiales, la gran potencia hegemónica pasa a ser EEUU , fase en que al intercambio desigual se agrega la exportación de capitales. Grandes empresas multinacionales estadounidenses se instalan a lo largo y ancho del planeta.
Tanto se desarrolló la exportación de capitales, que encontró su límite en la política abierta de China que bajo el gobierno de Deng Xiaoping a fines de la década de los 70 del siglo XX, recibió a esas empresas norteamericanas ofreciendo la ventaja para las mismas de bajos salarios, pero con la condición de controlar la tecnología y la vigencia limitada en el tiempo para esas empresas. China se apropió de la tecnología venida de afuera y la desarrolló invirtiendo grandes recursos en educación, para actualmente superar en tecnología a la potencia de donde vinieron; es decir, EEUU.
La exportación de capitales o salida de empresas fabriles fuera del territorio norteamericano, produce una tendencia depresiva al interior del territorio. Esto es inflación, desocupación y descenso del ingreso per cápita.
Lo que ahora pretende el gobierno de Trump, es revertir esa historia. Es decir, repatriar esas industrias norteamericanas esparcidas en el mundo a su territorio. Cómo? Poniendo una barrera arancelaria a todo lo que viene de fuera de su país, también a las empresas norteamericanas, incluso las piezas utilizadas en los ensamblajes realizadas en cualquier parte del mundo. De manera tal que ya esas empresas norteamericanas dejen de tener rentabilidad afuera y vuelvan a su lugar de origen.
El presupuesto para esta política muy audaz por cierto, es que EEUU es el mayor mercado mundial por ser el mayor comprador planetario, lo que es cierto. Eso explica porqué esa barrera arancelaria produce una tormenta en los mercados financieros en todo el mundo; hasta el punto de la caída estrepitosa de las bolsas de todo el mundo. Pero esa caída estrepitosa da cuenta de una contradicción insalvable en la que cae el orden mundial hasta ahora en vigencia. Dicho de otro modo, un nuevo ordenamiento está en ciernes. Pero ese ordenamiento mundial no significa precisamente una crisis terminal del capitalismo, sino una debacle de la hegemonía norteamericana. Y en contrapartida, la emergencia de otro hegemón más allá del océano pacífica. Nuevo orden que implicará un cambio importante en las relaciones comerciales y políticas en el mundo. Ello porque el hegemón emergente se constituirá como ya se está constituyendo, en un relacionamiento sin imposiciones ideológicas ni intervenciones militares. Un ordenamiento que condicionará un modo de vida diferente en el planeta en todos los órdenes: político, social, económico y por qué no, cultural.
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